⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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—Señora Bohen, señora Bohen! Hace un momento escuché al caballero de afuera decir que esta mujer es nada menos que la ‘Duquesa de Lancaster’.
—¿Qué? ¿La Duquesa de Lancaster?
Marsha, con los ojos abiertos de par en par, volvió a mirar a Ethel de arriba abajo. Sin embargo, no había en ella intención alguna de respetarla. Más bien, todo lo contrario.
—¡Vaya, quién diría que llegaría el día en que pudiera mandar a una Duquesa como si fuera una sirvienta! ¡Ho, ho, ho!
Marsha, con una sonrisa sarcástica en los labios, dio órdenes aparentando generosidad a la criada que reía nerviosamente junto a ella.
—De todos modos, debemos obedecer las órdenes del conde. ¡Mina! Primero, haz que esta mujer se bañe, coma y descanse. ¿Ves la habitación al final del pasillo? Dale esa habitación.
—¡Entendido!
—Y tú, la nueva, ¿cómo te llamas?
Ethel no se molestó en lo absoluto por el hecho de que la ama de llaves la llamara ‘la nueva’. Aunque habría estado más feliz si le aseguraran que no sería llevada al dormitorio de Laszlo, aún no podía estar segura, por lo que no le salía sonreír. Contestó con la voz más suave posible.
—Me llamo Ethel, señora.
No usar el apellido ‘Lancaster’ o ‘Canyon’ después de su nombre le resultaba extraño, pero, curiosamente, reconfortante.
—¡Oh, vaya! Se nota que vienes de una familia noble, ¡hasta tu respuesta es muy elegante! ¡Ho, ho, ho! Tendrás que seguir comportándote así de respetuosa.
Marsha, como si esperara con ansias algo divertido, hizo un gesto a la joven criada y se dio la vuelta para marcharse.
Entonces Mina, la joven criada, al contrario de cuando Marsha estaba presente, alzó el mentón con altivez y miró a Ethel con desdén, como si fuera una réplica de Marsha en ausencia de Laszlo.
—¡Menuda apariencia! Vamos, ‘Duquesa’.
Ethel no se sintió especialmente afectada por el tono sarcástico. En la sociedad, había escuchado burlas y calumnias mucho peores, así que esto no era nada. Incluso Mina, aparentemente ocupada, dejó de burlarse rápidamente y la condujo directamente al baño.
—Esto es un balde, esto es una jarra, esto es jabón y esto una toalla. ¿O acaso ni siquiera sabes cómo bañarte con estas indicaciones?
—No, lo entiendo. Sin embargo, no tengo ropa para cambiarme… ¿Podrías conseguirme un uniforme de criada?
—Debe haber algo de alguna criada que se fue… Lo buscaré, pero primero báñate. Hueles tan mal que no lo soporto.
—Entendido. Gracias.
—¡Vaya, hasta das las gracias! ¿Todavía tienes ánimos para eso?
Mina soltó una risa sarcástica, pero no omitió ninguna de las explicaciones que debía dar.
—Cuando termines de bañarte, ve a la última habitación al fondo del pasillo. Esa será tu habitación. Llevaré tu comida allí; cómela y lleva la bandeja a la cocina mañana por la mañana.
—¿A qué hora debo llevarla por la mañana?
—A las siete en punto. Si llegas tarde aunque sea un poco, recibirás un castigo, así que no llegues tarde.
—Lo entiendo.
Al ver que Ethel no mostraba ni frustración ni vergüenza, Mina, molesta, añadió un comentario más.
—Será mejor que duermas bien esta noche. A partir de mañana entenderás lo mucho que sufrían las criadas que tú mandabas.
Con esas palabras, Mina se dio la vuelta abruptamente y se marchó, dejando sola a Ethel.
Parecía que deseaba ver a Ethel enfurecida o descompuesta, pero comparada con Marsha, aún se veía mucho más ingenua.
Aun así, es bastante considerada. Me traerá ropa y comida.
Ethel agradeció esos pequeños gestos.
Después de todo, en el pasado, los traidores eran grandes criminales que debían morir apedreados en la plaza. Era comprensible que la gente le guardara rencor.
Primero, a bañarme. Parece que realmente huelo mal, como dijo esa criada.
Aunque había intentado mantenerse lo más limpia posible, comparado con los tiempos en que usaba perfumes y lociones de lujo, sentía que su cuerpo tenía un olor desagradable.
Aunque era finales de octubre y temía bañarse con agua fría, prefería eso a seguir oliendo mal. Así que Ethel apretó los dientes y se echó agua fría sobre el cuerpo.
—Huhh.
El agua estaba más helada de lo que esperaba.
Un suspiro se escapó entre sus dientes temblorosos.
Vamos, terminemos rápido.
Ethel lavó con empeño su cuerpo, que había acumulado sudor y polvo, usando el pañuelo que llevaba al cuello, el cual enjabonó con cuidado.
Mientras se frotaba en el oscuro y silencioso baño, de repente soltó una risa amarga.
Hace solo tres semanas que las criadas me asistían en el baño…
Se sentía como si ese lujo hubiera ocurrido hace tres años, no tres semanas.
Pensándolo bien, siempre había sido como una flor en un invernadero. Incluso el día en que el destino del ducado se volvió sombrío, estaba en una bañera de bronce preocupándose por el futuro. Sumergida en agua tibia perfumada, dejaba su cuerpo en manos de las criadas.
