⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—… ¡Wilhelm!
Alpheus rechinó los dientes. Observaba al Emperador, que estaba de pie frente a su nieta, con los ojos abiertos de par en par.
Las intenciones del Emperador eran tan claras que resultaban excesivas.
Luminaria era un festival de los humanos-bestia dedicado a Lysette, la diosa de la luz.
Al mostrar a Thiel, quien había manifestado la habilidad de la luz, en ese evento, el Emperador quería grabar en la mente de todos que esta niña era digna de ser la compañera del príncipe heredero.
—¡Wilhelm, al final…!
Sin importar la voluntad de Thiel o la de los Asterian, Wilhelm actuaba por puro deseo personal.
El rostro de Alpheus se contorsionó de ira. En contraste, Karthus parecía completamente tranquilo y sereno.
Sin embargo, Alpheus sabía que Karthus era más peligroso cuando mostraba esa expresión.
Si lo dejaba seguir, su hijo parecía tener la determinación de derrocar al Emperador.
Al ver el brillo asesino en los ojos de su hijo, Alpheus levantó la mano discretamente para calmar a Karthus.
—No lo hagas.
Karthus miró a Alpheus brevemente y luego asintió lentamente. Era una promesa de que no intervendría.
Todas las miradas y oídos estaban puestos en Thiel Asterian, la pequeña niña.
Rudian aún no entendía la situación, levantando las cejas con desconcierto, mientras Ferdian, ya captando la gravedad del momento, miraba a Iandros con los ojos entrecerrados.
Y entonces.
—¿Yo?
Thiel, de espaldas a los Asterian, miró directamente al Emperador y preguntó.
Sabía que era una gran falta de respeto mirar al Emperador durante tanto tiempo, pero no podía apartar la vista de él.
Alpheus y Karthus le habían prometido que no tendría que intervenir en Luminaria.
Si algo así ocurría, los Asterian lo impedirían.
Pero entonces…
¿Qué está pasando aquí…?
Por suerte, Thiel comprendió rápidamente la situación.
Al ver que los Asterian permanecían en silencio, se dio cuenta de que ellos tampoco podían intervenir fácilmente.
Thiel rodó sus grandes ojos y miró hacia Iandros.
Él también miraba al Emperador con una expresión rígida, pero cuando sus ojos se encontraron con los de Thiel, le saludó con un parpadeo.
Al encontrarse con la mirada de Iandros, Thiel sintió un poco de fortaleza.
—Vamos.
El Emperador apremió a la niña. Los grandes ojos dorados de Thiel miraron fijamente a Wilhelm Durand Cracion.
La niña asintió y, con cautela, se dio la vuelta.
Miles de ciudadanos del imperio la observaban.
Al encontrarse con cientos, quizás miles de pares de ojos, su corazón se hundió.
Incluso los generales experimentados tragaban saliva cuando se enfrentaban a una multitud. Thiel, que solo tenía siete años, ¿cómo no iba a sentirse intimidada?
Además, nunca había visto una multitud tan grande. Parpadeó confundida por un momento antes de juntar las manos.
¿Podré hacerlo?
Nunca había usado su habilidad frente a tanta gente, y eso la asustaba.
Pero Thiel sacudió la cabeza ligeramente para despejar esos pensamientos.
Había practicado mucho. Podía hacerlo.
Delante de ella, estaban los leopardos de nieve de Nesstian, quienes la habían ignorado y maltratado.
Y detrás de ella, estaban los Asterian, su familia, quienes le habían prometido protegerla y confiar en ella hasta el final.
Thiel cerró lentamente los ojos.
¡Paaaah!
Desde las pequeñas manos de la niña, surgió una luz tenue.
Era una luz tan pequeña que, si no se miraba de cerca, no se notaría.
—……
—……
Por un instante, todo quedó en silencio.
¿Está… funcionando?
Se oyó un murmullo en algún lugar.
—¡Chist! ¡Cállate!
Alguien le dio un codazo para que guardara silencio.
En sus pequeñas manos, la luz cálida del mundo se concentró lentamente y empezó a brillar intensamente.
Thiel abrió los ojos.
Cuando sus párpados se levantaron, sus ojos dorados de leopardo negro, resplandecientes bajo la luz, se revelaron.
Y entonces.
—¡…!
La pequeña luz que había brillado débilmente en sus manos comenzó a expandirse poco a poco.
Todos lo vieron claramente. La luz floreciendo como una flor en las manos de la pequeña niña.
—¡Eso es…!
Se escuchó un grito sorprendido desde algún lugar, pero Thiel no detuvo su habilidad.
Como el nacimiento de la vida, las partículas de luz que habían emergido comenzaron a girar lentamente a su alrededor.
Las largas trayectorias de luz decoraron la oscura noche con un brillo impresionante.
—¡Que comience!
Tan pronto como el Emperador dio la orden, los líderes de cada familia desataron sus habilidades.
