⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
La mansión de la familia Asterian se sumió en el caos.
El viejo mayordomo, tras confirmar el color de los ojos de Thiel, se marchó apresuradamente diciendo que iría a buscar al jefe de la familia y al Marqués. Mientras tanto, las sirvientas guiaron a Cedric, Iandros y Thiel a la sala de estar.
Thiel sintió alivio al ver que los amables Iandros y Cedric la acompañaban hasta la sala. Al principio, había decidido que no quería causarles más molestias y que haría todo por su cuenta. Pero…
Gulp.
Thiel tragó saliva mientras miraba el techo de la mansión. Un majestuoso candelabro incrustado con zafiros colgaba sobre su cabeza, reflejándose en sus pequeños ojos dorados. Al girar un poco la vista, vio el lujoso papel tapiz dorado que cubría las paredes.
…Es enorme.
Todo en la mansión Asterian, desde el candelabro, la escultura en la entrada, hasta la elaborada puerta principal, era mucho más grande y grandioso que en la Mansión Nesstian.
La pequeña niña se había sentido abrumada desde que puso un pie en la entrada, inclinando la cabeza con timidez. Sentía que no sería capaz de enfrentarse al Duque de Asterian, ni siquiera de decir que era su hija.
En medio de esa situación, la compañía de Iandros y Cedric fue como una pequeña salvación para Thiel.
Levantó la vista hacia Iandros, quien caminaba a su lado sujetando su mano con firmeza. Quería recordar el rostro amable de su salvador, al menos un poco más, porque tal vez no volvería a verlo.
Iandros y Cedric parecían pensar que la familia Asterian la recibiría cálidamente.
…Pero en realidad, no es así.
Zender siempre le repetía que los Asterian la odiaban profundamente. Decía que, dado que su madre había muerto al nacer ella, era natural que la familia Asterian la detestara.
En el fondo, Thiel estaba de acuerdo. Si ella misma sentía culpa por la muerte de su madre, ¿cómo no lo harían los demás?
Así que Thiel sabía que no sería recibida como la ‘hija menor’ de la familia Asterian. Sin embargo, decirlo en voz alta la haría llorar, y también se sentiría como si estuviera traicionando a Iandros y Cedric, por lo que decidió mantener la boca cerrada.
Cuando llegaron a la sala de estar, Iandros señaló el centro del suave sofá y dijo:
—Siéntate aquí.
—Puedo quedarme de pie…
Sin embargo, Iandros no respondió. Simplemente levantó a Thiel y la sentó en el sofá.
—¡Pe- pero!
—Cállate y siéntate. Si todos están sentados y la protagonista está de pie, sería raro —Dijo Iandros mientras la detenía fácilmente cuando intentó levantarse.
Thiel, al escuchar sus palabras, pensó que tenía razón, así que se quedó sentada educadamente con las manos juntas.
Poco después, las sirvientas de Asterian entraron en la sala empujando una bandeja con té, algunas galletas y varios jugos apropiados para una niña de siete años. Colocaron un pequeño plato frente a Thiel y le sirvieron un par de galletas de chocolate con malvaviscos.
Thiel, con la boca ligeramente abierta, miró las galletas y luego a Iandros. Estaba hambrienta. Durante el viaje, había insistido en comer solo el pan que había traído, pero no se arrepentía. De verdad pensaba que no podía causarles más molestias a Iandros y Cedric.
Sin embargo, al ver las galletas de chocolate frente a ella, no pudo evitar tragar saliva. Era inevitable, pues Thiel seguía siendo una niña y tenía hambre.
Al ver la expresión de Thiel, Iandros suspiró y tomó una galleta del plato que estaba frente a ella.
—Toma, cómela.
Cedric añadió:
—Coma, señorita Thiel. Las sirvientas las han preparado para que se sienta cómoda.
Sin embargo, Thiel negó con la cabeza, preocupada por lo que las sirvientas pudieran pensar. No quería que la recordaran como una niña desconsiderada, especialmente sabiendo que pronto podrían empezar a odiarla.
Al ver que Thiel seguía sin abrir la boca, Iandros despidió a las sirvientas, aún sosteniendo la galleta en una mano. Las sirvientas, que estaban de pie con la bandeja, salieron de la sala una tras otra.
Ahora, en la gran sala de estar solo quedaban Cedric, Iandros y Thiel, sentados juntos. Iandros volvió a acercar la galleta a la boca de Thiel y dijo:
—Ahora ya está bien, come.
Thiel se dio cuenta entonces de que Iandros había hecho marchar a las sirvientas como un gesto de amabilidad hacia ella. No quería ignorar su bondad, así que tomó la galleta con ambas manos y dio un pequeño mordisco.
