⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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—Yo… salía con esto puesto todos los días…
Eso era lo que Marsha decía. Aseguraba que este era un cosmético de moda en la sociedad aristocrática, tan popular que solo se conseguía haciendo largas filas desde temprano en la mañana cada vez que salía un nuevo producto.
¡Marsha, esa inútil!
No era de extrañar que, en todos lados, Linia sintiera que la miraban raro. En ese entonces, nunca se le ocurrió que pudiera ser por su maquillaje y, en su lugar, se rompía la cabeza imaginando otras posibles razones.
Linia, todavía en estado de shock, volvió a la realidad solo cuando Ethel le tomó ligeramente del brazo.
—Simplemente evite hacerlo de ahora en adelante. Por ahora, debe recibir a los invitados.
—¡Ah, cierto! ¡Los invitados ya llegaron!
Linia se apresuró a comprobar su apariencia en el espejo antes de bajar al salón de recepción del primer piso.
Frente a la puerta, respiró profundamente varias veces y luego le preguntó a Ethel:
—¿Qué… qué debería decir?
—Primero salude. No debe presentarse hasta que ellos se hayan presentado primero. Después de intercambiar nombres, tomen asiento, y yo traeré las meriendas. Mientras tanto, puede explicarles por qué el Conde llegará tarde.
—¿Y después de las meriendas? ¿Qué hago?
—Los invitados iniciarán la conversación, así que solo debe responder brevemente. Lo importante es que no necesita forzar el diálogo.
El plan de Linia de obtener respuestas de Ethel de manera sutil ya se había descartado por completo.
En este punto, si hubiera podido, Linia habría hecho que Ethel recibiera a los invitados en su lugar.
—Ugh, ¿qué hago? Nunca he hecho algo así.
—Cálmese. Solo recuerde que tiene un rango más alto que sus invitados. Piense en ellos… si me permite decirlo, como si estuvieran por debajo de usted.
Las palabras de Ethel le dieron un poco de valor a Linia.
Sí. Soy una dama de la casa de los Crises. Una dama de los Crises…
Respiró profundamente por última vez y se preparó para abrir la puerta del salón. Pero antes de que su mano tocara la puerta, Ethel la detuvo suavemente, bajándole la mano.
Luego, Ethel misma tomó la perilla de la puerta y la abrió para Linia.
—La señorita Linia Crises hace su entrada.
Cuando Ethel anunció su llegada y abrió la puerta del salón, Linia sintió por primera vez que realmente era una dama importante.
Involuntariamente, enderezó la espalda y levantó los hombros. Sin darse cuenta, estaba imitando la postura de Ethel, pero no tenía la capacidad mental para notar eso en el momento.
Con una gran sonrisa, Linia entró al salón.
—¿Han esperado mucho? Espero que no haya sido demasiado inconveniente venir hasta aquí.
Al verla, los tres caballeros de la guardia imperial se pusieron de pie. Aunque habían oído rumores, se sorprendieron al ver que Linia realmente tenía el porte de una dama de la casa Crises.
Por supuesto, lo que les sorprendió aún más fue ver a Ethel Lancaster en persona.
—¡Jaja! No ha sido ninguna molestia. Antes que nada, permítame presentarme. Soy Terry Bogard, de la Guardia Imperial. Este es Angelo Valen, y él es Joseph Oz.
Siguiendo la presentación de Terry, Angelo y Joseph inclinaron la cabeza al unísono.
Con sus elegantes uniformes de la guardia y su porte disciplinado, Linia no pudo evitar sentir un pequeño cosquilleo de emoción.
—Soy Linia Crises. Por favor, tomen asiento. Hoy el clima ha sido más agradable, ¿no creen?
El comentario salió naturalmente, y Linia comenzó a sentirse como una auténtica dama noble.
Los tres hombres, con risas despreocupadas, mantuvieron la conversación fluida, disipando las preocupaciones previas de Linia y creando un ambiente cálido y amigable.
—Mi hermano fue convocado de repente por Su Majestad el Emperador, pero dijo que pasaría por aquí tan pronto como pudiera. Debería llegar en cualquier momento.
—Vaya, eso sí que es impresionante, reunirse a solas con Su Majestad.
—¿Impresionante? ¡Qué obviedad, Joseph! El Conde Crises es uno de los más cercanos a Su Majestad.
Los elogios hacia Laszlo, su hermano, hicieron que Linia sintiera un gran orgullo.
En ese momento, una puerta lateral, utilizada por los sirvientes, se abrió silenciosamente, y apareció Ethel empujando un carrito con una bandeja.
Linia ni siquiera se había dado cuenta de cuándo Ethel había salido de la habitación.
—Ah, eh, preparé algo ligero, té y algunas meriendas. Espero que sean de su agrado.
Aunque Linia se sorprendió al ver que solo había dos tipos de galletas y un poco de chocolate en el plato, mantuvo la sonrisa en su rostro.
Sin embargo, los caballeros no parecían estar prestando atención a lo que Linia decía.
¿Qué es esto? ¿Todos están mirando a Ethel…?
Aunque Ethel trabajaba en completo silencio mientras colocaba las tazas de té y los platos de postre en la mesa, todas las miradas de los caballeros estaban fijas en ella. Incluso tenían la boca ligeramente abierta.
