⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Frente a las puertas principales de la mansión Asterian, los caballeros del palacio imperial, vestidos con armaduras grabadas con el emblema de la corte, estaban alineados en formación.
A la cabeza, como era de esperar, se encontraba Iandros, montado firmemente sobre su caballo negro.
—¡Ian-nim!
Al ver a Ian, Thiel sonrió radiante y corrió directamente hacia él. Al verla, Iandros saltó ágilmente de su caballo.
—Thiel.
Ian abrió los brazos. Justo antes de que Thiel se lanzara a su abrazo, otra mano la agarró rápidamente.
—¿Eh?
—¿Adónde vas con mi hermana?
El que la había levantado en brazos era Rudian.
Gracias a eso, Iandros no pudo abrazar a Thiel y tuvo que cruzarse de brazos, observando la situación con una expresión incómoda.
Rudian, con Thiel en brazos, mostró su lengua de manera desafiante a Iandros.
—¡No lo permitiré! ¿Por qué crees que Thiel ha pasado por todo esto? ¡Todo por tu culpa…!
—¡Ay, hermano mayor!
Thiel rápidamente cubrió la boca de Rudian con su pequeña mano. Rudian la miró, sin poder apartar la mano de Thiel.
Ella no retiró su mano de la boca de Rudian.
—¡Basta, basta! ¡Habíamos acordado no hablar de eso!
Ya de por sí, Ferdian, Rudian y Olivier siempre amenazaban con ‘tirar a Ian al agua’ cada vez que lo veían, así que Thiel tuvo que pasar cuatro días sacándoles la promesa de que no lo harían.
Y ahora Rudian rompía esa promesa en solo tres segundos.
Rudian, al cruzarse con la mirada de reproche de Thiel, se rascó la cabeza y asintió.
—Está bien, está bien, lo entiendo.
Solo entonces Thiel retiró su mano de la boca de Rudian.
—No lo harás, ¿verdad?
—No lo haré, no te preocupes.
—Voy a confiar en ti, hermano mayor.
Thiel respondió con una amplia sonrisa. Rudian, aún con una expresión algo molesta, asintió y la bajó de sus brazos.
Mientras Ian observaba tranquilamente la escena, se acercó a Thiel y le acarició la cabeza con suavidad.
—¿Ya está todo listo?
—Sí, claro. ¡Solo falta partir!
En ese momento…
¡Pop!
—¿Eh?
Dos pequeñas orejas aparecieron de repente sobre la cabeza de Thiel. Ian, quien la estaba acariciando, retiró la mano sorprendido. Entre su cabello blanco, bien peinado, asomaban unas redondas orejas de leopardo.
—¿Qué…?
Thiel, asustada, llevó sus manos a la cabeza, tocando las orejas suaves y peludas.
—¿Por qué han salido tus orejas de repente?
Ian miraba con curiosidad las pequeñas orejas blancas que sobresalían en la cabeza de Thiel. Ella negó con la cabeza.
—Yo no las saqué a propósito…
Intentó ocultarlas mientras se disculpaba. Afortunadamente, al menos la cola no había aparecido.
¿Será que me he acostumbrado demasiado a mi forma animal después de pasar varios días en mi habitación fresca…?
Thiel, preocupada, cubrió sus orejas con las manos, tratando de ocultarlas.
—Está bien.
Iandros, observándola, la giró suavemente para que quedara de espaldas frente a él.
Era la misma postura que tomaba Ria cuando le recogía el cabello a Thiel.
Con delicadeza, Iandros cubrió las pequeñas orejas de Thiel con sus manos.
—Tranquila. No es algo por lo que debas alarmarte. A veces pasa, relájate.
La voz suave de Ian calmó a Thiel. Ella asintió y levantó la cabeza para mirarlo.
La voz baja de Ian calmaba su corazón, que había estado latiendo rápido. De repente, todo su miedo desapareció.
En ese instante, Thiel miró a Iandros, quien también la estaba observando, y él le sonrió.
—¿Ya te sientes mejor?
—Sí…
En ese momento, las orejas blancas que habían sobresalido en la cabeza de Thiel desaparecieron sin dejar rastro. Ian, al ver que las había guardado, finalmente retiró las manos.
Rudian observaba todo el tiempo con una expresión de disgusto, pero Ian no le prestaba la menor atención.
Fue entonces cuando Ferdian y Olivier aparecieron en el momento justo.
—Vamos, vamos, tenemos que partir rápido, ¿no decían que no hay tiempo que perder?
—Thiel, ven aquí. Sube al carruaje.
Ferdian hizo un gesto con la mano. Thiel miró a Ian, quien asintió, indicándole que fuera.
Thiel corrió hacia Ferdian y se arrojó a sus brazos. Ferdian la levantó y la subió al carruaje que ya los estaba esperando.
