⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Al escuchar el ruido proveniente del exterior, Thiel se sobresaltó y encogió sus hombros.
Era tan evidente su miedo que sus hombros temblaban visiblemente.
—Escóndete un momento. ¿Sabes transformarte en una bestia? —preguntó Iandros, sujetando los pequeños y temblorosos hombros de Thiel.
Thiel asintió con la cabeza, temblando. Entonces, Iandros se inclinó hacia su oído y le susurró para que no lo escucharan desde fuera.
—Entonces transfórmate en una bestia y escóndete. Métete debajo de la cama.
La niña, aún temblando, retrocedió un paso y dejó caer la manta que sostenía en el suelo. Luego, dio una rápida vuelta en el aire, y la pequeña niña desapareció, quedando en su lugar un asustado leopardo de las nieves.
—¡Rápido! —murmuró Iandros, moviendo los labios para apresurarla.
El leopardo, llevando la manta en la boca, se arrastró bajo la cama. Sin embargo, su cola sobresalía, probablemente debido a los nervios.
Iandros, que no dejó pasar ese detalle, rápidamente se acercó y metió la cola de Thiel bajo la cama, tirando del edredón para cubrirla.
Desde fuera, parecía como si el edredón simplemente se hubiera deslizado por los malos hábitos al dormir.
Finalmente, Iandros arregló su pijama arrugado y abrió la puerta.
Creeeek-
Al ver al hombre que estaba de pie frente a la puerta entreabierta, Iandros frunció el ceño.
—Cedric Yovino.
Cuando Iandros pronunció su nombre, el hombre inclinó ligeramente la cabeza en lugar de responder.
—¿Qué asunto te trae aquí a esta hora tan tarde?
Iandros, después de asegurarse de que no había nadie más cerca, interrogó a Cedric.
Cedric, con una expresión incómoda, se quedó en la puerta y respondió en voz baja.
—Perdón por la falta de respeto, Su Alteza.
Cedric susurró en un tono tan bajo que solo Iandros y él podían oír.
La razón por la que ambos estaban siendo tan cautelosos era que Iandros no estaba visitando la mansión de los Nesstian como el príncipe heredero en ese momento.
Iandros Cracion.
Él estaba viajando en secreto por orden del Emperador, quien le había dicho:
( Deberías elegir a tu propia esposa, ¿no crees? )
El plan de Iandros era regresar discretamente después de observar las cualidades de las posibles candidatas, tal como le había ordenado el Emperador.
Al menos, ese era el plan hasta que la pequeña leoparda irrumpió en su habitación.
Adiós a mi plan de regresar tranquilamente, pensó Iandros con un suspiro mientras dejaba entrar a Cedric en la habitación.
Los sirvientes de la mansión se habían congregado en la entrada del anexo, mirando curiosos hacia dentro. Si alguno de ellos escuchaba a Cedric llamarlo ‘Su Alteza’, la situación se complicaría.
—Di lo que tengas que decir y vete —dijo Iandros con impaciencia.
Cedric inclinó la cabeza antes de hablar.
—Me informaron que una criada ha escapado de la mansión.
—¿Una criada?
—Sí, una joven criada. No está en pleno uso de sus facultades mentales, y mientras la cuidaban, escapó. Los sirvientes vieron que se metió en el anexo.
Iandros dejó escapar una risa irónica.
El cabello blanco como la nieve era claramente un símbolo del leopardo de las nieves, y sin embargo, ¿la llamaban una simple criada?
Iandros, con el ceño fruncido, pensó que algo definitivamente no andaba bien en esa mansión.
—¿En serio? Una joven criada… No la he visto, así que no sabría decir. Si estás preocupado, puedes buscarla, pero deja mis habitaciones y las tuyas fuera de la inspección —Dijo Iandros con firmeza.
Cedric, al inclinar la cabeza, notó la manga húmeda de Iandros. Cedric, extrañado, levantó la vista.
