⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue

Ellos descendieron en el estanque dentro de las burbujas de agua.

A simple vista, el estanque parecía muy poco profundo, pero al entrar, se dieron cuenta de que era increíblemente profundo, comparable a la profundidad de un océano. O tal vez incluso más profundo que eso.

A medida que se hundían más y más en el agua, comenzaron a entender por qué Ilum había dicho que no podía sacar los documentos de ese lugar.

Era difícil entrar incluso para una sola persona. Para los seres acuáticos no había problema, pero Thiel, Iandros y Ferdian sin la ayuda de Karl habrían muerto ahogados sin duda.

Thiel, sentada dentro de la burbuja, descendía lentamente. Sus ojos dorados y transparentes miraban a Karl.

Karl, tratando de tranquilizarla, puso su mano sobre la burbuja, pero Iandros, quien observaba la escena con desagrado, tosió de forma incómoda, lo que hizo que Karl retirara su mano.

Siguieron descendiendo por mucho tiempo. El estanque era tan profundo que parecía no tener fin. Thiel se preguntó si en verdad había un fondo en ese lugar. Ilum, que había entrado primero, ya no se veía.

Además, el agua estaba tan oscura que, de no ser por los pequeños peces que nadaban cerca de Thiel, no habrían podido ver ni siquiera sus propios rostros.

Thiel, pensativa, usó su habilidad para iluminar el interior del estanque. Lo primero que se reveló fue el rostro de Iandros, quien los miraba con una expresión de disgusto, aunque rápidamente la ocultó como el príncipe heredero de Cracion que era.

Thiel decidió hacer como si no hubiese visto nada.

¿Cuánto más habrían descendido?

—¡Ah! ¡Hay luz!

Thiel exclamó al ver una débil luz en el fondo del estanque. Todos miraron hacia sus pies.

Tal como había dicho Thiel, una luz muy tenue brillaba bajo ellos. Era el final del estanque. Karl aceleró su descenso hacia el fondo.

Y entonces.

¡Pum!

Con un pequeño estallido, fueron lanzados fuera del estanque. Karl rodó por el suelo, y las burbujas de Iandros y Ferdian estallaron, haciendo que cayeran sin ninguna gracia al suelo.

Sin embargo, como Karl había reforzado la burbuja de Thiel, ella fue la única que aterrizó con suavidad.

Con delicadeza, la burbuja de Thiel se posó en el suelo como una pluma. En cuanto tocó el suelo, la burbuja explotó con un suave pop. Thiel logró llegar al fondo del estanque sin rodar ni lastimarse.

—¿Es-estás bien?

Thiel corrió hacia Iandros, doblando las rodillas y extendiendo su mano.

Iandros, quien se sujetaba la cabeza con una mano mientras se apoyaba en el suelo con la otra, tomó rápidamente la mano de Thiel.

—Estoy bien, ¿y tú? ¿No te lastimaste? Karl, la comodidad de tus burbujas deja mucho que desear.

—Mis disculpas, alteza. Pero tendrán que subir en ellas nuevamente para salir —Respondió Karl con naturalidad. 

Thiel asintió mientras ayudaba a Iandros a levantarse.

Ferdian se levantó solo. Después de que todos se pusieron de pie, miraron el fondo del estanque.

—Es… enorme…

Fue lo primero que dijo Thiel.

El lugar era tan amplio que era difícil creer que estaban en el fondo de un estanque, y tan majestuoso como la mansión de Everard.

Por todas partes había símbolos que representaban a Everard, tallados en bajo relieve, y estatuas de Everard, que parecían estar esculpidas en oro.

Y en el centro de todo, había un enorme y grandioso altar.

En el centro del altar había una concavidad donde se acumulaba el agua más pura y transparente. Sin necesidad de que Ilum se lo explicara, todos comprendieron que ese era el ‘altar’.

Era allí donde Karl había dormido durante cientos de años, y donde, finalmente, había despertado en la generación de Ilum.

En algún momento, Ilum había regresado a su forma humana y, inclinando la cabeza, les dijo:

—Este es el cuarto secreto de Everard.

Ahora entendían por qué Ilum había dicho aquello a Karl.

En las paredes estaban tallados todos los eventos de la historia de Everard, de forma meticulosa y detallada. No faltaba ni un solo momento. Este espacio era, en sí mismo, la historia de Everard.

—Los documentos están guardados por aquí.

Ilum condujo a Thiel. Ella lo siguió. Detrás del altar, había otro amplio espacio donde se apilaban innumerables documentos.