A pesar de lo pequeño que fue, no tardó mucho en que el dulce y ligeramente amargo sabor de la galleta de chocolate se extendiera por su boca.
Era la primera vez que probaba una galleta de chocolate, y Thiel abrió los ojos de sorpresa.
Pero entonces…
¡Bang!
La puerta de la sala se abrió bruscamente. Thiel soltó la galleta que estaba comiendo y miró hacia el lugar de donde provenía el ruido.
Un hombre con el cabello negro como la noche y ojos dorados, símbolo del leopardo negro, entró en la sala con pasos decididos.
—Marqués Celeste.
Cedric fue el primero en levantarse.
Al escuchar esas palabras, Thiel supo quién era el hombre.
Ese hombre…
Es mi padre.
Karthus Celeste Asterian.
Thiel había oído hablar de él por su abuelo, Zender. Decía que era alguien arrogante y presuntuoso, sin ningún sentido de su lugar o sus límites.
…Muy parecido a ella.
Tal vez porque sabía que él la odiaba, el pequeño corazón de Thiel comenzó a latir con fuerza. La niña juntó sus manos y miró hacia arriba al hombre que se había detenido frente a ella.
Él la miraba con una mezcla de confusión, como si no pudiera entender la situación. Su mirada pesada y dominante aplastaba a la pequeña niña.
Por un momento, un pesado silencio llenó la sala.
Karthus fue el primero en romperlo.
—…Tú eres…
Su voz temblaba, y parecía incapaz de continuar hablando.
Sin embargo, Iandros y Cedric sabían lo que Karthus estaba intentando preguntar pero no lograba decir.
Quería saber si realmente esa niña era su hija. La hija que había guardado en lo más profundo de su corazón tras la muerte de Lena Nesstian, sin atreverse siquiera a esperar que siguiera con vida.
Pero Thiel no lo veía de esa manera. O, más bien, no podía verlo así.
Ella estaba convencida de que la familia Asterian la odiaba. Pensaba que la razón por la que Karthus no podía continuar hablando era porque estaba enfadado al verla.
La expresión rígida en su rostro, para cualquiera, parecía la de alguien enfadado.
Thiel conocía bien esa expresión. Era la única que había visto durante los últimos años.
Aunque había esperado que Karthus se enfadara, enfrentarse a él en persona hizo que su mente se quedara en blanco. Todo lo que había practicado desapareció de su mente, y solo quería suplicar por su vida.
Pero Thiel se controló. Había llegado hasta aquí gracias a Iandros y Cedric, no podía ser enviada de regreso a Nesstian.
Así que decidió armarse de valor.
Antes de que Karthus pudiera decir algo, Thiel tomó la iniciativa.
—…Mi… mi madre se llamaba Lena Nesstian.
Los ojos dorados de Thiel, que brillaban reflejando la luz del sol, eran del mismo color que los de Karthus.
—…E-esto…
Thiel sacó torpemente el collar que llevaba bien agarrado y se lo tendió a Karthus.
El collar, que había sostenido durante tanto tiempo, todavía conservaba el calor de sus manos.
Karthus, sin decir una palabra, aceptó el collar con manos temblorosas.
—Esto es…
No necesitaba abrir el relicario para saber de quién era. Ese collar había pertenecido a Lena hasta el día en que desapareció.
Click.
Al presionar con el pulgar una pequeña protuberancia, el relicario se abrió, y un retrato familiar apareció ante los ojos de Karthus.
—Lena.
La mujer de cabellos blancos, sonriendo dulcemente, se parecía mucho a la niña que tenía delante.
Inconscientemente, Karthus extendió la mano hacia Thiel, sus dedos temblorosos rozando suavemente la suave mejilla de la niña.
En ese momento, Thiel se levantó de golpe y se plantó frente a Karthus.
—T… tengo algo que pedirle.
Se adelantó antes de que Karthus pudiera decir nada.
La acción repentina de Thiel hizo que Iandros entrecerrara los ojos.
La voz de Thiel temblaba, claramente aterrada, pero la pequeña niña, tan nerviosa, no parecía darse cuenta.
Habló antes de que Karthus pudiera echarla o enfadarse.
—Por favor… por favor, déjeme quedarme aquí.
Finalmente, sacó con dificultad las palabras que había repetido en su mente cientos de veces durante el trayecto a Asterian.
—Puedo… puedo comer muy poquito, y puedo vivir como si no estuviera aquí. No me importa dormir en el almacén, o en el establo, así que por favor…
Thiel tragó saliva con esfuerzo.
—Quiero… quedarme aquí.
Con las últimas palabras de Thiel, todos en la sala quedaron en silencio, conteniendo el aliento.
Por un instante, el silencio volvió a caer sobre la sala.
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