⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿Ya estamos descansando?
—¿Ya? Hemos cabalgado medio día.
—¿Hermano, entonces acamparemos aquí esta noche? —preguntó Thiel, recordando la conversación entre Olivier y Ferdian dentro del carruaje hace un momento.
( ¿Acabaremos acampando aquí? )
( Creo que estamos preparados para acampar si es necesario. )
Ferdian negó con la cabeza.
—No, creo que no acamparemos. Probablemente pasaremos la noche en un pueblo cercano. Aún no ha oscurecido, así que no hay razón para detenernos aquí.
Los caballeros estaban acostumbrados a acampar; podían dormir sobre una lona impermeable en el suelo. Pero los niños no. Por eso, el plan era pasar la noche en un pueblo cercano. Era algo decepcionante para Rudian, que prefería acampar en lugar de alojarse en una posada.
—Ya veo.
—¡Thiel, mira esto! —exclamó Olivier, sacando una cesta del rincón del carruaje con entusiasmo.
Los ojos de Thiel se dirigieron naturalmente a la cesta que Olivier sostenía.
—¿Qué es esto?
—¡Es lo que tu doncella te preparó! ¡Ria empacó un montón de comida para que comieras durante el viaje!
Olivier levantó la tela que cubría la cesta, revelando muchas galletas y magdalenas.
—¿No tienes hambre? ¡Come una! —dijo Olivier, tomando una magdalena con chispas de chocolate y extendiéndosela a Thiel.
Ella la tomó vacilante.
—Bueno, con tanta gente aquí, no sé si debería comer sola… —dijo Thiel, mirando a los caballeros que se mantenían a una distancia prudente.
Estaban vigilando a los niños, atentos.
Sentía que no podría disfrutar la magdalena sabiendo que los caballeros trabajaban tan duro sin compartirla.
Thiel, con dudas, parpadeó y preguntó en voz baja. Olivier, encantado con la ternura de su hermana, le pellizcó suavemente la mejilla.
—¡Thiel! ¿Cómo puedes ser tan angelical? ¿No serás un ángel en lugar de un leopardo de las nieves?
—¡Oye! ¡No le pellizques la mejilla a Thiel! —protestó Rudian, apartando rápidamente la mano de Olivier de la mejilla de Thiel.
Olivier sonrió traviesamente y señaló a los caballeros.
—Los caballeros están acostumbrados a viajes largos y pueden soportar mucho tiempo sin beber agua. Pero tú no. Tienes solo siete años y este es tu primer viaje largo.
—Eso es cierto…
—Así que no puedes compararte con los caballeros. Ellos están entrenados —dijo Olivier mientras tomaba una galleta de la cesta y la mordía.
—Pero parece que Ria sabía lo generosa que eres. Empacó suficientes galletas y magdalenas para alimentar a todos los caballeros…
Aunque Olivier solo había sacado una cesta, había tres más en el compartimento de equipaje del carruaje. Ria, preocupada de que Thiel pudiera tener mucha hambre, había preparado suficientes bocadillos para que duraran una semana. Se podía imaginar cuánto esfuerzo habían puesto los cocineros de Asterian en hornear tantas galletas y magdalenas.
—Si quieres compartir, podrías hacerlo, pero necesitarás permiso de tu superior —dijo Olivier, señalando con la cabeza hacia Iandros, quien estaba sentado bajo un árbol a lo lejos.
—¡De acuerdo, voy a preguntar! —respondió Thiel.
—¡Deja la magdalena aquí!
—¡Voy a dársela a Iandros-nim!
—Justo por eso te dije que la dejaras… —murmuró Olivier, aunque Thiel ya no la escuchaba.
Thiel se acercó a Iandros, que estaba sentado bajo el árbol, y se agachó frente a él. Luego, le ofreció la magdalena que tenía en la mano.
—Iandros-nim, ¡aquí tiene esto!
—¿De dónde salió esta magdalena de repente?
—Ria empacó muchas… Estaba pensando en compartir algunas con los caballeros. ¿Sería posible?
—Hmm… —Iandros miró la magdalena y luego a Thiel.
Sus ojos brillaban con expectación.
Esto parece más una excursión… pensó Iandros.
Ya de por sí, el hecho de que no hubiera ningún protector con ellos hacía que el viaje fuera casi como una excursión para los niños. Pero ahora, realmente lo parecía.
Sin embargo, no tenía la habilidad de negarle nada a Thiel. Así que, mientras mordía la magdalena, asintió con la cabeza.
