⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
—Uh, uhmm…
Por muy ignorante que uno sea, hay cosas que se pueden decir y otras que no.
Desde el punto de vista de un alquimista, aquello podría interpretarse como un insulto directo hacia su disciplina.
Como era de esperarse, no solo Eve, sino también Brigitte, mantenían la mirada fría fija en sus tazas de té.
Rubens e Icaris sudaban nerviosamente.
Desmond II, incapaz de controlar su expresión, abrió y cerró la boca varias veces sin llegar a decir nada.
Finalmente, dejó escapar una risa incómoda mientras hablaba:
—Jajaja, Rosie… Qué adorable es tu preocupación por mí. Sin embargo, creo que no es la temporada de lavanda, así que no necesitas ir al jardín para nada.
—¡Ah! Pero… ¿y si hay algunas floreciendo en el invernadero? Podría recogerlas para usted.
—No es necesario, de verdad —contestó el Emperador, tratando de terminar la conversación.
—Entendido…
Si no hubiera sido Roseneit, su hija favorita, Desmond II seguramente habría mostrado su enojo ante semejante disparate. Si quienes hubieran hablado así fueran Brigitte o Eve, no habría tenido tanta indulgencia.
Rubens, viendo el incómodo ambiente, se apresuró a cambiar de tema. Por suerte, había un asunto apropiado para comentar en familia.
—Ah, eso me recuerda… ¡El cumpleaños de Rosie se acerca!
—Oh, ¿lo recordaste, hermano Rubens? La próxima semana cumpliré dieciséis años por fin.
—Eso significa que pronto elegirás a tu caballero personal. Es un evento que todos los súbditos esperan ansiosamente. Es prácticamente una celebración nacional para el Imperio.
—Oh, hermano… Es solo una ceremonia que todos los miembros de la familia imperial realizan —respondió Roseneit con falsa modestia, como si no hubiera rogado hace poco a Desmond II por un banquete de cumpleaños extravagante.
Luego, con una expresión preocupada, se dirigió al Emperador.
—Padre, debo confesar que estoy un poco preocupada por la ceremonia de selección de mi caballero personal.
—¿Preocupada? ¿Por qué?
—Es un poco vergonzoso, pero no tengo talento en alquimia ni en magia. No estoy segura de poder realizar correctamente el ‘grabado’ en un homúnculo —explicó con un tono apenado.
—No te preocupes por eso, Rosie. Solo por tener sangre de la familia imperial, tienes un dominio innato suficiente para controlar a un homúnculo.
—Pero cuanto más excepcional y especial es un homúnculo, más talento se necesita, ¿verdad? ¿Qué pasaría si fracaso en el grabado? Últimamente ni siquiera puedo dormir por las noches por la preocupación —añadió con un aire de vulnerabilidad.
—Oh, vamos, no te preocupes por eso.
En cuanto Desmond II mostró compasión, los ojos de Roseneit, brillantes como rubíes rosados, destellaron como si acabara de ver una oportunidad.
Cubriéndose la boca con un gesto delicado, suspiró dramáticamente.
—Ah, si fuera Eve, seguramente no tendría estas preocupaciones…
Era evidente que quería involucrar a Eve, quien había estado en silencio hasta ese momento.
La séptima princesa, despreciada por romper con la tradición al no elegir aún a un caballero personal después de más de un año, era un objetivo fácil para las críticas.
Como era de esperarse, la atmósfera cálida en la mesa se enfrió de inmediato, como el agua de té abandonada.
Sabía que esto iba a pasar. Muchas gracias, Rosie, pensó Eve mientras sentía las miradas de todos sobre ella.
Aquellas miradas, que recordaba claramente de su vida pasada, seguían siendo igual de frías y penetrantes.
Desmond II, con voz grave, rompió el silencio.
—Sí, el talento de Eve es excepcional. Con sus habilidades actuales, podría llegar a tener bajo su control a tres caballeros personales.
—¡Oh, de verdad? ¡Eve, eres increíble! —exclamó Roseneit, fingiendo admiración.
—Pero… ¿de qué sirve tener tanto potencial si no tienes intención de elegir un caballero personal? —Desmond II suspiró profundamente. Presionando sus sienes como si su dolor de cabeza hubiera empeorado, añadió—: Eve, sería bueno que siguieras la tradición de la familia imperial y eligieras a un caballero personal. Cada vez que lo pienso, me siento frustrado. Has heredado un talento inmenso en alquimia de mí, pero solo lo desperdicias. Tsk, tsk. La tradición de los caballeros personales lleva cinco siglos siendo respetada en nuestra familia Hadelamide. Tú eres la única en la historia que se ha negado a seguirla. ¿Acaso no puedes dejar de actuar de manera tan peculiar y empezar a comportarte como un miembro adecuado de la familia imperial?
—Padre…
—Ugh, no importa. No tiene sentido seguir discutiendo. Sé que no cambiarás de opinión —concluyó, intentando mostrar algo de indulgencia debido al gesto de Eve al traerle las hojas de té —Vació su taza de té de un trago y murmuró con desagrado—: De todos modos, seguramente volverás a decir que no. Qué terca eres, igual que tu madre.
—No, padre —respondió Eve con firmeza.
—¿Qué?
Desmond II, sorprendido, la miró fijamente.
—¿Qué quieres decir con que no?
Eve dirigió un pensamiento hacia Roseneit:
Rosie, aprovecharé bien esta oportunidad que me diste.
