⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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—De verdad eres hermosa, señorita. ¿No le dije? Si usa este ‘polvo de flores’, se verá mucho más bonita. ¡Ho, ho, ho!
—¿En serio…? ¿No se ve demasiado roja mi mejilla?
—Hoy en día este tipo de maquillaje está de moda. Da un toque de color y hace que parezca más joven, ¿no es genial?
Linia seguía mirando su reflejo en el espejo, girando la cabeza de un lado a otro, incómoda con sus mejillas mucho más sonrojadas de lo habitual.
A su lado, Marsha continuaba animándola sin descanso.
—¿Sabe que esto lo compré después de hacer fila desde el amanecer? No lo venden porque siempre se agota.
—¿Cuesta 400 lington por unidad y aún así no lo pueden vender?
—¿400 lington son dinero para los nobles? Dicen que en unos meses saldrá un nuevo producto. En ese momento, iré más temprano para comprar dos. Ya tenemos el color rosa, así que sería bueno conseguir uno en tono anaranjado y otro con un toque lavanda, ¿verdad?
Linia se sobresaltó al escuchar a Marsha decir que planeaba comprar dos cosméticos de 400 lington cada uno.
—¿Qué? ¡N-no hace falta!
—No se preocupe, señorita. Es para usted, así que, ¿qué importa si pierdo un poco de sueño? ¡Ho, ho, ho!
Marsha no tenía idea de por qué Linia se preocupaba tanto y continuó mostrando fervientemente su lealtad.
Hasta hace poco, había menospreciado a Linia en secreto, pero su actitud había cambiado completamente por culpa de Ethel.
—Por cierto, señorita.
—¿Qué?
—Hay algo que me tiene preocupada.
—¿Preocupada? ¿Qué pasa?
Marsha se acercó mucho a Linia, que seguía ocupada mirando el espejo.
—Esa mujer que decían que era la Duquesa…
—Ah, sí. ¿No dicen que por tu culpa colapsó y estuvo al borde de la muerte? ¿Cómo pudo pasar algo así? ¿No sabes que meterte con las cosas de mi hermano puede costarte la vida?
Lejos de consolar a Marsha, Linia la miró de reojo y le lanzó esa pregunta con frialdad.
Marsha apretó los dientes, reprimiendo las ganas de agarrar a Linia del pelo y sacudirla, y en su lugar hizo una mueca de lástima.
—¡Es injusto para mí, señorita! Ni siquiera hablo con ella, ¿cómo iba a saber que estaba enferma? Apuesto a que fingió desmayarse solo para fastidiarme.
—¿Cómo iba a fingir algo así con el señor Aylan presente?
Linia recordó un episodio en el que ella misma había fingido un desmayo para llamar la atención de su hermano, solo para que Aylan descubriera la verdad. La reprimenda que recibió de Laszlo la dejó tan traumatizada que jamás volvió a intentar fingir una enfermedad.
Como Linia no parecía estar de su lado, Marsha hervía de rabia por dentro.
¡Eso es porque tú eres tonta y no sabes actuar! ¡Qué desgracia la mía, tenerte como dueña!
Pero no podía expresar esos pensamientos en voz alta.
—De todas formas, eso no es lo que me preocupa, señorita.
—¿Ah, no? ¿Entonces qué es?
Marsha se inclinó hacia el oído de Linia y susurró como si temiera que alguien pudiera escuchar.
—Creo que esa tal Ethel está intentando seducir al Conde.
—¿Qué?
Linia frunció el ceño de inmediato. Al ver que Linia mordía el anzuelo, Marsha comenzó a hablar con entusiasmo.
—Ayer, Mina fue a llevar agua al dormitorio del Conde y vio a Ethel entrar a su despacho.
—¿Agua al dormitorio? Eso debe haber sido tarde en la noche, ¿no?
—¡Exacto! ¿Por qué buscaría a un hombre solo en su despacho a esas horas? ¡Es tan obvio lo que intenta hacer!
Si las suposiciones de Marsha eran ciertas, aquello era algo que disgustaba profundamente a Linia.
—¡Mi hermano no puede mancharse con escándalos de este tipo!
Linia creía que Laszlo debía casarse con una noble joven, refinada y sin mácula. Estaba orgullosa de cómo su hermano, a pesar de pertenecer al gremio de mercenarios, había mantenido una vida limpia.
No podía tolerar que su hermano tuviera como amante a una mujer que había sido la esposa de un hombre mayor, que era sirvienta y provenía de una familia implicada en traición.
—Entonces, ¿esa mujer intentó seducir a mi hermano?
—Parece que falló esta vez. Poco después salió del despacho, pero ya sabe, ¿no? Cuando una mujer usa su cuerpo para seducir, pocos hombres pueden resistirse.
Linia apretó los dientes.
—¿Con esa cara de santurrona ahora quiere seducirlo con su cuerpo?
—¡Eso dije! Estoy segura de que es una hipócrita. ¡Es una traidora, señorita, una traidora!
Marsha, encantada de que su plan funcionara, seguía hablando sin parar.
Aunque Laszlo era el cabeza de familia, casi nunca estaba en casa debido a sus deberes en la corte. En su ausencia, quien tenía el control en la residencia era Linia.
Marsha estaba segura de que, al tener influencia sobre Linia, al final ella sería la que saldría ganando.
