⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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—De hecho, primero debo convencerme a mí mismo. Necesitamos pruebas claras de que esos objetos no los robaste tú, Ethel.
—Si yo los hubiera robado para repartirlos, habría dicho que los vendieran de inmediato. ¿Por qué habría de dejarlos en la habitación hasta ahora, sabiendo que eran cosas que la señorita buscaría pronto?
—Eso no sirve como prueba de este asunto.
—Claro, podría ser así. Pero, en ese caso, el hecho de que objetos desaparecidos aparecieran en las habitaciones de tres doncellas cercanas a mí tampoco es prueba de que yo sea la culpable.
Ethel contuvo con esfuerzo la ira que la invadía y habló con un tono bajo:
—Sin embargo, hay una persona entre las que entraron en su habitación que no fue mencionada como sospechosa de robo. Y esa misma persona me acusó de ser la ladrona.
Solo entonces Linia recordó que no había sospechado de Marsha.
—Hasta ahora, solo desaparecieron accesorios que usted no usaba mucho antes. Y, además de la señora Bohen, ¿quién más sabía tan bien sobre eso?
Linia cerró la boca y se sumió en sus pensamientos.
Los objetos desaparecidos esta vez, como el pequeño broche de perlas o el fino collar de oro, eran cosas que Ethel había sugerido que usara desde que se convirtió en su doncella personal. Gracias a ello, Linia los había estado usando con frecuencia últimamente.
Si realmente Ethel fuera la culpable, ¿por qué robaría precisamente esos objetos? Sabía que la descubrirían fácilmente.
—Tal vez lo haya imaginado, pero estoy segura de que esto lo orquestó la señora Bohen para deshacerse de mí.
—Sí, lo pensé por un momento. Pero, ¿qué ganaría Marsha haciendo algo así?
—Recuperar su puesto como doncella personal. La señora Bohen lamentó mucho haber perdido ese lugar.
Eso lo sabía bien Linia.
Durante todo el tiempo que Marsha la atendió, siempre le hablaba de los regalos que las otras doncellas personales de las familias vecinas recibían de sus amas, como si esperara obtener algo de ella. Y siempre que iba a hacer compras, los precios parecían más altos de lo esperado, lo que Linia había sospechado que incluía algo para Marsha.
—¿Pero culparte de robo solo por algo así? Para Marsha también sería demasiado arriesgado.
—Puede que para usted sea un motivo trivial, pero no creo que lo sea para la señora Bohen. Ella… para ella, esta mansión…
Ethel dudó antes de hablar.
¿Cómo podía decir que esta familia había sido una presa fácil para Marsha, que la mansión era poco más que su coto de caza personal?
Pero había llegado el momento de revelar la verdad.
Marsha había tocado a sus amigas, y ya no había razón para callar.
—En cualquier caso, informaré de este asunto al Conde, junto con otros temas. Una vez que él decida, también le haré saber los detalles.
—¿Es sobre Marsha?
—Sí.
Ethel pensó que Linia insistiría en interrogarla, pero en lugar de eso, ella pareció intuir algo y asintió con la cabeza.
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Cuando Laszlo regresó a la mansión a la hora habitual, tenía la mente llena de las palabras de Dimarcus.
( ¿Qué? ¿Todavía no tienes mayordomo? No deberías preocuparte por la guardia, ¡deberías empezar por poner orden en tu casa! )
No era que no lo supiera.
Simplemente no sabía por dónde empezar.
( Si tanto te preocupa, podrías enviarme un buen mayordomo. )
Por supuesto, si aceptaba a un mayordomo recomendado por el Emperador, no dejaría de sospechar que informaría de todos sus movimientos al soberano.
Después de cambiarse de ropa, hojeó sin ganas algunos papeles en el despacho, cuando escuchó un leve golpe en la puerta.
—Soy Ethel.
Una voz baja y respetuosa. Sin embargo, hizo que su pecho temblara ligeramente.
—Entra.
Desde que Ethel había asumido la tarea de mejorar su apariencia, habían pasado mucho tiempo juntos. Sin embargo, desde que regresó de su permiso, apenas habían coincidido.
Por eso, su visita le resultaba un poco agradable.
Aunque parece que no viene por algo bueno.
La expresión rígida de Ethel lo dejó claro al instante.
—Lamento interrumpir su trabajo.
—Debe ser algo importante. Habla.
Laszlo dejó los papeles que tenía en las manos y, entrelazando los dedos, miró fijamente a Ethel. Su actitud, exigiendo que fuera al grano, era intimidante, pero Ethel tampoco tenía intención de dar rodeos.
Se acercó a él y habló con firmeza.
—¿Recuerda el regalo que le pedí en lugar del cheque en blanco?
—…¿Que confiara en ti?
—Sí, eso.
Cómo olvidarlo.
Todavía no entendía por qué prefería eso a un cheque en blanco en el que podría haber escrito decenas de miles de lingtones.
Aunque, por la manera en que Ethel lo había mencionado, parecía que al fin iba a explicárselo.
—¿Lo recuerdas?
—Entonces, por favor, dame ese regalo ahora.
—¿Así, de repente?
