⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Iandros recorrió el mercado nocturno, comprando una gran cantidad de artículos para regalárselos a Thiel.
Al principio, Thiel se sintió un poco abrumada, pero cuando pensó que aquello era una muestra del afecto de Iandros hacia ella, se sintió feliz y no rechazó ninguno de los regalos que él le ofrecía.
Sin embargo, no solo compraron objetos.
—Iandros, mira esto. ¿No se ve delicioso?
Thiel señaló una brocheta de comida que vendían en el mercado nocturno. Era un pincho de pollo asado intercalado con tomates cherry.
—Deme dos de estos, por favor.
Después de que Thiel pagó, el vendedor le entregó dos brochetas.
Thiel le pasó una a Iandros y observó cómo él daba el primer bocado.
—Iandros, ¿está rico?
—Sí, está delicioso. Prueba tú también.
Al escuchar esas palabras, Thiel sonrió con satisfacción y mordió su brocheta.
El pollo caliente no era tan refinado como la comida que servían en la mansión Asterian o en el palacio imperial, pero sabía realmente bien.
—¡Está delicioso…!
Al ver la expresión de asombro de Thiel, Iandros, que estaba sentado frente a ella disfrutando de su propia brocheta, sonrió.
No se detuvieron ahí y probaron muchas otras comidas.
Quizás porque estaban cerca del mar, había una gran variedad de platillos callejeros hechos con mariscos, todos frescos y deliciosos.
Después de recorrer el interminable mercado nocturno de principio a fin, Thiel e Iandros se miraron el uno al otro con rostros radiantes.
—¡Fue muy divertido! Había tantas cosas para ver, y muchas de ellas eran increíbles. Gracias por traerme aquí.
—No hay de qué. Gracias a ti por venir conmigo, Thiel. Si no fuera contigo, ¿con quién más vendría a un lugar así?
Iandros extendió su mano hacia Thiel.
—Vamos. Aún hay otro lugar al que quiero llevarte.
—¿Otro lugar? ¿No es el mercado nocturno?
—Es un sitio más importante que el mercado.
Una vez más, Iandros tomó la mano de Thiel y la guió a su próximo destino.
El sol ya se había puesto, sumiendo todo en la oscuridad, pero eso no representaba ningún problema para ellos.
¿A dónde la estaría llevando?
Thiel tenía curiosidad, pero no preguntó.
Confiaba en que Iandros no la llevaría a un lugar peligroso y, además, en su interior crecía la expectación de que se dirigían a un sitio maravilloso.
Detrás de ellos, Thiel pudo sentir la presencia de los guardias que los escoltaban.
Sin soltar la mano de Iandros, simplemente lo siguió en silencio.
Finalmente, llegaron a una pequeña colina.
Desde allí, se podía ver claramente el mercado nocturno que acababan de recorrer.
Iandros chasqueó los dedos y uno de los guardias que los seguía extendió una suave manta sobre la hierba.
—Siéntate, Thiel.
—Sí. Iandros, siéntate rápido también. Después de caminar tanto, seguro tus piernas deben estar cansadas…
Ambos se sentaron juntos sobre la manta, conversando en voz baja.
Desde allí, contemplaron en silencio el bullicioso mercado nocturno, sumidos en sus recuerdos.
Ahora que lo pienso, esto me recuerda a algo…
Había una vez en la que también habían estado sentados en un lugar como ese, viendo los fuegos artificiales.
Los recuerdos de aquel momento volvieron a su mente con nitidez.
Thiel sintió el impulso de usar su poder para crear luces, como había hecho aquella vez.
No hay nadie cerca, y además, los guardias de la familia imperial nos están protegiendo. No debería haber ningún problema… ¿verdad?
Justo cuando extendía su mano para hacerlo…
¡Pum!
Desde la distancia, alguien lanzó un cohete al cielo.
Al alcanzar su punto más alto, explotó en innumerables fragmentos de luz.
¡Era un espectáculo de fuegos artificiales!
—¡Wow…!
Thiel abrió ligeramente la boca y dejó escapar una exclamación de asombro.
¿Acaso Iandros la había traído hasta allí solo para mostrarle los fuegos artificiales desde el mejor lugar?
Las luces estallaban sin cesar en el cielo nocturno, creando un espectáculo tan hermoso que era imposible apartar la mirada.
—Wow… Es precioso…
Sonriendo, Thiel juntó ambas manos frente a su pecho.
A esas alturas, todos sabían exactamente lo que iba a hacer.
Dentro de sus manos, dos peces de luz aparecieron y comenzaron a nadar hacia el cielo nocturno como si fueran flores en plena floración.
Los dos peces brillantes giraban uno alrededor del otro, dejando un rastro de pequeñas chispas resplandecientes, como si fueran estrellas.
Y cuando finalmente alcanzaron lo alto del cielo…
¡Fwoosh!
Las dos figuras se enredaron y explotaron en un estallido de luz radiante.
Era la luz de Thiel.
La misma luz que tantas veces había iluminado el cielo.
La misma luz que, en más de una ocasión, había ahuyentado la oscuridad.
Probablemente, todas las personas en el mercado nocturno reconocieron de inmediato que aquella era la luz de Thiel.
