⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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En sus ojos entrecerrados se reflejaba una cruel expectativa, como si disfrutaran de la posibilidad de mirar por fin desde arriba a la tan envidiada ‘Ethel Canyon’, quien antes poseía aquello que ellas nunca pudieron obtener.
—Dicen que por tu culpa despidieron a los caballeros de la Guardia Real. Parece que sigues teniendo ese talento para embelesar a los hombres, ¿verdad?
—Más bien… ¿No deberías vivir oculta como corresponde a una criminal? ¿Cómo puedes salir a lugares públicos y hasta reír? ¿Acaso has perdido la cabeza?
—Debe ser eso. Después de todo lo que te habrán hecho al ser arrastrada aquí, ¿verdad? Si fuera yo, habría elegido una muerte honorable.
Con un tono deliberadamente desagradable, se burlaban de ella, esperando que Ethel se lastimara y terminara llorando.
En sus rostros, Ethel veía reflejada la imagen de Marsha.
Al darse cuenta de eso, el miedo desapareció. No le preocupaban ellas, solo le apenaba Daisy.
—Sobre los caballeros de la Guardia Real, pueden consultar los registros del tribunal militar para obtener detalles. En cuanto a mi salida, el Conde Crises me la permitió de buena gana. Y, afortunada o desafortunadamente, aún no he perdido la cordura.
Ethel respondió con una sonrisa y expresión despreocupada, lo que dejó a las mujeres estupefactas.
No deseando arruinar un día agradable por lidiar más con ellas, decidió dar por terminada la conversación.
—Espero comprendan que no puedo darles más detalles sobre mi situación, ya que el Conde me ha pedido guardar silencio. Les deseo un buen día.
Se inclinó ligeramente en señal de despedida. Aunque como persona de un rango inferior no podía retirarse antes que ellas, podía, con elegancia, insinuar que debían marcharse.
Las amigas de Lucille, al oír mencionar al Conde Crises, no tuvieron más remedio que girarse para irse.
Pero Lucille no se detuvo.
—Parece que la gran Ethel Canyon no solo terminó como la joven esposa de un anciano, sino que ahora también es amante de un mercenario.
—¿Disculpa? ¿Qué significa eso?
—Llamar con tanto respeto ‘Conde’ a ese mercenario y seguir caminando como si nada, cuando se supone que eras una esclava… No hace falta ser un genio para entenderlo, ¿no?
Joven esposa de un anciano. Amante de un mercenario. Esclava.
Usó palabras crueles para humillar a Ethel, levantando la voz como si quisiera asegurarse de que todos a su alrededor escucharan. Las miradas de las personas se dirigieron hacia Ethel.
—¡Eso no es cierto! ¡La hermana Ethel no es así!
Daisy, furiosa, estaba a punto de intervenir, pero Ethel trató de detenerla.
Fue entonces cuando una voz familiar resonó por encima del bullicio.
—No sabía que tenía una amante.
Al oírlo, Ethel giró la cabeza hacia donde provenía la voz.
—Me intriga cómo sabes algo que ni yo mismo sabía.
Entre la multitud que se había reunido, Laszlo avanzaba lentamente hacia ellas, abriéndose paso con calma.
Ethel y Daisy estaban sorprendidas, al igual que Lucille y sus amigas, quienes le daban la espalda.
Sin inmutarse, Laszlo se acercó hasta colocarse justo frente a Lucille, mirándola desde arriba antes de hablar de nuevo.
—¿Cómo lo sabes?
—Y-y-yo no quise decir eso…
—Entonces, ¿estabas difundiendo rumores sobre mi vida personal sin saber nada al respecto?
Lucille tartamudeó, claramente nerviosa, mientras sus amigas miraban a su alrededor, incómodas y sin saber qué hacer.
El público que había estado observando parecía entender lo que estaba pasando y empezó a burlarse de Lucille.
—Parece que esa chica está celosa de la criada.
—La criada es más bonita, para ser sinceros.
—Desde el principio parecía que buscaba pelea a propósito.
Aunque los comentarios eran suaves, Lucille no podía evitar percibir el ambiente hostil. Intentó cubrir su vergüenza gritando con tono acusador.
—¿Me está amenazando ahora? ¿Eso es lo que hace un capitán de la guardia? ¡Debería comportarse con caballerosidad!
—¿No me llamaste ‘mercenario’ hace un momento? Deberías estar agradecida de que este ‘mercenario’ esté siendo tan educado contigo.
El rostro de Lucille palideció aún más.
Pero Laszlo no mostró ninguna intención de contenerse.
—Ethel. ¿Cómo se llama esta mujer?
—…Antes de casarse, su nombre era Lucille Arten. No sé cuál es su apellido actual.
—Intentar difundir rumores sobre mí sugiere que pretende desacreditar al Emperador. Me pregunto quién será responsable por esto.
Lucille, asustada, juntó las manos y suplicó.
—¡Lo siento, señor Conde! ¡Me equivoqué! ¡No tenía intención de desprestigiarlo!
—¿No tenías intención de desprestigiarme, y aun así se te escapó la palabra ‘mercenario’? Incluso si tu objetivo era menospreciar a mi criada, sigue siendo lo mismo. ¿Crees que el dueño de la casa simplemente se reiría y lo dejaría pasar?