—Se me acusa de haber robado las pertenencias de la señorita Linia para repartirlas entre las doncellas cercanas a mí.
Ante esas palabras, Laszlo soltó una leve risa sarcástica.
¿Tú robaste las cosas de Linia? Si eso fuera cierto, en realidad estaría encantado.
Lo decía en serio. Si Ethel hubiera deseado algo material, él habría podido darle cosas mucho mejores. Ethel… era alguien que había contribuido significativamente al crecimiento personal de Linia y de él mismo, y que había evitado que Linia sufriera humillaciones.
Sí, tenía razones de sobra para darle algo valioso.
Pero ella no era una mujer que deseara esas cosas, y por eso el asunto era complicado. Aceptar que esas acusaciones fueran falsas no era algo difícil para él.
—Sé que no robaste nada. ¿Eso es suficiente?
—No. Eso no es lo que quiero que creas. Es obvio que no robé nada.
—…Es cierto.
—Lo que quiero es que creas en lo que estoy a punto de decirte.
Ethel respiró profundamente y, tras reunir valor, le entregó a Laszlo unos documentos que había preparado.
—La persona que me acusó es la jefa de doncellas, Marsha Bohen. Y no solo eso, sino que ha estado cometiendo desfalcos y otras irregularidades en esta mansión, además de recibir sobornos de los sirvientes. Esto es lo que he averiguado sobre ella hasta ahora.
Solo en tres meses había recopilado suficiente información para llenar seis páginas, por ambos lados, de un cuaderno tamaño estándar.
Decía que compraba los mejores productos alimenticios, pero en realidad adquiría los más baratos y se quedaba con la diferencia.
Las tiendas que fabricaban la ropa, los zapatos y los accesorios de Linia no tenían el nivel adecuado para producir artículos para la nobleza, y Marsha también recibía comisiones por las transacciones, vendiendo esos productos a precios exorbitantes.
Dividía a los sirvientes entre los que le daban dinero y los que no, tratándolos de manera completamente distinta. Por esta razón, muchas doncellas habían dejado su trabajo utilizando como excusa a Linia.
—Daisy, Celia y Laila se acercaron a mí porque la primera tarea que me asignaron fue la más difícil. Además, a ellas se les daba el trabajo más arduo porque no tenían dinero para pagar sobornos ni experiencia suficiente para conseguir otro empleo.
Ethel habló mientras Laszlo leía detenidamente los documentos.
—Todo lo que está escrito ahí es verdad. Por favor, crea en mí y en mis palabras.
Desde el principio, Ethel había pedido que creyera en ella porque sabía que este día llegaría. Sin embargo, seguía sintiendo la misma inseguridad.
Después de todo, ella llevaba apenas seis meses en la mansión, mientras que Marsha había trabajado para Laszlo desde que este se convirtió en Conde.
Unos momentos de tensa espera pasaron hasta que Laszlo terminó de leer. Levantó la cabeza, fijó la mirada en el vacío y dejó escapar una leve sonrisa.
Sabía que ‘se aprovechaba’, pero no pensé que fuera de esta magnitud.
Solo en tres meses, el dinero desfalcado en productos alimenticios ascendía a 7,000 lingtones. Si se calculaba que había hecho lo mismo durante al menos tres años, la cifra alcanzaba los 84,000 lingtones.
Y seguramente no era solo con alimentos. El hecho de que hubiera comprado una casa después de trabajar en la mansión ya no parecía descabellado.
—¿Está relacionado este asunto con que Marsha te acusara de ladrona?
—No lo sé. Pero es probable que yo le resultara una molestia. Debido a mí, ya no podía controlar tan fácilmente a los sirvientes ni manipular a la señorita Linia.
—Entonces, ¿las doncellas en cuya habitación encontraron las cosas no sabían nada y solo fueron víctimas de un ataque?
—Sí. Pero, según Daisy, hace poco la señora Bohen intentó persuadirla para unirse a su lado. Ella lo rechazó y, como resultado, fue agredida. ¿Eso no genera sospechas?
Ethel apretó los puños con nerviosismo.
Si Laszlo decidía no creerle y posponer su decisión, Marsha no tardaría en eliminar cualquier prueba y manipular a los sirvientes.
Esto llevaría a un ambiente caótico en la mansión y, al final, todo podría quedar en el olvido.
Si eso pasa, yo terminaré en problemas.
La persecución de Marsha se volvería aún más cruel y astuta.
Laszlo, que había estado asintiendo, colocó los documentos sobre el escritorio con un golpe seco y habló.
—Bueno, sabía que tarde o temprano habría que echarla… Quizás tú estás aquí para recordarme que debía actuar de una vez.
—¿Entonces me cree?
—Te lo prometí, ¿no? Creeré en ti.
Ethel suspiró de alivio sin darse cuenta.
Pero Laszlo aún no había terminado.
—Eso sí, también debiste haberte preparado para las consecuencias, ¿no?
—¿Consecuencias? ¿A qué se refiere exactamente?
—Eso es…
Mientras escuchaba la respuesta de Laszlo, Ethel se dio cuenta de que ella misma había cavado su propia tumba.
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