⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Cuando finalmente llegó el momento de agradecer a Karthus, Thiel se sintió inexplicablemente avergonzada.
Sin embargo, Thiel dejó de lado su timidez y habló con valentía.
—Gracias por darme una habitación tan bonita. Me gusta mucho. Las mantas son muy suaves, la alfombra es tan agradable. ¡Ah! Y el atrapasol es realmente hermoso.
—Parece que te ha gustado el atrapasol.
Thiel asintió con la cabeza, sonrojándose ante las palabras de Karthus.
—Sí, me encanta.
Thiel no sabía cuánto valía el atrapasol hecho de diamantes azules, pero sí sabía que era realmente hermoso.
—Me alegra que te guste. La próxima vez te conseguiré uno de zafiro amarillo, del mismo color que tus ojos.
—…Eso no es necesario.
No hacía falta ir tan lejos, pero Thiel no quería rechazar el gesto de Karthus, así que solo asintió.
Mientras tanto, las sirvientas llegaron con una bandeja de tres niveles llena de postres. Colocaron cuidadosamente los hermosos dulces sobre la mesa, junto con una taza de cacao para Thiel y café para Karthus, y luego se retiraron rápidamente.
¡Postres!
Thiel reprimió el impulso de devorar el suave pastel y apartó la mirada.
Había venido para agradecer a Karthus, no quería parecer distraída por los pasteles.
Sin embargo, no pudo ocultar su mirada, que seguía volviendo al pastel.
Karthus notó la mirada fija de Thiel en los postres desde el momento en que entraron y no pudo evitar sonreír.
—Puedes comer.
Karthus tomó el plato con el pastel de fresa, en el que Thiel había estado fijando su vista, y le entregó un pequeño tenedor.
—Gracias…
Thiel no rechazó el plato y, con el tenedor, cortó un pequeño trozo de pastel.
Pero a diferencia de cuando Ria la alimentaba, el pastel no se cortó bien, y las migajas se desmoronaron sin llegar a su boca.
Las cejas de Thiel se fruncieron decepcionadas al no poder comerse el pastel.
Karthus, que había estado observando en silencio, puso su mano sobre la de Thiel, que sostenía el tenedor, y la ayudó a cortar un trozo de pastel, acercándoselo a la boca.
—Abre.
Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Thiel.
La niña abrió la boca como un pajarito y se comió el pastel. Al sentir la crema en su lengua, una expresión de felicidad inundó su rostro.
—Cómetelo despacio, hay mucho más.
Karthus esperó pacientemente mientras Thiel masticaba el pastel. Cuando terminó de tragar, él le ofreció otro bocado.
De vez en cuando, Karthus le ofrecía un sorbo de cacao tibio con malvaviscos flotando, preocupado de que pudiera atragantarse. Su expresión se volvió más suave mientras cuidaba de ella.
Mientras veía cómo la niña aceptaba cada bocado sin rechazar nada, Karthus apartó delicadamente los rizos de Thiel para que no se mancharan de pastel.
De repente, recordó a un caballero que había llevado un broche a una ceremonia de práctica de combate. Ese mismo caballero le había murmurado algo a modo de explicación.
( ¡Hoy en día, mi hija es lo mejor! Es tan pequeña y adorable, solo verla me hace feliz. )
En ese momento, Karthus había pensado que solo era un padre exagerado y no le prestó mucha atención.
Pero ahora…
Estaba empezando a entenderlo. Karthus miró a Thiel y le dio un suave toque en la mejilla, murmurando para sí mismo.
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—¡Tú, traidor! Me dijiste que la niña era tímida y que no me acercara por un tiempo —Alpheus miraba a Karthus con una expresión de profundo resentimiento—. ¿Y ahora la tienes sentada en tu regazo y le das pastel?
—Los rumores dentro de la mansión vuelan rápido —Karthus respondió con calma.
El tono despreocupado de Karthus enfureció aún más a Alpheus, quien empezó a moverse de un lado a otro, nervioso. Karthus, que estaba tomando té con la mirada baja, levantó la vista hacia Alpheus.
—La niña vino directamente a darme las gracias. ¿Qué podía hacer?
—¡No trates de justificarte! ¡También escuché que le diste galletas la otra vez! —Alpheus gritó, claramente molesto.
Alpheus mismo había estado resistiendo la tentación de ver a su nieta, Thiel, y acariciar su pequeña cabeza, así que era comprensible que se sintiera traicionado.
Después de todo, su hijo le había dicho que Thiel era tímida y que no debería visitarla, ¡pero ahora se enteraba de que Karthus había estado disfrutando de una merienda con ella!
Karthus, sin embargo, respondió con la misma calma.
