⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿Cómo está?
—Está perfectamente bien. Solo se ha llevado un pequeño susto, pero no parece tener ningún otro problema —respondió el médico del palacio con una leve inclinación de cabeza.
Alpheus y Wilhelm estaban parados uno al lado del otro, mirando a la pequeña niña sentada tranquilamente en la cama.
—Pero… ya les dije varias veces que realmente estoy bien… —dijo Thiel mientras jugaba nerviosamente con las sábanas, algo avergonzada.
—Aun así, estábamos preocupados, así que debías hacerte revisar. Thiel, la próxima vez no hagas algo así —le dijo Alpheus en tono suave, como si la estuviera regañando con cariño.
Thiel asintió con la cabeza.
—Sí, no haré cosas peligrosas la próxima vez…
Luego miró de reojo a Wilhelm.
Después de todo, el Emperador estaba presente. ¿Sería correcto decir que no salvaría al príncipe heredero si algo similar ocurriera en el futuro?
Sin embargo, esas preocupaciones se desvanecieron rápidamente cuando escuchó las siguientes palabras de Wilhelm.
—Gracias.
Wilhelm eligió cuidadosamente sus palabras para que su gratitud se transmitiera plenamente, pero sin que el peso de esa responsabilidad cayera sobre los hombros de la pequeña niña.
—Gracias a ti, Iandros está vivo. Quería darte las gracias.
—Ah, no, Su Majestad —dijo Thiel rápidamente, negando con la cabeza, sorprendida—. Fue… lo que debía hacer.
—No era algo que tuvieras que hacer. Lo que hiciste fue admirable. Pero niña… —Wilhelm cerró lentamente los ojos y luego los abrió, hablando con calma—. La próxima vez, si sucede algo similar…
—…
—No es necesario que lo ayudes.
Eran palabras frías.
Unas palabras increíblemente frías y dolorosas para que Wilhelm, el abuelo de Iandros, las dijera…
Thiel no respondió de inmediato, sino que miró cautelosamente al Emperador antes de preguntar.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Porque sería peligroso para ti… —respondió Wilhelm.
—Ian también estaba en peligro —replicó Thiel.
Tanto Alpheus como Wilhelm cerraron y abrieron los ojos al mismo tiempo.
Alpheus miró a Thiel como diciendo: ¿Así que te lanzarías de nuevo si algo así sucediera?, mientras que Wilhelm parecía estar pensando: ¿Qué clase de niña es esta…?
Wilhelm tosió ligeramente y luego habló.
—Estamos buscando una prometida para Iandros. Cuando la encontremos, podrá compartir su habilidad, así que esto no volverá a pasar. Te lo prometo, no tendrás que volver a intervenir.
—Entiendo…
Aunque ya había oído hablar de la búsqueda de una prometida para Iandros antes, escucharlo directamente del Emperador la hacía sentir extraña.
No sé por qué…
Quizás era porque sentía que, cuando Ian se casara, ya no tendría tiempo para jugar con ella.
Sacudiendo esos pensamientos tristes, Thiel agitó la cabeza rápidamente y miró fijamente al Emperador y a Alpheus antes de hablar.
—Por cierto, ¡tengo algo que decirles!
—Nosotros también tenemos algo que preguntarte —respondió Alpheus, acariciando suavemente la cabeza de Thiel—. Thiel, ¿qué hiciste dentro del espacio alterno?
Thiel se estremeció ligeramente ante la pregunta de Alpheus, recordando las muchas cosas que había visto dentro del espacio.
Pero mantuvo la boca cerrada.
No estaba segura si todo aquello había sido una ilusión o realmente los recuerdos de Ian, pero no quería hablar de ello.
En lugar de eso, dijo:
—Estuve atrapada todo el tiempo en un espacio oscuro y vacío.
—¿Eso es todo? —preguntó Alpheus.
—Sí, encendí mi luz para ver alrededor, pero no había nada…
Thiel continuó con cuidado.
—Pero… había cosas extrañas en el cuello de Ian.
—¿Cosas extrañas?
—Eran parecidas a lo que sentí aquella vez en la calle…
—Ah, lo que Ian mencionó —dijo el Emperador asintiendo.
Parecía que Iandros le había contado al Emperador sobre lo que Thiel le había dicho.
—Sí, pero parecía que no les gustaba la luz. Usé mi habilidad y, por suerte, desaparecieron.
—¿No les gusta la luz?
—Sí —asintió Thiel.
Alpheus y Wilhelm se miraron brevemente antes de volver a centrar su atención en Thiel.
—Continúa.
—Desaparecieron, pero en su lugar…
Thiel señaló cautelosamente la parte trasera de su cuello.
—En el cuello de Ian apareció una marca extraña…
—…
—¿…?
