⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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¿Dijiste que me enfrentara como si no me importara?
En realidad, Linia no estaba segura de si podría seguir las palabras de Ethel al pie de la letra. Si asistía, probablemente volvería a preocuparse por las miradas de los demás y terminaría sintiéndose intimidada.
Hasta ahora, había tratado de ocultar ese temor vistiendo ropa y joyas caras y extravagantes. Sin embargo, el vestido que Ethel había elegido era increíblemente sencillo. Además, las joyas se reducían a un simple collar.
¿Qué hago? Debería decidirme rápido…
Aunque comenzara a arreglarse ahora mismo, ya estaba al límite del tiempo.
Marsha había venido hace una hora para recordarle que era momento de empezar a arreglarse. Pero Linia la había despedido y seguía sumida en sus dudas. La voz de Ethel, que había escuchado anoche, no dejaba de resonar en su mente.
Sí. Puede que el método que he usado hasta ahora estuviera equivocado. Tal vez vuelvan a burlarse de mí esta vez, pero no cambiará nada por soportarlo una vez más.
Linia respiró hondo y llamó a Ethel.
—¿Me ha llamado, señorita?
Sin embargo, incluso cuando Ethel se inclinó y saludó frente a ella, Linia no pudo responder de inmediato. Simplemente mordisqueaba sus labios, nerviosa.
Mientras tanto, las agujas del reloj seguían avanzando.
Linia, tamborileando impacientemente los dedos en el reposabrazos de la silla, finalmente habló con determinación.
—Hoy dejaré que tú me arregles. Supongo que por eso hiciste todo esto, ¿no?
Linia señaló la mesa de té.
—Si por casualidad hoy también me humillan, no te dejaré en paz… ¿Aun así lo harás?
—Si me lo permite, haré todo lo posible.
La actitud imperturbable de Ethel, incluso frente a una amenaza, resultaba extrañamente confiable. Linia se levantó de su asiento y extendió ligeramente los brazos.
—Entonces empieza. No tenemos tiempo.
—Sí, señorita.
Ethel se remangó y comenzó a quitarle la ropa de casa que Linia llevaba puesta. Luego, le ayudó a ponerse la ropa interior y el corsé.
Fue en ese momento cuando Linia se dio cuenta de lo inadecuado que había sido el servicio de Marsha hasta entonces.
No me siento incómoda. No aprieta de manera torpe ni excesiva.
Cuando Marsha la atendía, a veces sus uñas le raspaban la piel o los pliegues de la tela le presionaban incómodamente. Al ajustarle el corsé, solía apretarlo tanto que Linia temía que un día moriría asfixiada.
Sin embargo, Ethel lograba ajustarlo con firmeza sin causarle dolor.
—¿Se siente incómoda en algún lugar?
—Ah, no. En absoluto.
—Entonces, ahora le pondré el vestido.
—Ah, sí.
Las palabras tranquilas y amables de Ethel poco a poco calmaron el corazón inquieto de Linia.
Por eso, Linia se animó a hacerle preguntas.
—¿Por qué… elegiste este vestido?
Preguntó lo que más curiosidad le daba.
—No estoy segura de si le molestará, pero pensé que este diseño le quedaría bien.
—¿Por qué?
—Usted es alta y tiene una buena complexión. Muy estilizada…
—¿Estás diciendo que soy corpulenta?
Linia frunció el ceño.
Sin embargo, Ethel negó con la cabeza y continuó.
—Es muy esbelta, y pensé que podría lucir bien un diseño sencillo y elegante.
—¿Esbelta? ¿Yo? ¿No robusta?
—No hay nada en su cuerpo que pueda describirse como ‘robusto’. Si mantiene el pecho erguido y la cabeza alta, se verá muy segura y con gran presencia.
Era la primera vez que Linia escuchaba algo así. Sus mejillas se tiñeron levemente de rojo.
—P-pero en la sociedad, las mujeres pequeñas, de piel blanca, con un busto grande y una cintura delgada son las populares, ¿no? También me han dicho que a mi edad debería lucir adorable.
—No sé quién se lo dijo, pero en la sociedad que conocí desde los catorce años, no existen reglas de ese tipo.
—¿De verdad? Entonces, ¿qué tipo de mujeres son populares?
—Aquellas que saben resaltar sus fortalezas. Siempre triunfan.
Ethel sonrió levemente.
Aunque era otra mujer, Linia sintió que su corazón latía con fuerza al ver esa sonrisa.
Ethel volvió a adoptar una expresión neutra, pero la imagen de su sonrisa permanecía en la mente de Linia. Por un momento, se sintió inclinada a compartir algo de su vulnerabilidad con ella.
—¿Yo… tengo alguna fortaleza?
—Tiene demasiadas fortalezas, pero ha estado tratando de ocultarlas bajo un estilo opuesto. Eso es lo que le ha dificultado todo hasta ahora.
Ethel sujetó las cintas del vestido por la parte trasera mientras decía:
—Mire en el espejo, señorita.
Linia, sorprendida por cada movimiento delicado de Ethel, volvió en sí y miró el espejo.
Allí estaba ella, completamente distinta de cómo solía verse.
