⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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Comparado con el reinado del Emperador anterior, donde los nobles gozaban de una libertad desmedida, Dimarcus había implementado medidas que se acercaban más a la opresión hacia ellos. Sin embargo, la razón por la que había logrado mantener su trono de manera sólida era porque su ejercicio del poder se alineaba con el sentido común y la moralidad universal.
En otras palabras, los nobles a los que castigaba habían cometido abusos que excedían los límites de lo razonable.
—No es fácil encontrar perlas en este pantano que mi padre dejó hecho un desastre.
Dimarcus suspiró profundamente.
El poder de las cuatro grandes familias había sido excesivo durante mucho tiempo, y demasiados parásitos habían prosperado bajo su sombra. Las personas sabias y diligentes habían optado por borrar su presencia, esperando pacientemente que esa época violenta llegara a su fin.
—Sería bueno que empezaran a salir, pero todos son demasiado cautelosos.
Mientras Dimarcus lamentaba las dificultades de encontrar aliados confiables, el Conde Talon, su leal asistente, habló con cautela:
—¿No cree Su Majestad que la casa del Marqués Celestine comenzará a moverse pronto?
—¿Hmm? ¿La casa del Marqués Celestine?
Dimarcus levantó una ceja al escuchar que la familia que parecía ser la más cautelosa podría estar moviéndose.
—Ayer el Conde Crises visitó a la casa del Marqués Celestine. Pensé que Su Majestad ya estaba al tanto.
—¿Laszlo fue allí? No me mencionó nada al respecto.
Dimarcus no creía que Laszlo lo estuviera traicionando. Laszlo sabía que estaba rodeado de espías e informantes, así que visitar abiertamente ese lugar a plena luz del día significaba que no tenía nada que ocultar.
Entonces, ¿por qué habría ido a la casa del Marqués Celestine de repente?
Mientras Dimarcus reflexionaba, el Conde Talon se acercó para susurrarle discretamente:
—Solo se me ocurre una razón: la amistad entre la Marquesa Celestine y Ethel Lancaster.
—¿Oh? ¿La estricta anciana tiene una relación cercana con Ethel Lancaster?
—Sí. Aunque no es algo ampliamente conocido, por lo que sé, las dos compartían una profunda amistad. Tanto, que uno podría pensar que eran madre e hija.
Dimarcus acarició su barbilla mientras se sumía en sus pensamientos.
—Entonces, ¿quiere decir que… Laszlo fue allí por Ethel Lancaster?
—Parece que la Marquesa lo invitó. Tal vez el Conde Crises aceptó la invitación para evaluar el ambiente.
—Sí, podría ser… Pero…
Por alguna razón, las acciones de Laszlo le resultaban sospechosas. Según lo que conocía de él, no era el tipo de persona que buscara reclutar aliados nobles de manera voluntaria.
Tampoco parecía una maniobra motivada por un interés amoroso en Ethel Lancaster. Dos meses y medio era un período demasiado corto para que alguien tan frío como Laszlo se enamorara perdidamente de alguien.
—Será mejor preguntárselo directamente. Díganle a Laszlo que pase por aquí antes de abandonar el palacio.
—Entendido.
Aunque podría parecer descortés retener a alguien que planeaba retirarse temprano por ser sábado, el rostro de Dimarcus solo mostraba una expresión juguetona.
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—¡Marsha! ¿Está lista la merienda? ¿Y el té?
—Todo está preparado, señorita. Por favor, cálmese.
—¡Pero los invitados vienen y mi hermano no está en casa!
Linia, que ya había estado atosigando a los cocineros y sirvientas desde la mañana, no podía ocultar su nerviosismo.
Laszlo había avisado que traería a varios caballeros de la guardia imperial al regresar del palacio, pero de repente envió un mensaje urgente diciendo que Emperador lo había convocado y que se retrasaría.
—El Conde Crises ha indicado que Su Majestad lo llamó de manera urgente, por lo que llegará un poco tarde. Si los invitados llegan antes, deben ofrecerles té y merienda, y mostrarles la casa.
El mensaje del mensajero dejó a Linia horrorizada.
¿Recibir a los nobles invitados ella sola? Sentía como si todo se le viniera encima.
Había tratado de imitar los tés que había visto en otras reuniones de familias nobles, pero no tenía idea de si lo había hecho bien. Ni siquiera las palabras de Marsha, asegurándole que todo era perfecto, lograban tranquilizarla.
¿Qué hago si se burlan de mí otra vez?
En medio de su ansiedad, un nombre vino a su mente de repente.
¡Claro! Ethel Lancaster. Ella debe saber cómo hacerlo.
Ethel era la única en la casa que había tratado con nobles antes, y lo había hecho de manera impecable.
Linia llamó apresuradamente a una sirvienta.
—¡Ve de inmediato y trae a Ethel! ¡Haz que se ponga el uniforme de doncella correctamente! ¡Rápido!
—P-pero el Conde dijo que no la molestáramos por un tiempo…
—¡Ya está recuperada! ¡Apresúrate!
Linia prácticamente gritó, y la sirvienta no tuvo más remedio que obedecer.
Unos momentos después, Ethel bajó al salón. Aunque todavía parecía un poco demacrada, ya no tenía la palidez extrema de cuando había colapsado.
Con el cabello perfectamente recogido y un uniforme impecable sin una sola arruga, Ethel más bien parecía una dama de la corte en lugar de una simple doncella de la casa.
—¿Me llamó, señorita?
—¡Mira! Ya estás bien. Mi hermano no se molestará.
