⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—… ¿De verdad?
Alguien murmuró con incredulidad, como si no pudiera creer lo que había escuchado.
Que hubiera bajado un oráculo, como decía Rowen, significaba que ella realmente era la licántropa elegida por la diosa Lyssete.
El sumo sacerdote permaneció en silencio por un buen rato antes de abrir la boca lentamente.
—No estoy mintiendo.
—……
—Es verdad, el oráculo ha llegado. La diosa Lysette ha dicho que, a través de Lady Rowen, restaurará el equilibrio en esta tierra.
Rowen miró a los otros suin con una expresión triunfante, mientras que Ferdian y Rudian se mantenían en silencio.
Karl también permaneció callado. Cada vez que cruzaba miradas con Rowen, sentía una extraña incomodidad.
¿Qué es esta sensación?
Mirar a los ojos de Rowen era como caer en un abismo sin fondo.
Sentía como si se estuviera hundiendo en una oscuridad infinita, de la cual nunca podría escapar.
Mientras reflexionaba sobre esta sensación, Karl abrió los ojos de golpe. Sus pupilas se dilataron.
¿Una oscuridad de la que nunca podría escapar?
Esa era la misma sensación que había experimentado cuando era muy joven, cuando Arcadia era conocida como ‘la tierra maldita donde no salía el sol’.
Sin embargo, no podía entender por qué sentía lo mismo cada vez que miraba los ojos de Rowen.
Rowen no tenía ninguna relación con ese oscuro pasado… Entonces, ¿por qué tenía esa sensación?
Los suin, atónitos por las palabras impactantes del sumo sacerdote, comenzaron a repetir sus palabras en voz baja.
—A través de Lady Rowen…
—¿Restaurará el equilibrio en esta tierra…?
Eso significaba que Thiel había perdido su derecho.
Thiel había perdido su estatus como representante de la diosa, y Lyssete había retirado sus poderes de Thiel Asterian para dárselos a Rowen Nesstian.
Eso significaba…
—Thiel…
Ferdian murmuró.
Si el sumo sacerdote, en nombre del templo, confirmaba que el oráculo había llegado y que los poderes de Rowen realmente eran los de la luz, la posición de Thiel sería devastadora.
Todos los sacrificios que Thiel había hecho por el Imperio de Crassion serían olvidados, y los ciudadanos del imperio proclamarían a Rowen como la verdadera ‘representante de la diosa’.
Eso no podía ser.
No podía permitirlo. ¿Cuánto había sacrificado Thiel por el imperio?
Thiel había dedicado tanto tiempo y esfuerzo, incluso sacrificando su propio bienestar, para cuidar a los suin.
¿Cuánto había luchado Thiel para devolver la luz a Arcadia? ¿Cuánto había hecho para demostrar la —capacidad— que todos exigían?
—Ferdian.
Iandros tocó a Ferdian suavemente, sacándolo de sus pensamientos. Solo entonces Ferdian se dio cuenta de que su mirada se había vuelto tan feroz como la de una bestia, y que sus garras estaban a punto de salir, listas para desgarrar a alguien.
Esto no era propio de él, alguien que valoraba la autocontención y la moderación.
—No hay más que escuchar, vámonos.
Rudian hizo un gesto con la cabeza. Ferdian asintió y lo siguió. Iandros también.
No cambiaría nada si se quedaban. Solo verían a Rowen pavoneándose aún más.
Y si Ferdian o Rudian cometían un error en su ira, eso recaería sobre Thiel, contribuyendo a su caída.
Ferdian y Rudian no podían permitir eso. No soportarían ser los causantes del sufrimiento de Thiel. Preferirían morir antes que herirla.
Por eso, al igual que Olivier y Clemence, decidieron marcharse, sin importar lo que el sumo sacerdote o Rowen dijeran después.
Regresaron a la mansión Everard. Karl Everard, por alguna razón, aún no había vuelto, así que llegaron antes que el dueño de la casa.
—¿Dónde está Thiel?
Ferdian preguntó a la sirvienta que le entregaba su abrigo. La sirvienta lo dobló cuidadosamente sobre su brazo y respondió con una leve inclinación de cabeza.
—Lady Thiel está durmiendo en su habitación. Lord Karthus está con ella.
—¿Mi padre? Está bien, puedes retirarte.
Ferdian dijo, mientras Iandros y Rudian también se quitaban los abrigos y los entregaban a las sirvientas antes de dirigirse a la habitación de Thiel.
La mejor habitación de la mansión Everard.
