⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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Sin embargo, hay personas con una capacidad limitada para detectar el peligro. Podría ser porque no tienen tacto, porque son audaces o porque tienen un exceso de confianza.
Laszlo Crises… por más que lo pienso, no parece haber mejor candidato.
Angela se encontraba de buen humor desde la fiesta.
Desde que cumplió veinte años, Angela había estado recibiendo presiones constantes para casarse, pero hasta ahora no había encontrado a un hombre que cumpliera con sus expectativas. Los hombres que proponían matrimonio eran en su mayoría hijos menores de familias de Condes o vizcondes, o incluso si eran hijos mayores, el título y la riqueza que heredarían eran mediocres.
Pero ese problema se resolvió en la fiesta.
¿Si me caso con él, podría convertirme en Condesa sin tener que esperar la muerte de nadie, verdad?
Para Angela, eso era lo más importante.
Aunque había sido tratada como ‘la señorita Bliss’ durante toda su vida, su padre, lamentablemente, era el hijo menor de la familia.
Gracias a que vivían en la residencia de los Condes Bliss, Angela había podido seguir siendo llamada ‘la señorita Bliss’, pero cuando su abuelo, el actual Conde Bliss, falleciera, tendrían que abandonar la mansión.
Cuando eso ocurriera, Angela ya no sería ‘la señorita Bliss’, y su nivel de vida seguramente caería drásticamente.
Mi tío no nos enviará dinero suficiente para vivir cómodamente.
Mantener su estilo de vida requería un gasto considerable. Al fin y al cabo, no era fácil ser considerada una de las bellezas más destacadas de la sociedad.
Sin embargo, si su abuelo moría, ella se convertiría en alguien igual a las jóvenes comunes que tanto despreciaba. Angela no podía soportar esa idea.
Por eso, tengo que casarme con un hombre rico, que además tenga un título asegurado.
Y Laszlo Crises cumplía esos requisitos perfectamente.
Tener como cuñada a una problemática como Linia sería un inconveniente, pero con enviarla lejos al casarse sería suficiente.
Además, ahora que sabía lo apuesto que era Laszlo, el hecho de que fuera un mercenario no le incomodaba en absoluto.
Mientras repasaba la información que tenía sobre él, Angela recordó un dato del año pasado.
¡Ah, claro! Ahora que lo pienso, recibió a Ethel Lancaster como recompensa, ¿no?
Si la hubiera tomado como amante, Angela habría estado más preocupada, pero según los rumores, Ethel trabajaba como sirvienta en la casa del Conde Crises.
El hecho de que Laszlo tratara a Ethel con desdén, sin tocarla, encajaba perfectamente con los deseos de Angela.
Seguro que no le gustan las damas dóciles y recatadas, sino alguien como yo.
Solo había que ver su apariencia, llena de un atractivo sexual innegable, para darse cuenta.
Al imaginarse atrapando a Laszlo y viviendo con Ethel, quien una vez fue Duquesa, como una simple sirvienta, Angela sintió un escalofrío de emoción recorrer su espalda. Era la vida que siempre había deseado.
Voy a conquistarlo pase lo que pase. ¡El título de Condesa Crises será mío!
Con una sonrisa en el rostro, Angela se aplicó un carmín rojo en sus labios seductores.
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—¡Señorita Linia! ¡Al fin salió el nuevo producto de polvos florales! Mañana puedo hacer fila temprano para conseguirlo…
—No, no hace falta.
Marsha, quien había corrido emocionada a contarle la noticia a Linia, se detuvo abruptamente al escuchar su tajante rechazo.
Pero Linia no se limitó a rechazar su propuesta, sino que le lanzó una mirada fulminante.
—Pensé en regañarte severamente antes, pero lo olvidé porque estaba ocupada. Si vas a fingir que sabes algo, ¡deberías informarte bien primero!
—¿Qué…? ¿Perdón?
—¿No sabías que esos polvos florales eran populares solo entre las damas casadas?
Marsha intentó defenderse, pero al darse cuenta de que todas las sirvientas con las que había intercambiado información trabajaban para damas casadas, cerró la boca.
—Si Ethel no me lo hubiera contado, habría estado escuchando rumores detrás de mi espalda sobre que soy una niña intentando atraer hombres con ese maquillaje.
—¡P-pero yo solo quería ayudarla…!
—¿Ayudarme? No. Entonces, ¿por qué dijiste que costaba 400 lingtons cuando el precio real era 250?
Marsha palideció al darse cuenta de que Linia había descubierto que infló el precio del producto. Pero el dinero extra no era lo que le molestaba a Linia.
—¡Podría haberte dado esa cantidad como recompensa por tu esfuerzo! Pero pensar en los rumores que habrán circulado…
Linia sentía una ira creciente cada vez que imaginaba las cosas que podrían haberse dicho de ella.
—¡Sal de mi vista antes de que te estrangule de verdad!
Linia tenía que salir en poco tiempo, por lo que dejó ir a Marsha sin decir más. Sin embargo, mientras Marsha caminaba lentamente por el pasillo hacia su habitación, sus ojos estaban enrojecidos de rabia.
¡Ethel! ¡Esa maldita mujer arruina mi vida!
Las primeras impresiones nunca deben subestimarse.
