⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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—¡Ay, dónde está!
Ethel, que estaba organizando la ropa de Linia, la miró mientras esta abría y cerraba los cajones del tocador buscando algo.
—¿Qué estás buscando?
—La horquilla de perlas. Estoy segura de que la usé la semana pasada, pero no la encuentro por ninguna parte.
—Si es la horquilla de perlas, ¿no debería estar en el estuche negro de terciopelo donde guardas todos los accesorios de perlas?
—Eso creía, pero no está allí.
Ethel ladeó la cabeza, desconcertada, y se acercó a Linia.
La expresión de Linia se volvió más seria a medida que revisaba sus joyeros uno por uno.
—No es solo la horquilla de perlas lo que ha desaparecido. Estoy segura de que aquí había también algunos pendientes y, en este lado, varios collares finos de oro.
Curiosamente, las piezas desaparecidas eran cosas que Linia no solía usar con frecuencia.
Ethel y Linia sacaron las cajas de terciopelo de los cajones, las vaciaron y hasta desmontaron el mueble para buscar, pero no encontraron los accesorios desaparecidos.
—Si solo hubiera desaparecido la horquilla de perlas, habría pensado que la perdí en algún lado. Pero con tantas cosas desaparecidas, ¡está claro que alguien las ha robado!
Convencida del robo, Linia llamó a Marsha y exclamó furiosa:
—¡Qué tan poco respeto deben tenerme para atreverse a robar en mi habitación! ¡Que todos se reúnan ahora mismo!
Ante la orden, todos los sirvientes que estaban trabajando se reunieron en el vestíbulo. Hacía mucho tiempo que no veían a Linia tan enfadada.
—¿Un ladrón en mi habitación? ¿De verdad pensaron que no me daría cuenta si robaban cosas pequeñas?
La mención de las joyas desaparecidas hizo que todos los sirvientes se miraran entre sí, nerviosos, mientras Linia gritaba a Marsha:
—¡Marsha! ¿Quiénes son las sirvientas que entran en mi habitación?
—Vivian, Gina y May se encargan de la limpieza por turnos. Además de ellas, solo Ethel y yo hemos entrado.
—¿Sí? Entonces ve con dos sirvientas más y revisa a fondo las habitaciones de esas sirvientas.
—Entendido.
Marsha fue inmediatamente a registrar las habitaciones de las sirvientas encargadas de la limpieza.
Las habitaciones no eran muy grandes ni estaban llenas de muebles, así que la búsqueda no tomó mucho tiempo.
Mientras tanto, los sirvientes reunidos en el vestíbulo estaban inquietos, pero la presencia de Linia, furiosa y firme en su lugar, les impedía murmurar.
Cuando Marsha terminó de revisar las habitaciones, volvió y reportó:
—Revisé a fondo las habitaciones de las tres sirvientas, pero no encontré los objetos de la señorita.
—¿Estás segura?
—¿Cómo podría atreverme a mentir sobre esto? Además, no lo hice sola.
Linia, aún furiosa, iba a decir algo más, pero Marsha añadió apresuradamente:
—¿Deberíamos revisar también las habitaciones de las otras sirvientas? Tal vez se escondieron entre ellas.
—…Tienes razón. Hazlo. Revisa todas las habitaciones.
Linia mandó nuevamente a Marsha, pero esta vez suspiró frustrada y chasqueó la lengua. Sin embargo, su rostro al hablar en voz baja con Ethel era frío, muy diferente de la expresión que mostraba frente a Marsha.
—Probablemente no encuentren nada. Seguro ya lo vendieron.
—Sí, seguramente trataron de deshacerse de los objetos robados lo más rápido posible.
—Pero si armo este escándalo, al menos evitaré que vuelva a pasar algo parecido.
Ethel confirmó una vez más que Linia tenía una mente bastante astuta.
De hecho, Linia no estaba molesta por los objetos perdidos. No eran particularmente valiosos ni piezas que apreciara demasiado.
Solo estaba actuando para asegurarse de que los sirvientes no la menospreciaran.
Es inteligente y no duda en controlar a los sirvientes. Si la guío bien, podría convertirse en una gran dama.
Aunque todavía tenía algunos hábitos de su vida como plebeya, su actitud básica no era mala.
Mientras Ethel imaginaba convertir a Linia en una refinada noble, vio que Marsha regresaba apresuradamente con algunas sirvientas.
—¡Señorita! ¡L-las encontramos!
Marsha, que caminaba rápido y luego corrió, llevaba en sus manos lo que claramente eran pertenencias de Linia.
Linia, que no esperaba que aparecieran los objetos, se mostró sorprendida.
—¿De verdad estaban allí? ¿Dónde exactamente?
—Eh, bueno… esto… Mina, ¿dónde estaban exactamente?
A la pregunta de Marsha, Mina respondió con un aire solemne:
—Encontramos la horquilla y dos pares de pendientes en la habitación de Daisy, y dos collares y un par de pendientes en las habitaciones de Celia y Laila.
