⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Señorita! ¿Le gusta más el color rosa o el amarillo? ¡Ah! ¡También tenemos lavanda!
—¿Qué material prefiere para las cortinas? ¿Le gustaría unas con un encaje elegante o unas simples y ordenadas de gasa?
—Eh, pues…
Thiel, atrapada en medio de las sirvientas que le lanzaban preguntas frenéticas, movía sus ojos nerviosamente mientras agarraba con fuerza la manga de Ria.
¿Qué está pasando?
Hoy, después de haberse levantado tarde, había desayunado un bagel tibio, una taza de cacao caliente y algo de fruta, y se estaba relajando en los brazos de Ria cuando, de repente, las sirvientas, muy emocionadas, la buscaron diciendo que le iban a decorar una habitación perfecta. Estaban inclinándose mientras le hacían todo tipo de preguntas para descubrir sus gustos.
Aunque Thiel apreciaba que quisieran decorarle una habitación bonita, era muy tímida, por lo que todas esas preguntas la abrumaban.
Además, ni siquiera sé lo que me gusta…
Era comprensible. Thiel siempre había usado las ropas que Rowen ya no quería.
La habitación en la que vivía antes era un ático en el que a veces aparecían ratones, y su comida solía ser sopa fría o pan duro.
Habiendo crecido en esas condiciones, no podía evitar sentirse confundida cuando le preguntaban qué le gustaba.
Sin saber qué responder ni cómo ignorar las preguntas, Thiel miró a Ria, pidiendo ayuda con la mirada.
Justo cuando Ria notó la señal de auxilio de Thiel y estaba a punto de pedir a las sirvientas que se retiraran, alguien llamó a la puerta de Thiel.
Las sirvientas, que estaban observando a Thiel fijamente, voltearon la cabeza al unísono.
La puerta se abrió y entró Sophie, la jefa de las sirvientas de la mansión Asterian.
—Les dije que la señorita es muy tímida y que no debían aglomerarse así, pero parece que mis palabras les entraron por un oído y les salieron por el otro.
Sophie chasqueó la lengua mirando a las sirvientas. Estas, con una expresión avergonzada, retrocedieron un paso, riendo incómodas.
Thiel, aún acurrucada en los brazos de Ria, miró hacia arriba y saludó a la jefa de sirvientas con una leve inclinación de cabeza.
—Hola.
—Hola, señorita Thiel. Soy Sophie, la jefa de sirvientas de esta mansión.
La mirada afilada de Sophie se posó en las pequeñas manos de Thiel, que seguían agarrando firmemente la ropa de Ria.
En un breve momento, Sophie comprendió que Thiel se había sentido muy abrumada por la repentina atención de las sirvientas, por lo que se inclinó ante ella con respeto.
—Disculpe a estas chicas por su comportamiento, señorita. Parece que estaban tan emocionadas decorando su habitación que cometieron una falta.
Las sirvientas, alineadas detrás de Sophie, asintieron y se inclinaron con una sonrisa.
Después de observar que las sirvientas se disculpaban, Sophie dirigió su mirada nuevamente a Thiel y le sonrió dulcemente.
—Todos en la mansión estamos muy emocionados por su regreso, señorita. Entendemos que todo le resulte nuevo e inquietante ahora mismo, pero le pedimos un poco de paciencia.
La suave voz de Sophie hizo que Thiel se relajara. Con cuidado, asintió y habló.
—S-sí, Sophie. No lo consideré una falta. Me alegró que me preguntaran qué color me gusta. Pero…
La niña parecía querer decir algo más, pero se sonrojó y desvió la mirada.
—Es solo que… no estoy muy segura de qué color me gusta todavía…
Ya tenía siete años, y no saber aún qué color le gustaba la hacía sentir un poco patética.
Al mismo tiempo, un temor comenzó a surgir en su interior. ¿Y si todos en esa habitación pensaban que era tonta?
Pero el miedo se desvaneció rápidamente gracias a la amable voz de Ria.
—Señorita, es normal no saberlo aún. Puede ir descubriendo sus gustos poco a poco. No se preocupe, muchos adultos tampoco saben lo que les gusta.
—¿De verdad?
—Claro que sí. Por ahora, ¿quiere que nosotros elijamos cómo decorar su habitación? Y cuando descubra qué color le gusta, podemos cambiarlo.
Ria calmó a Thiel con suavidad. Los grandes ojos de la niña se posaron primero en Ria, luego en Sophie, y finalmente…
—Sí.
Thiel sonrió ampliamente. Sus ojos se curvaron en un arco, irradiando dulzura.
El angelical y adorable gesto hizo que todos en la habitación cerraran los ojos con fuerza.
