⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Cuando Thiel e Iandros salieron del espacio dimensional, Ferdian y Rudian, que los habían estado esperando todo el tiempo, corrieron hacia ellos.
—¡Thiel!
Sin embargo, Thiel no tuvo tiempo de alegrarse al ver los rostros de Ferdian y Rudian, ya que levantó la cabeza para mirar al cielo.
¿Y el espacio dimensional? ¿Qué pasó con él?
Afortunadamente, a diferencia de lo que temía Thiel, el cielo estaba completamente despejado. El anillo del enorme dragón que había aparecido sobre el templo, así como el espacio dimensional que parecía distorsionarse y devorar el mundo, habían desaparecido.
—No mucho después de que entraste, todo eso se destruyó, y el cielo volvió a la normalidad —dijo Rudian.
Ferdian, asintiendo junto a él, añadió más detalles.
Le contaron a Thiel que, después de su desaparición, un resplandor brillante había destellado en el cielo y que la grieta que se había abierto sobre ellos desapareció, devolviendo también a la normalidad a las bestias de la tierra.
—¿Entonces todo está bien…? —preguntó Thiel con cautela.
Entonces, atravesando a los caballeros de Asterian, aparecieron Karthus y Alpheus.
—Sí, todo está bien —respondió Alpheus.
Todo estaba bien.
Todo había vuelto a ser como antes de que sucediera todo esto. La grieta había desaparecido y la oscura fuerza que dominaba a las personas también se había desvanecido.
Solo entonces Iandros dejó que Thiel se apartara de su abrazo. Thiel, todavía abrumada, ni siquiera se había dado cuenta de que había estado en los brazos de Iandros.
En cuanto Iandros la soltó, Thiel corrió hacia Alpheus y se abrazó a él.
—¡Abuelo!
—Sí, mi niña…
La voz de Alpheus tenía un toque de emoción. Abrazó a Thiel con todas sus fuerzas.
Thiel no podía alzar la cabeza para mirar a su abuelo.
—¿A-Abuelo? ¿Estás llorando? —Preguntó Thiel con cautela.
Pero Alpheus no respondió. En lugar de eso, siguió abrazando a Thiel con fuerza, sin soltarla.
Como si temiera que ella desapareciera de nuevo.
—La idea de perderte otra vez me aterraba tanto… —murmuró Alpheus, acariciando a Thiel mientras hablaba con lamento.
Las arrugas alrededor de sus ojos estaban húmedas de lágrimas. Thiel lo abrazó suavemente.
—Pero he vuelto a salvo, así que no llores, abuelo. Thiel está aquí… —susurró.
Entonces, Karthus, que observaba en silencio desde atrás, se acercó y, de manera natural, tomó a Thiel de los brazos de Alpheus.
—¿Eh?
Sorprendida, Thiel abrió mucho los ojos. Esta vez fue Karthus quien la abrazó con fuerza.
Ferdian y Rudian dieron un paso atrás, algo incómodos, mientras veían cómo Karthus abrazaba a la hija menor que casi pierde otra vez.
Thiel, mientras estaba en el abrazo de Karthus, finalmente habló con cuidado.
—Papá, ¿sabes? En el espacio dimensional vi a mamá y a ti…
Aunque eso había sido solo una ilusión mostrada por el espacio de la princesa para atormentarla y sacudir su mente…
Parecían tan felices que me sentí bien…
Thiel no mencionó esa parte. Después de todo, era verdad que había visto a sus padres en su juventud, a Karthus y a Lena.
—Y, en los momentos más difíciles, seguía escuchando una voz familiar. ¿Crees que podría haber sido la voz de mamá? —Thiel murmuró como si estuviera soñando—. Nunca he escuchado la voz de mamá, pero sentí que era la suya.
—…Si escuchabas esa voz en tus momentos más difíciles, probablemente era la de tu madre —dijo Karthus—. Lena no te habría dejado sola en un momento tan difícil. Siempre quiso protegerte, estar a tu lado. Así que… es posible que esa voz fuera la de tu madre.
Thiel trató de recordar aquella voz cálida que le había hablado.
Pero ahora no lo recuerdo bien…
Lo único que le quedaba era lo cálida y suave que había sido, como la luz del sol en la mañana. Se sintió un poco triste.
Mientras Karthus y Thiel conversaban, Ferdian, que se había mantenido a un paso atrás, extendió su mano hacia Thiel.
La mano grande y firme de Ferdian apareció frente a ella.
Ferdian la miró a los ojos y le sonrió con calidez.
—Vamos a casa, Thiel.
¿Por qué esas palabras no perdían su encanto, aunque las escuchara una y otra vez?
Por un instante, Thiel se sintió como si hubiera vuelto a ser una niña pequeña. A aquella época en la que la simple mención de ‘ir a casa’ la hacía sentir como si lo tuviera todo.
Tenía un hogar. Un lugar al cual regresar.
El mundo no se había derrumbado, el dios maligno había desaparecido y sus seres queridos estaban a salvo…
Esa verdad llenaba su corazón con una cálida luz.
