⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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—… Explícamelo de nuevo, con calma. No logro entenderlo. ¿Me estás diciendo que castigan a una criada que ha sido maltratada por un noble? ¿De verdad escuché bien?
Ethel asintió con una sonrisa incómoda. Explicar algo tan injusto a Laszlo la hacía sentir como si estuviera defendiendo a los nobles malintencionados.
—Normalmente se dice que la criada fue quien se comportó de manera inapropiada, y por eso le sucedió algo así. No importa si es verdad o no. Piensan que castigando a la criada salvan su honor.
—¿Soy un idiota? Porque no entiendo nada de lo que dices. ¿Cómo exactamente eso protege el honor de alguien?
—Si no lo convierten en un error personal de la criada, pasa a ser, como en este caso, una falta de respeto hacia la autoridad y posición del noble.
Finalmente, Laszlo lo entendió.
Ahora comprendía por qué Terry y Angelo, cuando fueron descubiertos, insistieron en que ‘esa mujer nos estaba provocando’.
—¿Así que esa era la manera de salir ilesos? Castigar a una mujer inocente y dar por terminado el asunto.
Con una expresión que reflejaba más que sorpresa, Laszlo se quedó mirando fijamente un momento antes de soltar una risa sarcástica y negar con la cabeza.
—Lamento decepcionarte, pero soy un simple mercenario y no entiendo nada de esas ‘costumbres de nobles’. Así que, a partir de mañana, trabaja en la cocina. Eso es todo lo que necesitas saber. Puedes retirarte.
Ethel se dio cuenta de que Laszlo, un antiguo mercenario, tenía mucho más sentido común y era más comprensivo que la mayoría de los nobles que conocía.
Decidió aprovechar la ocasión y hacer una petición.
—Le agradezco mucho por su generosidad. Pero, mi señor…
—¿Sí?
—El trabajo en el lavadero no solo es difícil para mí, sino también para Celia y Laila. Las condiciones en el lavadero son muy duras. ¿Podría considerar permitirnos usar agua caliente, al menos durante el invierno?
—¿Qué?
Laszlo quedó completamente desconcertado.
—¿Qué quieres decir? ¿Están lavando ropa con agua fría en este clima? ¿No fue algo que solo te pasó a ti ese día?
—No… En el lavadero siempre usamos agua fría. Lo mismo ocurre con los baños para los sirvientes. En invierno, como no podemos bañarnos con agua fría, apenas nos limpiamos el cuerpo con una toalla humedecida…
Laszlo no pudo evitar que su rostro mostrara claramente su asombro. Estaba más sorprendido que cuando había escuchado sobre las ‘costumbres nobles’.
Ethel también notó algo extraño.
—¿No fue usted quien dio esa orden, mi señor?
—¿Qué? ¿Estás loca? ¿Por qué haría algo así? ¡Obligar a alguien a lavar ropa o bañarse con agua fría en pleno invierno es una tortura!
—Entonces, ¿usted dio permiso para usar agua caliente?
—Para ser exacto, nunca di instrucciones específicas sobre el agua caliente. Pero siempre he dicho que compren lo que necesiten. ¡Cualquier cosa!
Mientras expresaba su frustración, Laszlo se detuvo un momento y preguntó:
—¿Es algo que tengo que especificar?
—Usar agua caliente requiere leña, y eso significa un gasto considerable. Por eso, para usar agua caliente, se necesita el permiso del jefe de la casa.
El rostro de Laszlo se enrojeció.
—Jamás lo pensé… algo tan básico…
—¿La jefa de las criadas nunca le preguntó al respecto?
—Jamás.
Un incómodo silencio se instaló entre los dos.
De repente, mientras se masajeaba las sienes con una expresión seria, Laszlo le preguntó a Ethel:
—¿En el lavadero hay chimenea?
—Hay una estufa. Por la mañana se hierve suficiente agua para un gran caldero. Esa agua se usa para disolver el jabón o remojar la ropa muy sucia.
—¿Y en los baños de los sirvientes?
—¿Chimenea? Parece que construyeron una cuando se hizo la mansión, pero no se ha usado en mucho tiempo y está bastante deteriorada.
Asintiendo con la cabeza, Laszlo llamó inmediatamente a dos sirvientes.
Cuando llegaron apresurados, les dio órdenes claras.
—Mañana, después del desayuno, vayan al lavadero y construyan una chimenea nueva. Cuando terminen, reparen la chimenea de los baños de los sirvientes. Si es necesario, traigan a alguien más para que ayude.
—Sí, señor.
—Ah, y asegúrense de que haya suficiente leña en el lavadero y en los baños hasta el verano. No quiero que falte. ¿Entendido?
—¿La leña… podemos usarla también para bañarnos?
—Por supuesto. ¿Para qué otra cosa la pondría allí?
Con esa respuesta, los rostros de los sirvientes se iluminaron.
Bañarse con agua fría en pleno invierno era una tortura tanto para las criadas como para los sirvientes varones.
—¡Gracias, señor! Mañana todo estará listo sin falta.
Con voces llenas de entusiasmo, los sirvientes se retiraron.
Laszlo, al verlos marchar, se sintió aún más culpable.
