⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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Si una persona común en la ciudad escuchara que algunos a su alrededor hablan mal de ella, bastaría con ignorarlos. Pero en el mundo de los nobles, la reputación era tan importante como la vida misma.
De esa reputación dependían las amistades, las propuestas de matrimonio, las inversiones financieras y las oportunidades de ascenso social.
Aunque muchos piensen lo contrario, Linia es bastante perceptiva. Aunque no entiende el lenguaje ni las costumbres de la sociedad noble, sabe que la desprecian y que su reputación es importante. Por eso está al borde de la desesperación.
Quiere hacerlo bien a toda costa, pero no sabe cómo.
No hay nadie a su alrededor que pueda ayudarla.
Debe enfrentarlo todo sola, sin saber si lo que hace está bien o mal, temiendo que sus errores puedan dañar la reputación de su hermano.
Ethel sentía que podía entender los sentimientos de Linia.
Entonces, ¿quién va a ir?
Cuando los ruidos de los objetos rompiéndose en el segundo piso finalmente se calmaron, Marsha miró a su alrededor con expresión irritada y preguntó.
La actitud de Marsha, que normalmente actuaba como si fuera la asistente personal de Linia pero en estos momentos buscaba sacrificar a otra criada, resultaba repugnante para Ethel.
Mientras las demás criadas guardaban silencio y retrocedían medio paso discretamente, Ethel dio un paso adelante.
—Si me lo permite, iré yo.
Los ojos de Marsha se entrecerraron con suspicacia, como si preguntara cuál era su intención.
Ethel respondió con calma.
—Después de ciertos incidentes, sé que la señorita no se atreverá a golpearme. Pero no podemos garantizar lo mismo si entra otra persona.
Al escuchar esas palabras, Daisy y Celia, que estaban a su lado, sujetaron ligeramente la falda de Ethel. Sin embargo, Ethel apretó brevemente las manos de ambas antes de volver a mirar a Marsha.
Aunque Marsha parecía incómoda, no tenía opción. Si enviaba a alguien más y esa persona era golpeada, tendría que cargar con el resentimiento.
—Si estás tan segura, entra de una vez y limpia todo.
Aunque parecía haber resuelto el problema de forma fácil, Marsha fingió que estaba haciendo un favor.
Ethel tomó una escoba, un recogedor, un cubo de basura y un trapo antes de dirigirse a la habitación de Linia.
Cuando llamó a la puerta, pudo escuchar un leve sollozo desde dentro.
—Señorita, soy Ethel. Voy a entrar.
Con la voz más tranquila y serena posible, anunció su entrada antes de abrir la puerta cuidadosamente.
El panorama era desolador.
El candelabro, decorado con cristales brillantes, estaba destrozado. Réplicas de esculturas famosas y jarrones exóticos de porcelana estaban hechos añicos por el suelo. Los vestidos que colgaban en el armario estaban esparcidos por toda la habitación.
Linia estaba llorando, recostada sobre el tocador.
Ethel comenzó a limpiar en silencio.
Recogió cuidadosamente los vestidos, tan lujosos pero completamente ajenos al estilo de Linia, y los colocó sobre el respaldo del sofá. Luego empezó a barrer los trozos de vidrio dispersos por la habitación.
El sonido de la escoba llenaba el aire hasta que, de repente, una voz suave rompió el silencio.
—… Me dijeron que mañana también habrá una fiesta. Que debo asistir para dar brillo al evento.
Linia sonó entrecortada mientras sorbía por la nariz.
—Son unas malditas. Me desprecian, me ridiculizan, pero nunca lo hacen directamente frente a mí.
Ethel asintió.
En la sociedad noble, eso era algo común. Pero para alguien como Linia, que había vivido como plebeya, debía parecer una cobardía.
Si alguien la insultara directamente, al menos podría agarrarla del cabello.
—Debe haber sido muy difícil para usted.
—… Sí.
Linia respondió con dificultad y volvió a llorar.
Ethel suspiró suavemente y siguió barriendo. Su prioridad era asegurarse de que Linia no se lastimara con los fragmentos peligrosos.
Una vez que recogió todos los pedazos, limpió el agua que se había derramado de los jarrones y las botellas.
El cubo de basura que había traído estaba lleno de fragmentos rotos, flores frescas que aún no habían marchitado, y otros restos.
Cuando el cuarto estuvo más ordenado, Ethel se acercó con cuidado a Linia, que seguía recostada sobre el tocador.
—Señorita, debe bañarse y descansar.
—No quiero. Si me baño, duermo y me despierto, tendré que ir de nuevo. No quiero.
La desesperación y el desamparo de Linia eran tan evidentes que casi podían palparse.
Ethel colocó una mano suavemente sobre el hombro de Linia.
—Si no va, hablarán mal de usted de todos modos. Decir que está enferma no será una excusa válida. Aunque sea difícil, debe enfrentarlos y actuar como si no le afectara.
—¿Por qué? ¿Por qué tengo que hacer tanto esfuerzo?
—Señorita, ¿por qué ha hecho ese esfuerzo hasta ahora?
La inesperada pregunta hizo que Linia apretara los dientes.
Tal como decían las criadas, no era la primera vez que Linia regresaba después de ser humillada.