—¿Vas a ir a caballo?
Ferdian miró a Iandros y le preguntó. Ian parpadeó.
—Sí.
—¿De verdad?
—Si me canso, subiré al carruaje.
Ferdian no insistió más. A diferencia de Iandros, los niños decidieron ir en el carruaje.
Montar a caballo podía ser agotador. El camino a Arne era largo, por lo que lo mejor era viajar en carruaje.
Si Wolfgang encantaba el carruaje con sus habilidades, podrían llegar mucho más rápido a Arne…
Pero no se puede encantar a todos los caballos de los caballeros.
Cuando viajaban desde Asterian, con Karthus y Alpheus acompañándolos, solo necesitaban unos pocos caballeros. Sin embargo, esta vez tenían que viajar junto a un gran número de caballeros.
Por ello, no pudieron aprovechar la habilidad de Wolfgang, que solía acelerar enormemente el viaje cuando la utilizaba en los caballos y los carruajes.
Después de que los niños subieran al carruaje, antes de que se cerrara la puerta, miraron a Alpheus y Karthus.
Alpheus y Karthus habían salido hasta la puerta principal de la mansión para despedirlos y ver cómo los niños abordaban el carruaje.
—Cuídense, y tengan mucho cuidado —dijo Alpheus.
—Con cuidado, con mucho cuidado —añadió Karthus.
Las palabras fueron breves, y la despedida no se prolongó. Aquella preocupación que siempre aparecía en sus ojos cada vez que veían a los niños durante esos últimos cuatro días ya no se notaba.
Quizás porque ya habían decidido dejarlos ir y ahora confiaban en ellos.
—¡No se preocupen, volveremos sanos y salvos! —dijo Thiel con energía.
Las expresiones de Alpheus y Karthus se suavizaron inmediatamente, mostrando una calidez relajada.
—Eso es, Thiel. Tu abuelo te estará esperando —dijo Alpheus.
En ese momento, Karthus avanzó con paso firme hacia el carruaje. Se inclinó y metió medio cuerpo dentro para acariciar la cabeza de cada uno de los niños: Ferdian, Rudian, Olivier y, finalmente, Thiel.
—Thiel, que la bendición de Lysette te acompañe —dijo Karthus, y besó suavemente la frente de Thiel.
Ella sintió una leve cosquilla en su frente y, para no preocuparlo, trató de sonreír lo más brillante posible.
—Sí, papá. Volveré a casa pronto… —respondió Thiel.
—Está bien, te esperaré en casa sin preocuparme —dijo Karthus.
Luego, cerró la puerta del carruaje donde estaban los niños. Se escuchaba la voz de Iandros dando instrucciones a los caballeros.
Poco después, el carruaje comenzó a moverse.
—¡Vaya! ¡Es la primera vez que voy a Arne! —exclamó Olivier con entusiasmo mientras miraba por la ventana.
—No eres la única… —respondió Rudian en un tono menos amable.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
El carruaje avanzó sin detenerse rumbo a Arne.
Un grupo de caballeros del palacio imperial, asignados personalmente por el Emperador, escoltaba el carruaje. Estaba compuesto únicamente por animales herbívoros cambiantes, quienes eran los únicos que podían entrar en ‘la tierra donde no amanece’.
Por ahora todo está bien. pensó Ian mientras entrecerraba los ojos al sentir el viento rozar el dorso de su mano. Aún no hacía tanto frío.
Sin embargo, aún quedaba un largo camino hasta Arne. Cuanto más se dirigieran al norte, más frío se volvería el clima. Iandros tiró de las riendas de su caballo.
—Nos detendremos aquí para descansar un momento —dijo.
Sería un viaje difícil, por lo que debían hacer paradas frecuentes para descansar. Era también tarea del comandante asegurarse de que los caballos y los caballeros no se agotaran.
En la ladera de una colina no muy alta, los caballeros detuvieron el carruaje para descansar y ataron a los caballos a los árboles. Iandros también descendió ágilmente de su caballo negro.
—Su Alteza, si en algún momento necesita el carruaje, no dude en avisar —dijo el capitán de los caballeros, inclinándose levemente.
Ian levantó la vista. A lo lejos, se encontraba el carruaje decorado con el emblema de la familia imperial.
Lo habían preparado para que Iandros pudiera utilizarlo si lo necesitaba. Ian asintió lentamente.
—Está bien, pueden retirarse —respondió.
El capitán de los caballeros se inclinó una vez más antes de retirarse. Ian bebió agua de su cantimplora.
En ese momento, los niños que estaban en otro carruaje salieron apresuradamente. El bosque, que había estado muy tranquilo hasta ese momento, salvo por el murmullo de los caballos y las voces bajas de los caballeros, se llenó rápidamente de bullicio.
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