—¿Qué…?
Fue Ethel quien repitió la pregunta sorprendida.
Daisy, Celia y Laila, quienes escuchaban junto con los otros sirvientes, reaccionaron de la misma manera.
—¿Qué, qué significa eso?
—¿Dijo que estaban en mi habitación?
—¡Eso es imposible!
Marsha, en lugar de la confundida Linia, levantó la voz con un tono severo y ordenó a las otras sirvientas:
—¡Sáquenlas!
Las sirvientas que seguían a Marsha agarraron a Daisy, Celia y Laila y las obligaron a arrodillarse frente a Linia.
Sin embargo, quedaban dudas.
—¡Esto es una trampa, señorita! ¿Cómo podríamos robar algo suyo?
—¡Ni siquiera sé cómo es su habitación! ¡Nunca he entrado en ella!
—Señorita, de verdad no hemos hecho nada. ¡Esto es un error!
Tal como dijeron, eran sirvientas que nunca habían entrado en la habitación de Linia, por lo que no podían saber dónde guardaba sus joyas.
—Cierto, es muy extraño.
Incluso Linia ladeó la cabeza con expresión confusa. Fue entonces cuando Marsha, observando sus gestos, habló con un aire precavido.
—Curiosamente, las tres son cercanas a Ethel. Además, todas tienen problemas económicos.
Tras estas palabras, todas las miradas se dirigieron a Ethel.
Pero Ethel ya había deducido lo que ocurría antes de que Marsha hiciera tal comentario.
¿Así que para culparme, están poniendo en peligro a sirvientas inocentes?
Si la hubieran acusado directamente de ser la ladrona, no estaría tan enfadada.
Sin embargo, no podía tolerar que hubieran usado como chivos expiatorios a sirvientas que realizaban los trabajos más duros de la mansión y que trabajaban diligentemente, todo por ser cercanas a ella.
Afortunadamente, Linia, que había recibido muchos beneficios de Ethel, no la acusó inmediatamente.
—¿Estás diciendo que Ethel robó las joyas y se las dio a ellas? Eso no tiene sentido.
—P-pero no hay otra forma en la que estas sirvientas pudieran robar los objetos, señorita.
—Hmmm…
Linia miró alternativamente a las tres sirvientas arrodilladas y a Ethel antes de tomar una decisión.
—Por ahora, sigan con su trabajo. Necesito hablar con Ethel.
El comentario de Linia, de que quería hablar más con Ethel a pesar de las sospechas, dejó a Marsha boquiabierta.
Cuando ella era la asistente personal de Linia, nunca había recibido ese nivel de confianza.
El hecho de que Ethel, quien llevaba apenas dos meses como asistente personal, fuera tan confiable, hirió profundamente el orgullo de Marsha.
—C-claro, señorita. Pero debe asegurarse de imponer un castigo adecuado por este incidente. De lo contrario, será difícil mantener la disciplina entre los demás sirvientes.
Marsha, aunque incapaz de expresar su ira en ese momento, ocultó su enojo mientras intentaba parecer justa.
No obstante, incluso sin sus palabras, era evidente que algo debía hacerse. Al haber reunido a todos los sirvientes para presenciar el asunto, si lo dejaba sin aclarar, todos pensarían que Ethel estaba siendo tratada con favoritismo.
—¿Me estás llamando idiota? Sé lo que debo hacer. Todos, vuelvan a sus trabajos. Tomaré una decisión pronto y se las haré saber.
Finalmente, los sirvientes se dispersaron en silencio, aunque algunas miradas reflejaban su descontento por la falta de un castigo inmediato para Ethel.
De vuelta en su habitación con Ethel, Linia miró las joyas recuperadas antes de preguntar:
—Supongo que tienes algo que decirme.
—Señorita, es tal como usted lo imagina.
—¿Cómo sabes lo que estoy imaginando?
—Porque confía en que yo no sería capaz de hacer algo así.
Linia había dicho frente a los sirvientes que Ethel no podría haberlo hecho, así que su respuesta era obvia. Pero eso no significaba que no tuviera curiosidad.
Desde el momento en que las tres sirvientas cercanas a Ethel fueron llevadas ante ella, hasta ahora, Ethel no había intentado explicar nada.
—Si realmente estuvieras indignada, habrías gritado que no eras culpable. ¿No es así como actúan las duquesas?
—Ya no soy una Duquesa. Y, además, no me sentía exactamente indignada. Más bien…
Ethel cerró la boca un momento antes de continuar.
—Pensé que, finalmente, había llegado el momento.
—¿El momento? ¿Qué quieres decir?
—Señorita.
Ethel levantó la mirada y sostuvo la de Linia.
—Con este asunto, me temo que será necesario discutirlo también con el Conde.
—¿Quieres involucrar a mi hermano en esto? ¿Estás segura de que puedes probar tu inocencia?
Linia preguntó, mezclando duda y preocupación en su tono.
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