A partir de ahora, incluso en pleno invierno, tendré que bañarme con agua fría como esta. Parece que en la casa del Conde Crises no dan agua caliente a los criados.
Podría ser fácil contraer congelación, así que lo más que podría hacer sería limpiarse con una toalla mojada. Para cuando llegara la primavera, tal vez su piel estaría cubierta de escamas secas.
Era algo inimaginable para una duquesa o una joven condesa, pero tendría que aceptar esa realidad de ahora en adelante.
Al menos no voy a morir. Y tampoco es algo tan terrible como para desearlo.
Cuando llegó a este lugar, había considerado renunciar a la vida, pero no era alguien que deseara la muerte con desesperación. Todos los seres vivos tienen el instinto de sobrevivir.
Mientras no fuera relegada al rol de un mero objeto para satisfacer deseos vulgares, también deseaba vivir.
No esperaba una vida grandiosa.
Solo quería llevar una vida tranquila, cuidar de sí misma y pasar días sencillos. Eso era todo lo que deseaba.
Por eso, cuando Laszlo la entregó a la ama de llaves como ‘personal adicional’, Ethel vio un rayo de esperanza.
De todas formas, parece que no tiene intención de hacerme nada por el momento… Debería mantenerme alerta y aprender a trabajar duro.
Con cuidado, deshizo la trenza de su cabello y lo lavó con agua y jabón. Si el agua hubiera estado tibia, la grasa y el polvo acumulados habrían salido fácilmente, pero con agua fría, parecía que se pegaban aún más.
Aun así, no tenía más remedio que hacer su mejor esfuerzo, como lo había hecho siempre.
Tras terminar de lavarse, Ethel secó su cuerpo rápidamente, sacó un uniforme de criada del cesto de ropa que alguien había dejado y se lo puso.
No sabía quién había usado esa ropa antes, pero era bastante grande y tuvo que enrollar las mangas. Sin embargo, la falda era corta y le quedaba muy por encima de los tobillos.
Pero bueno, al menos tengo algo. Hasta me dieron una camisola y unos calzones.
Aunque no había enaguas para darle volumen a la falda, Ethel decidió sentirse agradecida de no tener que ponerse únicamente un vestido sobre su piel desnuda.
Era mucho mejor que volver a usar la ropa sucia y maloliente que llevaba antes.
Sosteniendo la ropa que había traído puesta, salió del baño y caminó hacia el fondo del pasillo, como Mina le había indicado. A través de la puerta abierta de la última habitación, se filtraba una débil luz.
Parecía que esa sería su habitación.
Cuando abrió la puerta, vio que la mitad del techo estaba inclinado y que el viento frío entraba por las rendijas de una pequeña ventana. Dentro, solo había una cama estrecha, una mesa y una silla desgastada.
No había armario, pero en la pared había clavados tres clavos, que parecían ser el único lugar para colgar ropa.
La habitación parecía haber estado vacía durante mucho tiempo, ya que se notaban el polvo en la mesa y las telarañas en las esquinas.
Así que la gente vive en habitaciones tan pequeñas.
Era una habitación de un tamaño que nunca había visto. Solo la terraza de la habitación que usaba antes era más grande que esto.
Sin embargo, Ethel se obligó a borrar esos pensamientos.
Ya no soy una noble.
Era una criminal que debería haber sido decapitada y exhibida en una pica en la muralla del castillo. Por tanto, debería sentirse agradecida de tener siquiera un lugar que pudiera llamar suyo.
Más aún, estaba agradecida por algo más: había comida sobre la mesa. Aunque solo eran un trozo de pan marrón, un vaso de agua y la mitad de una manzana oxidada.
Primero, comeré.
La comida que había ingerido en la prisión durante el día ya estaba completamente digerida. Al relajarse tras haber asumido su muerte y después del baño, el hambre comenzó a asaltarla con fuerza.
Ethel cerró con firmeza la puerta, se sentó y empezó a arrancar pequeños pedazos de pan con cuidado.
El pan seco y agrio no era precisamente delicioso, pero lo masticó con esfuerzo, bebiendo pequeños sorbos de agua para ayudarlo a pasar por su garganta.
Después de terminar el pan, mordió la pequeña porción de manzana.
—Haa…
Cuando sus dientes crujieron la manzana y el jugo ácido y dulce se esparció por su boca, de repente se sintió viva.
Siempre había preferido la fruta a los postres como pasteles, galletas o pudines. La dulzura y frescura natural de la fruta de temporada le agradaban más que la dulzura artificial del azúcar o la crema.
Incluso durante el traqueteo del carro que la llevaba a la capital, había añorado las frutas.
Pensé que nunca volvería a probar fruta hasta el día de mi muerte.
Había reflexionado con amargura sobre eso, pero ahora tenía un pequeño trozo de manzana en la boca.
Solo ese pequeño detalle le dio valor.
¿Podré comer fruta también mañana?
Sin darse cuenta, una sonrisa se dibujó en su rostro.
Quizás, si encontraba consuelo en esas pequeñas alegrías, podría soportar un día tras otro hasta que llegara un momento de tranquilidad.
Dejaré la limpieza de la habitación para mañana. Como dijo esa criada, esta noche será mejor que duerma bien.
Después de terminar toda la comida en la bandeja, Ethel dobló cuidadosamente la ropa que no había podido lavar y se acostó en la cama.
Aunque el colchón era duro, no tardó ni cinco minutos en quedarse dormida.
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