⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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—¿Sabías que estuviste a punto de morir? Según Aylan, probablemente tu cerebro estaba medio cocido.
—Eso… lo, lo siento mucho.
—No te enfermaste porque quisieras, así que no hay por qué disculparse. De todos modos, descansa bien en esa habitación hasta que Aylan diga que puedes levantarte.
—Perdón, pero ¿quién es ‘Aylan’?
Solo entonces Laszlo pareció darse cuenta de que estaba diciendo algo que solo él conocía, y su expresión reflejó un pequeño ‘¡ah, claro!’
A Ethel le resultaba divertido ver esa expresión que a veces mostraba Laszlo.
—Aylan Cobb. El médico charlatán que te trató.
Cuando dijo ‘médico charlatán’ con un tono serio, Ethel no pudo evitar soltar una carcajada. Tapó su boca apresuradamente y añadió unas palabras, temiendo que él pudiera ofenderse.
—Parece demasiado hábil como para llamarlo un charlatán.
—…Es cierto.
Laszlo lo reconoció sin reparos. No parecía molesto en absoluto.
—En cualquier caso, concéntrate solo en descansar y recuperarte. Durante ese tiempo, la sirvienta que te asigné seguirá contigo.
Ethel estaba a punto de agradecerle y retirarse, pero decidió añadir algo con cautela.
—Estoy profundamente agradecida por su compasión y generosidad, señor Conde. ¿Debería informar a la señora Bohen sobre mi periodo de recuperación?
—No necesitas preocuparte por la jefa de las sirvientas. Ella misma debe estar deseando que te recuperes pronto.
—¿Perdón?
Ante la respuesta incrédula de Ethel, Laszlo dejó escapar una breve risa.
—Le advertí que no saldría ilesa si dañaba la ‘ofrenda del Emperador’. Y no lo decía en broma.
—¿La ofrenda del Emperador…?
—Ah, ¿te pareció una expresión desagradable?
Ethel negó con la cabeza rápidamente.
Aunque el término le había sorprendido un poco al escucharlo de nuevo, no le resultaba desagradable ni triste.
—No, no lo es. Después de todo, gracias a eso estoy viva.
—No era mi intención que lo estuvieras.
—…
Recordando cómo había intentado saltar de la carreta cuando venía hacia este lugar, Ethel se quedó sin palabras por un momento.
En ese entonces, pensaba que al llegar aquí encontraría un infierno, pero con el tiempo, Laszlo terminó siendo quien la había salvado de él.
Sin embargo, ¿qué había ganado Laszlo Crises con todo esto? Por más que lo pensaba, no podía encontrar una respuesta.
—Seguramente usted tampoco deseaba algo como yo, una especie de botín de guerra.
—¿Qué?
—Le habría convenido más recibir algo como obras de arte o joyas del Ducado, como los demás. Su Majestad fue muy cruel con usted.
Ethel sonrió débilmente, aunque no pudo evitar sentir un amargo sabor en su boca.
Después de convivir durante unos meses, entendió que Laszlo no tenía interés ni en las mujeres ni en los juegos de los nobles.
Para alguien como él, que le entregaran a una esposa de un traidor como botín de guerra debía haber sido algo incómodo.
Pero Laszlo se limitó a esbozar una leve sonrisa burlona.
—¿De qué estás hablando? Su Majestad me otorgó lo más valioso como botín para preservar mi honor.
Fue una sensación extraña.
Aunque sus palabras parecían reprocharla, Ethel sintió que, de alguna manera, encontraba consuelo en ellas.
—Gracias por decir eso. No sé si será una falta de respeto, pero si usted no me hubiera aceptado en aquel entonces, yo…
Su voz se apagó por un momento.
Ethel no pudo continuar, imaginando lo horrible que habría sido otro futuro alternativo. Laszlo, sin embargo, dijo algo inesperado.
—…Hazme un favor y no pienses en morir.
—¿Qué?
—En la vida siempre habrá días mejores. Sé que ahora es difícil, pero intenta aguantar un poco más.
Ethel se quedó perpleja.
Había ido a agradecerle por salvarle la vida, pero no entendía por qué él le decía eso.
Aun así, sabía que Laszlo no lo decía con malas intenciones, así que intentó responder con palabras amables.
—Sí. Si sigo viviendo así, tal vez algún día… pueda llevar una vida normal…
Por alguna razón, al decir la palabra ‘normal’, las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Ethel de manera inesperada.
Fue algo tan repentino que no pudo detenerlas.
—¡Ah, lo siento mucho!
Se giró rápidamente para secarse las lágrimas, pensando que Laszlo estaría confundido o molesto. Al fin y al cabo, había gastado una gran suma para salvarle la vida, y ahora ella estaba llorando mientras iba a darle las gracias.
Sin embargo, su reacción fue inesperada.
Después de titubear un momento, Laszlo se acercó y le ofreció un pañuelo.
—Bueno… Para ti, llevar una vida normal debe haber sido lo más difícil.
Con esas palabras, las lágrimas que Ethel había limpiado a duras penas volvieron a brotar.
Toda su vida, Ethel solo había deseado una felicidad sencilla. Una familia normal, una vida normal, amores y amistades normales.