Ya verán. ¡Haré que esa Ethel y todos los que estén de su lado se arrodillen ante mí y me pidan perdón!
Sin embargo, en este momento, Linia tampoco podía tocar a Ethel.
Laszlo, enfurecido por el diagnóstico de Ailan que decía que Ethel había estado al borde de la muerte, había ordenado que Ethel descansara en una de las habitaciones para huéspedes. Si Linia la molestaba ahora, no sabía qué tipo de castigo podría recibir de su hermano.
—Por ahora, descansará unos días más y luego mi hermano la pondrá de nuevo a trabajar. En ese momento, le advertiré seriamente.
—Una vez más le digo, señorita, que usted es la única que puede proteger al Conde de esas mujeres vulgares que solo buscan dinero o poder.
—Ya lo entendí, deja de parlotear. Me estás irritando.
Linia, molesta, terminó regañando a Marsha, quien claramente intentaba manipularla para perjudicar a Ethel.
Sin embargo, Linia también estaba resentida con Ethel, por lo que no planeaba ignorar las palabras de Marsha por completo.
Debe haberse quemado por dentro al venir aquí pensando que sería la amante de mi hermano y terminar haciendo tareas de sirvienta. Ahora intenta aprovechar esta situación como excusa para acercarse a mi hermano…
Linia decidió mantenerse alerta para proteger a su hermano.
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La residencia del Marqués Celestine se encontraba en la calle Grania, en el distrito 2 de Herona.
Aunque no era tan famosa como la calle Herona, la calle Grania también era conocida como un barrio de residencias nobles, y estaba limpia y bien cuidada.
Sin embargo, Laszlo sentía cierta incomodidad en este tipo de lugares.
La calle Patrice es mucho mejor. No es tan concurrida y está más cerca del palacio.
Mientras pensaba que había tomado una buena decisión al aceptar la residencia en la calle Patrice, Laszlo cruzó la entrada de la propiedad del Marqués Celestine.
Hoy era el día en que la Marquesa había solicitado una reunión con él.
La residencia es más modesta de lo que esperaba.
Aunque había visitado muchas propiedades de grandes nobles siguiendo al Emperador, era la primera vez que iba a la residencia Celestine.
El jardín y la casa tenían un aire ordenado y meticuloso, reflejo de una familia que no buscaba destacar en el ámbito social ni político.
Probablemente esto se debía a la influencia de la Marquesa Barbara, famosa como una ‘heroína que protegió su linaje’.
Aunque hay quienes murmuran que es una mujer que devoró a su esposo.
Sin embargo, Laszlo tenía un alto concepto de Barbara.
Si la casa estaba a punto de colapsar, ¿qué tenía de malo que una mujer tomara las riendas?
La gente satisfecha siempre inventa reglas absurdas.
En ese momento, el carruaje se detuvo suavemente mientras los caballos relinchaban. Habían llegado frente a la residencia.
—Bienvenido, señor Crises. Le damos la bienvenida a la residencia del Marqués Celestine.
Un mayordomo de apariencia amable recibió a Laszlo mientras este bajaba del carruaje.
El mayordomo lo guió al salón de la residencia con una actitud impecable, sin nada que sobrara o faltara.
Laszlo, sin embargo, estaba más impresionado por el mayordomo que por el elegante salón.
¿Dónde se consigue un mayordomo así?
Solo de pensar en los papeles que se apilaban en su escritorio, sintió que la cabeza le dolía.
Mientras echaba un vistazo al salón, finalmente el Marqués Celestine y la Marquésa Barbara hicieron su entrada.
—¡Por fin lo conocemos, Conde Crises!
El Marqués Celestine, un hombre de unos treinta y tantos años, saludó a Laszlo, que era más joven que él, con entusiasmo. Si ese entusiasmo era genuino, lo descubriría con el tiempo.
—Gracias por invitarme, Marqués Celestine. Y… Marquesa.
—Deje de usar títulos largos cuando hay nombres más cómodos. Llámeme simplemente Barbara.
Barbara era una anciana de mirada severa que daba la impresión de ser difícil de manejar. Según los rumores, acababa de cumplir 60 años.
—Yo soy Laszlo.
—Lo sé. Pero como es el jefe de una casa noble, lo llamaré Conde.
Aunque permitía que la llamaran por su nombre, Barbara dejaba claro que no haría lo mismo con Laszlo. Parecía establecer límites desde el principio.
Laszlo esbozó una ligera sonrisa.
—Es mejor evitar nombres incómodos para ambas partes.
—Ahora que lo dice, tiene sentido.
Ambos comenzaron a tantearse mutuamente sin ceder terreno.
Cuando se sentaron, las sirvientas colocaron té caliente y una selección de pasteles sobre la mesa.
Aunque las tazas y los pasteles no eran ostentosos, los detalles como la variedad de pasteles, su disposición, la temperatura del té y la atención de las sirvientas mostraban un cuidado especial hacia los invitados.
Laszlo quedó impresionado internamente.
¿Podría nuestra casa recibir a los invitados de esta manera?
Aunque nunca había invitado a nadie, pensar en Linia o Marsha le daba la respuesta.
Imposible.
Con un toque de amargura, Laszlo bebió el té, proyectando la imagen de un depredador sin carencias a ojos de los demás.
Cuando la primera taza de té estaba por terminar, el Marqués Celestine comenzó a tocar el tema principal.
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