⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Al escuchar las palabras de la doncella, los tres hombres se levantaron de golpe.
—La señorita está en la habitación de invitados junto a la cocina, pero…
Sin esperar a que la doncella terminara, Karthus dio grandes zancadas al frente. La doncella lo siguió rápidamente con pasos cortos mientras hablaba.
—Parecía tener hambre, así que le ofrecí un poco de postre, pero comió tan rápido que acabó vomitando…
La doncella casi lloraba al decirlo.
—Solo ha comido dos trozos de pan desde que salimos, insistiendo en que no tenía hambre. Su estómago no soportó tanta comida de golpe —añadió Cedric frunciendo el ceño.
El sonido de los zapatos resonando en el pasillo se hizo eco mientras cruzaban el corredor con prisa.
No tardaron en llegar a la habitación donde estaba Thiel. Karthus llamó a la puerta.
—Señorita, voy a…
Thump.
Sonó algo cayendo en el interior de la habitación. Karthus no pudo esperar más y abrió la puerta de golpe.
—……
—……Ah.
Lo primero que vio fue la mesa de té hecha un desastre y a la pequeña niña acurrucada en los brazos de la doncella.
—Ah… Ah…
Las doncellas que limpiaban la habitación levantaron la cabeza al unísono. Karthus echó un vistazo a la alfombra que habían retirado.
En una esquina, se veían restos de vómito. La niña mantenía la cabeza agachada, temblando como si hubiera cometido un gran pecado.
En el suelo, se habían caído panes y postres.
Karthus comprendió la situación al recordar las palabras de la doncella, lo que había dicho Cedric y al ver la cantidad de postres que aún quedaban.
La niña, hambrienta, debió de haber comido tanto que su estómago no lo soportó, lo que la hizo vomitar.
Karthus quiso consolar a su hija, diciéndole que no había hecho nada malo, pero decidió contenerse.
No quiero asustarla más.
La niña estaba en un estado muy frágil. Sabía que ya era muy consciente de su entorno, y ahora que había vomitado, seguramente estaba aún más preocupada.
—Yo… lo siento…
Como era de esperar, la niña ya pedía disculpas, temblando como una hoja. La doncella que la abrazaba le dio suaves palmaditas en la espalda.
—Voy a bañarla.
Con un semblante serio, Karthus asintió. La doncella, con la niña en brazos, salió rápidamente de la habitación.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
La doncella Ria llevó a Thiel hacia el baño. Podía sentir que el pequeño cuerpo seguía temblando en sus brazos.
—Hic, hic…
La niña seguía hipando, claramente asustada. Thiel, aferrada al cuello de Ria, comenzó a hablar.
—Lo siento, lo siento… no me maten…
Con los ojos cerrados, Thiel repetía esas palabras como una muñeca rota.
Ria no sabía qué había pasado con esta pequeña niña, pero con el corazón apesadumbrado, comenzó a acariciar su sucia melena.
La abrazó firmemente, intentando transmitirle calor, y le susurró:
—Está bien, está bien, señorita. No ha sido culpa suya.
Su suave voz envolvió a Thiel. La pequeña parecía calmarse un poco.
Ria llenó la bañera con agua tibia.
Hubiera sido más fácil con la ayuda de otra doncella, pero, siguiendo las órdenes de Karthus de evitar que la niña tuviera contacto con más sirvientes debido a su timidez, Ria se encargó de todo sola.
—Ahora tendremos que quitarle el vestido, ¿de acuerdo?
Ria le preguntó con dulzura. Thiel aún seguía temblando, incapaz de responder.
No había mucho que pudiera hacer, así que Ria comenzó a quitarle cuidadosamente el vestido amarillo brillante que llevaba.
El suave vestido cayó al suelo, y la piel blanca de la niña reveló hematomas y cicatrices por todo su cuerpo.
Claramente, no eran heridas que se hubiera hecho ella sola. Ria se quedó sin palabras al ver lo grave que era el estado de la niña.
