⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Thiel llamó a la puerta con cuidado.
Toc, toc.
Entonces, los sirvientes que estaban a ambos lados de la puerta anunciaron en voz alta:
—Señor Karthus, ha llegado la señorita Thiel.
Poco después, los sirvientes abrieron la gran puerta. Thiel vaciló por un momento, asomando la cabeza tímidamente por la abertura.
Frente a la enorme mesa al final de la sala, un hombre con el cabello cuidadosamente peinado hacia atrás y unos ojos penetrantes, del mismo color dorado que los de Thiel, estaba sentado.
Era Karthus Celeste Asterian, el dueño de la sala y también el padre de Thiel.
Thiel lo observó por un momento antes de volver a golpear la puerta con cuidado y preguntar tímidamente:
—¿Puedo entrar?
—Ah, entra, Thiel.
Karthus dejó con cuidado la pluma que sostenía y habló. Thiel asintió con la cabeza y entró a la oficina a pequeños pasos.
Los sirvientes cerraron la puerta.
—Siéntate ahí, pequeña.
Karthus se quitó las gafas doradas que tenía apoyadas en el puente de la nariz y señaló el sofá en el centro de la oficina.
Thiel, obediente, se sentó en el borde del sofá, pero Karthus frunció el ceño ligeramente, como si no estuviera satisfecho, y se acercó a Thiel de un paso.
—No así.
Karthus sonrió levemente mientras se acercaba y levantó a Thiel con suavidad. Sorprendida, Thiel abrió los ojos de par en par.
—¡Se-señor Karthus!
Karthus no prestó atención a los movimientos inquietos de Thiel y la levantó para colocarla cómodamente en el interior del sofá.
Gracias a eso, Thiel, que solo se había sentado en el borde, ahora podía hundirse cómodamente en el sofá.
Finalmente, Karthus, con una sonrisa satisfecha, se dejó caer en el sofá frente a ella.
Thiel, hundida en el enorme y mullido sofá, parpadeó mientras miraba a Karthus.
Qué sorpresa…
Había sido un susto cuando se acercó de repente y la levantó, pero lo había hecho solo para que ella se sentara más cómoda.
Algo así nunca hubiera pasado en Nesstian.
Para Thiel, el toque de un adulto en Nesstian siempre había sido algo aterrador y cruel.
Por eso, esto le parecía algo asombroso y agradable. Nunca antes había recibido ese tipo de cuidado. Ni siquiera lo había imaginado…
La desconfianza de Thiel hacia Karthus disminuyó un poco. Sin darse cuenta, la niña había dejado de lado su temor, observando a Karthus con ojos llenos de curiosidad.
Y mientras Karthus la observaba, una leve sonrisa apareció en sus labios.
Parece que se está adaptando rápido, qué alivio.
Estaba preocupado de que no pudiera relajarse, pero la niña había bajado la guardia mucho más rápido de lo que esperaba.
Karthus estaba agradecido por eso, aunque al mismo tiempo, sentía tristeza.
A pesar de los claros signos de abuso que la niña llevaba, había sido capaz de bajar la guardia tan fácilmente con solo unos pocos gestos de amabilidad.
¿Qué clase de trato había recibido todo este tiempo?
¿Qué vida habrá llevado mientras yo no estaba al tanto de lo que sucedía…?
Los brillantes ojos dorados de Karthus se llenaron de rabia hacia Nesstian, pero pronto se tranquilizó. No le fue difícil contener su enojo.
Le preocupaba que Thiel pudiera notar el rencor en su rostro y asustarse.
Afortunadamente, Thiel no se dio cuenta.
Poco después, las sirvientas entraron con una bandeja de refrigerios y la colocaron frente a ambos, ofreciendo té y bocadillos.
En lugar de té, a Thiel le sirvieron jugo de naranja por su corta edad.
—Buen trabajo, pueden retirarse.
—Sí, señor Karthus.
Las sirvientas hicieron una leve reverencia antes de salir rápidamente de la oficina.
—Thiel, te llamé porque tengo algo que decirte.
Karthus habló mientras tomaba la galleta más apetitosa de entre las que había frente a ellos y se la ofrecía a Thiel.
Thiel, aceptando la galleta, miró a Karthus con cautela. Dijo que tenía algo que decir… ¿Qué podría ser?
¿Y si iba a retractarse de su palabra y echarla de nuevo…?
Justo cuando los pensamientos de Thiel estaban empezando a volverse negativos, la voz de Karthus interrumpió sus preocupaciones.
—Creo que recuerdas lo que sucedió en el sótano ese día.
—¿Eh? Sí.
Thiel asintió. No lo recordaba claramente, pero tenía una vaga idea de lo que había sucedido.
Karthus había bajado al sótano para buscarla, y en ese momento, una extraña luz había emanado de la palma de su mano.
—No lo recuerdo con claridad, pero sí un poco.
¿Cómo podría olvidarlo?
Incluso ahora, al cerrar los ojos, la escena parecía volver a su mente. La desesperación que sintió al pensar que Asterian iba a matarla. Y como respuesta a esa desesperación, una luz resplandeciente apareció en su mano.
¿Qué había sido eso exactamente? Definitivamente no era la habilidad de congelación. Justo cuando esa duda surgía en su mente…
—Esa es tu habilidad especial, pequeña.