—No es fácil encontrar a alguien con una altura como la suya y proporciones tan buenas. Además, tiene una postura excelente, nada de grasa sobrante, y su piel luce tersa y saludable.
—¿De… verdad?
—En ese sentido, se parece al Conde Crises. Ambos han heredado una gran estructura ósea.
Hasta entonces, Marsha le había dicho cosas como: ‘Ningún hombre se interesará por una mujer de complexión tan grande’, ‘Debe usar vestidos lo más adorables y llamativos posible para ocultar sus defectos’, o ‘Sería mejor que adelgazara un poco más’. Por eso, aunque las palabras de Ethel eran agradables, Linia se sentía un poco incrédula.
—¿No me estarás mintiendo para quedar bien conmigo?
Entonces Ethel, con una expresión impasible, miró a Linia a través del espejo y respondió:
—No tengo nada que ganar con eso.
—Ah, lo siento, lo siento.
Linia se disculpó y, aunque sintió que la situación se invertía, era demasiado incómodo intentar explicarse más.
Sin darle importancia, Ethel sentó a Linia frente al tocador.
—Observe bien el rostro que ve en el espejo. Su maquillaje habitual no le favorece.
—¿Ah, sí? No entiendo mucho de estas cosas, así que siempre dejé que Marsha hiciera lo que quisiera.
Linia creyó notar que Ethel apretaba la mandíbula, lo que la hizo inclinar la cabeza, confundida. Sin embargo, Ethel rápidamente recuperó su habitual serenidad y explicó con calma:
—Usted ya tiene un buen tono natural en la piel, pero añadir más rubor la hace parecer ligeramente ebria. Además, sus rasgos ya son definidos, por lo que marcar tanto las cejas y el delineado de ojos resulta extraño.
—Ah… Es que dijeron que estaba de moda…
—En realidad, usted no necesita seguir esas tendencias. Basta con mostrar su encanto tal como es.
Ethel aplicó loción y crema en el rostro de Linia, añadió un poco de polvo y solo retocó ligeramente las cejas.
Lo único que coloreó fue los labios, usando un tono que casi coincidía con el color natural de estos.
—Esto es más que suficiente.
Linia pensó que prácticamente no llevaba maquillaje, pero también le parecía que se veía mucho mejor que con la cara lavada, así que no se quejó.
Después de terminar el maquillaje, Ethel aplicó un poco de aceite de camelia en el cabello de Linia, lo peinó cuidadosamente y recogió la mitad hacia atrás, dejando que el resto cayera de forma natural.
—Creo que sería bueno rizar las puntas, pero no soy muy hábil con las tenacillas…
—Entonces llamaré a Marsha para que lo haga más tarde.
Finalmente, Ethel tomó un collar y lo colocó alrededor del cuello de Linia.
—Qué suerte que tengamos un collar que combine tan bien con el vestido. ¿Quién eligió este vestido y este collar?
—Mmm… No estoy segura si fue coincidencia, pero yo elegí ambos.
—¿Eh? ¿De verdad?
La expresión genuinamente sorprendida de Ethel hizo que Linia esbozara una sonrisa juguetona.
—¿Por qué? ¿Son baratos? ¿Se ven raros?
—Ah, no, todo lo contrario… Eso creo.
—¿Lo contrario?
—Sí. Tiene buen ojo para elegir.
—¿De verdad?
Esta vez fue Linia quien se sorprendió y volvió a preguntar.
—Antes solía elegir mis vestidos y joyas, pero Marsha siempre decía que eran demasiado ‘comunes’, así que desde entonces he usado lo que ella elegía.
El rostro de Ethel se endureció. Esta vez no era una ilusión.
Linia se dio cuenta de que Ethel estaba molesta con Marsha, aunque tenía un don para ocultar sus emociones.
—Los artículos que usted eligió tienen un aire más aristocrático. Claro que puede seguir mejorando, pero creo que debería confiar más en su intuición.
Con eso, Ethel terminó de arreglar a Linia.
Mientras se miraba en el espejo, Linia sintió una ligera emoción.
El vestido que llevaba puesto era uno que había escogido con cuidado en una boutique frecuentada por nobles el año en que su hermano se convirtió en Conde.
El collar también lo había comprado ese mismo año, aunque en su momento le pareció tan caro que lo pensó varias veces antes de adquirirlo.
Recuerdo que pasé días observándolo y apenas podía dormir.
Sin embargo, después de ser ignorada en todas las fiestas y criticada por la jefa de las sirvientas, comenzó a relegar tanto el vestido como las joyas que había elegido.
Pero ahora, la Duquesa que siempre había sido alabada como perfecta elogió su ‘buen gusto’.
La confianza que había disminuido lentamente comenzó a crecer de nuevo.
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El segundo día de la fiesta de la señora Emerson, Linia respiró profundamente varias veces frente a la entrada de la mansión antes de entrar.
Compórtate como si no te importara. Como si nada hubiera pasado.
Repitiendo como un mantra las palabras que Ethel le había enseñado, Linia se dirigió al asiento que le habían asignado.
Como el día anterior, estaba rodeada por damas distinguidas.
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