⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Denis guió a Thiel e Iandros a la mejor habitación del palacio de descanso.
Era un cuarto con una estructura peculiar: dos habitaciones conectadas entre sí, de modo que con solo abrir una puerta se podía entrar directamente a la habitación de Iandros.
Mientras Thiel e Ian descansaban un momento, las doncellas del palacio entraron y se inclinaron ante Thiel.
—Thiel, hemos venido a ayudarle a cambiarse de vestido.
—Mmm.
Thiel dudó un instante y luego levantó la mirada hacia Iandros.
—¿Iremos a ver el mar de inmediato?
—Si no necesitas descansar más, podemos ir ahora.
El viaje hasta el palacio había sido bastante cómodo, así que no se sentía demasiado cansada. Y Thiel estaba impaciente por ver el mar.
—Entonces será mejor llevar algo ligero, ¿verdad?
—Si no quieres que te arrastre la marea, sí.
Thiel asintió y, para permitirle prepararse con tranquilidad, Iandros se dirigió sin problemas a la habitación contigua.
Las doncellas deshicieron el equipaje de Thiel, organizando sus pertenencias, y luego la ayudaron a cambiarse de ropa.
Se quitó el vestido pesado que llevaba y eligió uno más ligero y delgado, adecuado para salir al exterior.
Cuando estuvo lista, una de las doncellas colocó cuidadosamente un sombrero sobre su cabeza y le dijo:
—Aquí el sol es muy intenso, así que usar un sombrero hará que moverse sea más cómodo.
—Entiendo. Gracias por el consejo.
—No hay de qué.
Las doncellas peinaron con esmero el cabello ligeramente ondulado de Thiel y lo recogieron parcialmente hacia atrás.
Se aseguraron de que estuviera en ‘perfecto estado para salir’ antes de retirarse, satisfechas con su trabajo.
Thiel se miró en el espejo.
En el reflejo vio a una mujer de cabello blanco, peinado con elegancia, cuya belleza resaltaba de manera llamativa.
Ahora que ya se había acostumbrado un poco a su apariencia, sonrió satisfecha y se levantó de su asiento.
Después, se dirigió a la habitación donde Iandros la esperaba.
La puerta que conectaba ambas habitaciones se abrió suavemente, sin hacer el menor ruido.
Tan silenciosa era, que Iandros ni siquiera notó la presencia de Thiel hasta que sintió sus brazos rodeando con delicadeza su cintura.
—Ian.
—¡…!
Iandros se sobresaltó y se giró de inmediato para mirarla.
Thiel lo miró con una gran sonrisa traviesa.
—Ya estoy lista. Tú también te has cambiado de ropa, ¿verdad?
—No quería usar algo incómodo para moverme. Ese vestido te queda bien… Y el sombrero también. Estás preciosa.
Con cuidado, Iandros bajó un poco el ala del sombrero de Thiel para cubrir parcialmente su rostro.
—¿Eh? Si dices que me veo bonita, ¿por qué me tapas la cara…?
—De repente… no quiero que nadie más te vea.
Murmurando esas palabras, Iandros la abrazó y apoyó el rostro en su hombro, que tenía un aroma agradable.
Thiel encontró su actitud adorable y, entre risas, lo abrazó también.
—No necesitas taparme con el sombrero. De todas formas, la única persona que puede mirarme así eres tú.
—Por supuesto, eres mi prometida. ¿Quién más se atrevería a verte con la misma devoción con la que te miro yo?
Con una sonrisa traviesa, Iandros tomó su mano y la llevó hacia el balcón.
—Por cierto, Thiel, mira esto. Te lo dije, ¿verdad?
Aún tomados de la mano, cruzaron juntos el umbral del balcón.
En cuanto lo hicieron, una brisa fresca y salada entró de golpe, acariciándoles el rostro con suavidad.
—Te dije que desde la habitación se veía el mar y que te gustaría.
Tal como había dicho Iandros, el paisaje ante sus ojos era impresionante.
Thiel abrió mucho los ojos, sin palabras, contemplando el vasto océano extendiéndose ante ella.
Las olas de un resplandeciente color esmeralda se mecían sin cesar.
—Me preguntaba por qué construyeron un palacio de descanso en un lugar tan apartado…
Iandros dejó la frase en el aire y volvió la mirada hacia Thiel.