De las manos de Nesstian surgieron brillantes y afilados cristales de hielo.
De las manos de Wolfgang, un viento enorme que parecía capaz de arrasar con todo.
De las manos de Iker, un relámpago que, a simple vista, podría confundirse con luz.
De las manos de Arne, una pequeña planta que parecía estar a punto de dar fruto.
Y de las manos de Asterian, llamas intensas y poderosas que parecían capaces de quemar todo.
Cinco habilidades diferentes florecieron al mismo tiempo. Cinco poderes distintos decoraron el cielo nocturno como si fuesen flores.
Y entonces.
—¡Mira eso! ¡Mira!
Alguien gritó señalando a la pequeña niña. Todas las miradas se volvieron hacia ella.
Las partículas de luz que giraban a su alrededor comenzaron a tomar forma, transformándose en pequeños peces.
—¡…!
Seis pequeños peces, que acababan de nacer en las manos de Thiel, nadaban alrededor de ella, como si reconocieran a su dueña.
¡Paaaah-!!
Los peces nadaron por el cielo nocturno, flotando frente a cada una de las familias que estaban usando sus habilidades.
Luego comenzaron a girar alrededor de los cristales de hielo, el viento gigante, los rayos, el retoño y las llamas.
Como si supieran exactamente lo que debían hacer.
Thiel no tenía que hacer nada más.
Solo necesitaba usar su habilidad, y los peces harían el resto por sí solos.
Uno de los peces que había quedado flotando sobre la cabeza de Thiel absorbió la luz a su alrededor, aumentando de tamaño.
Y de pronto…
—¡…!
Se elevó y tomó posición en el centro del cielo nocturno, como si estuviera a punto de ahuyentar la oscuridad.
En ese instante, los líderes de cada familia detonaron sus habilidades al unísono.
Los peces de Thiel estallaron en el cielo nocturno, derramándose como polvo de estrellas sobre las cabezas de la multitud.
Fue perfecto.
Una ceremonia de apertura completamente perfecta.
La habilidad de Thiel transmitió claramente, en lugar de su dueña, el mensaje a todos.
Que la dueña de la luz había regresado.
Que ya no había lugar para la oscuridad en esta tierra…
—¡Que comience Luminaria!
Antes de que se desvaneciera la emoción, el Emperador gritó con fuerza. Un rugido gigantesco surgió de todas partes.
La luz en las manos de Thiel desapareció. La niña miró asombrada a las personas que aplaudían con los ojos bien abiertos.
—Thiel.
—¡Ah! ¡Qué susto…!
Iandros puso una mano sobre el hombro de Thiel. Ella se encogió sorprendida, pero al ver que era él, se relajó.
—¡Iandros! ¿Lo hice bien?
—Sí, lo hiciste maravillosamente. Ahora ve con tus hermanos.
Iandros prácticamente empujó a Thiel, apresurándola. Mientras la empujaba, ella ladeó la cabeza, confundida.
¿Habré hecho algo mal?
¡Iandros nunca era así de frío!
Normalmente, él le habría acariciado la cabeza y la habría elogiado por hacerlo bien.
Pero ahora, parecía desesperado por sacarla de allí lo más rápido posible. Thiel siguió siendo empujada, con los ojos rodando de asombro.
Entonces.
—Espera.
La voz del Emperador sonó a sus espaldas. Thiel se detuvo abruptamente y se giró.
—¿Su Majestad…?
—Thiel, lo has hecho realmente bien.
Wilhelm dio un paso adelante, sonriendo con una expresión bondadosa. Aunque Thiel estaba algo asustada, no retrocedió y asintió con la cabeza.
—Sí, gracias, Su Majestad.
—Había escuchado que habías manifestado la habilidad de la luz, pero no imaginaba que sería tan magnífica.
En ese momento, Alpheus apareció de repente y puso una mano sobre el hombro de Thiel.
—¡Abuelo…!
Thiel levantó la cabeza para mirarlo.
El rostro de Alpheus estaba rígido.
Era la primera vez que Thiel veía a su abuelo con una expresión tan severa, y al darse cuenta de que algo no estaba bien, apretó con fuerza su mano.
—Thiel, ve con Karthus.
—¿Eh? Pero Su Majestad…
—Puedes irte.
El Emperador le dio su permiso.
Thiel asintió y corrió rápidamente hacia su padre y sus hermanos, que la esperaban.
Wilhelm, quien la observaba con calma, habló lentamente.
—Alpheus.
—Su Majestad.
Alpheus interrumpió al Emperador.
Algo que normalmente jamás se habría permitido, incluso para alguien tan poderoso como los Asterian.
Pero ni el Emperador, ni Alpheus, ni nadie parecía preocuparse por eso.
Alpheus miró directamente al Emperador y dijo:
—Le dije que mi nieta no.
Su voz era tan clara que incluso Thiel, que corría hacia los Asterian, pudo oírla con total claridad.
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