⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Nos quedaremos en la Mansión Everard de Arcadia. Al parecer, finalmente han terminado de construirla —respondió Karthus.
Thiel recordó a Ilum, que siempre fue amable, a los suin de Arcadia y a Karl Everard.
¿Cómo habrá estado Karl?
Cuando Thiel conoció a Karl por primera vez, él era más pequeño y más joven que ella.
Pensando que Thiel apenas tenía siete años en ese entonces, Karl era realmente solo un niño.
Pero, a esa corta edad, se enteró de que era el único heredero de Everard y asumió la enorme responsabilidad de reconstruir Arcadia…
Karl debe haber pasado por mucho.
Thiel siempre se había sentido mal por él. Cargaba demasiado para un niño tan joven.
Afortunadamente, Asterian y Arne ayudaron a Everard tanto física como económicamente, y gracias a eso, se decía que ahora Arcadia era un lugar bastante habitable.
Debe haber sido muy difícil durante todo ese proceso.
Thiel se prometió a sí misma que, cuando volviera a ver a Karl, le agradecería por todo el esfuerzo que había hecho.
Luego, trató de imaginar cómo se habría transformado Arcadia, hasta el punto de que ya no sería reconocible. La última vez que Thiel había visto Arcadia, ríos dorados fluían cubriendo toda la tierra, creando una hermosa vista.
¿Seguiría siendo así?
Thiel no había visitado Arcadia desde entonces, por lo que no sabía cómo había cambiado, pero había una cosa de la que estaba segura:
Aquellos que solo hubieran visto la Arcadia de ahora no podrían imaginar cómo era esa tierra en su pasado, cuando fue conocida como ‘la tierra maldita’.
Y probablemente, esa era la razón por la cual el templo había decidido celebrar el festival en Arcadia.
Para borrar por completo los rastros de esa maldición y cantar sobre la gloria del pasado en una tierra que recuperaba su antigua grandeza.
El carruaje, bendecido por Wolfgang, avanzaba a gran velocidad, sacudiéndose ligeramente de un lado a otro.
Thiel apoyó su cabeza en el hombro de Ferdian y cerró los ojos con cuidado.
Los cálidos rayos del sol acariciaban suavemente su mejilla.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
Thiel, Ferdian, Rudian, Karthus y Alpheus llegaron a Arcadia después de viajar día y noche durante una semana.
Gracias a la atención constante de Ferdian y Rudian, quienes cuidaron bien de Thiel durante el viaje, ella pudo viajar cómodamente.
—¿Este es Arcadia?
Thiel abrió mucho los ojos, mirando a Ferdian y a Rudian tras bajar del carruaje.
Ferdian y Rudian ya habían visitado Arcadia una vez antes, por orden de Karthus.
Asintieron con la cabeza.
—Sí, aquí estamos, Arcadia.
Thiel abrió aún más los ojos. Arcadia era mucho más impresionante de lo que había imaginado.
Todos los árboles que antes estaban muertos y secos habían sido arrancados, y en su lugar, jóvenes y verdes retoños crecían por todas partes.
En los vastos prados, las flores silvestres florecían en abundancia, balanceándose suavemente con la brisa.
A lo lejos, en los canales, el agua limpia y transparente fluía con fuerza, mientras las sonrisas adornaban los rostros de las personas.
Thiel sintió una oleada de emoción al ver una Arcadia mucho más hermosa de lo que recordaba.
Ferdian y Rudian también estaban igual de sorprendidos. Arcadia había mejorado considerablemente desde su última visita.
Si uno pensaba en la tierra cuando aún era conocida como ‘la tierra sin sol’, el cambio era aún más impactante.
Fue entonces cuando…
—Ahí…
—¿Podría ser… ella?
—Sí, parece que es ella, ¿verdad?
Los suin de Arcadia susurraban, asomándose entre los caballeros de Asterian para echar un vistazo.
Thiel, quien últimamente había sido criticada por los suin de Crassion debido al problema con la diferencia en la duración del día y la noche, bajó la cabeza, sintiéndose intimidada, y evitó su mirada.
Justo cuando iba a sujetar la manga de Ferdian para regresar al carruaje…
—¡Es ella, es Thiel!
—¡Sí, es Thiel! ¡Ha llegado!
—¡Decían que vendría al festival, y era cierto!
Los suin de Arcadia aclamaron y corrieron hacia Thiel.
Los caballeros de Asterian, sorprendidos, intentaron rodear a Thiel para protegerla, pero por orden de Karthus y Alpheus, se retiraron y no se acercaron más.
Thiel también estaba asombrada. Dio un par de pasos hacia atrás, abriendo mucho los ojos.
—¿Eh… sí?
—¡Thiel!
—¡Thiel está aquí! ¡Traigan las mejores frutas de inmediato!
