⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
No solo Ferdian, Rudian e Iandros vieron aquella luz.
Todos los suin que estaban en Arcadia pudieron ver con sus propios ojos la luz que surgía del templo de Lysette.
Algunos dijeron que era la luz de Thiel, mientras que otros afirmaban que era la luz que anunciaba el nacimiento de un nuevo suin con la habilidad del ‘nuevo’ poder de la luz.
Aunque lo que decían era diferente, todos pensaban lo mismo.
Lo que estaba brotando ahora mismo desde el templo era el —poder de la luz—.
Era el poder de la diosa Lysette.
Olivier y Clemence, al ver aquella luz, también se dirigieron al templo, al igual que Karl Everard, quien se encontraba en la mansión Everard.
Ese día, todos los suin que estaban en aquella tierra se aglomeraron frente al templo de Lysette.
—¿Qué demonios es esto…?
—¿Qué está pasando?
—¿Qué ha ocurrido? ¿Está bien la señora Thiel?
Los suin murmuraban entre ellos. Desde el interior del templo de Lysette seguía irradiando aquella brillante luz.
Sin embargo, nadie se atrevía a dar un paso dentro del templo.
No se podía entrar en el templo de la diosa sin el permiso de los sacerdotes. Esa era una norma que se había respetado durante mucho tiempo.
Para no romper esa regla antigua, se quedaron parados fuera, mirando en silencio la luz que emanaba.
Sin embargo, no podían quedarse afuera para siempre. Y ya debería haber algún sacerdote que saliera a ver qué estaba pasando.
No sale nadie.
¿Por qué? Ferdian inclinó la cabeza, perplejo.
Algo debía estar ocurriendo dentro del templo.
Thiel había regresado a casa hace un momento, así que esa luz no era de ella.
En ese caso, sería la luz de Rowen. ¿Pero qué estaba ocurriendo dentro del templo?
—Debo entrar.
Ferdian fue el primero en adelantarse. Rudian, en lugar de detenerlo, también dio un paso hacia adelante, como si quisiera ir con él.
Fue entonces cuando…
—No es necesario.
Iandros agarró la muñeca de Ferdian. Ferdian lo miró con una expresión de sorpresa.
Iandros, sin siquiera dirigirle una mirada a Ferdian, señaló con la barbilla hacia un punto en particular.
—Mira allá.
Ferdian y Rudian siguieron la dirección que Iandros señalaba.
—¡…!
Allí estaba Rowen.
Rowen Nestian.
Con su cabello plateado y ondulado cayendo sobre sus hombros, ella miraba fijamente a los suin reunidos con sus fríos ojos azules, como el hielo.
Olivier, por un momento, pensó que el rostro de Rowen se parecía mucho al de Thiel.
Por supuesto, eran primas, así que era natural que se parecieran, pero había algo más profundo en esa semejanza.
La mirada de Rowen se posó en un punto. Olivier, Clemence, Ferdian, Rudian e Iandros siguieron la dirección de su mirada.
Al final de esa mirada estaba Cornelia Nestian, la hermana menor de Lena, la leoparda de las nieves que no pudo convertirse en la próxima cabeza de la familia, y la madre de Rowen.
Ella estaba allí, sonriendo mientras observaba a Rowen, como si supiera lo que iba a hacer.
—¿Qué traman?
Gruñó Rudian. Iandros y Ferdian compartieron la misma inquietud. No había manera de saber qué estaban planeando.
Con Thiel dormida, ¿qué están tramando ahora?
Iandros pensó en Thiel, que ahora debía estar durmiendo en la mansión Everard.
Pero, al mismo tiempo, se alegraba de que Thiel estuviera durmiendo. Al menos no tendría que presenciar todo esto.
—¿Hmm? ¿Habré usado demasiado poder? —Rowen comentó, con tono despreocupado.
Los suin se agitaron al escuchar sus palabras. Sabían muy bien a qué poder se refería.
Rowen hablaba del poder de la luz.
Eso significaba que esa enorme luz la había generado ella.
No había duda de que Rowen poseía el poder de la luz.
Los suin de Arcadia la miraban incrédulos, mientras los suin de otros territorios, que siempre habían sentido desagrado por Thiel, celebraban el nacimiento de una nueva portadora del ‘poder de la luz’.
Sin embargo, no todos estaban para celebrar. Ferdian, Rudian, Iandros, Clemence y Olivier no podían unirse a los vítores.
—¡Eso no tiene ningún sentido!
La voz aguda de Olivier rompió el silencio, y de repente, el bullicio se detuvo. Los suin dejaron de hablar y miraron hacia Olivier.
La mirada de Rowen también se posó en ella. Olivier, con su cabello gris recogido en un moño, abrió los ojos de par en par mientras hablaba.