—Debo haber sido el peor jefe hasta ahora. Obligar a alguien a soportar agua fría en invierno… eso es algo digno de una cámara de tortura.
—…Gracias por concederme esta petición, mi señor.
—Yo debería ser quien agradezca. Estuve a punto de no enterarme de esto hasta que todos los sirvientes decidieran renunciar.
Él esbozó una sonrisa mezcla de vergüenza y alivio.
Tal vez fuera una idea extraña, pero Ethel lo encontró un poco adorable.
¿Quién diría que el llamado ‘Rey de los Mercenarios’ podría parecer adorable?
Por eso, Ethel también sonrió, con la esperanza de aliviar un poco su incomodidad.
—Bueno… me retiraré ahora. Una vez más, gracias por su bondadosa decisión, mi señor.
Ethel hizo una reverencia respetuosa y salió silenciosamente de la habitación. Aunque le pareció un poco extraño que Laszlo la observara fijamente hasta que cerró la puerta, no le dio demasiada importancia.
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—¡Vaya, aquí viene nuestra distinguida ‘donación imperial’! Pase, por favor.
El primer día de Ethel asignada a la cocina, Marsha, quien ya estaba sentada para el desayuno, se burló en cuanto la vio.
Era evidente que no había reflexionado en absoluto y seguía culpando a Ethel por haber sido humillada frente a los demás sirvientes y por el recorte de su salario.
Antes, Ethel habría bajado la cabeza sumisa, disculpándose por ‘haber estado descansando’. Pero esta vez no dijo nada.
Hice lo que debía, señora Bohem. Ya no voy a quedarme callada.
Ethel decidió abandonar su postura de vivir discretamente, como si no existiera. Había pasado la noche reflexionando y había llegado a esa conclusión.
Si no me van a dejar en paz aunque permanezca en silencio, entonces lucharé para recuperar mi tranquilidad.
Lo más importante, ya no podía soportar el comportamiento tóxico de Marsha, no solo por su propio bien, sino también por el de Laszlo y de todos en la casa.
No tengo que preocuparme por una carta de recomendación, y soy la única sirvienta capaz de exponer las malas acciones de la jefa de las criadas. Si alguien debe hacerlo, soy yo.
Ethel había decidido investigar los actos corruptos de Marsha, comenzando con el asunto del agua caliente que discutió con Laszlo el día anterior.
Era comprensible que Laszlo no hubiera dado instrucciones previas sobre el uso de agua caliente; nadie le había explicado que debía hacerlo.
Pero Marsha era diferente.
Como jefa de las criadas, representante de los sirvientes y única interlocutora con el jefe de la casa, era su responsabilidad preguntar al respecto.
De hecho, Laszlo ya había dicho: ‘Compren lo que necesiten’. Esto implicaba, sin lugar a dudas, que el uso de agua caliente estaba permitido.
Entonces, ¿por qué Marsha no permitía que los sirvientes calentaran agua para su uso?
Tendré que revisar los registros, pero es muy probable que Marsha se esté quedando con el dinero destinado a la leña.
Si Marsha también estuviera usando agua fría, Ethel podría creer que no había permitido el uso de agua caliente por falta de permiso o para ahorrar fondos.
Sin embargo, la noche anterior, Daisy le contó algo impactante cuando le preguntó sobre el uso del agua.
( Se hacen las desentendidas, pero la señora Bohem y Mina se bañan con agua caliente. En febrero se nota, porque ellas son las únicas que están realmente limpias. )
( Si calientan agua, ¿nadie se ha quejado o intentado protestar? )
( Bueno, supongo que la señora Bohem siente algo de culpa, porque nunca calienta agua frente a nosotros. Usa el baño que tiene en su habitación para hacerlo. )
Ethel no pudo evitar abrir la boca de asombro.
( ¿De verdad cree que es una noble? )
Una sirvienta, incluso la jefa, viviendo en una habitación con baño privado y marcando una clara diferencia entre ella y los demás sirvientes.
Esa arrogancia primero la sorprendió, pero pronto la llenó de ira.
¿Calienta agua para bañarse, pero obliga a los demás a usar agua fría? ¿Ella no toca agua fría, pero hace que los demás laven ropa todo el día con ella?
Al pensar en las manos enrojecidas e hinchadas de Celia y Laila, en Daisy diciendo que debía reunir valor para lavarse el cabello, y en las otras criadas llevando agua a sus habitaciones la noche anterior para lavarse al día siguiente, Ethel sintió que se le revolvía el estómago.
Por eso, decidió dejar de ser excesivamente cortés con Marsha y también exponer sus irregularidades.
Ignorando todo esto, Marsha no soportaba que Ethel no respondiera a sus provocaciones. Con los ojos temblorosos de rabia, arremetió de nuevo.
—Vaya, qué suerte tienes siendo ‘la donación imperial’. Te haces la enfermita y el Conde te asciende a sirvienta de cocina. Pobres Celia y Laila, ¿verdad?
Intentó sembrar discordia entre Ethel y las otras criadas del lavadero.
Sin embargo, Celia y Laila negaron con la cabeza con tranquilidad, como si no les afectara en lo más mínimo.
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