—Sin embargo, no pueden sacarlos. Estos documentos están imbuidos de una fuerza especial; si intentan sacarlos fuera de aquí, todos se deteriorarán.

Thiel asintió con la cabeza. Iandros y Ferdian tocaron algunos de los documentos. Ilum y Karl, quienes ya sabían lo que debían buscar, también sacaron algunos documentos.

No sabían dónde ni cómo estaría registrada la información que buscaban, así que tendrían que revisar todos esos documentos.

Miraron la inmensa cantidad de documentos apilados. Parecía que ni siquiera un grupo de decenas de personas podría revisar todo en menos de una semana. ¿Podrían hacerlo con tan pocas personas?

Pero aunque fuera imposible, tenían que intentarlo.

Con todos los registros sobre la princesa loca destruidos, esta era su única esperanza.

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—¡Aaaah! ¡¿Qué es esto?! —Rowen gritó de terror. 

Después de quitarse los guantes y mirar sus manos, comenzó a temblar.

Sus manos estaban deformadas por horribles cristales de hielo negro. Con las uñas del leopardo de las nieves, Rowen trató de raspar los cristales de hielo que se habían adherido a sus manos.

Grrrr.  

Grrrr…

Pero no se desprendían. Incapaz de soportar la visión de los horribles cristales pegados a sus manos, finalmente golpeó su mano con fuerza contra el escritorio.

¡Crack!

Los cristales de hielo se rompieron, revelando la blanca y delicada mano de Rowen. Jadeando, apenas notaba el dolor en su mano.

¿Qué demonios era eso?

Ahora podía usar por completo la habilidad de —luz—. Aunque no podía deshacerse de su habilidad innata de hielo y usarla como lo hacía Thiel, la habilidad de Rowen era claramente luz.

Entonces, ¿qué eran esos horribles cristales de hielo?

Cuando Rowen gritó en su nerviosismo, las sirvientas que la habían acompañado desde Nesstian se estremecieron de miedo.

—No, está bien. Algo como esto no es nada.

La meta estaba justo delante. Esos insignificantes cristales de hielo no podían detenerla. Rowen se volvió bruscamente hacia una de las sirvientas.

—¡Tú, ahí!

—S-sí, señorita… ¡Aaaah!

Pero al ver el rostro de Rowen, la sirvienta cayó hacia atrás y gritó. Con el ceño fruncido profundamente, Rowen preguntó:

—¿Estás loca? ¿Por qué gritas?

El problema vino después. La otra sirvienta que estaba de pie junto a Rowen comenzó a temblar al ver su rostro.

—Señorita… Su rostro…

Al escuchar a las sirvientas, Rowen, dándose cuenta de que algo estaba mal, gritó exigiendo un espejo. Las sirvientas, nerviosas, trajeron un espejo apresuradamente.

Rowen se miró en el enorme espejo. Pero no había nada extraño.

En el reflejo, todavía había una mujer hermosa, y los horribles cristales de hielo que habían aparecido en su mano no cubrían su rostro.

Entonces, ¿por qué las sirvientas reaccionaban como si hubieran visto algo tan aterrador?

—¿Qué pasa con mi rostro? ¡Habla! ¿Por qué gritaste? Si no tienes una razón válida, te arrancaré la lengua.

Rowen gritó furiosa. Las sirvientas, temblando, se postraron en el suelo. La sirvienta que había gritado primero habló con cautela.

—El rostro de la señorita… no, no se ve. Parece cubierto por una especie de humo negro. Al principio pensé que era mi imaginación, pero cuando vi que Belana también reaccionó igual, me di cuenta de que…

—¿Dices que parece como si mi rostro estuviera cubierto de humo negro?

En ese momento, una mano negra apareció de repente detrás de Rowen. Las sirvientas, que habían levantado la cabeza, quedaron boquiabiertas sin poder siquiera gritar.

La mano negra tomó la mejilla de Rowen. La otra mano la agarró del cuello.

Sin embargo, Rowen seguía mirando el espejo, como si no viera nada, murmurando para sí misma.

—Definitivamente ustedes están locas. Yo no veo nada… Ya basta, lárguense todas. Conseguiré nuevas sirvientas.

Las sirvientas, aterrorizadas, huyeron apresuradamente de la habitación tan pronto como Rowen terminó de hablar.

Dentro de la habitación, se levantaba una niebla negra. Una figura oscura empezó a entrar lentamente, pero Rowen, aún ajena, solo respiraba con dificultad.