⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Thiel estiró su pata hacia Olivier. Aprovechando la oportunidad, Olivier abrazó al pequeño leopardo de las nieves.
—Qué suave… no puedo creerlo.
—Solo inténtalo y verás —advirtió Ferdian en un tono frío, pero a la joven no le importó.
Sus adorables ojos rosados miraban al pequeño leopardo de las nieves en sus brazos.
—Thiel, ¿a ti también te gusto, verdad? ¿A que sí? ¿Verdad que te encanto?
—¡Miau!
¡Claro que me gusta! Thiel lamentaba no poder decirle directamente a Olivier, ya que estaba en su forma animal.
Cada vez que Olivier soltaba una carcajada, una suave brisa acariciaba el cuerpo de Thiel.
Qué refrescante…
El pequeño leopardo de las nieves, que había estado sacando la lengua todo el día por el calor, finalmente pudo soltar un agradable maullido.
—¿Thiel, te gusta Olivier? —preguntó Ferdian.
—Qué raro… No debería ser así. Es puro músculo. Si te abrazas a ella, debería ser incómodo y duro…
—¿Tienes ganas de morir, Rudian? —gruñó Olivier una vez más.
Un par de orejas de lobo grises aparecieron brevemente en su cabeza, pero desaparecieron rápidamente.
Fue consciente de que tenía a Thiel en sus brazos.
Sin embargo, Thiel no se asustó ni se encogió cuando Olivier gruñó.
Era lógico. El viento de Olivier estaba acariciando a Thiel con gentileza y cuidado.
Es tan amable, me encanta… pensó Thiel, ronroneando en los brazos de Olivier.
Ferdian y Rudian la miraban, sorprendidos.
—Thiel, nunca ronroneaste así cuando estabas en mis brazos —dijo Ferdian.
¿De verdad? Thiel movió los ojos de un lado a otro.
—¡Ni siquiera me dejaste abrazarte! —se quejó Rudian.
Eso era porque los brazos de Rudian eran más calurosos que los de Ferdian. Thiel parpadeó, fingiendo no escuchar las quejas de sus hermanos.
—¡Ja, ja, ja! ¡Creo que le gusto mucho más que a ustedes! Es tan linda, realmente linda. Thiel, ¿quieres venir a mi casa? Si quieres, ¡te daré la mejor habitación de la mansión! —dijo Olivier con entusiasmo.
—¿La mejor habitación? ¿No es la de tu padre? —preguntó Ferdian.
—¡Qué importa! Papá es un adulto, puede vivir sin la mejor habitación. Pero Thiel es un bebé, necesita lo mejor —respondió Olivier.
Si Stefano, el jefe de la familia Wolfgang y padre de Olivier, lo hubiera escuchado, habría lamentado cómo había criado a su hija.
Ferdian y Rudian negaron con la cabeza. Thiel, por su parte, seguía ronroneando, ignorando la conversación.
En ese momento, Ferdian habló con seriedad.
—Pero en serio, ¿por qué le gusta tanto a Thiel Olivier? No le suelen gustar los extraños.
—Eso digo yo. Además, no creo que estar en sus brazos sea cómodo. Mírala, se nota que nunca ha abrazado a un bebé —añadió Rudian.
—Me escuchan, ¿verdad? —dijo Olivier.
—Claro que sí, lo decimos para que escuches. Es que no lo entendemos. Sería genial si pudiéramos preguntarle a Thiel —dijo Ferdian, mirando a Thiel.
En su forma animal, no podían hablar con ella. Thiel parpadeó, frustrada.
¿Cómo les explico que el abrazo de Olivier es refrescante?
Pero no tuvo que decirlo. Olivier comenzó a reír a carcajadas, como si la respuesta fuera obvia.
—¿En serio no lo entienden? ¡Es porque mis brazos son frescos!
—¿Frescos? —preguntaron Ferdian y Rudian, sorprendidos.
—¡Sí! Ustedes dos, panteras tontas. Thiel es un leopardo de las nieves, obviamente está acostumbrada a vivir en lugares fríos —explicó Olivier, agitando las manos.
Al hacerlo, una brisa fresca salió de sus dedos, llenando la habitación y haciendo volar el cabello de Ferdian y el flequillo de Rudian.
Thiel asintió enérgicamente para confirmar las palabras de Olivier. ¡Sí, sí! ¡Olivier tiene razón!
—Ah… —murmuró Ferdian, recordando de repente que la mansión Asterian era más calurosa que otras—. No lo sabía… Thiel nunca lo mencionó —dijo.
—Yo tampoco sabía que los leopardos de las nieves eran tan sensibles al calor. No hasta que conocí a Rowen Nesstian —agregó Olivier.
Al escuchar el nombre de Rowen Nesstian, los ojos de Thiel se abrieron de par en par.
¿Rowen?
¿Por qué están hablando de Rowen?
Olivier continuó acariciando la pequeña espalda de Thiel mientras hablaba con una expresión de fastidio.
