⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Thiel murmuró el nombre de Iandros varias veces, como si estuviera saboreándolo, y luego esbozó una amplia sonrisa.
Iandros la observó en silencio por un momento antes de girar la cabeza con cierta incomodidad y hacer un gesto con la mano.
—Vamos, transfórmate en tu forma de bestia —dijo Iandros con los brazos cruzados.
Thiel lo miró con cautela, esperando alguna señal. Iandros, impaciente, movió la barbilla, indicándole que se apurara.
—Vamos.
Al escuchar esas palabras, Thiel giró en su lugar.
En un instante, la pequeña niña desapareció, y un leopardo de las nieves apareció en su lugar.
Transformada en leopardo, Thiel corrió rápidamente hacia la cama, recogió el bulto de mantas que había traído consigo y lo dejó a los pies de Iandros.
—¿También quieres llevar esto? —preguntó Iandros, como si dudara de su importancia.
Thiel asintió con la cabeza.
Dentro de esto está el relicario de mamá, pensó Thiel.
Al ver la expresión decidida de la niña, Iandros suspiró y recogió el bulto de mantas. Solo entonces la expresión de Thiel se relajó un poco.
Entonces Iandros levantó la mano hacia el aire.
¡Fwhoosh!
Un destello de luz llenó la habitación, y Thiel cerró los ojos con fuerza por un momento antes de volver a abrirlos.
Wow…
Cuando vio lo que Iandros había creado, abrió la boca sorprendida.
Iandros había creado una abertura blanca en el aire.
Thiel, asombrada, dio un paso atrás. Nunca había visto un poder como ese, así que su reacción era natural.
Iandros lanzó el bulto de mantas dentro de la abertura.
—¡…!
Thiel abrió los ojos de par en par.
¡La manta ha desaparecido!
Aunque había visto a Iandros sosteniéndola, una vez que la arrojó dentro del agujero, la manta desapareció por completo.
Desconcertada, Thiel comenzó a dar vueltas alrededor del agujero, buscando el rastro de la manta, pero no encontró nada.
Al ver su reacción, Iandros metió la mano en el agujero.
—Mira, aquí está —dijo mientras sacaba el bulto de mantas sucias y se lo mostraba a Thiel—. Está perfectamente bien, ¿verdad?
—¿…Kying?
—Este es mi poder. Creo un espacio alterno que solo yo puedo abrir —explicó Iandros, señalando el agujero blanco en el aire.
Creación de espacio alterno.
Un poder que permitía al usuario crear un espacio propio, una habilidad que aún no estaba completamente entendida.
Eso era porque casi nadie en la historia del imperio había tenido este poder.
Hace mucho tiempo, una princesa había tenido la habilidad de crear espacios alternos, pero murió joven.
Y después de varios siglos, Iandros Cracion nació con ese mismo poder.
Pero aún había muchas cosas desconocidas sobre este don, ya que Iandros raramente lo mostraba.
La habilidad de Iandros, ‘creación de espacio alterno’, permitía guardar objetos y también llevar personas dentro de ese espacio.
Por supuesto, Thiel no sabía nada de esto. Aún asustada, retrocedió unos pasos.
Iandros, entendiendo su temor, creó un espacio alterno más pequeño en el aire y habló.
—Lo puedo abrir y cerrar en cualquier momento. Mientras yo esté vivo, no te perderás ahí dentro. Así que no te preocupes.
Al escuchar sus palabras, Thiel se acercó con cautela.
Apretando los labios, Thiel pensó para sí misma.
De todas formas, no tengo otra opción.
Incluso si acabara atrapada para siempre dentro de ese espacio, tenía que entrar.
Si demoraba más tiempo, los sirvientes vendrían a buscar a Iandros, y si la encontraban, la llevarían de vuelta.
De vuelta a ese desván.
Decidida, Thiel miró a Iandros con ojos brillantes.
Extendió su pequeña pata hacia él.
Al ver ese gesto, los labios de Iandros se curvaron en una suave sonrisa.
Él levantó a Thiel en sus brazos.
—No tengas tanto miedo. Te sacaré pronto —dijo mientras la metía con cuidado en el espacio alterno.
Thiel cerró los ojos con fuerza por reflejo.
En ese momento.
—¿Eh?
Sintió que la mano de Iandros, que antes sostenía su costado, desaparecía, y la entrada del espacio se cerraba lentamente.
Thiel miró a su alrededor, sorprendida. Tomó una bocanada de aire.