Los ojos de Laszlo brillaban con una ferocidad que jamás había mostrado.
Lucille, al borde de las lágrimas, pisoteaba el suelo con desesperación, mientras sus amigas intentaban evitar la vergüenza desviando la mirada.
Pero la más desconcertada de todas era Ethel.
Mi agradable sábado con Daisy…
Ethel solo había planeado pasar el día con Daisy dibujando retratos, haciendo algunas compras ligeras y disfrutando de una comida deliciosa antes de regresar. Sin embargo, tal como iban las cosas, parecía que la guardia podría aparecer y complicar todo.
Fue entonces cuando Laszlo, tras mirar fugazmente hacia Ethel, cambió de actitud de repente.
—Es molesto, pero para no alargar esto innecesariamente, terminemos rápido. Si te disculpas ahora mismo conmigo y con mi criada, lo dejaremos pasar.
Lucille no tardó en disculparse con Laszlo.
—De verdad lo siento mucho. Fui imprudente y grosera. Me aseguraré de que no vuelva a suceder.
—Bien. Pero hay alguien más a quien debes disculparte, ¿no es así?
Ethel dudaba que Lucille fuera capaz de disculparse con ella. Pero, sorprendentemente, Lucille se acercó rápidamente y se inclinó.
—Lo siento, Ethel. Cometí un error. ¿Podrías perdonarme?
Incluso le temblaban las manos. No estaba claro si su disculpa era sincera, pero Ethel también quería poner fin a esta situación, así que asintió con la cabeza de buena gana.
—Acepto tus disculpas.
—Gracias, Ethel.
Afortunadamente, la situación terminó ahí.
Laszlo permitió que Lucille y su grupo se retiraran, y cuando se fueron casi huyendo, la multitud de espectadores también se dispersó.
Fue entonces cuando Ethel se dio cuenta de que Linia y Marco, el cochero, también habían presenciado toda la escena.
Linia observaba con molestia a Lucille y su grupo mientras se alejaban.
—Esas damas de la alta sociedad no son gran cosa después de todo.
Incluso hizo un comentario despectivo hacia otras nobles, a quienes antes temía profundamente.
—¿Qué haces aquí?
Laszlo preguntó a Ethel, quien había causado un alboroto sin querer.
—Vine con Daisy para que nos hicieran un retrato. Estábamos buscando dónde hacerlo y, por casualidad, me encontré con alguien conocido. Lo siento.
—No creo que haya sido culpa tuya, pero… retratos, ¿eh?
Finalmente, su mirada recorrió el puente lleno de artistas con sus caballetes antes de preguntar de nuevo.
—¿Por qué aquí específicamente? ¿Hay algo especial en este lugar?
—Dijeron que lo hacen rápido y a un precio accesible.
Ethel deseaba que él simplemente se llevara a Linia y la dejara continuar con sus planes, ya que Daisy y ella aún tenían mucho que hacer.
Pero de repente, Linia intervino.
—Quiero un retrato con mi hermano también.
—¿Estás loca?
—¿Loca? Solo tengo un hermano, y nunca se sabe cuándo podría morir. Necesito un retrato para recordarlo.
Ethel no sabía que Linia pensaba así de Laszlo. Quizás era algo natural para la familia.
Parece que el comentario también hizo cambiar de opinión a Laszlo.
—Entonces vamos a otro lugar. Aquí hay demasiados ojos curiosos.
—¿Adónde vamos?
—Conozco un lugar que solo atiende a clientes nobles.
—¿Tú conoces un lugar así?
—Si no quieres, no importa.
—¡No, sí quiero!
Linia negó con la cabeza mientras miraba a Ethel y Daisy.
—¿Qué hacen? Vamos.
—¿Eh? ¿Nosotras también?
Cuando Ethel dudó, esta vez fue Laszlo quien soltó un comentario casual.
—A menos que les guste ser el centro de atención, vengan con nosotros.
Solo entonces Ethel notó cómo los transeúntes y artistas en el puente lanzaban miradas curiosas hacia ella. Después del alboroto de hace un momento, sería difícil sentarse tranquilamente a dibujar un retrato aquí.
También me siento culpable por Daisy…
Asintiendo, Ethel tomó la mano de Daisy y siguió a Laszlo.
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El lugar al que Laszlo los llevó era el taller de un reconocido retratista. Parecía que trabajaban solo con reservas, pero tras escuchar unas palabras de Laszlo, los invitaron de inmediato a pasar.
—¿Retratos en pastel? Han venido al lugar indicado. ¡Aquí los terminamos en menos de 30 minutos!
El artista, con una amplia sonrisa, les habló con confianza.
Los retratos rápidos eran una moda creada por los plebeyos que admiraban la cultura noble, pero parecía que esta tendencia había comenzado a ganar popularidad también entre la nobleza.
—Por lo general, los encargos de retratos tardan al menos un mes en completarse, incluso con prisa. Pero los retratos en pastel son mucho más rápidos de hacer y más económicos, así que la gente viene con una actitud más relajada.
En las paredes del taller colgaban retratos listos para ser entregados, y ciertamente eran de un nivel superior a los que se veían en el ‘puente de los retratos’.
Además, como lugar que atendía exclusivamente a clientes nobles, el interior era limpio, luminoso y las sillas eran amplias y cómodas.
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