⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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El primer día de la licencia que Laszlo recibió después de mucho tiempo, y también el día en que habían decidido cambiar su apariencia, Ethel respiró hondo y se detuvo frente a la puerta de la habitación de Laszlo.
—Mi señor Conde, soy Ethel. He traído al barbero.
—Entra.
Tras esa breve autorización, Ethel entró en su habitación acompañada del barbero.
Laszlo la esperaba vestido de manera cómoda.
—Es la primera vez que dejo que alguien más toque mi cabello o mi barba… No sé si estará bien.
Ethel se sorprendió al saber que hasta ese momento él mismo se había encargado de cortarse el cabello y la barba.
Por supuesto, los plebeyos pobres no gastaban dinero en cortes de pelo, pero si no vivían en una extrema pobreza, lo habitual era acudir a un barbero.
Ethel no pudo evitar suspirar profundamente y se volvió hacia el barbero.
—Como ha escuchado, esta es la primera vez que nuestro señor Conde deja su cabello y barba en manos de un profesional. Por favor, sea lo más cuidadoso posible.
—No se preocupe. He trabajado con niños de tres años y ancianos de noventa; tengo experiencia.
Ethel confiaba en la seguridad del barbero.
El barbero que había traído era alguien que su segundo hermano solía contratar. Era, por supuesto, muy hábil, mantenía conversaciones ligeras y agradables, pero con una presencia discreta, algo que los nobles valoraban mucho.
Ethel estaba segura de que él también sería del agrado de Laszlo, ya que este detestaba a las personas excesivamente parlanchinas.
—Bien, comencemos.
El barbero cubrió a Laszlo con una tela blanca y examinó el estado de su cabello y barba.
—¿Tiene intención de dejarse crecer el cabello?
—Nunca me he planteado dejarlo largo.
—Entonces, ¿lo cortamos corto?
—No lo sé. Nunca lo he llevado corto… Haz lo que creas conveniente.
Al escuchar la respuesta de Laszlo, Ethel decidió que no debía dejarle tomar decisiones y le dio instrucciones directamente al barbero.
—Deje el flequillo más o menos a esta altura y corte la parte trasera corta. También recorte las patillas de manera que queden lo más prolijas posible.
—Entendido. ¿Y la barba?
—Afeítela completamente.
Ante la respuesta firme de Ethel, Laszlo la miró sorprendido, pero el barbero también estuvo de acuerdo y asintió con la cabeza.
—Yo también creo que eso sería lo mejor. Su piel parece un poco áspera, así que sería bueno afeitarlo completamente y hacerle un tratamiento facial.
—¿Un hombre haciendo tratamientos faciales? ¡Por favor!
—Continúe, por favor.
La opinión de Laszlo, que consideraba embarazoso el tema de los tratamientos faciales, fue ignorada por completo, y el plan de corte y afeitado continuó sin consultarle.
El barbero empezó a cortar el cabello desordenado de Laszlo.
Mientras se escuchaba el sonido de las tijeras y los mechones caían al suelo, Laszlo miraba de reojo, pero no parecía sentir ningún rechazo.
Cuando terminó con el cabello, el barbero preparó espuma de afeitar en un pequeño recipiente y colocó sobre la mesa un par de navajas de afeitar afiladas.
—Ahora procederé con el afeitado.
Cuando la mirada de Laszlo se volvió fría al ver las navajas, Ethel comentó:
—Este hombre no tiene motivos para querer asesinarlo. Es un padre de familia que ama a los suyos.
El barbero, entendiendo la indirecta, tragó saliva, mientras Laszlo asintió satisfecho.
El barbero aplicó con una brocha una capa de espuma suave sobre el rostro de Laszlo. Acostumbrado a afeitarse de manera descuidada con una vieja navaja, este proceso le resultaba extraño, aunque algo agradable.
Es refrescante… Y cómodo.
El barbero, asegurándose de cubrir cada rincón con espuma, comenzó a afeitar, tirando suavemente de la piel y dejando al descubierto una superficie lisa y limpia.
La sensación afilada y fría al pasar la navaja hizo que Laszlo pensara: Una navaja sigue siendo un cuchillo, después de todo.
Además, quedó impresionado con la destreza del barbero.
Cuando él mismo se afeitaba, solía hacerse pequeños cortes debido a la navaja vieja y su falta de habilidad, pero esta vez no había sentido ni una pizca de dolor.
El sonido del afilado roce de la navaja era lo único que se escuchaba, y Laszlo casi sintió que podía quedarse dormido. Cuando estaba a punto de sucumbir al sueño, el barbero limpió su rostro con una toalla húmeda y dijo:
—Listo, terminamos. Ahora haré los últimos toques.
Mojó una toalla con agua caliente, la exprimió y la colocó sobre el rostro de Laszlo, limpiando los restos de espuma y masajeando suavemente.
Luego aplicó una loción en su piel y algo de aceite en su cabello para darle un toque final.
Finalmente, retiró la tela blanca que cubría a Laszlo.
—Hemos terminado. Gracias por su paciencia.
—La paciencia fue tuya, no mía.