Alpheus y Wilhelm inclinaron la cabeza en la misma dirección, mirando a Thiel como si no entendieran.
—¿Una marca apareció?
—Sí, era una marca en forma de pez… Traté de borrarla, pero no se fue…
—¿Pe… pez?
Alpheus abrió los ojos de par en par, sorprendido. Sus ojos estaban a punto de salirse de sus órbitas mientras tomaba la mano de su nieta con voz temblorosa.
—No me digas que… ¿la marca de pez emite luz?
—¡Oh! ¿Cómo lo supo? —exclamó Thiel sorprendida, cubriendo su boca.
Alpheus, con el rostro pálido, tomó las manos de Thiel con fuerza.
—Por favor, dime que no es verdad.
—¿Eh?
—¡Dime que no es verdad!
Thiel, desconcertada, miró hacia el Emperador Wilhelm en busca de ayuda.
El Emperador, incapaz de mirar a Alpheus, desvió la mirada y se pasó la mano por la cara en un gesto de frustración.
¿Por qué están todos actuando así?
Thiel, confundida, tomó la mano de Alpheus y, en voz baja, le susurró:
—Abuelo…
—…
—¿He hecho algo mal?
—Thiel —Alpheus pronunció el nombre de su nieta con cuidado.
Su voz sonaba débil mientras sus ojos temblaban con inquietud.
—Eso… es una marca.
—¿…Qué?
—Tú y el príncipe heredero… se han marcado el uno al otro.
Alpheus acababa de enfrentarse a la situación que más temía. Después de que Thiel e Ian regresaron, fue a ver a Wilhelm, amenazándolo con que su nieta ya había sacrificado demasiado, y exigiendo que no considerara convertirla en la futura esposa del príncipe.
Pero ahora, estos niños habían entrado en un espacio alterno y, sin que nadie lo supiera, ¡se habían marcado mutuamente! Era algo que haría que Alpheus perdiera la cabeza. Se tambaleó mientras se levantaba.
—¿A dónde vas? —preguntó el Emperador.
—Tengo que ver al príncipe heredero… comprobar si lo que dice es cierto —respondió Alpheus entre dientes.
El Emperador solo asintió, sin intentar detenerlo.
—Tú deberías descansar más.
—¡No, también quiero ir! ¡Estoy perfectamente bien! —exclamó Thiel mientras saltaba de la cama—. De verdad, estoy bien, ¡mírenme!
Thiel comenzó a saltar en el lugar, intentando demostrar su buen estado. El Emperador, con una expresión algo seria, no pudo detenerla y solo asintió.
—…Está bien, hazlo entonces.
—¡Sí!
Thiel siguió al Emperador hacia la habitación de Iandros.
Alpheus, decidido a ir primero para verificar los hechos, caminaba delante del Emperador, que no intentó detenerlo.
Los tres llegaron rápidamente a la habitación donde Iandros estaba acostado.
Antes de entrar, Thiel miró al Emperador y le preguntó:
—Eh, Su Majestad… ¿Ian ya despertó?
—No, sigue inconsciente. Según el médico, ha sufrido un gran shock y probablemente no despertará por un tiempo. Afortunadamente, no tiene ningún daño físico.
Ahora entiendo por qué no tiene ningún daño, murmuró el Emperador en voz muy baja.
Thiel no lo oyó y levantó la cabeza.
—¿Perdón?
—No, nada, fue un error —respondió el Emperador.
Los caballeros que custodiaban la puerta del dormitorio del príncipe lentamente abrieron la puerta.
En el centro de la gran habitación estaba la enorme cama, y en el medio de esta, Iandros yacía inmóvil, como si estuviera muerto.
El Emperador, Alpheus y Thiel se acercaron lentamente a donde estaba acostado Ian.
Alpheus miró al Emperador.
El Emperador asintió.
—…
Con cuidado, Alpheus giró el cuerpo de Iandros para examinar su cuello. Tal como Thiel había dicho, había una marca en forma de pez.
Al ver la marca con sus propios ojos, tanto Alpheus como el Emperador Wilhelm sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos.
—Thiel, ven aquí —dijo Alpheus, haciéndole un gesto a su nieta.
Thiel asintió y, dando pequeños pasos, se acercó a él.
—Pon tu mano aquí —le indicó Alpheus.
—¿Mi mano? —preguntó Thiel.
—Sí.
Sin hacer más preguntas, Thiel hizo lo que le pedían.
Cuando sus pequeños dedos tocaron la piel de Ian, la marca en su cuello reaccionó, brillando levemente.
A diferencia de cuando estaban atrapados en el espacio alterno, ahora la marca brillaba de manera más clara y definida.
Era como si estuviera respondiendo a Thiel.
—Ah…
Thiel abrió los ojos de par en par y los parpadeó, sorprendida.
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