—Haz lo que quieras. Pero recuerda, no son ‘señores caballeros’, son solo caballeros. Eres una dama de Asterian, así que deberías usar los títulos adecuados.
—¡Sí! ¡Tendré más cuidado en el futuro! ¡Gracias! —dijo Thiel con una sonrisa radiante antes de correr rápidamente hacia Olivier para darle la noticia de que Iandros había dado su permiso.
Iandros la observó con una ligera sonrisa. Era el primer viaje de Thiel, así que tal vez estaba bien que se sintiera un poco como una excursión.
Poco después, la cesta que Ria había empacado se compartió entre los caballeros, quienes tomaron algunas galletas y magdalenas.
—Gracias, señorita.
—¡Gracias, mi señora!
—Disfrutaremos de la comida.
Los caballeros, conversando entre ellos, comenzaron a comer las galletas y magdalenas.
Ria había preparado tanta comida que, después de que todos los caballeros tomaran una, aún quedaban unas cinco más. Parecía una cantidad comparable a lo que una panadería en la capital podría vender en un día.
Las grandes y robustas manos de los caballeros, acostumbradas a empuñar espadas, ahora sostenían pequeñas y esponjosas magdalenas. En lugar de oler a sudor u otros olores habituales, el aire se llenó con el dulce y tostado aroma de las magdalenas y galletas.
Ver esa escena hizo que Thiel se sintiera feliz, y pequeñas luces empezaron a revolotear a su alrededor.
Solo entonces Thiel dio un pequeño mordisco a su magdalena. Como era de esperar, las magdalenas hechas por el cocinero de Asterian eran insuperables.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
—¿Nos hemos desviado? —preguntó Iandros después de avanzar un buen tramo, mirando al comandante de los caballeros.
El comandante, visiblemente apenado, inclinó ligeramente la cabeza.
—Creo que la geografía no coincide del todo con el mapa. Según lo indicado, debería haber una gran carretera que cruzara entre estos dos caminos.
El comandante miró el camino frente a ellos. La gran carretera central, que debía estar allí según el mapa, no aparecía; solo veían dos caminos divergentes.
—Abre el mapa de nuevo —ordenó Iandros.
Un caballero que montaba detrás del comandante desmontó rápidamente, sacó el mapa de su abrigo y lo desplegó frente a Iandros.
Iandros examinó el mapa detenidamente. El trayecto que habían planificado, delineado por el emperador y Alpheus, no coincidía exactamente con el terreno por el que estaban viajando.
—Tienes razón. Debería haber una carretera central aquí.
Pero no había tal camino. Iandros observó el mapa. Afortunadamente, había caminos más estrechos indicados en el mapa, lo que sugería que no eran recientes.
Sin embargo, esos caminos bordeaban la montaña, lo que los obligaría a rodearla, retrasando su llegada al pueblo.
—Si seguimos así, anochecerá antes de que crucemos la montaña.
—Como bien sabe, es difícil avanzar por la montaña una vez que oscurece. Deberíamos considerar acampar esta noche —sugirió el comandante.
—A mí no me importa, pero los niños podrían tener problemas —respondió Iandros.
Rudian y Olivier probablemente estarían bien, ya que eran del tipo que podían dormir profundamente sobre la hierba si tenían una almohada. Ferdian podría quejarse, pero eso se podría ignorar. La verdadera preocupación era Thiel.
—Ella nunca ha acampado antes.
—No se preocupe, hemos preparado todo lo necesario para acampar. Dormirá cómodamente en una tienda de campaña —respondió el comandante.
Iandros asintió. No quería que los niños durmieran en medio de las montañas, pero si no había otra opción…
—Si no hay más remedio, haremos lo que sea necesario. Guarda el mapa. Avancemos rápido. Si llegamos al pueblo, bien. Si no, acamparemos donde estemos.
Con la orden de Iandros, el caballero guardó el mapa y volvió a su posición.
Los caballeros comenzaron a preparar sus caballos para reanudar el viaje. Iandros dio unas suaves palmaditas en el costado de su caballo mientras miraba el estrecho camino frente a ellos.
—Esto es extraño…
Era un mapa del palacio imperial, por lo que no debería estar equivocado. ¿Cómo podía desaparecer un camino tan claramente marcado?
No podía haber un error en la elaboración del mapa; probablemente el camino desapareció después de que lo dibujaron. Los ojos de Iandros se entrecerraron.
Sin embargo, no tuvo más tiempo para pensar en ello y espoleó su caballo.
No había tiempo que perder. Ya habían retrasado suficiente el viaje, y debían avanzar lo más rápido posible mientras aún quedara luz de día.
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