—La última vez, en una fiesta de té de quién sabe quién, alguien no paraba de quejarse de lo caluroso que estaba el lugar. Pensé que solo era una exageración, pero ahora, viendo a Thiel, creo que tal vez no estaba tan equivocada.
Thiel asintió. Seguramente Rowen realmente no soportaba el calor en ese momento.
A diferencia de Thiel, que tenía sangre mixta de pantera negra y leopardo de las nieves, Rowen era un leopardo de las nieves puro. ¡Su pelaje era mucho más largo y grueso que el de Thiel!
Así que probablemente aquel lugar le parecía realmente caluroso… aunque eso no justificaba su comportamiento.
—Thiel, si tenías calor, deberías habérmelo dicho —dijo Ferdian, llamando a un sirviente.
El sirviente llegó rápidamente e hizo una reverencia.
—¿Necesita algo, señor? —preguntó.
—Tráeme un poco de helado —ordenó Ferdian.
—¡Kyaa! ¡Helado! ¡Tráeme el doble, por favor! —exclamó Olivier.
—Tráele la mitad. Debería hacer dieta —dijo Rudian con sarcasmo.
—¡Eres imposible!
Rudian y Olivier comenzaron a discutir de nuevo. El sirviente, acostumbrado a la escena, murmuró:
—Cuatro helados, más para la señorita Olivier —y salió de la habitación.
Los ojos de Thiel, que había estado agotada por el calor, brillaron al escuchar la palabra ‘helado’.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
Iandros se sentó y sacó una pluma y tinta. Luego, se quedó mirando el pergamino vacío por un momento.
—¿Vas a escribir una carta? —preguntó Cedric suavemente.
Iandros negó con la cabeza.
—Voy a contactar a Madame Estella. ¿Está listo el mensajero? —preguntó.
—Sí, le he dado suficiente comida y agua, así que debería poder entregar la carta sin problemas —respondió Cedric.
Iandros asintió y comenzó a escribir fluidamente en el pergamino. En resumen, le pedía a Madame Estella que confeccionara un vestido para una niña que había conocido recientemente.
Cedric, echando un vistazo a lo que Iandros estaba escribiendo, le preguntó sorprendido:
—¿Va a regalarle a la señorita Thiel un vestido de Estella?
—Sí, lo prometí como regalo —respondió Iandros.
—Pero, Su Alteza… —Cedric titubeó, incómodo.
Estella era famosa por confeccionar ropa exclusivamente para la realeza y la nobleza de los distintos países. Nadie más, por mucho dinero que tuviera, podía vestir su ropa.
Así que usar un vestido de Estella significaba…
—Su Alteza, en mi opinión, no es una buena idea, especialmente ahora que se está eligiendo a la futura consorte del príncipe heredero… —dijo Cedric, preocupado.
—¿Y qué importa eso? Si quiero hacerle un regalo, se lo hago —dijo Iandros, ignorando la advertencia de Cedric.
Iandros sabía muy bien qué clase de rumores provocaría regalarle a Thiel un vestido de Estella.
Pero.
( Entonces, ¿qué tal si celebras tu cumpleaños en la mansión de los Asterian? A mis hermanos y a mi padre les encantaría. )
Le había propuesto Thiel.
Ella había sido la primera en hacerle una sugerencia así a Ian.
Claro, ¿quién en su sano juicio le sugeriría al príncipe heredero del Imperio que celebrara su cumpleaños en su casa?
Solo Thiel podría hacer tal propuesta.
Y a Ian le agradó esa idea.
Por más majestuosas que fueran las fiestas de cumpleaños, no llenaban su vacío interior. De hecho, cuanto más grandiosa era la celebración, más solo y miserable se sentía.
Nadie lo felicitaba de corazón ni quería estar realmente cerca de él…
Por eso había decidido cancelar su fiesta de cumpleaños este año.
( ¿Quieres cancelar la fiesta de cumpleaños? )
( Sí. )
Afortunadamente, el Emperador aceptó su sugerencia de cancelar la fiesta, ya que coincidía con el festival de Luminarias.
Iandros pensó que con eso era suficiente. No le importaban los cumpleaños.
Pero luego, una niña que ni siquiera sabía cuándo era su propio cumpleaños, y que nunca había sido felicitada en uno, le dijo:
( Sí, estaríamos tú, yo, mi hermano Ferdian, y mi hermano Rudian… )
Ella se preocupaba por él.
Cuando Ian tomó la mano de Thiel, sintió cómo la soledad que había pesado en su corazón comenzaba a derretirse.
Por eso quería darle todo lo que pudiera a Thiel.
—Thiel necesita un vestido —dijo.
Cualquier cosa que estuviera a su alcance, lo haría.
Esta vez, era un vestido.
El joven dobló cuidadosamente la carta, una vez que la tinta se hubo secado, la metió en un sobre, lo selló y se lo entregó a Cedric.
Luego sacó otra hoja de papel.
Esta vez, tenía la intención de escribir una carta.
La pluma de Ian comenzó a moverse suavemente sobre el papel, trazando palabras con fluidez mientras la tinta se impregnaba en él.
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