⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
—¿Por qué estás tan alterado, hermano mayor?
—¡Cómo no voy a estarlo! He oído hablar del monstruo de la prisión aérea. Es aquel que se negó a someterse al juramento de lealtad hacia Su Majestad Imperial. Por eso no pudo unirse a la guardia imperial y terminó encerrado en la prisión. ¿Y ahora dices que piensas vincularte con ese monstruo? ¿Te das cuenta de lo absurdo que suena?
—Hermano mayor, esas son palabras irrespetuosas. Decir que Su Majestad fracasó es impropio. Más bien, si lo analizamos bien, el problema radica en ese homúnculo que no se somete fácilmente a Su Majestad.
Eve terminó de hablar mientras giraba su mirada hacia Desmond II, con un gesto que parecía desafiante.
Tal como esperaba, mencionar el fracaso de Rubens hizo que el rostro de Desmond II se endureciera, como si hubiera mordido algo amargo.
—C-¡Claro! Me equivoqué al expresarme. P-pido disculpas, Su Majestad.
Con la autoridad de Desmond II, lograron silenciar a Rubens.
La conversación en la mesa volvió a calmarse.
—Eve, ¿de verdad pretendes vincularte con el monstruo de la prisión aérea?
—Sí, Su Majestad.
—Como dijo Rubens, ese monstruo no se sometió al juramento de lealtad, y es una criatura peligrosa.
El ‘juramento de lealtad’ era un procedimiento de lavado de cerebro llevado a cabo directamente por el Emperador para garantizar que los homúnculos fueran leales y nunca causaran daño a los miembros de la familia imperial.
Solo después de someterse a este ritual, que era similar a un bautismo, un homúnculo podía abandonar el centro de crianza y ver la luz del mundo.
Si Michael hubiera sido un homúnculo ordinario, habría sido considerado un ‘fallo’ y eliminado tan pronto como se negase al juramento de lealtad.
Sin embargo, las habilidades excepcionales de Michael evitaron su eliminación inmediata.
En ese entonces, Desmond II probablemente pensaba que con otro intento de someterlo al ritual, lograría doblegarlo.
Lamentablemente, Michael no cedió tan fácilmente a los deseos de Desmond II.
Enfurecido, Desmond II no lo ejecutó de inmediato, pero lo encerró en la infame prisión aérea, conocida por ser extremadamente severa.
Con el tiempo, su existencia fue olvidada.
Gracias al olvido, Michael había logrado sobrevivir, y este era su tercer año en esas condiciones.
En mi vida pasada, Michael estuvo encarcelado dos años más y no fue liberado hasta los 21 años, cuando finalmente se sometió al juramento y salió al mundo. Para entonces, ya había despertado su habilidad para anular tanto la sumisión como el vínculo, y seguramente engañó perfectamente a Su Majestad.
Durante los tres años que Michael había pasado sin someterse al juramento de lealtad, su existencia había caído en una especie de limbo.
A pesar de no responder al lavado de cerebro, eliminarlo ahora era un problema, ya que era demasiado tarde para considerarlo un ‘fallo’.
Michael se había convertido en una mancha que perjudicaba la autoridad del Emperador con su mera existencia.
Y ahora Eve estaba mencionando directamente ese punto débil del Emperador.
Debo elegir mis palabras con cuidado.
En términos de alquimia y magia, el ‘juramento de lealtad’ era considerado una técnica de menor nivel en comparación con el ‘vínculo’.
Que una princesa sugiriera vincularse con un homúnculo que ni siquiera el Emperador pudo someter podía interpretarse como un desafío al poder imperial.
Si cometía el más mínimo error, Desmond II podría ordenar la ejecución inmediata de Michael para preservar su autoridad.
Eve seleccionó cuidadosamente cada palabra en su mente antes de hablar.
Era el momento de usar al máximo su habilidad para persuadir, incluso recurriendo a todo su potencial oculto.
—Su Majestad, los homúnculos no pueden ver la luz del mundo sin recibir el ritual que usted les otorga. Por lo tanto, para ellos, el juramento de lealtad es como una bendición sagrada, similar a un bautismo otorgado por usted. Es una tragedia que haya un homúnculo incapaz de aceptar adecuadamente esa bendición.
—Hmm, es cierto. Si no hacen el juramento, solo ellos salen perdiendo. Ese maldito monstruo… ¿cómo se atreve a rechazar la bendición que yo mismo otorgo?
Desmond II rechinó los dientes con frustración.
Esto era peligroso. Antes de que se alterara más, Eve rápidamente redirigió la conversación.
—Pensándolo bien, ¿realmente lo rechazó? La influencia de Su Majestad, portador de la Piedra Filosofal, es extraordinaria. Usted puede vincular a toda la guardia imperial con facilidad. ¿Cómo podría un simple homúnculo resistirse? Sería lógico que un homúnculo ya estuviera postrado a sus pies.
—Es cierto, muy cierto.
—Entonces, me pregunto si la falta de sumisión se debe a algún problema en los circuitos mágicos del homúnculo. Estoy convencida de que puedo solucionar este problema y convertir a ese homúnculo en mi caballero personal.
—Hmm…
Desmond II parecía pensativo. Era el momento de presionar más.
—Hasta ahora, el monstruo de la prisión aérea no ha sido tratado ni como un fallo ni como un éxito; ha sido simplemente ignorado. Para la familia imperial, es como una espina clavada en la palma de la mano, una molestia constante. Ha llegado el momento de quitar esa espina. Con el talento que heredé de usted, resolveré este problema. Por favor, concédame su permiso, Su Majestad.
Eve se levantó nuevamente, inclinando ligeramente las rodillas y la cintura mientras esperaba, sintiendo cómo la ansiedad le secaba los labios.
Poco después, la voz de Desmond II resonó en sus oídos.
—Está bien, Eve.
Eve levantó la cabeza para mirar a Desmond II. Su expresión se había suavizado.
—Eve, eres una princesa, pero también una alquimista. Parece que has encontrado un objetivo que enciende tu espíritu de desafío. Bueno, no está mal. Haz lo que tengas en mente.
—Gracias, padre. Sabía que el Gran Rey de los alquimistas me entendería.
Eve no pudo ocultar su alegría, pero las palabras de Desmond II aún no habían terminado. Con un tono severo, añadió:
—Pero hay una condición, Eve.
—¿Una condición?
—Como representante mía y princesa, debes marcar al monstruo de la prisión aérea. Si no puedes marcarlo, tendrás que asumir la responsabilidad de eliminarlo tú misma.
—…Haré lo que me ordene, Padre.
Era una condición que Eve ya había anticipado, así que la aceptó sin dudar.
Cuando terminó la audiencia matutina, Eve tomó los pliegues de su vestido, inclinándose con gracia.
—Para seguir las tradiciones reales y afirmar la autoridad de Su Majestad, me retiro. Padre, hermana, hermanos mayores, Rosie, les deseo un día de paz a todos.
Había llegado el momento de declararse formalmente participante en la contienda por la sucesión al trono.
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