⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
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Lavar prendas delicadas requería cuidado, pero no demandaba tanto esfuerzo físico como las tareas que implicaban ropa de cama o manteles. Sin embargo, la ropa de los dueños, que se lavaba con agua caliente, no le correspondía a Ethel.
Frente a ella había sábanas, colchas ligeras, manteles usados en la casa, toallas, paños de cocina, servilletas, varios tipos de cobertores e, incluso, trapos.
Supongo que al menos la ropa y la ropa interior de los sirvientes la lavan ellos mismos. Algo es algo.
Ethel se sentó en un viejo taburete frente a una tina grande, tal como le había indicado Celia, y comenzó a lavar la pila de trapos que tenía frente a ella.
Era finales de otoño, así que el agua estaba fría, pero pensar en el invierno que se avecinaba le hizo desistir de quejarse.
—Como es tu primer día, te voy a encargar los trapos y los paños, que son los más fáciles de lavar. Solo tienes que golpearlos con el batidor hasta que queden blancos. No tiene nada de complicado, ¿verdad? —le dijo Celia.
No estaba segura de que eso fuera lo más fácil, pero Ethel asintió sin protestar.
Solo unas pocas pasadas con los trapos bastaron para que el agua en la tina se tornara negra.
¿Dónde habrán usado estos trapos?
Imaginárselo le resultaba desagradable, así que se esforzó por mantener su mente en blanco y continuó lavando con determinación.
Al poco tiempo, la tercera ocupante de la lavandería, Laila, llegó para tomar su puesto. Pronto, el lugar se llenó del sonido de conversaciones y el golpeteo constante de la ropa contra el agua.
El ambiente ruidoso se apagó de repente después de una hora, cuando un claro carraspeo anunció la llegada de Marsha.
—¡Ejem! —dijo, entrando con aire autoritario.
Celia y Laila interrumpieron su charla y se dedicaron únicamente a lavar. Marsha caminó lentamente por la lavandería, inspeccionando las tareas, y, como era de esperarse, se detuvo frente a Ethel.
—¿Qué es esto? —preguntó con un tono acusador.
La voz de Marsha, claramente buscando problemas, hizo que Ethel se quedara rígida. La mujer tomó uno de los trapos que Ethel había lavado, lo sacudió ligeramente con los dedos y luego lo dejó caer al suelo.
—Oye, ¿así lavabas los trapos en la casa del Duque Lancaster? Si alguien ve esto aquí, Linia te arrancará el cabello.
El trapo que Marsha dejó caer estaba limpio, aunque con algunas manchas persistentes que no salían ni con el lavado más exhaustivo. Aun así, Ethel sabía que protestar solo provocaría más regaños y burlas.
Esa mujer solo quiere usarme para demostrar su poder. Debe disfrutar viendo cómo una ex Duquesa se inclina ante ella.
Consciente de que cualquier reacción emocional sería aprovechada en su contra, Ethel reprimió sus sentimientos y respondió con calma:
—Lo siento, es mi primera vez haciendo esto y aún no soy muy buena. Lo lavaré de nuevo.
—¡Hablas muy bonito! Seguro estás siendo delicada para mantener esas manos suaves, ¿no? ¿De qué sirve que una sirvienta tenga manos bonitas?
Era absurdo criticar a alguien por tener manos suaves el primer día de trabajo, pero Ethel mantuvo la cabeza gacha.
—Trabajaré más duro —dijo.
—Eso espero. ¡Celia! No le tengas compasión. Vigílala bien. Nunca se sabe qué puede planear una traidora.
Ahora, Marsha se refería a Ethel como ‘esta mujer’. Aunque su ceño casi se frunce, Ethel apretó los dientes y mantuvo una expresión neutral. Sabía que lo que Marsha quería era provocarla para tener una excusa para humillarla aún más.
No hay necesidad de reaccionar. Yo solo quiero pasar el resto de mi vida tranquila.
Había aprendido a resignarse. A sus veinticuatro años, ya había perdido la esperanza de tener una vida dulce. Lo único que deseaba era poder soportar esta nueva vida.
Cuando Marsha se dio cuenta de que Ethel no reaccionaría, hizo una mueca de disgusto y salió del cuarto. Celia y Laila, por su parte, comenzaron a susurrar entre ellas, lanzando miradas furtivas hacia Ethel.
¿Qué será de mí de ahora en adelante?
Una nube de pensamientos oscuros se extendió en su mente. Sin embargo, lo único que podía hacer en ese momento era seguir lavando trapos.
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El intento de independencia de la casa del Duque de Lancaster fracasó estrepitosamente, y las familias involucradas tampoco pudieron escapar del castigo.
La familia del Conde Canyon, que incluso llegó a ofrecer a su hija joven y en la flor de la vida como la segunda esposa del anciano Duque para involucrarse en los planes, estuvo a punto de enfrentarse a su total destrucción.
Sin embargo, Dustin Canyon logró superar la crisis una vez más gracias a su astucia y su lengua hábil.
