⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—…Ja, ja.
Al regresar al palacio, Ian abrió con cuidado el regalo de Thiel, y una suave risa escapó de sus labios.
La caja del regalo era del tamaño del cuerpo de Thiel.
Sin embargo, lo que había dentro era sorprendentemente pequeño.
Todo lo demás era simplemente material de relleno para proteger ese pequeño objeto.
Ian sostuvo el regalo de Thiel en sus manos y lo miró en silencio.
( ¡Sí! ¡Por favor, asegúrese de decirme si le gustó el regalo cuando nos volvamos a ver! )
¿Le gustó?
Podía responder sin ninguna duda. Lo que Thiel le había regalado era…
Un pequeño relicario que, como ella, brillaba con luz propia, incluso en soledad.
¿De dónde lo habrá sacado?
Probablemente era uno de los relicarios que Asterian poseía. O tal vez se lo habían conseguido allí…
Pero aunque Alpheus o Karthus hubieran conseguido el objeto, el hecho de pensar en este regalo fue sin duda obra de Thiel.
Eso estaba claro.
—Thiel es…
Ella era la única persona que había entrado en su espacio dimensional.
Ian no dejaba entrar a nadie en su espacio. Era algo obvio.
En primer lugar, no había nadie lo suficientemente cercano como para invitarlo allí, y además, ese espacio era la parte más oscura de sí mismo que no deseaba mostrarle a nadie.
Quizás por eso…
Dentro de ese espacio, ninguna luz podía iluminar los alrededores.
Las velas se apagaban, y los relicarios que brillaban incluso en la oscuridad perdían su luz en cuanto entraban allí.
Por eso Ian había renunciado a llevar luz a ese lugar.
Lo único que agradecía era que, aunque fuera débilmente, entraba un rayo de luz de la luna.
Pero eso no era suficiente para iluminar ese lugar.
El espacio de Ian era vasto, oscuro y además…
Solitario.
Y fue en ese lugar donde permitió entrar a Thiel. No sabía qué estaba pensando en ese momento. Tal vez lo hizo sin pensarlo mucho.
Y Thiel probablemente se dio cuenta.
Se dio cuenta de que en ese espacio ninguna luz podía sobrevivir.
Thiel es luz por sí misma.
Así que, sin que nadie se lo explicara, debió entenderlo por sí sola. Comprendió que en el espacio de Ian, la luz no podía existir.
Por eso preparó un regalo como este. Ian podía imaginarse lo que Thiel había pensado al prepararlo.
Iandros sostuvo el relicario en sus manos.
La esfera redonda, como la cabeza de Thiel, brillaba constantemente, sin detenerse, como lo hacía ella.
Él miró el relicario en su mano.
De todas formas…
De todas formas, si lo llevaba adentro, perdería su brillo.
Y ya nunca más volvería a brillar. ¿No sería mejor dejarlo en la ventana?
Pensando así, los ojos de Ian se oscurecieron.
No podría soportar ver cómo incluso el regalo de Thiel perdía su luz.
Nadie sabía qué pensamientos cruzaron por la mente de Ian mientras miraba aquella mansión donde ninguna luz podía encenderse.
Nadie sabía qué había renunciado a conseguir en ese lugar…
Y esa renuncia llenaba a Ian de temor.
Ese era el regalo de Thiel. La idea de llevar ese preciado regalo a un lugar donde perdería su luz lo horrorizaba.
En ese momento…
¡Brilló!
Dentro del relicario, pequeñas luces chocaron entre sí y produjeron una luz mayor. Ian parpadeó.
Era una luz intensa. Lo suficientemente fuerte como para iluminar toda una habitación oscura.
Pero no cegaba.
La luz, que se parecía a la de Thiel, envolvía todo con una calidez tal que no resultaba deslumbrante.
Además…
¡Fiuuu!
Como si intentara consolarlo y decirle que no temiera, la luz seguía brillando en sus manos. La cálida luz se filtraba continuamente entre sus dedos.
—Ja, ja, ja…
Ian rió.
Su voz sonaba como si hubiera sentido un pequeño alivio.
Era como si estuviera intentando consolar a su yo asustado.
¿Cómo podía parecerse tanto a ella? Era como si Thiel…
Como si Thiel le hubiera dado un pedazo de su propia luz.
Ian tomó una decisión. Sostuvo el relicario con cuidado antes de dejarlo.
Agitó su mano, y el espacio dimensional de Ian apareció en el aire.
A diferencia de otras veces, el joven vaciló un poco antes de dar un paso hacia adentro.
Y llevó consigo el regalo de Thiel, que aún sostenía en sus manos.
El oscuro espacio dimensional se iluminó por un momento. Pero solo por un momento.
—…Lo sabía.
El relicario empezó a perder su luz. No era diferente de los demás relicarios.
Todos los que Ian había llevado adentro antes también brillaban al principio, pero luego su luz se desvanecía lentamente.
Ian cerró los ojos. Había sido inútil. No debía haber tenido ninguna expectativa. Lo sabía bien.