Desde el principio, Ethel no le cayó bien a Marsha.
Esa mujer, apenas en sus veintitantos años, había alterado la vida cómoda de Marsha poco a poco.
Se había convertido en el centro de las sirvientas más jóvenes, había sembrado el descontento entre los criados hacia la autoridad de Marsha, y, para colmo, le había arrebatado el papel de asistente personal de Linia, que ella consideraba suyo.
Linia ya sabe que inflé el precio de los polvos florales. Y tal vez Ethel también se haya dado cuenta de que estoy desviando dinero de esta casa.
La sospecha se convirtió rápidamente en ansiedad, envolviendo a Marsha.
Hasta que no pagara la deuda del banco sobre la casa en la zona de Baltice, así como las facturas pendientes de los artículos que había comprado a crédito, necesitaba quedarse en esta mansión.
Marsha llamó de inmediato a Mina para discutirlo.
—Tenemos que deshacernos de esa bruja de Ethel. ¡A cualquier precio!
No podían matarla ni herirla, ya que era un regalo del emperador, pero de alguna manera debían expulsarla de esta casa.
Mina, quien tampoco soportaba a Ethel, se puso a pensar y ofreció una idea que consideró razonable.
—El método más efectivo para deshacerse de una sirvienta es acusarla de robo, ¿no cree?
—¿Robo?
—Exacto. Algo como un collar o unos pendientes, por ejemplo.
Marsha estaba a punto de regañar a Mina por su tono emocionado, pero de repente cambió de expresión.
—Sí… eso podría ser efectivo.
—¿V-verdad? Entonces, ¿cómo planea tomar las joyas de la señorita Linia?
—Eso no será un problema. Más bien…
Marsha cruzó los brazos y volvió a sumirse en sus pensamientos.
Cuando ocurriera el incidente, las sirvientas cercanas a Ethel probablemente la defenderían. Pero si lograba hacer que una de ellas se volviera en su contra, la situación jugaría a su favor.
—Celia y Laila son demasiado astutas; incluso podrían chantajearme. Pero Daisy… aún es joven y seguramente ingenua.
Marsha decidió centrar sus esfuerzos en Daisy. La llamó a su habitación para tantearla.
Cuando Daisy llegó, movía sus grandes ojos de un lado a otro, claramente nerviosa. Marsha disfrutó de su inquietud antes de sonreír con una falsa calidez.
—Daisy, ¿llevas ya tres años trabajando como sirvienta aquí, verdad?
—S-sí…
—El señor Marco realmente tiene suerte con su hija. Eres tan buena y bonita.
—J-jeje… Gracias.
Daisy no entendía por qué Marsha, quien usualmente le lanzaba miradas de desdén, de repente la trataba con tanta amabilidad, y eso la ponía aún más incómoda.
Marsha continuó con comentarios sobre cómo las sirvientas se entendían mejor entre ellas, y sobre la importancia de saber quién era la autoridad que realmente debían respetar. Luego, tras una pausa, llegó al punto.
—Lo que quiero decir es que Ethel no es alguien que realmente te cuide de corazón. Esa mujer es una noble hasta los huesos. ¿Cómo podría entender a alguien como tú, que ha tenido que vivir solo con su padre y enfrentar tantas dificultades?
Daisy frunció el ceño, pero Marsha siguió hablando.
—Como sabes, los nobles solo ven a los sirvientes como herramientas desechables. Ethel puede sonreírte y ser amable, pero al final solo lo hace porque planea usarte algún día.
—Entonces, ¿qué es lo que realmente quiere decir, señora?
Harta, Daisy apretó los puños y preguntó directamente.
Marsha volvió a esbozar una sonrisa falsa.
—Daisy, sería bueno para ti escucharme. Al fin y al cabo, eres una sirvienta aquí y, si alguna vez necesitas cambiar de trabajo, podría ayudarte a encontrar algo. Pero Ethel… bueno, esa mujer terminará siendo vendida como la amante de algún viejo noble, tarde o temprano.
La actitud de Marsha, tratando a Ethel como si fuera una prostituta desde el momento en que llegó a esta casa, hizo que Daisy finalmente explotara.
—¡No hable de esa manera sobre Ethel! ¿Y no es usted quien utiliza a las sirvientas para su propio beneficio?
—¿Qué… qué has dicho?
—¿La persona que dice entendernos es la misma que nos exige sobornos? A las que le pagan les da trabajos fáciles y se hace la vista gorda cuando holgazanean, pero a las que no, les asigna las tareas más duras y las critica por cualquier cosa.
La acusación de Daisy hizo que la mano de Marsha temblara de ira.
—¡I-insolente!
Marsha se levantó de golpe y golpeó la cabeza de Daisy. Quería abofetearla, pero no podía dejar marcas visibles, así que se contuvo.
A pesar del golpe, Daisy sujetó la parte afectada y miró a Marsha con desafío.
Antes de la llegada de Ethel, Daisy ni siquiera habría osado mirarla directamente a los ojos, y esto hizo que Marsha se llenara de rabia.
—¡Muy bien! ¡Tú misma te lo buscaste, mocosa! ¡Ya verás, maldita!
Marsha echó a Daisy de su habitación y decidió seguir adelante con su plan original.
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