—¡Thiel! No tenemos mucho que ofrecer, pero al menos acepta este pan recién horneado.
Los suin de Arcadia gritaban de alegría mientras le ofrecían todo tipo de cosas a Thiel.
Ella, abrumada por el afecto y la calidez de sus manos, aceptó las frutas y el pan que le ofrecían, sintiéndose un poco aturdida.
—¡Thiel! ¡Eres nuestra benefactora!
—¡Si no fuera por ti, nunca habríamos soñado con tener esta vida cotidiana!
—¡La salvadora de Arcadia!
—¡Los suin de Arcadia nunca olvidan una deuda, Thiel!
Los suin de Arcadia se agolpaban por todas partes.
Entre ellos había quienes cultivaban gracias a la luz del sol que Thiel había traído de vuelta, otros que comerciaban en la tierra donde había restaurado el amanecer, y algunos incluso eran niños que habían nacido en ese renacido y soleado lugar…
Thiel, abrumada por la amable atención y los vítores dirigidos hacia ella, no sabía qué hacer y se ruborizó.
—Bueno, eh… Gracias. Quiero decir, no es que haya hecho algo tan grandioso…
Aún desanimada por los acontecimientos recientes, Thiel balbuceó, sonrojada.
Un comerciante de Arcadia, que estaba al frente, le entregó una canasta llena de dulces mientras decía:
—¡Cómo puedes decir eso! Si no fuera por ti, habríamos muerto todos hace más de diez años. Si no hubiera sido por ti y por Karl, no habríamos sobrevivido en absoluto.
Había tal convicción en su voz que a cualquiera que lo escuchara le llenaba el corazón de emoción.
Otro suino de Arcadia, asintiendo en señal de acuerdo, continuó:
—¡Así es! Mi esposo es uno de los que Thiel salvó ese día. Si no fuera por ti, no solo él, sino yo también habríamos muerto poco después. ¡Eres nuestra benefactora, Thiel!
Los suin de Arcadia vitoreaban y charlaban ruidosamente.
Los caballeros de Asterian, junto con Ferdian, Rudian, Karthus y Alpheus, no impidieron que los suin de Arcadia ofrecieran comida a Thiel y le mostraran su gratitud de diferentes maneras.
Eso era justo lo que Thiel necesitaba en ese momento. Necesitaba que le aliviaran la carga, que le recordaran los grandes logros que había alcanzado, y que le recordaran cuán extraordinaria era, simplemente por ser quien era.
Los suin de Arcadia señalaron todos a una dirección mientras tomaban la mano de Thiel para arrastrarla con ellos.
Thiel, atrapada entre la multitud, fue conducida hacia adelante. Miró a Karthus y Alpheus, buscando su aprobación.
Karthus, al ver al salamandra asomando la cabeza desde el regazo de Thiel, asintió, dándole permiso para ir.
La salamandra podía parecer un poco tonta, pero, siendo una creación de los poderes de Karthus, tenía una fuerza formidable.
Incluso si surgiera algún problema, protegería a Thiel sin dejar resquicio alguno.
Sin embargo, Ferdian y Rudian, todavía preocupados, siguieron a su hermana menor, mezclándose entre los suin de Arcadia que casi la arrastraban con ellos.
Thiel, guiada por sus manos, se dirigió hacia el centro de la plaza.
No sentía dolor ni en las manos ni en los brazos, pues los suin de Arcadia la tomaban con amabilidad y suavidad, asegurándose de que no se lastimara.
Tal vez también se debía a la calidez y dulzura que irradiaban sus corazones, lo que hacía que no sintiera dolor…
De cualquier manera, no era algo malo.
Thiel, después de mucho tiempo, sintió cómo una cálida luz llenaba su corazón, y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.
Solo cuando llegaron al centro de la plaza, los suin de Arcadia soltaron a Thiel y retrocedieron un paso.
Y entonces, como si lo hubieran acordado de antemano, todos señalaron hacia arriba a la vez.
Thiel levantó la cabeza.
Y dejó escapar una exclamación de asombro.
—…Wow.
Frente a ella, estaba tallada una imagen de Thiel cuando tenía siete años.
A su lado, también estaba esculpida una imagen de Karl, aún más joven. De las manos de ambos niños fluía una brillante corriente de agua dorada que caía con fuerza.
—El agua que brota de esta fuente fluye por toda Arcadia —susurró uno de los suin que estaba al lado de Thiel.
Ella se quedó mirando la fuente en silencio durante mucho tiempo, absorta en la escena.
Un tenue arcoíris aparecía y desaparecía sobre la corriente de agua que brotaba.
De las manos de Thiel en la estatua, pequeños peces saltaban y fragmentos de luz estallaban, esparciéndose por todas partes.
La corriente de agua de Arcadia llenaba su corazón, que había estado vacío durante tanto tiempo, colmándolo de plenitud…
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