—…¿Qué es este lugar?
El espacio alterno de Iandros.
Era un lugar completamente desordenado.
Contrario a la imagen calmada que Iandros mostraba, su espacio alterno se parecía a una mansión en ruinas.
Había muñecos descosidos tirados por todas partes, y libros desgarrados esparcidos por el suelo.
También había juguetes viejos y rotos. Sin pensarlo, Thiel extendió su pata hacia uno de los muñecos desgastados.
En ese instante.
¡Ah!
El muñeco desapareció sin dejar rastro en cuanto su pata lo tocó.
Thiel, asustada, retrajo su pata rápidamente y pensó para sí misma.
No debo tocar nada.
Parecía que todo lo que tocara desaparecería. Con cuidado, Thiel se acomodó en una esquina para no destruir el espacio.
Afortunadamente, en un rincón de la caótica habitación, había un cojín suave y hermoso que contrastaba con el resto del lugar.
Con esperanza, Thiel tocó el cojín con su pata.
Este no desaparece.
A diferencia de los otros objetos, el cojín no desapareció al tocarlo. Aunque no encajaba con el entorno, Thiel no dudó en subirse al cojín.
Enrolló su cuerpo sobre él y parpadeó lentamente.
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—Espero que su estancia haya sido agradable —dijo Zender, sonriendo mientras levantaba la taza de té lentamente frente a sus invitados.
Aunque su rostro mostraba una sonrisa, por dentro estaba ardiendo de frustración.
¡Maldita sea, maldita sea!
Zender apretaba los dientes mientras pensaba en su pequeña y despreciable nieta.
Thiel.
Una mocosa mestiza que no servía para nada.
Debería haberla desechado hace mucho tiempo, pero la mantuvo con vida por su hija, Lena.
Y ahora había causado problemas.
La noche anterior, se había escapado de su habitación y causado un alboroto en la mansión.
¡Y justo en un día tan importante!
No fueron pocos los sirvientes que vieron a esa pequeña, Thiel, entrar sin miedo en el pabellón donde se alojaban los invitados del Palacio Imperial.
Aunque Zender había dado la orden de registrar el pabellón con el permiso de los huéspedes, al final no encontraron a Thiel.
Y ahora, seguramente seguía escondida en algún lugar de la mansión como un ratón. Zender apretaba el asa de la taza de té con tanta fuerza que parecía que la iba a romper mientras rechinaba los dientes.
Esa mocosa, si la atrapo…
Hasta los siete años, nunca había salido de su habitación por sí sola. Esa despreocupación en su vigilancia había causado problemas ahora.
Zender miró de reojo al hombre que tenía delante, esperando que el incidente de anoche no hubiera perturbado su humor.
Cedric Yovino.
Era el ayudante del Emperador y un huésped del palacio, que había visitado la mansión para evaluar si su nieta, Rowen Nesstian, era apta para ser la prometida del príncipe heredero.
Durante el último mes, Zender se había esforzado al máximo por atender bien a Cedric.
Pero esa mocosa, Thiel, lo había arruinado todo.
Cedric, aparentemente ajeno a los pensamientos de Zender, tomó un sorbo de té tranquilamente y dijo:
—Gracias a su hospitalidad, me he sentido cómodo durante mi estancia. Transmita mis agradecimientos al jefe de la familia Nesstian.
Al oír esas palabras, el rostro de Zender se iluminó.
—Me alegra oír eso. Antes de que se marche, ¿le gustaría ver a Rowen una vez más…?
Clack.
Cedric bajó la taza de té con un ruido audible.
—La señorita Rowen está bien. Es hora de irme, tenemos un largo camino por delante. Espero que podamos volver a vernos. Si visita la capital, estaré encantado de recibirle.
Cedric se levantó abruptamente. Justo en ese momento, la puerta del salón donde conversaban Zender y Cedric se abrió de golpe.
—¡Abuelo!
La intrusa inesperada no era otra que la nieta de Zender, Rowen.
La encantadora joven, con su brillante cabello plateado, entró en la habitación con gracia.
—Oh, Rowen, querida. Espera un momento…
Zender intentó detener a su nieta, pero fue inútil.
Cedric frunció el ceño ante la impertinencia de Rowen al irrumpir sin llamar.
Dándose cuenta de que Cedric estaba molesto, Zender intentó desesperadamente sacar a su nieta de la habitación, pero tratar con la obstinada Rowen era difícil.