Laszlo, sintiéndose extraño, tocó su cuello y mandíbula lisos mientras elogiaba el trabajo del barbero. Pero cuando este le acercó un espejo para que viera su rostro, Laszlo se quedó sorprendido.
—¿Esto… soy yo?
El barbero, con una expresión satisfecha, sonrió.
—Ha estado ocultando un rostro tan guapo durante todo este tiempo. Estoy seguro de que a partir de ahora recibirá muchas cartas de amor, ja, ja.
De repente, su frente despejada se hacía más evidente, y gracias a las cejas prolijamente arregladas, su apariencia se veía fresca y ordenada.
Aunque antes ya tenía una nariz recta y definida, al desaparecer la barba descuidada, ahora destacaban sus labios llenos y firmes, así como la línea fuerte de su mandíbula. Su expresión había cambiado por completo.
No era un rostro delicado ni refinado, sino el de un hombre apuesto con rasgos marcados y definidos como si hubieran sido esculpidos.
Y no era solo Laszlo quien se sorprendió con el resultado.
Sabía que era guapo, pero no hasta este punto…
Ethel intentó no mirarlo demasiado.
Aunque solo se había hecho un corte de cabello y un afeitado, el cambio era sorprendente.
Linia, quien había estado esperando a que terminara el arreglo de Laszlo, irrumpió en la habitación tan pronto como el barbero se fue. Al ver la apariencia impecable de su hermano mayor, sonrió radiante.
—¡Mira esto, hermano! ¿No te lo dije? ¡El problema era tu cabello y tu barba!
—Cállate.
—Ahora hasta propuestas de matrimonio podrían llegar por ti. ¡Todos estarán sorprendidos! ¿Verdad, Ethel?
Esta vez, Ethel no pudo evitar asentir.
—Antes ya era usted apuesto, pero, sin duda, ahora es una figura que llama aún más la atención.
Con esas palabras, las orejas de Laszlo se tiñeron ligeramente de rojo.
Nunca antes había recibido elogios sobre su apariencia de una mujer como Ethel, y no sabía cómo reaccionar.
Por suerte, gracias a las exclamaciones entusiastas de Linia, no tuvo que decir nada más.
Cuando Ethel vio a Laszlo mostrando una sutil satisfacción con su nueva apariencia, sintió una extraña motivación.
Puedo ayudarlo más en el futuro. Esto es solo el comienzo: el corte y el afeitado son el primer paso.
La incomodidad y las preocupaciones que había sentido al despertar aquella mañana eran ya un recuerdo lejano.
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El ‘proyecto de transformación de Laszlo’ que había comenzado con un corte de cabello y un afeitado continuó con cuidados para la piel y el cabello.
Aunque Laszlo soportó con gran molestia el tiempo que tuvo que pasar con cosas extrañas en su rostro y cabello, el resultado fue asombroso.
—Si con mascarillas mi piel pudiera mejorar tanto como la suya, ¡sería maravilloso!
Linia miraba con envidia la piel ahora más brillante de Laszlo.
—Usted ya tiene una piel impecable, señorita. Nada puede superar a la juventud.
Ethel habló mientras recogía las toallas que había usado para limpiar el rostro de Laszlo y las metía en un balde.
Normalmente, ella preferiría dejar que los dos hermanos conversaran entre sí, pero en ese momento sentía que debía decir algo, lo que fuera.
Mi corazón aún late acelerado.
Debido a que Laszlo no quería dejar su rostro en manos de una mujer desconocida, fue Ethel quien tuvo que aplicar y retirar las mascarillas en su piel y cabello.
El acto de aplicar algo viscoso sobre el rostro cálido de Laszlo resultó ser mucho más incómodo y desconcertante de lo que había imaginado.
Descubrir detalles como lo largas y espesas que eran sus pestañas, o que había una pequeña cicatriz hundida justo debajo de su mejilla izquierda, le hacía sentir como si estuviera adentrándose en un jardín secreto.
El silencio lo hacía sentir todo aún más extraño.
Cuando Linia entró casi al final para interrumpir, Ethel no pudo estar más agradecida.
No habría podido soportar mucho más aquella intensa mirada de Laszlo cuando terminó de limpiar su rostro.
Nunca había visto unos ojos marrones tan hermosos.
Mientras Ethel recordaba los ojos de Laszlo, este habló de repente.
—Conozco algo mejor que cualquier mascarilla.
—¿Qué es? ¿Qué es?
Linia preguntó con ojos brillantes, y él sonrió ligeramente antes de responder.
—Un corazón bondadoso y una mente recta.
—¿Qué es eso?
—La mayoría de las personas hermosas, sin importar su edad, suelen tener esas cualidades.
Su mirada se posó brevemente en Ethel. Ella, al notar que sus ojos se encontraban, dejó de hacer lo que estaba haciendo, completamente inmóvil, pero Laszlo continuó tranquilamente regañando a Linia.
—Así que, si no quieres envejecer de manera horrible, sería mejor que empieces a esforzarte desde ahora.
—¿Qué hice yo?
Linia, con un tono quejumbroso, lanzó una mirada furtiva hacia Ethel antes de cerrar los labios y murmurar para sí.
Recordó cómo en el pasado había intentado humillar a Ethel, buscando provocar lágrimas y someterla. Esa memoria la hizo callar.
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