Lo que ella consideraba un deseo modesto, resultó ser un sueño ambicioso.
Lo normal era lo más valioso y, a la vez, lo más difícil de alcanzar.
El dinero, el estatus, las ambiciones de su padre y la atención de la sociedad eran excesivos, pero dentro de todo eso, el amor y la estabilidad eran escasos.
Jamás habría imaginado que Laszlo entendería eso.
—Lo siento mucho. Ni yo sé por qué estoy llorando… probablemente sea por la fiebre. Creo que algo anda mal en mí.
—No hace falta que me agradezcas más. Vuelve a tu habitación y llora todo lo que necesites.
—¿Qué…?
¿Llorar más?
Ethel creyó haber escuchado mal y preguntó de nuevo.
—Es una orden.
Sin embargo, Laszlo no solo no corrigió lo que había dicho, sino que reafirmó sus palabras llamándolo una orden.
La tomó por los hombros, la giró y la empujó hacia la puerta mientras hablaba.
—Cuando termines de llorar, llama a la joven sirvienta y pídele que te traiga una cena abundante. Cómela hasta llenarte y, sin pensar en nada más, duerme profundamente. Esa es mi orden.
—Pero…
—No discutas. Ahora ve.
La puerta del despacho se cerró de golpe tras ella, dejándola en el pasillo.
—¿Qué ha sido esto…?
¿Qué acababa de pasar?
Ethel se quedó inmóvil en el pasillo, atónita.
Pero la ‘orden’ que Laszlo había susurrado resonaba cálida en su mente, como una sopa reconfortante que derretía el hielo en su corazón. Por alguna razón, sintió una extraña valentía, aunque no sabía por qué o para qué.
Bueno, es una orden.
Secó sus mejillas aún húmedas con el pañuelo que Laszlo le había dado y regresó a la habitación de invitados en la que estaba alojada.
Allí, se dejó caer en la cama y lloró sin reservas.
Era la primera vez que lloraba tanto desde que se casó con el Duque de Lancaster.
Pero fue algo extraño.
Mientras lloraba, sintió que algo atascado en su interior empezaba a disolverse. Finalmente, llegó un momento en el que pensó: ¿Por qué estoy llorando?
Y entonces sintió hambre.
Estoy hambrienta.
Tal como Laszlo había sugerido, sintió ganas de comer algo abundante. Ethel llamó a Daisy, la sirvienta que dormía en la pequeña habitación contigua.
—¡Señora! ¿Qué sucede? ¿Por qué ha estado llorando?
Daisy se alarmó al ver los ojos hinchados de Ethel, que evidenciaban cuánto había llorado. Pero en lugar de explicarle, Ethel hizo una petición urgente.
—Daisy, tengo muchísima hambre. Lo siento, ¿podrías traerme toda la comida que puedas?
—¿Hambre? ¡Eso significa que está mejorando! ¡Espere un momento!
Daisy, visiblemente contenta de ver que Ethel mostraba apetito, corrió hacia la cocina.
Poco después, regresó con una bandeja llena de comida. La cantidad era mucho mayor de lo que Ethel habría imaginado comer.
—Traje todo lo que pude. Hay sopa de papa, pan de centeno, mantequilla, tres lonjas de jamón, huevos cocidos, pollo asado y una manzana. Esto es chalota y zanahorias salteadas; puede ponerlas en el pan para hacer un bocadillo. Y estas son unas galletas que compré por la tarde.
Los platos estaban repletos y lucían deliciosos. Quizás la calidez de Daisy al preparar todo hacía que se vieran aún más apetitosos.
Ethel dio las gracias y comenzó a comer con avidez. Nunca antes había sentido tanta hambre.
El sabor de la comida sencilla llenó su boca y despertó aún más su apetito.
—Vaya… Nunca la había visto comer tanto.
—Yo tampoco había comido así antes.
Ethel rió tímidamente y continuó devorando la comida con rapidez.
Puf… Creo que ya no podría comer ni una gota más.
Limpió cada plato, dejando incluso las migajas, y sintió una satisfacción inexplicable.
Ya no recordaba bien por qué había llorado antes.
Lo único que permanecía en su mente eran las palabras de Laszlo.
( En la vida siempre habrá días mejores. )
Era un consuelo común, pero al provenir de él, se sentía especial.
Es extraño… Pero cuando él lo dice, parece que realmente sucederá.
Laszlo Crises había sido quien la salvó del Duque de Lancaster y de otros hombres codiciosos.
De repente, recordó un día en la mansión del Duque.
Había asistido a una cena una semana después de haber tenido un fuerte resfriado.
( ¿Eh? ¿Ya te recuperaste? Decían que era un resfriado grave, pero parece que no era para tanto. )
( Durante un tiempo las comidas fueron más agradables sin ti. Tch. )
El ambiente era tal que parecía que lamentaban que ella ya estuviera bien. Incluso en las comidas diarias, Ethel siempre se había sentido incómoda. Aquella noche, el simple acto de tragar la comida se sintió como tragar arena, y apenas comió lo justo para cumplir con las formalidades.
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