⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
La familia real de Hadelamide cayó. Y no solo cayó, sino que lo hizo de la forma más miserable: con una traición que marcó su final.
La séptima princesa, Eve, podía predecir fácilmente su destino.
Que hoy fuera el día de su ejecución no sería nada extraño.
—Haaah, sabía que un día como este llegaría…
La traición fue el resultado de los actos de los necios miembros de la realeza.
La familia imperial, en su búsqueda por consolidar un poder absoluto, recurrió a la alquimia prohibida: los ‘homúnculos’.
Los homúnculos eran seres humanos diseñados para nacer con un talento excepcional en magia y esgrima.
Fueron adoctrinados para ser leales al imperio, y bajo el pretexto de garantizar la prosperidad y la fortaleza del reino, fueron enviados a cumplir misiones extremadamente peligrosas.
Morir combatiendo en las líneas frontales contra las bestias demoníacas o ser explotados en las minas de piedras mágicas eran destinos comunes para ellos.
Aquellos que lograban destacar y eran nombrados caballeros tenían una vida ligeramente mejor, pero incluso ellos eran esclavizados al servicio físico y emocional de la realeza.
En el palacio real, se les llamaba ‘Caballeros de la Guardia Real’, pero no era más que un título vacío.
Era inevitable que los homúnculos, enfrentados a esta cruel realidad, guardaran rencor hacia la familia imperial.
Finalmente, esto desembocó en una traición.
Por eso insistí en que debíamos reformar el sistema de los homúnculos. Pero mi padre nunca me escuchó. Solo oía a mi tercera hermana.
Si Desmond II había ignorado las señales de peligro, la tercera princesa, Brigitte, empeoró la situación una vez que fue nombrada heredera al trono.
Cuando Brigitte comenzó a ejercer su poder como princesa heredera, la explotación de los homúnculos se intensificó.
Fuera del palacio, los homúnculos eran enviados a misiones suicidas y trabajos forzados que los llevaban a la muerte. Dentro del palacio, los caballeros homúnculos eran reclutados para el harén de Brigitte, destrozando su orgullo como caballeros.
Eve, incapaz de soportar esta injusticia, empezó a investigar en secreto cómo destituir a Brigitte como heredera.
Pero para entonces, Brigitte ya había planeado deshacerse de Eve, enviándola como esposa a un reino lejano.
El destino de una princesa sin poder político estaba sellado, y el matrimonio de conveniencia de Eve fue ordenado por decreto imperial.
Sin embargo, nunca llegó a realizarse. Apenas una semana después, ‘ese hombre’ reunió a todos los caballeros homúnculos del palacio y lideró una rebelión.
El caballero Agnito…
Eve frunció el ceño al recordar su rostro.
El traidor, Michaelis Agnito, era conocido como ‘el Rey de los Homúnculos’.
Poseía la habilidad de anular el adoctrinamiento que la familia imperial había impuesto a los homúnculos, y gobernaba sobre ellos como un ser absoluto.
Confiando en su adoctrinamiento, Desmond II bajó la guardia, lo que permitió a Michaelis decapitarlo y proclamarse nuevo Emperador.
El nuevo Emperador ordenó la ejecución de todos los miembros de la familia Hadelamide, incluyendo a aquellos que habían sido exiliados mediante matrimonios políticos.
Cualquier persona con la más mínima gota de sangre imperial fue llevada al patíbulo.
Esto demostraba cuánto desprecio y odio sentía el nuevo Emperador por la familia que durante tanto tiempo había oprimido a su gente.
Eve, enfrentándose a su ejecución por compartir la sangre de la familia imperial, suspiró con amargura.
Haaah, si hubiera sabido que terminaría así, habría luchado por ser la princesa heredera y lo habría cambiado todo.
Antes pensaba que el trono era algo inalcanzable para ella, pero al ver el colapso de la familia imperial, comenzó a cuestionar si no había subestimado su propio potencial.
Si yo hubiera estado en su lugar, al menos no habría arruinado todo como lo hizo mi tercera hermana.
Había tenido este pensamiento más de mil veces en el último mes.
Como resultado, Eve había desarrollado una confianza política casi obsesiva.
Si se le concediera una segunda oportunidad en la vida, estaba segura de que lucharía por su derecho al trono sin dudar.
Claro, todo esto no era más que una fantasía inútil de alguien que estaba a punto de morir. Eve dejó de lado sus ilusiones y enfrentó la realidad.
Pronto, solo Roseneit quedará de la familia imperial.
El nuevo Emperador había decidido perdonar la vida de una princesa para casarse con ella. Era la forma más efectiva de consolidar su poder sin demasiada oposición.
Además, la Piedra Filosofal, símbolo del Emperador, solo reaccionaba ante la sangre de la familia Hadelamide.
Para obtener el poder de la piedra, necesitaba una mujer con sangre imperial.
Por desgracia, Eve no cumplía con los estándares del nuevo Emperador. No era dócil ni ignorante, como él deseaba.
El nuevo Emperador eligió a Roseneit, la octava princesa, quien estaba completamente enamorada de él y lo adoraba ciegamente.
Ni siquiera esperaba sobrevivir de esa forma. Si voy a arrepentirme de algo, debería ser de no haber luchado por ser la princesa heredera.
En ese momento, unos pasos resonaron en el pasillo.
¿Quién será a esta hora?
Una figura emergió de la oscuridad, acercándose.
—Así que estás despierta, séptima princesa.
—¿Sir Agnito…?
Eve no podía creerlo, pero era inconfundible.
Vestido con un uniforme austero de caballero, su presencia seguía siendo intensamente seductora.