—Señorita… por el amor de Dios…
—Yo… lo siento, lo siento…
Al ver la reacción de Ria, Thiel comenzó a llorar de nuevo, pensando que había hecho algo malo.
—Lo siento… de verdad… hic…
—No, no, señorita. No ha hecho nada malo. Está bien. Vamos a bañarla. ¡Aguante solo un poco más!
Ria intentó tranquilizar a la niña mientras la sumergía suavemente en la bañera.
Con rabia contenida hacia quien había hecho eso, empezó a lavar el frágil cuerpo de la niña con el mayor cuidado.
El agua jabonosa recorrió su piel y pronto se desvaneció.
Aunque la mayoría de las heridas ya eran antiguas y no le dolían al contacto con el agua, Ria se aseguró de ser lo más cuidadosa posible.
El agua sucia continuó saliendo. No era de extrañar, ya que en Nesstian nadie se había preocupado por bañarla.
El cabello, que no había sido lavado en mucho tiempo, probablemente tendría que cortarse.
—Está tan enredado… Tendré que cortarlo.
Sin embargo, en el baño solo estaban ella y la niña.
No quería dejarla sola ni un momento para ir a buscar unas tijeras, así que decidió posponer el corte.
Hic.
El único sonido que se escuchaba en el baño era el de los hipidos de Thiel.
La niña intentó cubrirse la boca con las manos, pero el sonido seguía escapándose.
Ria le bajó las manos y le dijo:
—No tiene que forzarse, señorita. Cuando terminemos de bañarla, le traeré un poco de agua. Al beber, se sentirá mejor.
Su voz seguía siendo dulce. Continuó lavando con esmero el pequeño cuerpo de Thiel.
Finalmente, cuando el agua dejó de salir sucia, Ria terminó el baño.
El mal olor que la envolvía había desaparecido, reemplazado por el aroma suave del jabón.
Con una toalla grande, envolvió a la pequeña niña.
Después de secarla cuidadosamente, le puso un pijama pequeño que había dejado en la puerta del baño.
Era ropa que pertenecía a Olivier, la prima de Thiel y joven sobrina de Karthus.
La niña solía dormir con frecuencia en la mansión de la familia Asterian, por lo que todavía quedaba ropa de niña que ella había usado.
Mientras tanto, Thiel, agotada de tanto llorar, se quedó dormida. Ria la miró con ojos llenos de ternura mientras dormía profundamente.
No sé por lo que has pasado, joven señorita, pensó Ria, pero espero que aquí encuentres paz.
Con una oración susurrada al oído de Thiel, Ria la cargó con cuidado, apresurando sus pasos.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
El lugar donde acostaron a Thiel era el cuarto que usaba Olivier, la sobrina de Karthus, cuando se quedaba en la mansión de los Asterian. Había tantos objetos de niña que Thiel no se sentía fuera de lugar al estar allí.
Ria la dejó en la cama y pidió a otra sirvienta que llamara al médico de cabecera, el señor Cade, y también a Karthus. No pasó mucho tiempo antes de que Karthus, Iandros, Cedric, y el médico Cade llegaran a la habitación.
Cade, un hombre de mediana edad con un aspecto afable, examinó a la niña mientras Karthus preguntaba apresuradamente:
—¿Está bien la niña?
Ria negó con la cabeza.
—Estaba llorando, suplicando que la perdonaran y que no la mataran. Luego, agotada, se quedó dormida… No sé qué habrá pasado.
Ria miró a la pequeña dormida. Desde que había llegado a la mansión de los Asterian, era el momento en que su rostro mostraba más tranquilidad.
—Examina a la niña —ordenó Karthus brevemente.
Cade tomó la delgada muñeca de Thiel y, después de un rato examinándola, levantó la vista hacia Karthus y dijo:
—Está gravemente desnutrida y su crecimiento es mucho más lento que el de otras niñas de su edad. No podré saber más hasta que despierte.
—Sí, es cierto que parecía pequeña —murmuró Iandros, comparando mentalmente la altura de Rowen, que tenía la misma edad que Thiel, pero era una cabeza más alta.
—¿Por qué se quedó dormida tan de repente? —preguntó Karthus.
