⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Iandros se dio cuenta de que su espacio estaba distorsionándose de manera extraña hace apenas unos días.
Qué agotador.
Aquel día, Iandros estaba más cansado de lo habitual, así que decidió entrar en su espacio para descansar un poco. Sin embargo…
—¿Hmm?
Iandros entrecerró los ojos y ladeó la cabeza, notando algo diferente.
Su espacio no cambia. Era una especie de regla.
Los juguetes, cuadros y fotos esparcidos por el suelo siempre reaparecían en su lugar al día siguiente, sin importar cuántas veces los recogiera. Incluso si todas las puertas se abrían o rompía todas las ventanas, todo volvía a su estado original al día siguiente.
Desde que conoció a Thiel, el único cambio constante en su espacio fue la aparición de un cojín rosado.
Pero algo había cambiado.
¿Habrá alguien más invadido el espacio?
Con una mirada de irritación, Iandros escudriñó cada rincón de su espacio. No parecía haber ningún cambio. Los cuadros, las fotos, los juguetes y las escaleras rotas seguían igual.
Entonces, ¿por qué tenía esa sensación?
Iandros caminaba por el pasillo, familiarizado con el lugar, cuando de repente…
—¿…?
Sintiendo algo extraño, se detuvo y miró hacia atrás.
Un largo pasillo lleno de habitaciones en fila. A simple vista, nada parecía fuera de lugar. Pero él lo sabía.
Falta una habitación.
Iandros había pasado casi veinte años en ese espacio.
Antes de conocer a Thiel, aquel lugar se sentía más como su hogar que el propio palacio, y estaba más familiarizado con él que con cualquier otro lugar.
Por eso, como dueño del espacio, Iandros sabía cuántas habitaciones tenía la mansión, cuántas escaleras la componían, entre otros detalles.
Pero una habitación había desaparecido.
Sintiendo algo extraño, Iandros recorrió el lugar, contando cuidadosamente cada una de las habitaciones.
Y efectivamente, faltaba una.
¿Estaré equivocado?
No, eso no podía ser. Nadie conocía mejor el espacio que él. Aunque la mansión tuviera diez mil habitaciones, él no se confundiría… Solo entonces se dio cuenta de la gravedad de la situación y empezó a revisar todas las habitaciones.
Dos habitaciones habían desaparecido.
No eran particularmente importantes.
Incluso Iandros no solía entrar en todas las habitaciones de la mansión.
Pero lo importante no era que esas habitaciones no fueran relevantes, sino que algo estaba mal en su espacio.
Alguien había invadido, habitaciones habían desaparecido, algunas puertas no se abrían… Su espacio se estaba distorsionando.
Iandros tragó saliva.
No le importaba que sus poderes se estuvieran distorsionando, ni que su mente se fragmentara por ello.
Pero si algo le pasaba, ¿qué ocurriría con Thiel?
Thiel estaba vinculado a él. Aunque fuera un vínculo incompleto, seguía siendo un vínculo.
Si algo le sucedía a Iandros, Thiel tampoco saldría ilesa.
Al darse cuenta de esto, el rostro de Iandros palideció. Llevó una mano a su cuello como si le faltara el aire.
Solo pensar que Thiel podría sufrir por su culpa le hacía sentir como si estuviera ahogándose en un lago.
Iandros se recostó en el cojín, que ahora era considerablemente más grande, y trató de recuperar el aliento.
En ese momento, no había nada que pudiera hacer para solucionar el problema. Él era el único que conocía bien su espacio.
A excepción de Thiel, nadie más sabía cómo era ese lugar. No podía pedir ayuda a otros.
Así que Iandros tenía que mantenerse firme. Debía averiguar qué estaba causando esto.
Ya sabía que había problemas con mis poderes.
Pero nunca imaginó que se manifestarían de esta manera.
¿Qué pasaría si las habitaciones seguían desapareciendo una a una hasta que no quedara ninguna?
Iandros se frotó la cara con las manos. Su cabello dorado, normalmente peinado con esmero, se desordenó.
En ese preciso momento…
Sssshhh…
Un libro en un rincón oscuro se desvaneció en la oscuridad.
Iandros no se dio cuenta.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
—Esto se está poniendo cada vez más grave. ¡Debemos hacer algo! ¡Quedarnos de brazos cruzados no resolverá nada!
Un sacerdote alzó la voz, y los demás lo siguieron, llenando el templo con un murmullo de inquietud.
—Basta.
El sumo sacerdote habló, y el templo quedó en silencio.