—Parece que ya no me teme. Está bien si la veo. Además, la última vez que la vi fue para explicarle sobre su habilidad.
—¿Su habilidad?
—Tiene derecho a saber qué habilidad posee.
Karthus recordó cómo Thiel, justo después de despertar, había mirado frenéticamente la palma de su mano y respondió en voz baja.
—Pero todavía no ha pasado mucho tiempo desde que llegó a la mansión. ¿No es demasiado pronto para hablarle de eso?
—Tiene que saberlo. Thiel piensa que no es útil.
—¿Qué? ¿Que no es útil?
Alpheus se levantó de repente. Sus ojos, abiertos de par en par, y su voz profunda resonaron amenazadoramente.
—¿Cómo que no es útil? ¡No digas tonterías!
Thiel no solo era su nieta, también era la legítima heredera de los Asterian.
No solo porque Thiel había manifestado la habilidad de la luz, sino simplemente porque ella era Thiel.
Thiel era valiosa solo por ser quien era.
Porque la niña es hija de Karthus Celeste Asterian y Lena Nesstian.
Para los padres, no existe un ‘hijo inútil’. Alpheus habría amado y cuidado a la niña con devoción, incluso si no hubiera manifestado ninguna habilidad especial. Eso es lo que hacen los padres. Eso es lo que significa ser familia.
¡Pero decir que no tiene utilidad! El rostro de Alpheus se ensombreció de preocupación. Sus sentimientos eran confusos, pero tampoco podía culpar completamente a la niña por pensar así.
Que Thiel llegara a sentir de esa manera era, en parte, responsabilidad de los adultos, incluido él mismo.
Le dolía profundamente no haberla protegido. No solo no la protegió, sino que vivió durante años sin siquiera saber que estaba viva. Esa idea lo atormentaba.
Karthus, observando el rostro sombrío de Alpheus, rompió el silencio suavemente.
—Me preguntó si podría ser útil para los Asterian.
( Entonces… ¿Puedo ser útil para la familia Asterian? )
Recordando la voz temblorosa de Thiel, el rostro de Karthus se contrajo ligeramente. Alpheus, sin palabras, abrió y cerró la boca, sin saber qué decir.
—El ‘abuelo’ le dijo que cualquier hijo debía ser útil para la familia.
—¡Zender, ese maldito!
¿Decir que cualquier hijo debía ser útil para la familia? ¡Qué tontería! ¡Es la familia la que debe respaldar a sus hijos!
Además, Thiel solo tenía siete años.
Si la niña se sentía obligada a decir algo así, significaba que había estado escuchando esas palabras durante mucho tiempo.
Alpheus, que había estado resoplando de frustración, se dejó caer en una silla.
Aunque no se había atrevido a conocer a su nieta cara a cara, preocupado por asustarla, su pequeña imagen seguía apareciendo en su mente.
—Entonces, ha llegado el momento de discutir el asunto más importante.
La mirada de Karthus se volvió repentinamente intensa.
Dejó su taza de té, haciendo que el líquido dentro se agitara. El reflejo de Karthus apareció en el agua del té por un momento antes de desaparecer.
—El destino de Nesstian.
Era el asunto más crucial.
Y era el tema que tanto Karthus, Zender, y todos en Asterian deseaban resolver desesperadamente.
—Sí, estaba a punto de enviar una carta a los Nesstian.
La ira hacia los Nesstian y la culpa por Thiel, que había estado sacudiendo a Alpheus, se desvanecieron de repente, dejando su expresión calmada.
Thiel había llegado a Asterian por su propia voluntad; ahora, el resto dependía de los adultos.
Era el momento de enviar una carta a los Nesstian, informándoles que los Asterian se harían cargo de la niña.
Alpheus deseaba no tener que seguir ese procedimiento, pero no podía evitarlo. Si lo ignoraba, los Nesstian podrían protestar y reclamar a la niña.
Ahora que Thiel había manifestado la habilidad de la luz, no podía permitirse dejar ningún cabo suelto. Debía manejar todo con precisión.
Nada debía interferir.
También debían expresar su agradecimiento al príncipe heredero por haber traído a Thiel hasta Asterian.
El trabajo que había estado retrasando con la excusa de cuidar a la niña ahora se avecinaba.
Era momento de abordar todo paso a paso. Alpheus golpeó el reposabrazos del sofá mientras hablaba.
—Thiel es tu hija, pero también es hija de Lena. No podemos responsabilizar a Lena por haber ocultado a la niña, pero… —Alpheus hizo una pausa, luego continuó—… podemos hacer que pague de otra manera.
—Sí, lo entiendo.
Zender Buchanan Nesstian había escondido y maltratado a la hija de Karthus Celeste Asterian.
Ahora era el momento de que pagara por ello.
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