El desorden en la habitación no coincidía con la habitual pulcritud que Iandros tanto apreciaba; parecía como si alguien hubiera irrumpido en su dormitorio.
Sin embargo, Cedric no dijo nada y se retiró.
—Así lo haré. Descanse bien, Su Alteza —dijo Cedric, inclinando la cabeza con una mano en el pecho.
Iandros asintió de manera distraída y Cedric salió cerrando la puerta.
Desde fuera, se escuchaba a Cedric dando órdenes, y de repente el lugar se llenó de ruido.
Iandros, preocupado de que alguien más pudiera entrar, cerró la puerta con llave.
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El ruido afuera había cesado. Parecía que los sirvientes que habían estado buscando a Thiel por todo el anexo finalmente se habían retirado.
Gracias a que Cedric había dejado claro que no había ninguna criada en las habitaciones de él ni de Iandros, los sirvientes no se atrevieron a entrar en la habitación del príncipe.
Iandros levantó las mantas y dijo:
—Ya puedes salir.
Thiel asomó tímidamente la cabeza.
A pesar de haber estado escondida debajo de la cama, no había una mota de polvo en ella, gracias a la minuciosa limpieza de los sirvientes de la familia Nesstian.
Thiel miró alrededor con cautela, pero al escuchar otro ruido desde afuera, rápidamente volvió a esconderse bajo la cama.
No deben atraparme, no importa qué.
Si la atrapaban, tal vez pondrían un gran candado en su puerta, tal como había advertido Zaira.
Eso significaría que nunca tendría la oportunidad de escapar. Thiel no podía usar sus poderes mágicos.
Al pensar en que estaría atrapada hasta morir un mes después, todo su cuerpo se erizó de miedo.
—Te dije que ya puedes salir, ¿por qué te escondes más?
Iandros regañó a Thiel.
Con cuidado, metió la mano bajo la cama y sacó al pequeño leopardo de las nieves.
Luego la levantó y la colocó sobre la cama. Thiel lo miró con los ojos muy abiertos.
—Ahora, dime nuevamente, ¿por qué estás escapando?
Thiel sacudió la cabeza en señal de negativa.
Si hablaba ahora, los sirvientes afuera podrían oírla.
Por lo que había escuchado de la conversación anterior, el joven frente a ella parecía ser alguien de alto rango. Sin embargo, aún no estaba segura de si podía confiar en él para protegerla.
Cuando Thiel mantuvo su boca cerrada sin decir nada, Iandros suspiró y habló:
—Deshazte de tu transformación de bestia por ahora.
Thiel obedeció las palabras de Iandros y revirtió su transformación. La niña con un viejo pijama apareció lentamente sobre la cama.
—Los sirvientes ya se fueron. Ahora solo estamos tú y yo, así que habla claramente. ¿Qué está pasando? Más importante, ¿es cierto que eres una criada de esta mansión? —preguntó Iandros, cruzando los brazos y mirando a Thiel desde arriba.
Thiel negó con la cabeza.
¿Criada? Eso no tenía ningún sentido.
Aunque su cabello blanco no era tan hermoso como el de Rowen, Thiel definitivamente tenía el cabello de color blanco, el símbolo del leopardo de las nieves.
Además, esta persona ya ha visto mi forma de bestia…
Los leopardos de las nieves solo nacen en la línea directa de la familia Nesstian.
No había manera de que este joven no lo supiera. Thiel negó con la cabeza y finalmente abrió la boca con cautela.
—…Yo soy hija de la familia Nesstian.
Iandros soltó una risa sarcástica.
—Eso ya lo sé. Vi tu forma de bestia. Te estoy preguntando por qué estás huyendo. Y por qué ellos te presentan como una criada.
Thiel dudó un momento.
No estaba segura de por dónde empezar o hasta dónde podía contarle.
¿Debería decirle que mi abuelo planea matarme?
Thiel decidió no decirlo. Temía que si mencionaba que su abuelo quería matarla, el joven frente a ella realmente la trataría como una ‘criada loca’.
Así que decidió no hablar de eso.