—¿Habilidad especial?
—Sí, una habilidad muy especial.
La suave voz de Karthus acarició los oídos de Thiel. La niña solo parpadeaba incrédula.
¿Una habilidad especial?
Thiel inclinó la cabeza con curiosidad.
No poseía ninguna habilidad de congelación ni de fuego. La habilidad que había mostrado entonces no era más que algo insignificante. ¿Cómo podía ser especial…?
¿No se estaba equivocando?
…Una pequeña luz no puede ser una habilidad especial.
Thiel nunca había escuchado hablar de una ‘habilidad de luz’ en el Imperio Cracion. Era natural, ya que nunca había recibido una educación adecuada.
Por eso, no era sorprendente que pensara que su habilidad era insignificante.
Karthus le contó a Thiel lentamente la leyenda sobre la habilidad de la luz que se transmitía en el Imperio Cracion.
Le habló de la leyenda y de lo que significaba el resplandor en forma de pez que había brotado de su palma.
Sin embargo, no le mencionó a Thiel la otra leyenda que solo se transmitía entre las familias Asterian y Néstian.
Karthus lo hacía por si la niña se sintiera abrumada. Era un pequeño gesto de consideración de su parte.
Cuando Thiel terminó de escuchar todo, abrió los ojos con asombro. Cerró y abrió las manos con cuidado y preguntó:
—¿Entonces, eso significa que yo…?
—Sí, tú eres una niña especial que ha manifestado una habilidad especial de la leyenda, Thiel.
No podía creer lo que Karthus decía. Parecía como si estuviera escuchando una historia de otro mundo. ¿Cómo podía ser que ella, que hasta hace poco era tratada como un ser inútil y mestizo, fuera una niña especial?
Pensó que debía de haber algún error, pero Karthus no parecía ser alguien que mintiera.
Thiel juntó las palmas de sus manos, formando una pequeña cavidad. Y con cuidado, intentó usar su habilidad.
Una luz débil apareció brevemente entre sus manos, pero pronto desapareció. La expresión de decepción se dibujó en su rostro.
Aunque era natural que Thiel no pudiera usar su habilidad correctamente, ya que nunca había aprendido a hacerlo, no pudo evitar sentirse frustrada.
Thiel levantó la cabeza con cautela y miró a Karthus.
—Señor Karthus, entonces…
—Sí, dime.
—Entonces… ¿podré ser de ayuda para la familia Asterian?
Thiel preguntó tímidamente, moviendo sus labios con inseguridad. Ante la pregunta de Thiel, la oficina se sumió en un silencio momentáneo.
Karthus contuvo un suspiro interno.
¿Qué clase de cosas horribles habrán hecho en Nesstian para que una niña tan pequeña hiciera esa pregunta?
Karthus acarició su frente con expresión preocupada y luego miró a la pequeña.
—Thiel, no tienes que ser de ayuda para la familia Asterian. No es necesario para que seas mi hija y un miembro legítimo de los Asterian.
Los resultados de la prueba de paternidad no importaban.
Thiel era su hija.
Los ojos dorados, símbolo del leopardo negro, el pelo blanco, símbolo del leopardo de las nieves, y el relicario de Lena eran pruebas suficientes de ello.
La prueba de paternidad era solo un formalismo para declarar públicamente que Thiel era la heredera de los Asterian. Nada más, nada menos. Thiel era, sin lugar a dudas, su hija.
Lo supo desde el primer momento en que la vio.
Porque no existe en el mundo ningún padre que no reconozca a su propio hijo.
Cuando Thiel escuchó la palabra ‘mi hija’, su rostro se sonrojó y sus ojos se agrandaron. La niña, evidentemente avergonzada, añadió rápidamente:
—Pero el abuelo siempre decía que los hijos deben ser de ayuda para su familia…
—Si hay cosas que dependen de las manos de un niño para mantenerse, entonces es mejor que desaparezcan. Thiel, los niños no tienen por qué preocuparse por eso. Solo necesitas comer bien y jugar mucho.
La voz de Karthus, al decir esto, era muy firme. Thiel asintió como si estuviera hipnotizada.
—Sí.
—La razón por la que te hablé sobre tu habilidad no es porque espere algo de ti, sino porque tienes derecho a saber sobre ella.
Thiel asintió una vez más. Karthus parecía bastante incómodo, aunque no era por culpa de Thiel.
Con una expresión preocupada, Karthus le quitó la galleta que Thiel seguía sosteniendo sin comer y se la acercó a la boca.
—¿Eh? ¿Eh?
—Así que recuerda esto, Thiel. Los niños… no tienen que hacer nada. Al menos en la familia Asterian. Solo debes comer bien y jugar mucho.
Era la primera vez que escuchaba algo así.
Solo comer y jugar. Eso era algo que ni en sueños habría sido posible en Nesstian. Pero Karthus le decía que, simplemente, eso era suficiente.
—S-sí, señor Karthus.
Thiel tomó un pequeño mordisco de la galleta que Karthus le había acercado, sonrojándose por la amabilidad que experimentaba por primera vez en su vida, y asintió.
Una vez más, una débil luz brilló en las manos de Thiel.
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