Ella también lo miró, girando lentamente la cabeza.
En los ojos de Iandros, había otro mar.
El brillo esmeralda de su mirada era idéntico al color del océano ante ellos.
Parecía imposible distinguirlos.
—Pero ahora que estoy aquí… creo que lo entiendo.
—Yo también, Ian. Este mar es verdaderamente hermoso… Al igual que tus ojos.
Al escuchar eso, Iandros sonrió, con una calidez radiante como la luz del sol.
Apoyados en la barandilla del balcón, ambos siguieron mirando el mar por un largo rato.
En la distancia, se escuchaba el sonido de los gansos salvajes y el incesante ir y venir de las olas contra la orilla.
Solo con estar allí, sentían como si estuvieran en medio del océano.
Thiel, sumergida en la belleza del mar, levantó ligeramente la cabeza.
El viento estuvo a punto de llevarse su sombrero, pero logró sujetarlo a tiempo con una mano.
Entonces, miró a Iandros y extendió su mano hacia él.
—Vamos, quiero acercarme más al mar… ¡Quiero verlo de cerca!
Iandros la observó por un instante y luego, una vez más, sonrió.
Le acomodó bien el sombrero y tomó su mano.
—Está bien, vamos. Acerquémonos más. Incluso podemos mojar los pies si quieres.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
Thiel e Iandros caminaron lentamente sobre la arena.
Detrás de los dos, las huellas de sus pasos se alargaban en la arena.
El sol brillaba con intensidad, pero a ninguno de los dos parecía importarle mientras seguían caminando.
Y finalmente.
Chaplón.
Thiel se agachó con cuidado al llegar a la orilla del mar, donde las olas rompían suavemente contra la arena.
Se quedó quieta, esperando pacientemente a que el agua se acercara.
No tardó mucho.
Las olas regresaron junto con los granos de arena que antes habían arrastrado, y el agua salada hizo cosquillas en los tobillos de Thiel.
El borde de su vestido se humedeció un poco, pero a nadie le importó.
Iandros, observando el agua color esmeralda acariciar los tobillos de Thiel, se inclinó ligeramente hacia ella.
—Thiel, ¿te gusta más al verlo de cerca?
—Sí. El agua está fría, es tan refrescante… Ah, y mira esto.
Thiel, que había encontrado algo en la arena, lo colocó sobre la palma de la mano de Iandros.
Él bajó la mirada para ver qué le había dado.
Era una pequeña concha.
—Aquí hay muchísimas. Antes vi a alguien hacer un collar con un montón de estas, seguro que las recogieron en un lugar como este.
Iandros sonrió y guardó con cuidado la concha.
Después de disfrutar un rato de las olas jugueteando en sus pies, se alejaron un poco y se sentaron en la arena.
Los dos, sentados uno junto al otro, miraban el mar en silencio.
Esta playa pertenecía a la familia real, por lo que ningún otro suin tenía permitido el acceso.
Si el palacio de descanso estaba vacío, otros podían venir libremente, pero ahora que Iandros y Thiel se hospedaban allí, el resto de los suin estaban en otra playa cercana.
Por lo tanto, no habían traído sirvientes con ellos.
Los guardias seguían vigilando desde la distancia, pero no había doncellas ni asistentes atendiéndolos.
Así que se sentaron directamente sobre la arena sin preocuparse por colocar algo debajo.
Los granos de arena eran finos, así que no era incómodo ni dolía.
Además…
Solo estar aquí con Iandros me hace feliz…
No había motivo para preocuparse por la arena cuando su corazón latía con tanta fuerza por él.
Ambos se quedaron así, tomados de la mano, contemplando el cielo azul y el mar, aún más azul que el cielo.
Entonces, casi al mismo tiempo, giraron el rostro para mirarse.
El primero en hablar fue Iandros.
—Thiel, has hecho un gran esfuerzo.
Mientras seguía sosteniendo su mano, acarició suavemente su delgado dedo anular y continuó.
—Quería decírtelo desde hace mucho tiempo… pero terminé tardando demasiado.
No habló en exceso. Iandros nunca había sido alguien de muchas palabras.
Sin embargo, con un simple ‘has hecho un gran esfuerzo’, todo el peso que había oprimido a Thiel hasta ahora pareció derretirse y desvanecerse por completo.
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