—Seguramente por el cansancio. Probablemente no ha dormido bien durante todo el viaje. Los niños de su especie a menudo se duermen de golpe cuando están extremadamente fatigados —explicó Cade lentamente.
Karthus asintió con la cabeza, comprendiendo, y luego ordenó a todos que abandonaran la habitación.
Sentándose junto a la cama, acarició con cuidado la mejilla de la niña. No había podido hablar con ella correctamente antes, ya que se había asustado demasiado al verlo.
( Yo… yo puedo comer muy poco, y puedo vivir como si no estuviera aquí. No me importa dormir en el almacén o en el granero, por favor… )
No había podido decirle que, si así lo deseaba, podía quedarse en la mansión Asterian tanto como quisiera.
( Quiero… quedarme aquí. )
Si ella lo quería, estaba dispuesto a arrebatarle incluso la mansión de Nesstian para dársela. Karthus se prometió a sí mismo que, cuando Thiel despertara, le diría esas palabras primero. Que a partir de ahora, este sería su hogar y no tenía nada de qué preocuparse. Que cualquiera que intentara dañarla sería aniquilado en nombre de la familia Asterian.
Karthus depositó un suave beso en la pequeña mano de su hija antes de apartarse. El calor que sentía de ese diminuto cuerpo le parecía casi milagroso.
En ese momento, Cedric preguntó con cautela:
—¿Harán la prueba de paternidad?
Iandros y Karthus lo miraron sin decir palabra, como si la idea fuera absurda, dado que los ojos dorados de la niña ya eran la prueba evidente de que era una mestiza entre los Asterian y los Nestrian.
Cedric, sintiéndose incomprendido, se apresuró a justificarse:
—Claro, yo también estoy seguro de que es su hija, pero… es un procedimiento necesario.
—Haremos la prueba de paternidad —dijo Karthus mientras apartaba suavemente el cabello de Thiel detrás de su oreja—. Es necesario para formalizar el proceso. Necesitamos documentos que lo certifiquen para inscribir a la niña en el registro de la familia Asterian.
—Entonces lo mejor será cortar su cabello ahora, antes de que despierte y se asuste —sugirió Iandros.
Para la prueba de paternidad, se necesitaba el cabello tanto de la niña como de Karthus. Iandros le hizo un gesto a Ria, quien, obediente, trajo unas tijeras y cortó un pequeño mechón del cabello de Thiel.
El cabello blanco resplandecía de forma translúcida en la palma de la mano de Ria.
—Envíen el cabello al templo. El mío ya lo tienen —dijo Karthus.
Había dejado su propio cabello en el templo por si algún día encontraba a su hija. Con solo enviar el cabello de Thiel, podrían obtener los resultados de inmediato. Aunque había una larga lista de espera, la familia Asterian no tendría problemas, ya que sus cuantiosas donaciones aseguraban prioridad en el templo.
Karthus miró por última vez a su hija dormida y dijo:
—Es mejor que salgamos. Podría despertarse.
—Sí, nos marchamos entonces —respondió Cedric, intercambiando una mirada con Iandros, quien también asintió.
—Nos hemos retrasado bastante. Su Majestad debe regresar al palacio —añadió Cedric.
—Quería despedirme, pero me temo que no será posible —murmuró Iandros, observando a la pequeña dormida.
—Gracias por todo hoy, su Majestad. Cedric. Les daré las gracias formalmente en otra ocasión —dijo Karthus antes de dirigirse a Ria.
—Tú encárgate de enviar el cabello para la prueba y llama a la sirvienta que estaba cuidando a la niña. Que se quede junto a ella y me avise en cuanto despierte.
—Sí, señor.
Los cuatro abandonaron la habitación.
Dentro, solo se escuchaba el suave sonido de la respiración de la niña dormida.
De repente, ¡paaf!, una luz brillante surgió de las manos de Thiel una vez más. Primero tomó la forma de un pez, luego la de un pequeño pájaro. Sin embargo, pronto desapareció, y nadie alcanzó a verla.
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