⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Para Wilhelm, Iandros siempre había sido su punto más vulnerable.
Desde el momento en que nació, lo fue.
¿Una habilidad especial de subespacio? Esa era una habilidad peligrosa, capaz de descontrolarse en cualquier momento y llevar al Imperio a su ruina.
Por eso, desde el nacimiento de Iandros, Wilhelm se preocupó por su hijo y su nieto.
Y sus temores se hicieron realidad.
La habilidad de Iandros terminó descontrolándose.
En aquel entonces, Wilhelm acudió al lugar para someter a Ian y salvarlo.
Pero la habilidad de Ian no era algo que Wilhelm pudiera contener.
El subespacio de Ian creció desmesuradamente y, de seguir así, sin duda afectaría a todas las personas de la zona. Tal como en la leyenda de una princesa demente que se contaba en Cracion.
Y en el momento en que Iandros perdió el control…
( No puedo tener otro hijo. )
La madre de Iandros, la nuera de Wilhelm, pronunció esas palabras y, junto a su esposo, el padre de Ian, se arrojó dentro del subespacio de su hijo.
Tan pronto como lo hicieron, el subespacio de Ian se cerró como si fuera una mentira, y su furia se detuvo.
Así, Wilhelm perdió a su hijo y a su nuera al mismo tiempo, justo frente a sus ojos.
Pero, más allá de la pérdida, lo primero que se le pasó por la cabeza fue:
¿Cómo lo supieron?
¿Cómo supieron que si entraban en el subespacio, Ian dejaría de perder el control?
¿Fue instinto de padres?
Sumido en esos pensamientos, Wilhelm observó a Iandros, que lentamente recobraba la conciencia tras haber cesado su frenesí.
En ese instante, un escalofrío recorrió su cuerpo.
¿Cómo le explico esto?
¿Cómo podría decirle a un niño de siete años que sus padres se sacrificaron al lanzarse dentro de su habilidad para salvarlo?
Si Ian hubiera tenido diez años más, Wilhelm se lo habría contado sin omitir detalles.
A veces, hay verdades que simplemente deben conocerse.
Pero Ian solo tenía siete años.
Era demasiado pequeño para soportar el peso de la verdad de que sus padres murieron por él.
Wilhelm tampoco tenía el valor de contarle tal historia, y en ese momento, acababa de perder a su hijo, así que no tenía la capacidad emocional para consolar a su nieto con suavidad.
Por eso, eligió quedarse en silencio.
( …¿Abuelo? )
La sangre goteaba de las heridas que Ian había sufrido al luchar contra su propio poder.
Aquella sangre fluía y manchaba la hoja de la espada que Wilhelm sostenía.
Era una espada que había desenvainado solo para cortar el subespacio, y la sangre en su filo era la suya propia.
( Ah… mamá… )
Sin embargo, tal vez, a los ojos de un niño de siete años, aquello se veía diferente.
Desde una edad temprana, Ian sabía que a Wilhelm no le agradaba su habilidad. Por eso, le tenía miedo.
Sus pupilas temblorosas se posaron en la espada empapada en sangre, y luego temblaron aún más intensamente.
En ese momento, Wilhelm se dio cuenta.
El pequeño Iandros había malinterpretado la situación.
Pensó que la sangre que teñía la espada de rojo era la de su madre y su padre.
Aun así, Wilhelm no intentó corregirlo.
Era mejor que Ian creyera que su abuelo había matado a sus padres a que descubriera que murieron debido a su propia habilidad.
El niño miró a su alrededor, buscando a su madre y su padre durante mucho tiempo, hasta que, agotado, se desmayó.
Wilhelm, que se había quedado inmóvil en la mansión tras perder a su hijo y a su nuera en un solo instante, contempló en silencio a su nieto inconsciente.
Después, lo levantó en sus brazos.
( Nos vamos. )
( …Sí, Su Majestad. )
Y desde aquel día, la mansión fue incendiada y desapareció por completo del Imperio de Cracion.
Esa era la verdad de lo ocurrido aquella vez, tal y como Wilhelm lo recordaba.
Pero ahora…
¿Cómo se supone que debo contarle esta historia?
Wilhelm, acariciando las arrugas de sus ojos cansados, miró a su nieto, que había crecido.
Iandros, que una vez fue un niño, había madurado y alcanzado la edad para heredar el trono.
Ya no era aquel pequeño que se desplomó en la mansión después de llorar hasta el agotamiento.
Aun así, a los ojos de Wilhelm, Ian seguía viéndose como un niño.
¿Era ese el corazón de un abuelo?
Hubiera preferido que Ian pasara su vida sin conocer la verdad, incluso si eso significaba que lo odiara y lo guardara rencor por siempre.
Si no lo preguntaba, él no tenía por qué responder.
Si nunca lo mencionaba, él se llevaría el secreto a la tumba.
Pero, ¿por qué justo ahora Ian tenía curiosidad por lo que ocurrió aquel día?