Michaelis Agnito.
El antiguo caballero personal de Roseneit, la octava princesa, ahora traidor y Emperador absoluto del imperio, estaba frente a ella.
—Tienes cara de haber visto un fantasma.
Michaelis, quien en el pasado debía tratar con respeto a todos los miembros de la familia imperial, ahora no mostraba ninguna deferencia hacia Eve.
Con un clic, abrió la puerta de barrotes y entró sin dudar.
—¿Qué haces aquí, Sir Agnito?
—Solo vine a comprobar cómo estaba la séptima princesa.
No eran personas que se preocuparan por el bienestar del otro. Lo más probable era que lo que en verdad quería era comprobar cómo lucía un condenado a muerte antes de su ejecución.
Eve, sin intención de cumplir con sus expectativas, forzó una sonrisa burlona y respondió:
—¿De verdad el Gran Emperador tiene tiempo para visitarme a estas horas? Hace poco que tomaste el control del imperio. No habrás recibido ninguna instrucción formal sobre cómo gobernar, y de repente te encuentras en la cima. Debes estar bastante ocupado, ¿no?
—Ah, sí, ha sido un mes frenético. Apenas ahora tuve un respiro para venir a verte.
Tal vez su sarcasmo no fue lo suficientemente afilado, porque la respuesta de Michael era tan serena que incluso podía interpretarse como una disculpa por la demora.
La actitud de Michael hizo que Eve se sintiera peor. Pensó que para él no era más que alguien tan insignificante que ni siquiera valía la pena burlarse de ella.
—Venir a verme… qué expresivo. Pero no necesito los cuidados del señor Agnito.
Aunque Eve intentó expresar rechazo, Michael no se retiró. Por el contrario, redujo la distancia que los separaba.
—Eve.
Ella se sobresaltó. Era la primera vez que la llamaba por su nombre, y más aún, por un apodo.
No tuvo tiempo de reaccionar al tono informal de la llamada. Michael, de repente, se inclinó hacia el respaldo de la silla donde ella estaba sentada, acercando su rostro de manera inesperada.
El atractivo y severo rostro de Michael estaba ahora peligrosamente cerca.
—Parece que has acumulado bastante frustración durante tu encierro. Si me odias por haber llevado tu destino al abismo, lo entenderé. Pero no creas que yo no tengo nada que reprocharte.
—Si tienes algo que decirme, preferiría que mantuvieras un poco de distancia…
—Séptima Princesa, Eveinrose. Deberías haberme elegido.
—¿Qué?
El comentario de Michael era tan fuera de lugar que dejó a Eve desconcertada.
—Si me hubieras elegido como tu caballero personal, nada de esto te habría pasado.
—…
Eve abrió los ojos con sorpresa. Era algo que jamás se le habría pasado por la cabeza.
En la tradición imperial, cada miembro de la familia real debía elegir un caballero entre los homúnculos de la guardia personal del palacio.
Estos caballeros debían jurar una lealtad absoluta a quien los escogiera.
A primera vista, la relación parecía romántica, pero la verdad era más cruel: los miembros de la realeza podían reemplazar a su caballero personal en cualquier momento, tratándolos como meros objetos desechables.
Por eso, Eve rechazó toda su vida esta tradición, negándose a nombrar a un caballero personal.
Esto le valió críticas por parte de sus pares, quienes la consideraban una princesa grosera que ignoraba las costumbres del palacio.
En contraste, la Octava Princesa, Roseneit, quedó totalmente cautivada por Michael y despidió sin contemplaciones a su caballero para escogerlo a él.
Y ahora que Michael gobernaba como Emperador, Roseneit era la única miembro de la realeza cuya vida había sido preservada.
Iba a utilizar a Roseneit desde el principio, pensó Eve.
La verdad era más cercana a que Michael había escogido a Roseneit porque era la herramienta más conveniente.
—Michael.
Ya que él había utilizado su nombre, Eve decidió hacer lo mismo.
—¿De verdad crees que si te hubiera elegido las cosas serían distintas?
Eve dejó escapar una pequeña risa sarcástica.
—Sí, tal vez si yo hubiera tomado el lugar de Roseneit ahora estaría viva. Al fin y al cabo, no es como si necesitases específicamente a Roseneit. Solo necesitabas a una princesa estúpida que hiciera todo lo que quisieras.
—No voy a negarlo.
El comentario directo de Michael sorprendió a Eve. Ella esbozó una sonrisa, satisfecha con su confesión.
—Entonces, ¿por qué no te esforzaste más en conquistarme?
—Ja.
Aunque era un comentario provocador, parecía haber funcionado. Por lo general, Michael no mostraba emociones, pero ahora parecía un poco molesto.
—Eres realmente…
Eve esperaba que dijera algo como ‘insolente’, pero lo que dijo la dejó aún más sorprendida:
—Una mujer difícil.
—…
Finalmente, Michael retrocedió, dándole algo de espacio.
En ese momento, unos pasos apresurados resonaron en el pasillo.
Un soldado entró rápidamente y se dirigió a Michael.
—¡Majestad! Su Alteza la Princesa, no, la Emperatriz, lo está buscando.
—¿Qué ocurre? Si no es urgente, dile que espere.
—Parece que algo anda mal con el bebé…
La conversación llegó con claridad a los oídos de Eve.
¿Bebé?
La expresión de Michael se tensó ligeramente al escuchar la noticia.
—El linaje imperial es importante. Debo irme. Te veré más tarde, Eve.
Michael, con un semblante de resignación, se despidió y salió de la celda.
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