Pero aún así, había esperado.
Aunque sabía que acabaría decepcionado, como siempre.
Iandros abrió los ojos lentamente. Tenía la intención de observar hasta el final cómo la luz, que se parecía a Thiel, se desvanecía.
La luz se fue apagando. La luz que al principio iluminaba toda una habitación ahora solo iluminaba a Iandros.
Y entonces…
—…¿Eh?
Iandros miró el relicario con asombro.
Era el momento en que la luz debería haberse apagado por completo. La luz ya no podía iluminar siquiera a Iandros.
Las partículas de luz dentro de la esfera titilaban como si estuvieran a punto de apagarse.
Pero no se apagaron.
—¡…!
Esperó un rato más. Seguía igual. La luz no se apagaba.
Seguía iluminando la oscuridad.
Aunque sólo alcanzaba un pequeño espacio, la luz seguía siendo luz. Estaba iluminando la oscuridad.
Las partículas de luz titilaban, pareciendo apagarse en cualquier momento, pero nunca lo hicieron. Desesperadamente seguían iluminando los alrededores.
Iandros se dejó caer al suelo. Nadie le diría nada. Ese era su espacio dimensional.
Ian estaba completamente solo en ese lugar.
Pero ahora ya no estaba solo.
Ian abrazó el regalo de Thiel. La escena parecía bastante desesperada. Sus ojos color esmeralda brillaban bajo la luz.
—No se apagó…
Murmuró.
La luz débil seguía disipando la oscuridad desde el abrazo de Ian.
Ian inclinó profundamente la cabeza.
Sus hombros temblaron por un momento.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
—Ria, ¿de verdad estará bien?
Thiel preguntó con una expresión ansiosa.
Ya era la décima vez que lo preguntaba, pero Ria, sin mostrar señales de molestia, sonrió brillantemente y respondió.
—Por supuesto, señorita. Le encantará.
—¿De verdad? Mmm, eso espero…
Regalar algo es realmente difícil. Thiel se dio cuenta de lo complicado que era dar un regalo. Al mismo tiempo, también pensó que Alpheus y Karthus eran increíbles por darle regalos todos los días.
—No se preocupe, señorita. Es un regalo que preparó con mucho esfuerzo. Seguro que le hará muy feliz.
—Sí, pensaré en positivo.
Thiel asintió con la cabeza.
Había sido un regalo preparado con mucho esfuerzo.
Después de todo, Ian era el príncipe heredero del imperio. No necesitaba algo común.
Pero tampoco necesitaba algo valioso. El palacio imperial ya estaba lleno de los tesoros más preciados del imperio.
Mientras pensaba en esto, Thiel recordó el día en que conoció a Ian.
El espacio dimensional de Ian, que no tenía ni un rastro de luz.
El espacio lleno de candelabros apagados y velas que no se encendían.
Tan pronto como lo recordó, Thiel supo qué debía regalarle.
Corrió directamente hacia Karthus y le dijo:
( Quiero regalarle algo que brille. )
Karthus, después de pensarlo un momento, sacó un joyero que estaba guardado en algún lugar del almacén de la familia Asterian.
Dentro había un pequeño relicario.
( Es un relicario que emite luz por sí mismo. Es valioso, así que será un regalo digno del príncipe heredero. )
Thiel estaba feliz y llevó el regalo con ella. Y entonces…
—Honestamente, no pensé que funcionaría.
Thiel murmuró con una voz sorprendida.
Thiel había infundido una pequeña cantidad de su poder en el relicario.
En realidad, quería ponerle un poco más, pero como aún no dominaba bien sus habilidades, solo pudo imbuirle un poco.
Sin embargo, Thiel lo había logrado. Había pasado tres días completos trabajando en ello.
El relicario, que ya emitía luz por sí mismo, ahora brillaba un poco más gracias al poder de Thiel.
Cuando imaginaba a Iandros mirando el regalo y sonriendo, una cálida luz brotaba de lo más profundo de su corazón.
Aun así, no dejó que Ian abriera el regalo en ese momento porque…
Siempre existe el ‘por si acaso’.
Por si acaso a Ian no le gustaba.
Si eso pasara, Thiel se sentiría un poco triste. Esa fue la razón.
Pero, al mismo tiempo, había algo de decepción por no haber podido ver su reacción. Después de todo el esfuerzo que puso en prepararlo, eso lo hacía aún más significativo.
Mmm, no hay nada que hacer.
Ya había pasado. No servía de nada seguir pensándolo.
En lugar de arrepentirse, Thiel se arrodilló y extendió las manos.
Ria, quien había notado rápidamente que la señorita estaba a punto de practicar sus habilidades, apagó las luces y salió de la habitación.
Thiel cerró los ojos. Sintió como si una cálida brisa soplara.
Con cuidado, la niña usó su poder.
¡Fiuuu!
En ese momento, una luz cálida y brillante estalló en sus manos.
Era una luz exactamente igual a la que Ian había abrazado.
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