Ferdian, Rudian e Iandros creían que Thiel merecía esa habitación.
Thiel era una benefactora de los Everard, y para ellos, era una persona invaluable.
Pero ahora, no parecía que ese trato fuera a ser el mismo. Ferdian y Rudian no podían aceptar esa realidad.
¿La menor de los Asterian, la hermana que habían criado?
La habían alimentado con lo más exquisito, vestido con lo mejor, y la habían amado con los sentimientos más puros. No podían tolerar que recibiera un trato diferente.
En lugar de tocar la puerta, decidieron abrirla con cuidado. Rudian tomó el pomo de la puerta.
Desde lejos, la doncella de Thiel, Ria, se acercó con expresión ligeramente sorprendida y les habló con cuidado.
—Mi señora está durmiendo… ¡Si entran, puede que se despierte!
—Solo veremos su rostro y saldremos —Dijo Ferdian con firmeza.
Ria asintió y se retiró. Ferdian, Rudian e Iandros entraron en la habitación.
Lo primero que vieron fue un cuarto oscuro.
Thiel no era particularmente amante de la oscuridad, y solía dejar una lámpara encendida mientras dormía.
Las doncellas lo sabían, y cuidaban cuidadosamente su dormitorio, abriendo ligeramente las cortinas para que entrara la luz de la luna y dejando una lámpara encendida.
Pero ahora la habitación de Thiel estaba completamente a oscuras.
No era un descuido de las doncellas de Everard, porque también había muchas sirvientas de Asterian presentes.
Pero…
Sintieron que algo estaba mal mientras se acercaban a la cama de Thiel.
Al lado de la cama de Thiel, había un hombre alto de pie. Solo con ver su nuca, sabían quién era.
—¿Padre? —Rudian susurró con voz baja.
Sin embargo, Karthus no se dio la vuelta y continuó observando a Thiel en silencio.
—¿Padre?
Ferdian lo llamó una vez más. Karthus inclinó ligeramente la cabeza y los miró de reojo.
—Shh, guarda silencio y mira allá.
Karthus señaló a Thiel. Tres pares de ojos se dirigieron al mismo lugar.
Thiel estaba acostada tranquilamente en la cama, y al lado de ella, la salamandra de Karthus ardía débilmente, iluminando apenas su alrededor.
Sin embargo, lo que Karthus les pedía que observaran no era la salamandra que luchaba por dar luz junto a Thiel.
—……
—¿Qué es esto?
Iandros fue el primero en hablar.
Por un momento, se quedaron sin palabras ante la escena que se desplegaba ante ellos.
Sobre el vientre de Thiel, los peces dorados hechos de fragmentos de luz, que ella solía llevar consigo, flotaban suavemente en el aire, nadando.
Y detrás de ellos, algo parecido a una serpiente negra los perseguía, devorándolos.
Los peces, después de ser devorados, volvían a nacer, y la serpiente los engullía nuevamente.
Nacían y eran devorados, una y otra vez, sin fin.
Ferdian, inconscientemente, extendió la mano hacia la serpiente. Sin embargo, la serpiente no se desvaneció ni huyó de su toque.
Parecía una mera ilusión.
La serpiente negra devoraba los peces dorados, que volvían a nacer en las yemas de los dedos de Thiel, solo para ser devorados nuevamente por la serpiente.
Los devoraba, y volvían a nacer. Devorados y renacidos… El ciclo continuaba sin cesar.
Ferdian, Rudian e Iandros pensaron, irónicamente, que aquello parecía una especie de ciclo.
Pero había algo inquietante en ese ciclo.
Era una devoración unilateral. Incluso si los peces volvían a nacer, eran devorados nuevamente. Nacían y eran tragados, nacían y eran tragados…
—¿Qué es todo esto?
Rudian entrecerró los ojos y preguntó. Karthus negó con la cabeza, indicando que él tampoco lo sabía.
No tenía por qué saberlo.
Cuando Karthus había visto por primera vez esta escena, había intuido instintivamente que esa serpiente intentaba dañar a Thiel.
Pero, aparte de eso, no había mucho más que pudiera hacer.
Ni siquiera con su poder podía hacer desaparecer la serpiente, y temía usar sus habilidades por si hería a Thiel.
Los peces de Thiel, que parecían incapaces de defenderse, solo nadaban frenéticamente, siendo devorados.
Lo que más inquietaba a Karthus era que los peces no se alejaban más de diez centímetros de Thiel, como si intentaran proteger a su dueña dormida…
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