—…Mi abuelo piensa que soy una deshonra para la familia. No nací con poderes, y además… mi apariencia es terrible…
—Así que por eso te presentan como una criada —comentó Iandros mientras observaba a Thiel con la mirada.
Sintiendo la mirada de Iandros, Thiel tragó saliva y continuó hablando.
—He estado encerrada desde que nací, así que…
Mientras escuchaba en silencio, Iandros la jaló hacia él.
Mientras Thiel miraba confundida, el joven levantó su fino pijama y examinó las cicatrices en su delicada piel.
Había cicatrices antiguas y otras más recientes, de varias formas y tamaños.
El rostro de Thiel se enrojeció al notar que Iandros estaba revisando sus heridas.
Sin embargo, los ojos de Iandros se llenaron de frialdad al confirmar las cicatrices.
—Así que estabas huyendo, aprovechando que había invitados y todo estaba caótico.
—Sí —asintió Thiel.
—¿Y qué ibas a hacer después de escapar de la mansión? No puedes hacer mucho por tu cuenta.
Thiel titubeó por un momento.
Tenía un destino en mente. Sin embargo, no estaba segura de si sería bien recibida allí. Dudaba si debía mencionárselo al joven frente a ella.
—…A la familia Asterian…
—¿Asterian? ¿Por qué un leopardo de las nieves iría allí?
—M-mi padre pertenece a la familia del leopardo negro…
Thiel estaba a punto de romper a llorar.
Iandros abrió los ojos de par en par y volvió a mirar el rostro de la niña.
Luego soltó una risa irónica y se cubrió la boca con una mano.
¿Qué he hecho mal?
Thiel, sin entender por qué Iandros reaccionaba de esa manera, solo pudo observarlo.
—No puedo creer que recién me esté dando cuenta —dijo Iandros mientras miraba el rostro de la niña una vez más.
Luego, le entregó la manta que tenía en las manos.
Thiel, sorprendida, tambaleó un poco al recibir la manta.
—¿Cómo planeas llegar a la familia Asterian? —preguntó Iandros.
—Voy a tomar una carreta. Daré esto a cambio… —respondió Thiel, sacando algunas monedas y una pluma estilográfica de la manta que había robado del despacho de Zender.
Sin que Thiel lo supiera, esas monedas y la pluma no tenían mucho valor.
Zender Nesstian no habría dejado objetos valiosos en su despacho, que solía estar abierto.
Observando las monedas con una expresión de desdén, Iandros acostó a Thiel en la cama y dijo:
—Con eso no llegarás ni a las fronteras del territorio de Nesstian. No importa. Yo te llevaré.
—¿Qué? —preguntó Thiel con los ojos muy abiertos.
—Te llevaré a la familia Asterian.
—¿De verdad…? —preguntó Thiel, con el rostro cubierto de lágrimas.
—Sí, eso he dicho. ¿Te han engañado tanto que no lo crees? —respondió Iandros con fastidio.
Se rascó la cabeza antes de tocar suavemente la frente de Thiel y acostarla de nuevo.
—¿…?
Thiel se quedó perpleja mientras se acostaba en la cama de Iandros. Intentó levantarse de inmediato, pero Iandros la detuvo.
—Duerme un poco, si no te despiertas mañana, no te llevaré —dijo Iandros, cubriéndola bruscamente con la manta.
Thiel asintió repetidamente. Luego, agarró tímidamente el borde del cinturón de Iandros y habló.
—Yo, um… Realmente, gracias. Te debo mi vida, así que…
—¿Deberme qué?
—Aun así… eres mi salvador, entonces… ¿podrías decirme tu nombre?
Los ojos dorados de Thiel, aún llenos de lágrimas, brillaban bajo la luz de la luna en la oscuridad.
Iandros miró el rostro de Thiel con una expresión compleja, se frotó el rostro y respondió lentamente.
—…Iandros Cracion. Llámame Ian.
Los ojos de Thiel se agrandaron al conocer el nombre de su salvador.
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