Esto no puede ser real…
Es demasiado adorable…
Aunque nadie lo dijo en voz alta, parecía que todos compartían el mismo pensamiento.
Incluso Sophie, la estricta jefa de sirvientas de la mansión Asterian…
—¡Ejem, ejem…!
Su rostro estaba visiblemente enrojecido, sin poder contenerse ante la ternura de la pequeña niña.
Mientras las sirvientas luchaban por no dejarse llevar por la sobrecogedora adorabilidad de Thiel, Ria la abrazaba suavemente.
Mientras todos reprimían el impulso de golpear las paredes y llorar ante la dulzura de la niña, Thiel era la única que miraba a su alrededor sin entender por qué las sirvientas actuaban así.
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La habitación de Thiel fue decorada en un tiempo récord gracias a las motivadas sirvientas y a los generosos salarios que habían recibido los artesanos de muebles.
Se colocaron muebles de madera de bordes redondeados para evitar que la niña se lastimara. Sobre la gran cama se dispusieron varias capas de mantas suaves y mullidas, y la almohada hecha a medida para su tamaño estaba cubierta con una bonita funda rosa. Delante de las ventanas, por donde entraba la luz del sol, colgaban cortinas ligeras de seda y varios captadores de sol que reflejaban la luz en diferentes ángulos.
Para que no se enfriara al andar descalza, colocaron una alfombra cálida en el suelo.
Justo al lado de la cama, en el lugar donde sus pies tocarían al levantarse, colocaron una alfombra de lana suave y esponjosa.
Siguiendo las órdenes de Karthus y Alpheus, la habitación de Thiel estaba decorada solo con los mejores materiales, y el resultado era increíble.
Cuando Thiel vio su nueva habitación por primera vez, quedó sin palabras por un buen rato, con la boca ligeramente abierta.
—¿Este es… mi cuarto?
Thiel, aún incrédula, miró al mayordomo jefe, Farden, con una expresión de asombro.
La habitación era demasiado grande para una niña de siete años.
Aunque Thiel era demasiado joven para distinguir si la madera era de la mejor calidad o si las telas eran las más finas, sabía que todo estaba decorado con cosas de gran calidad.
Puedo darme cuenta de que todo aquí es realmente bueno…
La habitación más lujosa en la mansión de Nesstian donde Thiel había vivido antes era el despacho de su abuelo, Zender, y el dormitorio de Rowen.
Sin embargo, el dormitorio de Rowen no era tan amplio como esta habitación.
La nueva cama de Thiel parecía el doble de grande que la de Rowen, y las suaves mantas y los adornos que decoraban el lugar parecían ser de una calidad incomparablemente superior a las de su hermana.
Thiel, sintiéndose abrumada por lo excesivo que le parecía el cuarto, miró a Farden con cautela y habló en voz baja.
—Ria…
Farden, percibiendo rápidamente que la joven señorita quería decir algo, se inclinó con delicadeza y acercó su oído a Thiel.
La niña miró a su alrededor, nerviosa, y luego le susurró con cuidado al oído.
—De verdad no necesito una habitación tan bonita. Este… este cuarto es demasiado para mí.
El día que llegó por primera vez a la mansión Asterian, había dicho de corazón que le bastaba con quedarse en un establo si eso significaba poder quedarse allí.
Thiel incluso había considerado vivir en las calles si eso le permitía no regresar a Nesstian.
¡Y ahora le daban un cuarto tan lujoso!
Sintiendo que aquella habitación no se adecuaba a su humilde situación, los pequeños hombros de Thiel se encogían cada vez más.
Farden, viendo la reacción de Thiel, reflexionó por un momento sobre qué podía haber salido mal, y luego miró directamente a los ojos de la niña.
—Señorita, en esta mansión nada es demasiado para usted.
—……
Los brillantes ojos dorados de Thiel reflejaban la figura de Farden.
—Como dijo el señor Karthus, usted es la legítima dueña de esta mansión, ya que posee los ojos dorados, el símbolo único del leopardo negro. Nada aquí es demasiado para usted. Si hay algo que desee, simplemente pídalo. Si hay algo que quiera hacer, solo dígalo.
La suave voz de Farden acarició los oídos de Thiel.
Aunque el concepto de ser la ‘legítima dueña’ de la mansión le resultaba aún muy extraño, Thiel asintió mientras agarraba con fuerza los pliegues de su vestido.
—Sí.
—Entonces, ¿le gustaría echar un vistazo a su habitación? Es un cuarto muy bonito, perfecto para usted. Si hay algo que no le guste o que le incomode, no dude en decírmelo. Lo corregiremos de inmediato.
Con un suave empujón de Farden en su espalda, Thiel dio un paso cauteloso hacia el interior de la habitación.
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