Linia alzó la voz innecesariamente hacia la sirvienta que había desobedecido las órdenes del cabeza de familia al traer a Ethel, y ahora estaba visiblemente nerviosa.
Sin embargo, cuando Ethel finalmente estuvo frente a ella, a Linia le resultó difícil expresar sus verdaderas intenciones.
¿Qué haré si se burla de mí?
No solo la ridiculizaban en cada fiesta a la que asistía, sino que también temía que hasta una sirvienta de la casa pudiera menospreciarla.
Pero mientras tanto, las manecillas del reloj seguían avanzando inexorablemente.
En ese momento, Marsha, que observaba a Ethel con desagrado, se inclinó para susurrar al oído de Linia:
—Si les muestra a los invitados cómo ordena a la antigua esposa del Duque actuar como una sirvienta, seguramente pensarán que usted es una persona increíble.
—¡Ah, claro! Esa es una buena idea.
Linia sonrió ampliamente, como si se hubiera resuelto su dilema. Pensó que en lugar de pedirle consejos de etiqueta directamente a Ethel, podía disfrazar sus preguntas como órdenes, manteniendo así su orgullo intacto.
Ocultando su nerviosismo, Linia levantó la barbilla y adoptó una actitud autoritaria frente a Ethel.
—Ethel. Ya estás recuperada, así que deberías empezar a trabajar de nuevo, ¿no crees? Pero como todavía podrías estar débil para tareas pesadas, hoy simplemente sírveme. Eso no debería ser difícil, ¿verdad?
—Gracias por su consideración, señorita.
Ethel asintió dócilmente, y Linia dejó escapar un suspiro de alivio mientras se dejaba caer en el sofá.
—Dentro de poco, tres caballeros de la guardia imperial vendrán a visitarnos. Mi hermano llegará tarde, así que nos toca recibirlos. En ese caso…
—Sí.
—Eh… ¿debería recibirlos yo misma en la entrada?
Linia preguntó con un tono inseguro, tanteando la respuesta de Ethel.
Ethel, ya sea porque no comprendía el trasfondo de la pregunta o porque fingía no hacerlo, respondió con calma:
—Normalmente, esa es una tarea para el mayordomo. Sin embargo, dado que no tenemos uno, quizás la jefa de las sirvientas podría recibirlos y guiarlos al salón.
—¿Yo debería esperarlos en el salón?
—Como representante de la familia, sería más apropiado que descienda una vez que los invitados estén en el salón. Además, los caballeros usualmente no tienen título nobiliario.
—Ah, claro. Supongo que eso tiene sentido.
Aliviada al evitar tener que esperar en la puerta y actuar servilmente, Linia se llevó una mano al pecho.
—Cuando lleguen los invitados, trae las meriendas en el momento oportuno. Ve y prepara todo con antelación.
—Entendido. Entonces iré a la cocina…
—Ah, ¡espera! ¿Debería quedarme en mi habitación mientras tanto?
—Sí. Cuando lleguen los invitados, iré a buscarla.
—Bien, eso suena perfecto.
Linia, finalmente tranquila, envió a Ethel a la cocina. Había mandado preparar diez tipos diferentes de postres, así que estaba segura de que Ethel sabría cómo decorar la mesa de manera llamativa.
Después de asignar a Marsha la tarea de esperar en la entrada, Linia regresó a su habitación, ansiosa, esperando la llegada de Ethel.
No supo cuánto tiempo pasó hasta que, finalmente, escuchó un toque limpio y ordenado en la puerta.
—Señorita, los invitados han llegado.
—¿Eh? ¿Ah, sí? Entonces… supongo que es hora de bajar…
Linia, tensa, comenzó a moverse de manera torpe.
Ethel se acercó a ella, arreglándole la ropa y quitándole mechones de cabello pegados a las mejillas y la frente.
—¿Podría darme su pañuelo?
—¿Mi pañuelo? ¿E-esto sirve?
Con el pañuelo en mano, Ethel presionó ligeramente el rostro de Linia para eliminar el exceso de grasa.
—¿Dónde está el polvo compacto?
—¿El polvo? Aquí está. Este es polvo blanco, este es polvo de perla, y este otro es polvo floral, que está de moda últimamente.
Aunque todos los cosméticos eran caros, Ethel dejó a un lado los demás y tomó solo el polvo blanco más básico, aplicándolo ligeramente sobre el rostro de Linia.
El polvo básico suavizó el maquillaje que Marsha ya había aplicado, dejando un aspecto más natural y sencillo.
—Está lista.
Linia, que esperaba que Ethel continuara maquillándola, quedó sorprendida al ver que paraba en ese punto.
—No, ya que estamos, usa el polvo floral para darle algo de color a mis mejillas.
—No se puede.
—¿Qué? ¿Por qué no?
La expresión de Linia cambió de inmediato a una de molestia. Sin embargo, Ethel pareció reflexionar un momento antes de responder con cautela:
—Este tipo de polvos… Perdón por ser tan directa, pero no son apropiados para una joven noble soltera.
El rostro de Linia se endureció.
—¿Por qué? ¿Por qué no son apropiados?
—Para las jóvenes, es suficiente con mostrar su color natural. Si se aplican demasiado rubor artificial, el resultado puede ser muy poco natural.
—¿Y si una joven usa estos polvos de todos modos?
—Probablemente se rumorearía que, siendo tan joven, ya intenta seducir a los hombres.
—¿De verdad? ¿Estás completamente segura?
—Sí.
El rostro de Linia se tiñó de desesperación y vergüenza.
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