⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄
Mientras Ethel pensaba en eso, Laszlo también reflexionaba mientras la miraba, hasta que habló:
—Fui demasiado claro, ¿no crees?
Ante su respuesta desinteresada, el joven que parecía su compañero frunció el ceño. Sin embargo, Laszlo siguió observando a Ethel y le preguntó:
—¿Qué haces aquí?
—Venía a recoger la ropa sucia de la habitación del Conde. Si le resulta molesto, procuraré tomar otro camino la próxima vez.
Ethel respondió sin mostrar ni un ápice de nerviosismo o temor. Aunque pensó que aquello podría resultar sospechoso, le resultaba difícil fingir sorpresa, ya que había aprendido desde pequeña cómo manejar situaciones como esa.
Laszlo observó detenidamente a Ethel antes de asentir levemente con la cabeza.
—Bueno… no es para tanto. Puedes irte.
—Sí, señor Conde.
Ethel inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto y empujó el carrito en dirección a la habitación de Laszlo, aliviada de que, al parecer, no había levantado sospechas injustas.
Mientras Laszlo observaba en silencio cómo Ethel se alejaba, su brazo derecho, Nathan, frunció el ceño y preguntó:
—¿Quién es?
—¿No lo oíste? Es una doncella del lavadero.
—No me hagas reír, jefe. Mis ojos todavía funcionan perfectamente.
Aunque Laszlo respondió con brusquedad, Nathan miró fijamente el perfil de su rostro, con una expresión claramente desconfiada.
—A simple vista, es de origen noble. Y no de una familia cualquiera… Espera un momento.
Nathan, rápido y perspicaz, recordó algo de inmediato.
—¿No será esa mujer que recibiste del Emperador?
—¿Esa mujer? ¿Cuál?
—¿Vas a seguir jugando conmigo? ¡Me refiero a Ethel Lancaster!
Laszlo no respondió, limitándose a regresar al interior de su despacho.
Aun así, Nathan permaneció de pie junto a la puerta, observando en dirección al camino por donde Ethel había desaparecido.
—Debe ser que ya estoy viejo. No puedo creer que haya olvidado a esa mujer.
—No tienes por qué recordarla.
—Tal vez. Depende de cómo pienses usarla, jefe.
Con una expresión fría, Laszlo cerró con fuerza la puerta de su despacho.
—¿Una mujer que fue Duquesa trabajando como doncella del lavadero? ¿Alguna vez ha metido las manos en el agua?
—¿Seguro que tus ojos funcionan bien? Si hubieras visto sus manos, no habrías hecho esa pregunta.
Ante el comentario de Laszlo, Nathan se quedó quieto por un momento. Estaba tan concentrado en el aire peculiar que emanaba esa mujer mientras rondaba fuera de la puerta que ni siquiera se fijó en sus manos.
Sin embargo, Laszlo había notado no solo el rostro de Ethel, sino también sus manos ásperas y maltratadas.
Sus manos, ahora rojas, hinchadas y con la piel descamada, contrastaban con lo que habían sido antes, mostrándose ahora dolorosamente transformadas.
—Parecía tan agradecida de trabajar como doncella del lavadero que uno pensaría que esperaba ser llamada para atender por las noches.
—Imposible. Las mujeres nobles preferirían convertirse en esclavas de los bordados antes que trabajar con sus manos.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no te dejes llevar por prejuicios? Si solo ves lo que quieres ver, mejor busca trabajo en un periódico.
Nathan cerró la boca, avergonzado.
De hecho, Laszlo también se estaba burlando de sí mismo. Al principio, había pensado exactamente lo mismo que Nathan.
Aunque era pronto para emitir un juicio definitivo, las manos de Ethel le dieron a Laszlo una idea de su desesperación.
Parece que ya no está pensando en morir. Eso es algo digno de reconocer.
Ethel, que había decidido continuar luchando contra las adversidades de la vida, empezaba a parecerle más soportable.
Mientras Laszlo reflexionaba, Nathan soltó un suspiro y se rascó la nuca.
—¿Qué casualidad que justo cuando hablábamos de los Canyon esa mujer estuviera afuera? Me incomoda. ¿De verdad no habrá oído nada?
—Son muy pocos los que saben que el ‘ratón rojo’ se refiere a los Canyon. Si ella lo supiera… Bueno, en ese caso, deberíamos contratarla como descifradora de códigos para nuestra Gremio.
Laszlo soltó una ligera risa para calmar al preocupado Nathan.
Sin embargo, aquel encuentro inesperado con Ethel lo sumió en pensamientos más profundos sobre los Canyon.
Cierto. El Conde Canyon será más cauteloso que antes, pero nunca podrá renunciar a su codicia.
No solo entregó a su hija, con un futuro brillante, en matrimonio con un anciano sin reparos, sino que también la ofreció para salvar su propio pellejo.
Tras aceptar a Ethel, Laszlo había esperado recibir algún mensaje secreto de los Canyon, pero hasta ahora no había recibido ni una sola carta.
Incluso la Marquesa Viuda Celestine, que ni siquiera es familia, me escribió pidiéndome que la tratara bien, pero sus propios padres y hermanos no parecen interesados en saber qué ha sido de ella.