Zender miró a la sirvienta detrás de Rowen y con una mirada preguntó: ¿Dónde está Cornelia?
Pero la sirvienta no entendió.
—Abuelo, ¿el invitado ya se va? ¿Dijo que me encontraba encantadora?
Rowen preguntó mientras agarraba la mano de Zender, sonriendo ampliamente.
El joven guardia que estaba junto a Cedric frunció el ceño ante la conducta insolente de Rowen, pero nadie en la sala se dio cuenta.
Cedric suspiró e intentó poner fin a la situación.
—Sí, señorita Rowen. Fue un placer conocerte. Que la bendición de Cracion te acompañe.
La frase de Cedric implicaba que no habría más encuentros, deseándole suerte en su vida.
Sin embargo, la joven Rowen no entendió el verdadero significado de sus palabras.
—Sí, ¿y cuándo nos volveremos a ver? ¿Cuándo visitará de nuevo mi mansión?
—Rowen, basta…
Zender, entendiendo lo que realmente había querido decir Cedric, intentó detenerla con un rostro pálido, pero fue en vano.
—Abuelo, ¡quiero ir a la capital! ¿Puedo ir con el invitado a la capital?
El vestido de Rowen ondeaba a su alrededor.
Cedric no respondió más a la niña.
El silencio cayó sobre la sala. Finalmente, Cedric rompió el incómodo silencio.
—Es hora de irme.
Al oír esto, Zender, pálido como un fantasma, lo siguió para despedirlo.
Por supuesto, Rowen, que aún no comprendía la situación, seguía aferrada a ellos.
El joven guardia, que estaba junto a Cedric, miró a Rowen con desdén mientras ella saltaba alrededor de ellos.
Bajo su gorra, brilló por un instante su cabello dorado, que rápidamente volvió a ocultarse.
Los sirvientes de la mansión Nesstian se alinearon, inclinándose para despedirlos.
Cedric, su guardia y los demás invitados del palacio subieron al carruaje mientras los sirvientes de la mansión les rendían homenaje.
Zender sudaba a mares mientras intentaba contener a su nieta, que insistía en subir al carruaje imperial.
—Que la bendición de Cracion acompañe a la casa Nesstian.
—Que la bendición de Cracion…
¡Bang!
Pero antes de que Zender pudiera terminar su despedida, el joven guardia cerró la puerta de golpe.
Aunque fue un gesto bastante grosero, Zender, impactado por los recientes eventos, no tuvo tiempo de pensar en ello.
El carruaje partió apresuradamente.
Tan pronto como se alejaron de la mansión, Iandros, que había estado disfrazado de guardia, se quitó la gorra y murmuró:
—Maldita sea, ¿por qué hablan tanto?
—El jefe de la familia Nesstian. No deberías hablar así de ellos.
Cedric lo reprendió lentamente, pero Iandros no pareció preocuparse mientras sacudía su cabello.
—Tch, de todas formas. Ya dije que no me gusta todo este asunto de los matrimonios arreglados…
Iandros Cracion necesitaba encontrar a su pareja cuanto antes.
En este momento, Iandros estaba en una situación inestable.
El tamaño del poder que Iandros poseía era demasiado grande para que su cuerpo lo soportara.
Si seguía así, podría descontrolarse. Por eso debía encontrar una pareja y establecer un vínculo con ella.
A través del vínculo, la pareja podía compartir el poder.
Sin embargo…
Las familias que no eran líderes de sus clanes intentaban aprovecharse de la situación para emparentarse con la familia imperial y ganar poder.
Esta situación se repetía constantemente. Zender era uno de esos hombres. Iandros estaba harto de todo esto.
Dándose cuenta del mal humor de Iandros, Cedric cambió rápidamente de tema.
—Por cierto, parece que el jefe de la familia Nesstian está nervioso. Tal vez tenga algo que ver con el incidente de anoche…
Iandros puso una expresión de haber comprendido algo.
—Ah, es cierto.
Iandros llevó un dedo a sus labios y extendió la mano hacia el aire.
Cedric lo miró en silencio.
¡Paaah-!
Un espacio vacío brillante de color blanco ondulaba de manera inestable en el aire. Cedric observó el espacio vacío que Iandros había creado.
Iandros metió ambas manos en el espacio vacío. Y…
—¿…?
—…Kkiing.
De repente, sacó un pequeño bebé de peluche de la caja.
—¿Yo, Su Alteza?
Cedric abrió los ojos sorprendido.
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