—…Sí, vamos a casa —respondió Thiel con una brillante sonrisa.
La tierra de Arcadia se estabilizó rápidamente. Gracias al apoyo del palacio imperial y de Asterian, todo volvió a su lugar. También reconstruyeron la mansión Everard, y repararon el suelo y las paredes dañadas por las grietas.
El día volvió a alargarse, y la noche se hizo un poco más corta. El equilibrio se restauró. Ya no había más atardeceres prematuros. Los agricultores podían trabajar lo necesario y regresar a casa. Todo regresó a como era antes.
El Emperador, al escuchar la historia de Thiel, ordenó que todo el suceso se registrara detalladamente en los archivos del palacio.
Además, mandó que se incluyera el registro de la princesa Adelaida, que hasta entonces había sido conocida como la ‘princesa loca’.
Un Emperador común no habría dado tal orden, ya que sentarse en el trono significaba que eran los sucesores de Liam, quien había traicionado a Adelaida.
Sin embargo, Wilhelm podía permitírselo, pues el trono de Cracion había sido ocupado anteriormente por una rama colateral de la familia. Así que, técnicamente, Wilhelm e Iandros eran parientes lejanos, no descendientes directos.
El mundo finalmente estaba regresando a su cauce.
Los periódicos, que en su momento habían calumniado a Thiel, ahora publicaban historias sobre sus buenas acciones. Muchas personas acudieron a la mansión de Asterian para disculparse con Thiel. Pero Thiel los rechazó a todos.
—No tienen por qué disculparse. Ellos también fueron víctimas de las intrigas de Orfeo… ¿verdad? —dijo Thiel, sentada en el sofá mientras leía un periódico.
Luego, lo dobló y lo dejó a un lado.
Iandros, sentado junto a ella bebiendo té, frunció el ceño, mostrando que algo no le agradaba.
—Aun así, creo que deberías aceptar sus disculpas.
—¿Por qué? ¿Por haberme odiado? ¿O por haber venido a mi casa a acosarme?
—Sí, por todo eso.
—Pero Ian, si empiezo a aceptar disculpas, nunca terminaré… Ellos solo necesitaban a alguien a quien culpar.
Thiel sonrió. Iandros, vencido, negó suavemente con la cabeza, luego la rodeó con su brazo, acercándola con firmeza hacia él.
—Tienes un corazón demasiado blando. Eres muy indulgente. Yo jamás lo habría hecho así.
—¿Y cómo lo habrías hecho tú? —preguntó Thiel.
—Les habría hecho disculparse contigo. Sinceramente, habrían tenido que pedir perdón y suplicar tu perdón.
Iandros besó suavemente la frente de Thiel.
Ella sonrió al sentir su beso delicado.
—Eso es porque me amas mucho…
—Es cierto, te amo. Y odio que la gente te haya tratado mal —La voz de Iandros era firme y clara. La apretó aún más fuerte, apoyando su mentón en el hombro de Thiel—. Así que, a partir de ahora, no dejaré que nadie te trate mal. Te haré la persona más valiosa y querida del mundo, para que nadie se atreva a faltarte al respeto.
—Ian, ¡me haces cosquillas…!
—Thiel, ahora nadie podrá volver a tratarte mal.
Iandros susurró. Thiel rió de satisfacción y luego le dio un suave beso en los labios.
Pequeñas gotas de luz flotaban a su alrededor, delicadamente.
Detrás del sofá donde estaban sentados Thiel e Iandros, se veía un enorme cojín rosado que ocupaba parte de la mansión.
El cojín, que antes era lo suficientemente pequeño como para que un pequeño leopardo se acurrucara en él, había crecido tanto que ahora llenaba un rincón de la mansión.
Parecía que Thiel e Iandros entendían lo que significaba.
—Me encanta oírte decir eso, Ian. Quiero escuchar más —dijo Thiel, apoyando la cabeza en su pecho, riendo suavemente.
—Tu voz es tan amable y dulce que me hace sentir cosquillas en el corazón…
—Thiel, te cuidaré más que a nadie en el mundo. Estoy seguro de ello. Ahora, seré yo quien te proteja, para que no te hagan daño. Para que nada te lastime.
Ambos se abrazaron riendo felices.
El sol entraba a raudales por las ventanas de la antigua mansión de Iandros, iluminándolos con un resplandor brillante.
Las pequeñas piezas de luz que flotaban alrededor de Thiel pronto se transformaron en peces que nadaban por todos lados.
Detrás del cuello de Thiel y de Iandros apareció brevemente un pequeño y tenue símbolo, que desapareció de inmediato.
La oscuridad no puede vencer a la luz.
La luz finalmente había vencido a la oscuridad.
Thiel sintió, por fin, que la larga noche había terminado y que el día había llegado.
Aunque la noche volvería después del día, esta vez no le daba miedo.
Porque después de la noche, el sol saldría otra vez.
Y con el sol, la luz regresaría.
[ FIN DE LA HISTORIA PRINCIPAL ]
[ LA CRÍA LEOPARDO DE LAS NIEVES DE LA FAMILIA DE LEOPARDOS NEGROS ]
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