Sin embargo, seguía asistiendo a las fiestas a las que era invitada y, una y otra vez, volvía lastimada.
La razón era clara.
Porque no quiero que hablen mal de mi hermano por mi culpa.
Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y habló con voz húmeda:
—Pero ahora… incluso si asisto, creo que hablarán mal de mi hermano. No importa lo que haga, todos me desprecian y me critican. ¿Qué se supone que debo hacer?
Ethel acarició suavemente su espalda.
Linia, a quien todos señalaban por ser inmadura e histérica, era en realidad una joven frágil que amaba profundamente a su hermano.
—Primero, debe llevar su reputación a un nivel ‘cero’.
—¿Llevarla a cero? ¿Y cómo se supone que haga eso?
—Mañana vaya a la fiesta y siéntese como si no hubiera pasado nada. Escuche lo que otros tengan que decir, asienta levemente con la cabeza, beba un poco de té y retírese en un momento apropiado. Si alguien le pide bailar, puede hacerlo, pero no hable demasiado mientras lo hace.
—¿Y luego?
La voz de Linia reflejaba desesperación.
—Salude educadamente a la señora Emerson, la anfitriona, pero no muestre ningún indicio de que lo ocurrido hoy le afecta. Eso es todo lo que tiene que hacer mañana.
Linia cerró los ojos con fuerza y, tras un largo momento, asintió con la cabeza.
Ethel sabía que había necesitado mucho valor para tomar esa decisión.
—Está bien, lo haré.
—Si quiere presentarse mañana con el rostro descansado, ahora debe tomar un baño caliente con aceites aromáticos y dormir profundamente.
Linia volvió a asentir.
Ethel tiró de la cuerda de la campanilla para llamar a Marsha.
Cuando Marsha entró, pareció sorprendida al ver a Linia quieta junto a Ethel.
—La señorita desea bañarse. Acompáñela, señora Bohem. Yo terminaré de limpiar la habitación.
Sin decir nada, como si estuviera completamente exhausta, Linia se levantó y siguió a Marsha. Esta última, aún incrédula, lanzó a Ethel una mirada de asombro mientras salía de la habitación.
Una vez sola, Ethel separó los vestidos colgados en el sofá: los que estaban mojados los colocó aparte, mientras que los intactos los sacudió y los devolvió al armario.
Luego inspeccionó cuidadosamente el contenido del armario de Linia.
Si usó estos vestidos, es normal que hablen mal de ella.
La mayoría de los vestidos estaban llenos de adornos: cintas, volantes, encajes y, además, un exceso de joyas. Era difícil saber si querían destacar su alto precio o si simplemente eran extravagantes.
Sin embargo, al examinarlos más detenidamente, Ethel notó que los materiales no eran de buena calidad. Habían mezclado tejidos buenos con otros mediocres, probablemente con la intención de engañar a Linia.
Ethel revisó los vestidos, muchos de los cuales parecían apenas usados, y encontró uno que podría quedarle bien.
Linia es alta y tiene una complexión robusta, este estilo le favorecerá más.
El vestido que eligió era un traje de muselina verde claro.
Dejaba los hombros ligeramente descubiertos, pero no era demasiado escotado ni revelador. El diseño se complementaba con un delicado encaje del mismo color alrededor del escote y los hombros, sin otros adornos innecesarios. En cambio, el tejido era de gran calidad. Cualquiera con buen ojo notaría de inmediato que se trataba de una muselina fina.
Era un diseño adulto pero no excesivamente serio, y marcaba una diferencia con los otros vestidos que parecían desesperados por verse ‘lindos’ o provocativos.
No sé quién le escogió este vestido, pero menos mal que lo tiene.
Después de colocar el vestido sobre la mesa de té, Ethel abrió el joyero de Linia.
Era un movimiento arriesgado, ya que fácilmente podrían acusarla de robo, pero no le preocupaba.
Veamos… Si quitamos unas cuantas piezas, la calidad de estas joyas no es tan buena.
Con la esperanza de que Linia no hubiera sido estafada demasiado, Ethel sacó un collar con esmeraldas en forma de gotas.
Las esmeraldas del frente eran de buen color y claridad, y parecían de unos 4 o 5 quilates, lo suficientemente aceptables para evitar críticas severas.
Colocó el collar en un estuche vacío y lo dejó sobre el vestido que había elegido.
¿Se molestará porque he hecho algo tan atrevido?
Sin embargo, Ethel solo quería ayudar a Linia.
Esperando que Linia entendiera sus intenciones, Ethel salió de la habitación arrastrando el cubo de basura.
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¿Qué debería hacer…?
Linia miraba el vestido y el collar sobre la mesa de té por enésima vez, incapaz de resolver las dudas que habían persistido desde la noche anterior.
Cuando regresó del baño, se encontró con un vestido que casi había olvidado que tenía y un collar que nunca había sido de sus favoritos.
Era evidente que Ethel había hecho esos arreglos.
¿Por qué tuve que llorar frente a ella ayer?
Linia lamentaba su comportamiento de la noche anterior, avergonzada cada vez que lo recordaba.
Sin embargo, no podía negar que la voz tranquila de Ethel le había ofrecido un gran consuelo.
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