Con una voz tranquila y decidida, dijo:
—Padre, tras pensarlo mucho, creo que he estado equivocada. Al aferrarme a mis creencias, he traído preocupaciones innecesarias para usted al romper con la tradición. Reflexioné profundamente anoche.
—¿Qué?
Eve, sin la ayuda de ningún sirviente, se levantó de su asiento.
Ajustó su vestido, se arrodilló con gracia y, mostrando una reverencia impecable, declaró:
—Me gustaría elegir un caballero personal, padre.
—¡….!
Los ojos de todos en el Salón Esmeralda se abrieron como platos.
Incluso Sedella casi derramó el té de Brigitte mientras intentaba servirle. La noticia parecía haber paralizado a todos.
El rostro de Desmond II reflejaba incredulidad, como si dudara de si lo que acababa de escuchar era un producto de su imaginación.
Las expresiones de Brigitte, Roseneit, Rubens e Icaris no eran muy diferentes. Todos parecían igual de impactados.
Finalmente, después de un largo silencio, la voz tambaleante de Desmond II rompió la tensión:
—Eh… ¿Eve? ¿Acabas de decir… que quieres tomar un caballero a tu servicio? —preguntó con evidente asombro.
—Sí, Padre, así es.
—¿De verdad? ¿No estoy escuchando mal? ¿Es esto lo que realmente dijiste?
—Sí, Padre. He dicho que deseo tomar un caballero a mi servicio.
—Ah…
Los ojos grisáceos de Desmond II parpadearon lentamente, procesando lo que acababa de oír.
Después de un momento de asombro, bebió de un trago el té caliente que tenía en la taza y miró nuevamente a Eve con intensidad.
—¡Eve! ¡Por fin estás entrando en razón!
—Lamento profundamente haberle causado preocupaciones, Padre —respondió Eve con tono solemne.
—Está bien, está bien. Lo importante es que has cambiado de opinión. Levanta la cabeza y toma asiento. Vamos, siéntate para que hablemos tranquilamente.
—Gracias, Padre.
—¡Esto sí que es motivo de celebración! ¡Una gran noticia!
Desmond II parecía tan feliz que era como si estuviera a punto de saltar de alegría. Por otro lado, las emociones de los demás miembros de la familia real no eran tan entusiastas.
Especialmente Roseneit, quien había tratado de dirigir las críticas hacia Eve, se veía claramente desconcertada.
Esto no está saliendo como esperaba…
Desmond II, todavía entusiasmado, se inclinó hacia adelante para hacerle preguntas a Eve.
—¿Cuándo planeas realizar la ceremonia?
—Si me lo permite, deseo llevarla a cabo hoy mismo, de forma sencilla.
—¿No crees que sería demasiado simplista?
—No, no lo creo. La próxima semana será la ceremonia de elección de caballero de Roseneit, y creo que toda la atención debe centrarse en ella.
—Qué considerada eres. Eso muestra cuánto piensas en tu hermana menor.
Eve, con una sonrisa apenas perceptible, continuó con serenidad:
—Con el debido respeto, Padre, no lo hago solo por Roseneit. Ella es una princesa muy querida por todos los ciudadanos. Promover su imagen puede ayudar a fortalecer la relación entre la familia real y el pueblo.
Desmond II asintió con interés, alentando a Eve a seguir hablando.
—Un evento como la elección de caballero de Roseneit podría usarse para fomentar un sentimiento positivo hacia el gobierno imperial. Por eso creo que su ceremonia debe ser grandiosa y ampliamente promovida. Si la mía se hiciera demasiado cercana en tiempo o llamara demasiado la atención, podría distraer de ese propósito —explicó Eve con calma.
—¡Oh, veo que has pensado incluso en eso! Eve, no solo tienes un corazón noble, sino también una gran perspicacia política.
—Sus palabras son demasiado generosas, Padre.
Desmond II parecía más que complacido, su rostro irradiaba orgullo. Para él, no había hija más sabia y dedicada.
—Muy bien, muy bien. Estoy impresionado. Pero si planeas realizar la ceremonia hoy, ¿significa eso que ya has decidido quién será tu caballero?
—Sí. Ya tengo a alguien en mente.
—¡Oh! ¿Y quién es?
El interés de Desmond II llenó la sala de expectación. Todos los presentes se inclinaron hacia adelante, curiosos por la respuesta de Eve.
Finalmente, Eve tomó aire profundamente, como si se preparara para un momento decisivo, y declaró:
—Deseo a Michael Agnito.
—¿Eh? ¿A quién? —preguntó Desmond II, claramente confundido.
Oh, cierto. En este momento, Michael aún no ha entrado en el palacio imperial.
Dado que Michael estaba recluido en un rincón remoto de un campo de prisioneros, no había forma de que alguien allí conociera su nombre. Eve decidió que la única opción era referirse a él por el apodo con el que era conocido en esa época.
Aunque no era un término que le agradara, no había otra opción.
—Bueno, me refiero al ‘Monstruo de la Prisión Flotante.’
El silencio se apoderó de la sala. Todos los presentes la miraban como si acabara de decir algo increíblemente absurdo.
Desmond II, que inicialmente parecía emocionado, ahora tenía el rostro rígido. Sus labios apretados irradiaban una autoridad intimidante.
Como siempre, el primero en reaccionar en estas situaciones fue Rubens, quien tenía un don para manejar el ambiente.
—¡Eve, ¿qué demonios estás pensando?! —exclamó señalándola con el dedo.
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