( ¡Por favor, crea en mí, Majestad! ¿Cómo podría haber desobedecido las órdenes opresivas del Duque de Lancaster? ¡No solo me arrebató a mi hija Ethel por la fuerza, sino que también me obligó a ayudarle bajo amenaza! )
Aunque era sabido por todos en la alta sociedad que él había hecho todo tipo de maniobras para formar una alianza matrimonial con una de las ‘Cuatro Grandes Familias’, Dustin insistía en que su hija le había sido arrebatada.
Por supuesto, el motivo por el que su apelación fue aceptada no fue por sus palabras, sino por los secretos que ofreció y la enorme suma que pagó como soborno.
—Maldición… —murmuró Dustin mientras revisaba el estado deplorable de sus finanzas.
—¡Ese viejo tonto! ¿Cómo se le ocurrió dejarse llevar por sus delirios al final? —exclamó frustrado.
El plan secreto de independencia del territorio ducal había sido descubierto antes de estar completamente preparado. Esto ocurrió porque el Duque de Lancaster, confiado en que pronto sería ‘rey’, había bajado la guardia.
¡Y eso que sabían que Dimarcus, un Emperador que había sucedido a su incompetente padre, estaba obsesionado con fortalecer el poder imperial!
—Aun así, pensé que habría alguna posibilidad de éxito, pero nunca imaginé que el Emperador lo usaría como un ejemplo.
La casa del Duque de Lancaster era lo suficientemente poderosa como para rivalizar con la familia imperial. Sin embargo, precisamente por eso, se convirtió en el blanco perfecto para dar una lección.
Hasta hace pocos años, era impensable que el Emperador atacara la casa del Duque de Lancaster.
La persona que hizo todo esto posible fue el ‘Rey mercenario’, Laszlo Crises, quien se unió al Emperador al mando de sus mercenarios.
—¡Maldito bastardo de las alcantarillas, ahora con título de Conde! ¡Maldito sea! —gritó Dustin, incapaz de contener su furia.
Lo que más le enfurecía era que el Emperador había entregado a Ethel, quien había sido Duquesa de Lancaster, como un premio para Laszlo.
No lo lamentaba por el sufrimiento que imaginaba que estaba pasando su hija, sino porque esto parecía un mensaje dirigido a los nobles antiimperialistas, especialmente a la familia del Conde Canyon. Por eso no podía contener su indignación.
—Padre, ¿qué haremos ahora? —preguntó cuidadosamente William, el hijo mayor, quien había estado observando en silencio la ira de su padre.
Después de que su padre salvó sus vidas, tanto William como su hermano habían comenzado a ser aún más cautelosos con él.
Dustin apretó los dientes y, con una mirada decidida, habló en voz baja:
—Ahora, debemos mantenernos fuera de la vista. No sabemos cuándo ni dónde caerá la afilada espada del Emperador. Gracias a su nuevo perro de caza, no tiene nada que temer.
—Si Ethel ha sido entregada como botín a ese tal Laszlo, ¿no afectará eso a nuestra familia? —preguntó Jeffrey, el segundo hijo.
Las palabras de Jeffrey provocaron que Dustin explotara de irritación.
—¡Debería haberse quitado la vida antes de sufrir tal humillación! No entiendo qué apego tiene Ethel para seguir viva. ¡Es una desgracia para la familia, una completa vergüenza!
Lo decía con sinceridad.
Haber caído desde la posición de Duquesa a la de esclava de un mercenario despreciable era, para él, suficiente motivo para que Ethel hubiese protegido su honor y el de la familia mediante el suicidio.
Dustin chasqueó la lengua con frustración y negó con la cabeza.
De sus cuatro hijos ‘dos hombres y dos mujeres’, ahora solo le quedaban los dos varones.
Definitivamente no tengo suerte con las hijas.
Había tenido grandes esperanzas en Ethel, quien era inteligente y obediente, pero terminó decepcionándolo por completo. La más joven, que había muerto prematuramente, ni siquiera merecía ser mencionada.
De cualquier forma, Ethel era ahora un tema cerrado, al igual que la casa del Duque de Lancaster. No había necesidad de preocuparse más por ella.
( ¿No les afecta emocionalmente que su hija fuera la Duquesa de Lancaster? ¿Acaso no se inclinarían más a protegerla? )
( No, Majestad. Mi hija es ahora una extraña para esta familia. Ya no tiene ninguna relación con nosotros. ¡Por favor, crea en mis palabras! )
( ¿De verdad? Entonces, no tendréis ninguna objeción sobre el destino de Ethel Lancaster, ¿verdad? )
( Por supuesto, Majestad. )
Y así fue como Dustin logró proteger su casa por poco.
Sin embargo, la sonrisa significativa que Dimarcus mostró al final le dejó un escalofrío. Quizá ya había decidido entonces que Ethel sería entregada a Laszlo.
Aunque sería difícil evitar los rumores en la sociedad, por el momento, Dustin no podía hacer nada al respecto.
Sin embargo, Dustin Canyon no era un hombre que aceptara vivir escondido para siempre.
—¡Ya lo verán! Me recuperaré y haré que nadie se atreva a menospreciar a la familia del Conde Canyon. ¡Nadie!
Apretando los dientes, comenzó a dar instrucciones a sus hijos sobre las acciones futuras que debían tomar.
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