Después de todo, en el Imperio Cracion, no había nadie que no conociera el poder de Thiel Asterian.
Pero no importaba.
Cuando decidieron ir al mercado, lo hicieron ocultando su identidad porque en un lugar así era inevitable tener contacto directo con la gente.
Además, si hubieran ido como el príncipe heredero y la cabeza de la familia Asterian, habrían tenido que llevar escoltas visibles a su alrededor, lo que habría afectado la experiencia de quienes visitaban el mercado.
Esa era la única razón por la que ocultaron su identidad.
Sin embargo, no era necesario ocultar su poder, pues la noticia de que el príncipe heredero y su prometida estaban alojados en el palacio de la región ya era bien conocida.
Thiel miró a Iandros y le preguntó con una sonrisa:
—¿Qué te parece, Iandros?
Thiel sonrió radiante mientras miraba a Ian. Su sonrisa era aún más brillante que la luz que acababa de crear con su poder.
En ese momento, una de las chispas de luz generadas por la habilidad de Thiel cayó entre los dos, iluminando por un instante el rostro de Ian.
—¡…!
Y Thiel lo vio.
El rostro de Iandros estaba teñido de un rojo intenso, igual que el suyo en el pasado.
—¿Ian…?
La luz se disipó rápidamente, impidiendo que pudiera observarlo más, pero Thiel supo que el rubor aún permanecía en las mejillas de Iandros.
Con cautela, extendió la mano hacia él y, con suavidad, cubrió ambas mejillas de su prometido.
—Ian, ahora mismo….
Pudo sentir el latido acelerado de Ian vibrando contra sus palmas. Ese pulso se transmitía desde sus mejillas, pasaba por sus manos y llegaba directamente al corazón de Thiel.
Su propio pecho se sintió apretado, pero no quiso apartar la mirada de Ian.
No, en realidad, quería verlo aún más de cerca.
¿En qué estará pensando?
¿Qué pensamientos cruzaban por la mente de Iandros Cracion mientras la miraba fijamente a los ojos?
¿Pensaría lo mismo que ella?
¿Sentiría lo mismo que ella?
Mil pensamientos se agolparon en la mente de Thiel, mientras el espectáculo de fuegos artificiales se detenía y el mundo a su alrededor quedaba en completo silencio.
El sonido de sus propias respiraciones era tan claro que incluso el latido de sus corazones retumbaba en sus oídos.
Pero Thiel no podía decir con certeza si ese latido era el suyo o el de Ian.
Y entonces, en medio de aquel silencio envolvente, Iandros tomó con delicadeza las manos de Thiel. Luego presionó su rostro aún más contra sus palmas, asegurándose de que su piel se fundiera completamente con sus cálidas manos.
Pum. Pum. Pum.
Ahora los latidos eran más nítidos, más fuertes.
En ese momento en que sus corazones parecían entremezclarse y su mente se sentía agitada, Iandros habló.
—Thiel, mi prometida.
Sus labios, que hasta hace un instante estaban cerrados, se abrieron para dejar escapar esa voz profunda que a Thiel tanto le gustaba escuchar.
Los ojos esmeralda de Ian reflejaban por completo a Thiel Asterian.
Sus miradas se encontraron.
—Gracias por estar conmigo.
Iandros susurró con cautela.
—Gracias por haber tocado a mi puerta ese día, por confiar en mí y seguirme, por permitirme estar a tu lado, por sacarme de mi propio abismo…
—……
—Gracias, Thiel.
Y entonces ocurrió.
Iandros se arrodilló sobre una pierna.
Thiel soltó sus mejillas y lo miró con asombro.
—¿Ian…?
Iandros era su compañero.
El único. Su prometido, con quien había compartido un lazo inquebrantable, un pacto de por vida.
Y ahora, ese mismo hombre estaba de rodillas frente a ella, mirándola con una expresión sincera.
Desde su bolsillo, Ian sacó una pequeña caja de anillo y la abrió.
Dentro descansaba un hermoso anillo finamente trabajado.
Era un anillo de diamante puro y resplandeciente, tan claro y brillante como el color del cabello de Thiel.
—No quería simplemente casarme porque ‘ya era el momento’. No quería ser un hombre así de ordinario.
Ian dejó escapar una risa baja.
—Quería proponértelo yo mismo. Pedírtelo directamente, Thiel Asterian.
Tomó su mano y depositó un suave beso en el dorso de esta.
Después, alzó la mirada y, con voz firme y pausada, dijo:
—Thiel, cuando asuma el trono, cásate conmigo.
Iandros deslizó lentamente el anillo en su delicado dedo.
—Si confías en mí una vez más y me sigues, te haré la persona más feliz de este mundo.
Fue una confesión sincera y apasionada.
En ese instante.
¡Pum!
Los fuegos artificiales estallaron nuevamente. Innumerables luces llenaron el cielo nocturno.
Thiel miró a Iandros, el hombre que acababa de confesarle su amor y pedirle matrimonio.
El rostro de un hombre enamorado.
Un hombre que, aun después de mostrarle su corazón sin reservas, estaba dispuesto a seguir revelándole más y más de su amor si ella lo deseaba.
Thiel supo, en lo más profundo de su ser, que jamás en su vida podría olvidar este momento.
Este rostro.
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