Sin un papa, todos los sacerdotes obedecían las palabras del sumo sacerdote. Aunque ya no hablaron, no pudieron ocultar su incomodidad.
El sumo sacerdote, que los había estado observando durante un rato, giró la cabeza para mirar por la ventana.
El sol se estaba poniendo.
En tiempos normales, todavía estaría claro.
El sol aún no debería haberse puesto. La luz del sol habría iluminado las calles, y solo después de un rato el sol se habría ocultado, y los súbditos habrían comenzado a prepararse para el final del día.
Pero ahora, el sol estaba cayendo.
Algunos súbditos ya se estaban preparando para terminar su jornada, mientras otros, atemorizados, se preparaban para pasar una larga noche en vela.
El sumo sacerdote comprendía su miedo e incertidumbre, pero por el momento, no había una solución clara.
—Entonces, ¿qué sugieres que hagamos? No tenemos oráculos, el día es cada vez más corto… ¿Acaso sugieres que sacrifiquemos ofrendas a Lysette para que nos devuelva el día?
Los sacerdotes bajaron la cabeza. Sabían que no había una solución fácil.
Todo lo que podían hacer era desahogarse en voz alta.
Los días eran cada vez más cortos, el equilibrio entre el día y la noche estaba roto desde hacía tiempo, y la culpa recaía sobre el templo y Thiel. Como resultado, la reputación del templo había caído estrepitosamente.
Los sacerdotes ya se sentían afortunados si podían caminar sin que les lanzaran piedras en el camino.
—¿Y si le pedimos a Lady Thiel que rece en el templo…?
—Antes que nada, Thiel es la cabeza de la familia Asterian, además de ser la Hija de la Luz. No tenemos ningún derecho para exigirle nada. ¿Con qué pretexto planeas pedírselo?
—Si le decimos que es por el bien del pueblo imperial, con la naturaleza de Lady Thiel, seguramente…
—El problema no es ella.
El sumo sacerdote lo interrumpió.
Por supuesto, si se le pidiera a Thiel que rezara en el templo a la diosa Lysette, ella aceptaría sin dudarlo.
Pero el problema no era Thiel.
El problema eran el Duque Evald, el Marqués Celeste, sus dos hermanos y el príncipe heredero del Imperio, Iandros Cracion, su prometido, quienes la rodeaban.
Si Thiel rezaba en el templo, eso significaría que asumiría la responsabilidad de todos los problemas.
¿Permitirían ellos que Thiel cargara con todo el peso? Imposible.
De hecho, lo más probable era que la razón por la que Thiel había reducido sus actividades y casi no tenía contacto con el templo era porque ellos se lo habían ordenado.
Al cortar la comunicación con el templo y demostrar que los poderes de Thiel seguían intactos, estaban dejando claro que Thiel no tenía mucha relación con el problema actual.
Todos los sacerdotes suspiraron. No había ninguna solución viable para la situación.
La única cosa buena era que los poderes de Thiel aún se mantenían.
Y que en Luminaria, Thiel demostraba que sus habilidades seguían siendo poderosas.
Gracias a eso, el templo aún podía calmar al pueblo imperial diciendo que la fuerza de la diosa Lysette seguía presente y que la situación pronto se resolvería.
Pero, ¿hasta cuándo sería eso posible?
¿Hasta cuándo podrían resistir?
El sumo sacerdote hizo un gesto con la mano, indicando a los sacerdotes que se retiraran. Al final, la reunión terminó sin ningún avance.
Si al menos ella no fuera la heredera de Asterian…
Si Thiel no fuera de la familia Asterian, el templo podría haberla utilizado para apaciguar a la gente.
Pero Thiel era Thiel Asterian, la cabeza de la familia Asterian, y debido a eso, el templo no podía tocar ni un solo cabello de ella.
Su círculo cercano la protegía con todo su ser.
El sumo sacerdote se sumergió en una profunda reflexión.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
—Ahora que lo pienso, parece que pronto habrá un festival.
Ferdian comentó mientras dejaba su taza de té. El vapor se elevaba suavemente de la taza sobre la mesa.
Thiel, sentada frente a él, sorbía su té cargado de terrones de azúcar mientras lo miraba.
—¿Un festival?
—No es exactamente Luminaria, pero es algo parecido… un festival para rezar por el regreso de la luz. En realidad, es más una plegaria que un festival.
Ferdian continuó hablando en tono calmado. Su cabello recogido con pulcritud caía suavemente junto a su cuello.
Cuando alzó sus párpados, sus ojos dorados brillantes se revelaron.
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