⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Te ordené que encontraras a tu compañero lo antes posible y te marcaras, pero te la pasas deambulando sin hacer nada!
—……
—¡Podría llegar el momento en que no puedas controlar tu poder! ¿Hasta cuándo te comportarás como un niño, Iandros Cracion?
Iandros bajó la cabeza en silencio. El Emperador hizo un gesto con la mano, como si no soportara verlo más.
—¡Sal de aquí de inmediato! ¡No quiero verte!
Iandros no protestó. Se levantó de golpe, como si hubiera estado esperando esa orden todo el tiempo, y salió de la sala.
El Emperador no volvió a mirarlo. Iandros tampoco lo hizo.
Cedric lo siguió, pero Iandros lo apartó con un gesto de la mano.
En ese momento, no quería estar con nadie.
Con nadie.
Cuando regresó a sus aposentos, Iandros despidió a todas las sirvientas. El palacio del príncipe heredero quedó en un silencio absoluto.
Por un momento, se quedó parado observando el paisaje distante, luego agitó la mano.
Un destello.
Era el poder de Iandros: la creación de un espacio vacío. Se abrió un espacio lo suficientemente grande como para que cupiera una persona.
Sin dudarlo, Iandros entró en él.
—……—
Miró con ojos apagados la mansión en ruinas.
La mirada que dirigía al interior de la mansión estaba completamente muerta.
El poder de Iandros, la creación de un espacio vacío.
El espacio que podía crear estaba limitado.
Cuando era muy pequeño, parecía que podía crear espacios más variados, pero ya no lo recordaba.
Ahora, el único espacio que Iandros podía crear era esta mansión.
La mansión que había ardido y desaparecido, el lugar donde vivió con sus padres…
Ian miró a su alrededor. Todo estaba tan oscuro que no podía ver nada.
Era una oscuridad tan densa que sería imposible moverse si no se tuviera la vista acostumbrada.
Pero para Iandros, esta oscuridad le resultaba tan familiar que no le importaba y continuó caminando.
Siempre que se sentía cansado o solo, Ian se refugiaba en su espacio vacío. A diferencia del bullicioso mundo exterior, dentro de este espacio reinaba un silencio absoluto.
Aquí dentro, nada ni nadie podía molestarlo.
Dentro de esta mansión, Ian era el amo de este espacio.
Podía moverse fácilmente de una habitación a otra y crear y convocar los objetos que quisiera.
Sin embargo, había algo que no podía hacer.
—……Ha.
Ian miró la vela que sostenía en su mano y se burló de sí mismo.
Dentro de este espacio podía hacer cualquier cosa. Excepto encender la luz dentro de la mansión.
Por mucho que lo intentara, no podía iluminar la mansión.
Hubo un tiempo en que, añorando los días felices que había vivido con sus padres, Ian había intentado por todos los medios encender todas las luces de la mansión.
Pero nunca lo logró.
Ni siquiera pudo encender una simple vela, mucho menos el gran candelabro. La oscuridad total dominaba el espacio.
Ian apretó la vela hasta deshacerla. La cera se desintegró en el aire y se dispersó en polvo.
Con ojos fríos y vacíos, Ian siguió caminando.
Fue entonces cuando algo desconocido tropezó con su pie.
—¿…?
Recogió el objeto que le había estorbado.
Era un cojín suave y bonito, sorprendentemente fuera de lugar en este entorno.
Lo cierto es que no encajaba con la mansión en absoluto.
¿Cómo llegó esto aquí?
Ian se quedó un momento pensando si él mismo había colocado ese cojín en el espacio.
Pero no, era imposible. Nunca había visto un cojín así, y aunque lo hubiera dejado hace tiempo, no debería haber durado tanto.
Los objetos que no pertenecían originalmente al espacio desaparecían después de un tiempo.
Ian levantó el cojín.
De pronto, percibió un aroma familiar.
Frunció los ojos.
Leopardo de las Nieves.
Sin duda, era el olor de un pequeño leopardo de las nieves.
Ian reconoció al instante a la dueña de ese aroma. Debía ser el cojín en el que Thiel había estado sentada.
No sabía desde cuándo ese cojín estaba ahí…
Con un cansancio abrumador, Ian se dejó caer en el suelo y abrazó el cojín de Thiel.
El aroma se hizo más intenso. Sus ojos habitualmente afilados se suavizaron.
—Thiel.
Ian murmuró el nombre del pequeño leopardo de las nieves sin razón aparente.
¿Había sido Thiel quien había traído ese cojín? No sabía cuándo ni cómo, pero una cosa era segura: este pequeño cojín le traía consuelo.
Ian a veces se sentía terriblemente solo.
Hoy era uno de esos días.
Tal vez porque acababa de regresar de Asterian, un lugar lleno de vida… Comparado con Asterian, el palacio imperial parecía un lugar muerto.
Allí no había nadie que riera ni llorara.
Ian había crecido prácticamente solo en el palacio.
Con un abuelo que lo despreciaba, y con sirvientes y guardias que lo evitaban por miedo a su poder…
Aunque Cedric estaba siempre a su lado, Cedric no podía reemplazar a sus padres ni a sus amigos.
Solo era su asistente.
Pero ahora, solo por haber encontrado un simple cojín, por tenerlo en sus manos…
Sentirme menos solo por un cojín, qué ridículo.
Una sonrisa torcida apareció en los labios de Ian.
Apretó el cojín contra su pecho.
El olor del pequeño leopardo de las nieves estaba presente.
Por alguna razón, no podía dejar de pensar en Thiel.