—¡Tu habilidad es la del hielo, Rowen Nestian! ¡Jamás he oído que un suin pueda tener dos habilidades al mismo tiempo!
—Entonces, supongo que soy la primera… ¿no es así?
—¿De qué estás hablando…?
—Pero lo acabas de ver con tus propios ojos, ¿no, señorita Olivier? Me viste usar el poder de la luz…
Al terminar de hablar, Rowen creó un pequeño fragmento de hielo en su mano.
Desde el interior de ese fragmento de hielo, una luz comenzó a brillar, iluminando los alrededores. Aunque era de noche, no estaba oscuro gracias a la luz que Rowen había generado.
—¡Debes haber hecho algo!
—¿Y qué podría haber hecho?
Rowen respondió con total serenidad y descaro, incluso parpadeando con sus largas pestañas mientras seguía hablando.
—Vamos, dime. ¿Qué podría haber hecho? ¿Acaso es posible imitar el poder de la luz si uno lo desea?
Olivier, furiosa y frustrada, no pudo responder.
El poder de la luz no era algo que pudiera imitarse.
Si realmente se pudiera imitar, al menos dos mil personas habrían aparecido pretendiendo tener el poder de Thiel.
Olivier lo sabía muy bien, y eso la enfurecía aún más.
Cuanto más pensaba en el rostro desconcertado de Thiel esa misma mañana, más crecía su indignación.
Estaba segura de que Rowen había hecho algo. Que había robado el poder de Thiel.
No sabía cómo lo había robado, no había manera de probarlo. Olivier sentía como si le faltara el aire.
Ferdian, entendiendo cómo se sentía, se acercó a ella y tomó su muñeca.
—Olivier.
—……
—Por ahora, Rowen Nestian tiene razón. Será mejor retirarse. Lo que estás haciendo no va a ayudar a Thiel en nada.
Ferdian habló con sensatez. Olivier no respondió, pero su silencio mostraba que lo entendía. Sin embargo, no podía soportar ver la actitud arrogante de Rowen, así que bufó y, llevándose consigo a Clemence Arne, se marchó.
Rowen no ocultó su burla, como si hubiera esperado esa reacción.
Las pupilas de Ferdian y Rudian se afilaron como las de una bestia, mostrando su disgusto.
—Todos parecen estar aquí porque tienen curiosidad por lo que hice en el templo.
Rowen, ignorando sus miradas, habló mientras observaba a los suin reunidos.
Aunque había algo incómodo en su tono y voz, los suin no lograban identificar qué era exactamente lo que les molestaba.
Así que Rowen continuó sin preocuparse.
—Acabo de recibir un oráculo en el templo —Dijo Rowen.
Todos contuvieron la respiración.
—¿Has recibido… un oráculo?
—¡Hace mucho tiempo que no baja un oráculo!
—¿No se celebró este festival precisamente porque no había bajado ningún oráculo?
—¿Significa esto que el templo ha recuperado su poder?
—No, si lo que ella dice es verdad, eso significa que… ¡Rowen recibió el oráculo!
Los suin murmuraban entre ellos. La agitación, el desconcierto y la duda crecieron rápidamente, barriendo a todos los que estaban allí como una ola.
Rowen había sembrado de manera astuta la duda y el temor en sus corazones.
Y esas semillas de duda y miedo empezaban a germinar en ese momento, envolviendo a los suin en una maraña de confusión.
Rowen los observó por un momento antes de volverse y hablar.
—El Sumo Sacerdote aclarará si lo que digo es verdad o no.
Todos los suin dirigieron su mirada hacia donde Rowen señalaba.
El Sumo Sacerdote, con la mirada perdida, tambaleándose, salió del templo.
Junto a él, los sacerdotes, también con una expresión vacía, caminaron como si estuvieran en trance, dirigiendo su mirada hacia la multitud de suin congregados.
Iandros se dio cuenta de que el estado del Sumo Sacerdote no era el habitual.
Sin embargo, no podía simplemente correr hacia él y tomarlo del brazo para preguntarle qué estaba ocurriendo, así que se quedó quieto, sin hacer nada.
—¡Sumo Sacerdote! ¿Es verdad lo que dice?
Un hombre entre la multitud de suin habló.
Ferdian y Rudian lo reconocieron de un evento social anterior, aunque no recordaban a qué familia pertenecía. Era un hombre de una familia respetable, y parecía que también había venido a Arcadia para presenciar el —festival—.
El Sumo Sacerdote, con la misma expresión vacía, se acercó y se paró junto a Rowen.
Entonces, habló.
—Lo que dice la señora Rowen… es cierto.
—¡……!
—Ha llegado… un oráculo.
Tan pronto como el Sumo Sacerdote terminó de hablar, los murmullos cesaron.
El lugar volvió a quedar en silencio.
La noche tranquila.
Solo se escuchaba el canto de los búhos en la distancia.
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