Wilhelm no sabía cómo contar una historia que había dejado enterrada demasiado tiempo.
Era un Emperador, pero ante Ian, siempre había sido un protector torpe e inexperto.
Solo cuando Ian creció se dio cuenta de que todo lo que hizo para protegerlo solo le había causado dolor.
Por eso, Wilhelm no pudo hablar con facilidad.
Abrió la boca varias veces, pero no logró pronunciar palabra.
Entonces, Iandros, que había estado esperando, habló primero, con voz firme.
—No importa lo que me diga, no me sorprenderé.
—……
—Solo quiero escucharlo.
Ante las palabras de Ian, Wilhelm cerró los ojos con fuerza, tomando una decisión. Luego, lentamente, abrió la boca para hablar.
—Aquel día, tu subespacio perdió el control.
—Sí.
—Fui allí para detenerte. Pero no fui para matarte, quería someterte y frenarte.
Wilhelm añadió esas palabras, preocupado de que Iandros pudiera malinterpretarlo.
Y al darse cuenta de ello, Wilhelm se burló de sí mismo. Antes decía que no le importaba que Ian lo malinterpretara, pero ahora, ¿le aterraba que su nieto lo entendiera mal?
Iandros se quedó quieto en su lugar, esperando las siguientes palabras de Wilhelm.
—Pero no pude detenerte. Tu subespacio creció cada vez más. Hubo muchas personas heridas, Iandros.
Wilhelm suspiró y continuó con la historia.
—Nadie podía frenar tu furia descontrolada. Y en ese momento…
—¿Acaso…
Ian interrumpió.
Wilhelm lo miró.
—¿Acaso mis padres se sacrificaron por mí?
—……
—La noche en que el Dios Maligno fue destruido, vi a mis padres dentro de mi subespacio.
Era la primera vez que Wilhelm escuchaba aquello. Frunció el ceño y observó a Iandros, quien continuó hablando con voz serena.
—Aquel día, vi cómo mis padres desaparecían dentro de mi subespacio.
—……Ah.
—Solo tenía un presentimiento. Tal vez, en el fondo, no quería saber la verdad. No quería aceptar que mis padres murieron por culpa de mi subespacio.
—Ian…
—Por eso, nunca tuve el valor de preguntarle a mi abuelo sobre la verdad de aquel día.
Los ojos esmeralda de Iandros se fijaron en Wilhelm con firmeza.
—Cuando era niño, no sabía nada de lo que había sucedido. Por eso, di por hecho que usted… que usted los había matado.
—……
—Pero a medida que fui creciendo, mientras más pensaba que tal vez, solo tal vez, usted me apreciaba un poco, más dudas me surgían. Si realmente me apreciaba, ¿por qué haría algo así…?
Los ojos de Iandros estaban llenos de tristeza.
Por un instante, Wilhelm sintió que su nieto volvía a ser aquel niño que, en la mansión de aquel día, lloró hasta quedar inconsciente.
—Y después, cuando vi los rostros de mis padres dentro del subespacio, entendí que… tal vez… tal vez lo que sabía no era toda la verdad.
—Ian…
—Fue entonces cuando empecé a cuestionármelo.
Wilhelm suspiró y, lentamente, se puso de pie. Caminó hasta quedar frente a Ian y colocó su gran mano sobre la cabeza de su nieto.
—Pero en todo eso, tú no tienes ninguna culpa. ¿Lo entiendes?
—Sí. Entiendo que mi abuelo no me dijo la verdad porque pensó que era demasiado niño para soportarla.
—Así es. No quería imponerte ninguna carga. No hay abuelo en el mundo que quiera darle a su nieto el peso de la muerte de sus padres.
—Lo siento.
Iandros bajó la mirada.
Su voz tembló ligeramente.
—Por haberlo malinterpretado… por haber pensado lo que quise, por…
—Ian, no tienes que decir eso.
Wilhelm lo miró y habló con firmeza.
—Fue mi decisión. Y también fue mi decisión no corregir tu malentendido. Prefería que me odiaras a que te odiaras a ti mismo. Y no me arrepiento en lo más mínimo, Iandros Cracion.
—……
—Así que no pienses en nada más. Y si, a pesar de haber crecido, aún te cuesta sobrellevar esta verdad, entonces échame la culpa a mí. Culpa a este viejo por no haberlo detenido a tiempo, pero no te culpes a ti.
Wilhelm miró a su nieto con una calidez inusual.
Con voz suave, le preguntó:
—¿Lo entendiste?
En este preciso momento, Wilhelm no era el Emperador de Cracion.
Solo era el abuelo de un joven.
Iandros observó a su abuelo, quien siempre había parecido inalcanzable, ahora de pie ante él, mirándolo con calidez.
Lo miró en silencio por un momento y, finalmente, asintió.
—Sí, Su Majestad.
Luego, abrió los labios y habló.
—Gracias… por proteger mi corazón.
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