Parecía que la extrañaba.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
—He oído que este año no habrá banquete por el cumpleaños del príncipe heredero —dijo Karthus mientras colocaba dos trozos de carne en el plato de Thiel.
Ferdian, sentado justo al lado de su hermana pequeña, le limpiaba cuidadosamente la cara con una servilleta.
Thiel miró a Karthus mientras Ferdian la cuidaba.
—¿El cumpleaños de Ian?
—Sí.
Thiel inclinó la cabeza, confundida. ¿No habría banquete por el cumpleaños del príncipe heredero? ¿Le habría pasado algo?
Thiel nunca había asistido a un banquete en el palacio imperial, pero como su tía Cornelia y Rowen asistían a menudo, sabía que los banquetes allí eran siempre majestuosos y extravagantes.
Y sabía lo importantes que eran esos banquetes, no solo para el príncipe heredero, sino también para los demás nobles.
Justo cuando Thiel estaba preocupada, pensando que tal vez algo le había sucedido a Ian, sucedió.
—Dejando de lado el banquete de cumpleaños de ese idiota de Ian, Thiel, ¿cuándo es tu cumpleaños? Se me olvidó preguntarlo.
—……
En cuanto Rudian hizo esa pregunta, los cuchillos que se movían sobre la mesa se detuvieron de inmediato. Todos, excepto Rudian, quedaron paralizados.
Ferdian alzó la vista y fulminó a Rudian con la mirada.
—Rudian, tú.
—¿Eh? ¿Por qué? ¿No puedo preguntar?
Ferdian cerró los ojos con fuerza, frustrado por la insensibilidad de Rudian.
En Asterian, consideraban el día en que Lena Nesstian se fue como el aniversario de su muerte.
Nesstian nunca les había dicho a los de Asterian cuándo murió exactamente.
Sin embargo, después de desaparecer, había dado a luz a Thiel, por lo que debía de haber un aniversario aparte.
Aun así, la razón por la que nadie le había preguntado a Thiel sobre el aniversario de Lena era…
—… Ah.
Rudian suspiró suavemente al darse cuenta.
¡El cumpleaños de Thiel era el aniversario de la muerte de Lena!
En Nesstian, se contaba que Lena había muerto dando a luz a Thiel.
Rudian miró a Thiel, visiblemente preocupado. ¿La habría lastimado con esa pregunta? De repente, sintió el impulso de golpearse la cabeza por haber preguntado sin pensar.
Sin embargo, contrario a lo que todos temían, que la niña pudiera haberse sentido herida o triste, Thiel no mostró señales de llorar. Simplemente dijo:
—¿Mi cumpleaños? No sé cuándo es, nunca me lo dijeron porque lo consideraban un día de mala suerte…
—……
—Mi madre murió al darme a luz… Es un día que no merece ser celebrado. Aun así, es la primera vez que alguien me lo pregunta. Me hace feliz.
Thiel se detuvo un momento, dudando si era correcto decir que ‘estaba feliz’.
Después de todo, su cumpleaños era el día en que su madre murió.
Thiel aún sentía culpa por haber sido la causa de la muerte de su madre.
Y probablemente ese sentimiento nunca desaparecería. Pero…
…Supongo que decir algo así está bien, ¿no?
Era la primera vez que alguien le preguntaba sobre su cumpleaños. Y no era cualquier persona; era su hermano.
Así que estaba segura de que su madre la perdonaría por decirlo.
Thiel asintió levemente y continuó.
—Mi cumpleaños probablemente sea en invierno. Mi abuelo siempre se volvía más irritable en invierno.
Los cuatro hombres de Asterian tuvieron el mismo pensamiento al mismo tiempo:
Querían matar a Zender.
Como si lo hubieran pactado de antemano, todos apretaron sus cuchillos con fuerza. Con esfuerzo, reprimieron sus impulsos violentos.
El primero en hablar fue Karthus.
Tenía una expresión compleja, como si no supiera por dónde empezar a corregir todo.
—Thiel… lo que le pasó a Lena no fue tu culpa. No fue tu culpa.
—Sí, papá.
—Es en serio. No lo digo solo para consolarte. Tú eras solo un bebé en ese momento. No podías haber hecho nada mal.
—…Sí.
—Si Lena hubiera escuchado lo que dijo tu abuelo, lo habría destrozado en dos por la mitad.
—¿…?
¿…D-destrozarlo?
—Y a mí también me habría destrozado. Por no haberme dado cuenta de cómo te trataban hasta que fue demasiado tarde.
Thiel parpadeó.
¿Eh? ¿Mi mamá? Esto era completamente diferente de lo que le había dicho Zender.
Zender siempre decía:
( Lena era una niña dócil, a diferencia de ti. )
Y cada vez que la tía Cornelia decía: Lena era rebelde, Zender la reprendía severamente.
Pero según lo que acababa de escuchar de Karthus, su madre parecía mucho más parecida a la descripción de la tía Cornelia.
¿D-destrozar a alguien…? ¿Mi mamá… en serio? Mientras Thiel estaba sorprendida, Karthus continuó hablando con total naturalidad.
—Así que, Thiel, ayúdame a no cometer más errores. Si sigues culpándote por la muerte de Lena, cuando la vea de nuevo no tendré excusa para evitar que me mate.
—……
—¿Entendido?
—Sí…
—Entonces, vamos a comer, hija.
Karthus metió un trozo de carne en la boca de Thiel.
Thiel, aún conmocionada, comenzó a masticar la carne lentamente.
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