Dada la situación, Laszlo no pudo evitar pensar que la vida de Ethel era lamentable.
Quizás su padre la engañó para casarse con el Duque Lancaster. O tal vez, incluso antes de ese matrimonio, Ethel nunca fue realmente feliz.
Sea como sea, Ethel, esa mujer también debería ser capaz de cortar lazos con su familia.
Creyendo firmemente que algún día los Canyon desaparecerían del registro de la nobleza, Laszlo esperaba que Ethel hubiera dejado atrás su pasado por completo, mientras volvía a concentrarse en sus asuntos.
—Volviendo al tema de antes, mantén una vigilancia estricta sobre el ‘ratón rojo’. Cuando el ‘zorro amarillo’ haga algún movimiento, el ‘ratón rojo’ seguramente actuará de manera diferente a lo habitual.
—Entendido. Confiaré en la intuición del jefe una vez más.
Nathan asintió con la cabeza, convencido de que la intuición de Laszlo, que siempre acertaba, no fallaría esta vez.
Sin embargo, en el fondo seguía rumiando una inquietud que no lograba disipar.
Mi intuición tampoco es mala, jefe. Esa mujer me pareció extrañamente inquietante.
Una mujer hermosa, de origen noble, que ahora trabajaba como lavandera en un lugar que no era más que un refugio para matones.
Cada palabra de esa descripción parecía chocar con las demás.
Aunque, pensándolo bien, lo peor que podría pasar es que se convierta en la amante del jefe. Una mujer caída en desgracia no tiene mucho más que hacer.
Nathan trató de distraerse entregándole a Laszlo unos documentos que contenían las últimas noticias de la compañía mercenaria.
⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄
La fuerza militar que protegía al imperio estaba dividida en dos grupos.
Uno era la Guardia Imperial, que escoltaba al Emperador de cerca. El otro era la Orden de Caballería Imperial, que protegía el palacio y salía en campañas siguiendo las órdenes del Emperador.
Aunque la Orden de Caballería Imperial era mucho más grande en número, la Guardia Imperial era considerada un puesto más prestigioso por su cercanía al Emperador. De hecho, los caballeros de la Orden que eran elegidos para unirse a la Guardia eran felicitados como si hubieran recibido un ascenso.
—Por eso fue injusto lo que le pasó al subcomandante. Si el Conde Crises no hubiera aparecido de repente, seguramente ahora sería el capitán de la Guardia.
—¡Deja de decir tonterías! Todo el mundo tiene un puesto que le corresponde. Para mí, ser subcomandante de la Orden de Caballería Imperial ya es un gran honor.
—Por eso digo que es demasiado buena persona, subcomandante.
Dos hombres, que acababan de terminar su entrenamiento en el campo de prácticas de la Orden de Caballería Imperial, intercambiaron palabras de aliento mientras reían.
Uno era el comandante del primer regimiento de la orden, y el otro, el objeto de sus elogios, era Edmund Milton, subcomandante de la Orden de Caballería Imperial.
Con su deslumbrante cabello rubio platino y ojos grises, Edmund poseía un rostro delicado y hermoso. Pero bajo la camisa empapada de sudor, ocultaba un cuerpo firme que hacía justicia a su título de subcomandante más joven de la historia.
—¡Oye, Milton! ¿Apenas terminas el entrenamiento?
—Ah, comandante, acabo de terminar. ¿Necesita que le ayude en algo?
—Solo quería decirte que buen trabajo, hombre. Si alguien me escuchara, pensaría que te exploto todos los días.
El comandante de la orden lanzó una carcajada, mientras el regente del primer regimiento bromeaba diciendo: Pues eso es lo que hace, ¿no?
El comandante, fingiendo molestia, frunció el ceño hacia el regente, antes de volver a Edmund y darle un par de palmadas en el hombro.
—No tienes que igualar la carga de entrenamiento de la Guardia Imperial. Además, ya tienes suficientes cosas que hacer.
—No era mi intención competir con la Guardia. Simplemente, tras la represión de la rebelión de los Lancaster, el ambiente sigue siendo inestable, y no sabemos qué facción podría levantarse de nuevo. Pensé que era mejor estar preparados.
—¡Vaya! ¡Qué respuesta tan ejemplar, sir Milton!
El comandante del regimiento expresó su admiración, mezclando un poco de adulación ante la respuesta tan correcta de Edmund.
Así era Edmund: un hombre de alto linaje noble que había seguido un curso de élite y que, sin embargo, siempre mostraba humildad y amabilidad, ganándose el favor de todos. Claro, su atractivo físico también ayudaba.
—¡Buen trabajo a todos! ¡Nos vemos mañana!
Secándose el sudor, Edmund saludó con una voz fuerte y jovial a los demás antes de darse la vuelta. Los que estaban cerca le devolvieron el saludo con igual entusiasmo, agitando las manos con familiaridad.
Pero el rostro de Edmund, ahora de espaldas a ellos, era completamente distinto al de un momento atrás.
Comments for chapter "21"
MANGA DISCUSSION