Aunque era obvio que Ethel debía haber notado las miradas, su expresión no cambió en lo más mínimo. Terminó su tarea con tranquilidad y salió del salón, cerrando la puerta tras de sí.
Cuando desapareció, los tres hombres intercambiaron miradas significativas entre sí.
¿Qué les pasa a estos tipos? ¡Estoy aquí sentada y esto es muy molesto!
La emoción que Linia había sentido antes se desvaneció como si le hubieran echado un balde de agua fría.
Con una expresión seria, aclaró la garganta para llamar su atención.
—¡Ejem!
Solo entonces los caballeros, algo avergonzados, se volvieron hacia Linia, forzando una sonrisa. Terry, notoriamente incómodo, finalmente habló.
—Con el té y las meriendas enfrente, realmente lamento la interrupción, pero ¿podrían indicarme un lugar para lavarme las manos?
Al escuchar la petición de Terry, Linia se sintió aún más molesta. Sin embargo, considerando que era algo urgente, no podía negarse.
—Un… un momento. Llamaré a un sirviente…
—¿Realmente es necesario llamar a alguien lejano? Por favor, llame a la doncella que vimos antes.
—¿Perdón?
La solicitud de Terry de llamar a Ethel dejó a Linia desconcertada. Sin embargo, Terry, como si no entendiera por qué esto era un problema, se levantó de su asiento y la miró expectante.
En esa situación, llamar a otro sirviente hubiera sido extraño, por lo que Linia no tuvo más opción que llamar a Ethel.
—¿Me ha llamado, señorita?
—Ah… sí… por favor, guía a este caballero al lugar para lavarse las manos.
—Entendido. Por aquí, por favor.
Linia notó que Ethel hizo una pausa breve antes de responder, lo que le incomodó. Sin embargo, no podía preguntarle al respecto frente a los invitados.
De repente, Angelo, otro de los caballeros, se levantó de golpe.
—¡Ah, un momento! Yo también voy. Mis disculpas, señorita, pero también necesito lavarme las manos.
Rápidamente, corrió tras Terry, dejándolos solos.
El rostro de Joseph, que permaneció en su asiento, claramente mostraba una expresión de derrota.
¿Qué les pasa a estos hombres? ¿Se están burlando de mí?
Aunque Linia estaba molesta, no pudo comportarse de forma caprichosa como de costumbre y terminó tomando el té en silencio junto a Joseph.
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Los dos hombres que habían seguido a Ethel mostraron sus verdaderas intenciones tan pronto como estuvieron fuera de la vista.
—Vaya, según los rumores, realmente es hermosa, ¿verdad, Duquesa?
—No esperaba poder verla tan de cerca.
Con un tono burlón, los dos hombres rodearon a Ethel, bloqueándole el paso por delante y por detrás. A pesar de llevar el emblema de la Guardia Imperial en sus uniformes, su comportamiento no tenía nada de caballeresco.
Ya decía yo que no me daban buena espina.
Ethel suspiró para sí misma, procurando que no fuera evidente.
Desde el momento en que Linia la llamó, había tenido un mal presentimiento. Pero nunca pensó que algo así sucedería dentro de la mansión del Conde.
¿Son ignorantes o simplemente descarados?
De cualquier manera, ambos eran unos necios.
Esperando que sus acciones no pasaran de una simple burla, Ethel señaló con rostro inexpresivo el final del pasillo.
—El baño para caballeros está por allí. Si me disculpan.
—No estamos seguros de dónde queda exactamente. ¿Podrías llevarnos hasta la puerta?
—¿O acaso una doncella se atrevería a ignorar la orden de un caballero?
Molestos por la actitud indiferente de Ethel, los hombres dejaron de usar un tono respetuoso y comenzaron a amenazarla de forma velada. Incluso llegaron a tocar su mejilla con los dedos, como si estuvieran jugando.
Ethel apretó los dientes.
Es cierto que ahora soy una sirvienta plebeya, pero eso no significa que deban tratarme de esta manera.
Además, no era cualquier sirvienta; trabajaba para la casa Crises, en su propia mansión, mientras que ellos eran técnicamente subordinados de Laszlo. Este comportamiento debería ser motivo de sanción.
Endureciendo la expresión, Ethel los enfrentó con la mirada.
—¿Ustedes dos pertenecen a la Guardia Imperial?
—Por supuesto. Duquesa, ¿no reconoce este emblema?
Ellos señalaron con orgullo el emblema bordado en sus pechos, ignorando cuán vulgares lucían.
—Según tengo entendido, la Guardia Imperial del Imperio de Pispera es la más honorable, y sus miembros son caballeros que entienden el código de caballería.
—Exacto, parece que está bien informada. Entonces, ¿por qué no se porta bien con nosotros? Quién sabe, tal vez Terry o yo podamos salvarla, ¿no cree?
Aunque no esperaba mucho, su descaro era abrumador. Ethel dejó de intentar ser cortés.
—¿De verdad llaman caballeros a aquellos que visitan la mansión de un superior y se dedican a molestar a las sirvientas de la casa? ¿Qué tipo de salvación podría esperar de personas que se comportan como vulgares bribones?
Los rostros de los dos hombres se endurecieron, pero Ethel no se detuvo.
—No escuché sus nombres antes. ¿Puedo saber a qué familias pertenecen? Me encantaría conocer los nombres de las casas que educaron a personas tan ejemplares como ustedes.
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