⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Estaba más decepcionado de lo que esperaba con la princesa que acababa de conocer. Entonces, ¿en qué momento había surgido esa expectativa que ahora se traducía en decepción?
Michael estaba confundido.
Por otro lado, tampoco era cómodo para Eve ver el destello de desilusión en los ojos de Michael. Rápidamente trató de explicarse:
—Entiendo que desconfíes de alguien como yo, que pertenece a la familia real. Pero créeme, no he venido aquí porque necesite un caballero personal para tratarlo como los demás miembros de la realeza han hecho hasta ahora.
—Entonces, ¿qué necesitas?
—Te necesito a ti, Michael. Con urgencia. Y, para ser precisa, no necesito ningún caballero personal que no seas tú.
—¿Qué?
—Solo a ti, Michaelis Agnito.
La sinceridad de Eve, que repitió una y otra vez, finalmente logró llegar un poco a Michael.
—¿Por qué quieres elegirme como tu caballero personal?
—Es un secreto muy importante, así que no puedo decírtelo ahora. Pero si te conviertes en mi caballero, te lo contaré sin falta.
—Entonces, ¿qué puedes decirme ahora?
—Que eres una persona importante para mí. Y, precisamente porque eres importante, haré todo lo posible por respetarte como caballero. En particular, jamás usaré el poder del sello para imponerte tareas o roles humillantes. Lo prometo con mi nombre y mi honor.
—Eso no deja de ser solo una promesa verbal, ¿no?
Michael respondió con un tono sarcástico, y Eve no pudo refutarlo.
Era cierto que su promesa no tenía ninguna fuerza vinculante.
Aunque existía la opción de un contrato mágico, el momento en que el ‘sello’ estableciera su vínculo jerárquico, cualquier otro acuerdo quedaría anulado.
El sello era un contrato mágico absoluto que prevalecía sobre cualquier otra cosa y, al mismo tiempo, la forma más injusta de contrato, pues obligaba al marcado a aceptar condiciones irracionales y desventajosas.
Por tanto, era lógico que Michael no confiara ciegamente en las palabras de Eve.
Sin opciones, Eve bajó los hombros y dijo con voz sincera:
—Lo siento. No puedo hacer nada más que pedirte que confíes en mí.
—Ya lo imaginaba…
Michael respondió con una actitud que reflejaba pocas expectativas.
Eve se sintió aún más ansiosa. Entonces, Michael hizo otra pregunta.
—Por cierto, séptima princesa. De todas formas, ¿no es irrelevante lo que yo quiera?
—¿Eh?
—El sello es como un tatuaje que ustedes nos imponen unilateralmente, ¿no? Aunque me niegue, si tienes suficiente poder, no debería ser un problema someterme.
—Eso no está bien. Primero debo obtener tu consentimiento. Si no, sería algo forzado.
—Qué palabras tan sorprendentes.
—¿Qué quieres decir?
—Es sorprendente que hables como si te importara mi voluntad. Pero lo que más me asombra es cómo das a entender que sellarme sería fácil si yo lo permito.
—Ah.
Eve finalmente comprendió el matiz de sus propias palabras.
—¿Estás tan segura de que podrías sellarme, a mí, alguien a quien ni siquiera el Emperador pudo doblegar?
Michael curvó ligeramente los labios en una sonrisa. Era difícil discernir si era desafiante o provocadora.
Eve respondió con honestidad y cuidado:
—Michael, si no te resistes con todas tus fuerzas, creo que podría hacerlo.
No había ni un atisbo de arrogancia en su voz.
De hecho, Eve poseía un talento alquímico innato y una capacidad de dominación que la hacían única incluso entre los miembros de la familia real.
Y más aún, esta Eve había regresado al pasado conservando todos los logros de su vida anterior.
Confiar en que podía conseguir a Michael no era una apuesta temeraria basada solo en suerte y esfuerzo.
—Impresionante. Puede que realmente puedas sellarme.
Michael expresó una genuina admiración por la confianza de Eve.
Entonces, como si recordara algo, Eve añadió apresuradamente:
—Pero no malinterpretes mis palabras. No estoy tratando de obtener tu permiso porque piense que podrías rechazarme y quiero anticiparme a ello. No quiero obligarte. De verdad.
—Entendido.
—¿De verdad lo entendiste?
—Sí, lo entendí.
—Uf, parece que tu carácter no es tan retorcido como pensaba. Qué alivio.
—Eso suena…
Michael, sin saber si lo que acababa de oír era un insulto o un cumplido, mostró una expresión ambigua.
Eve fingió no notarlo y sostuvo el borde de su vestido, inclinándose con gracia, como si estuviera invitándolo a un baile.
—Por favor, conviértete en mi caballero personal, Michael.
Michael simplemente la miró, sus ojos violetas parecían evaluar algo.
Después de un largo silencio, finalmente respondió con una frase breve:
—Odio a la realeza.
Tan pronto como pronunció ‘realeza’, una chispa de hostilidad emergió instintivamente en sus ojos violeta.
Eve, que no estaba preparada para esa mirada, contuvo el aliento involuntariamente.
Al darse cuenta de su reacción, Michael retiró rápidamente esa mirada.
Fue un gesto que, de alguna manera, mostraba que se preocupaba por Eve, aunque eso solo lo confundió más.
Actuar con consideración hacia alguien que debía ser el objeto de su odio y desprecio no era propio de él.
¿Qué me está pasando?
Michael, tratando de ocultar su incomodidad, adoptó un tono aún más frío.
—Princesa, por mucho que digas ser diferente de los demás miembros de la realeza, al final sigues siendo uno de ellos. Para mí, no eres distinta.
—…Lo sé.
La voz de Eve, al responder, estaba ligeramente entrecortada.
Saber algo en teoría y escucharlo directamente no era lo mismo.
Michael continuó hablando:
—Por muy impresionante que sea la restricción mágica del sello, no puede controlar completamente los sentimientos. Aun así, estar sujeto a alguien que desprecias y que te exija lealtad y devoción que no sientes… ¿te das cuenta de lo absurda que es esta relación?
—Sé que exigirle lealtad o devoción a alguien como tú es irreal. No te forzaré en cuestiones emocionales. Solo necesito que ocupes el puesto de mi caballero personal y cumplas con los deberes mínimos. No pediré nada más. Te lo prometo.
—¿Solo ocupar el puesto? No entiendo por qué alguien como tú, una princesa, está retrocediendo tanto frente a un simple homúnculo.
Por ahora, Eve no tenía nada que pudiera decirle a Michael.
No podía contarle aún que él, eventualmente, despertaría como el rey de los homúnculos, con un dominio absoluto sobre todos ellos.
Tampoco podía revelarle que su objetivo en esta segunda vida era reclamar el trono.
No era el momento adecuado para revelar todo eso.
Eve solo pudo esbozar una sonrisa incómoda.
Michael no parecía dispuesto a dejar pasar el tema sin obtener o deducir una respuesta que lo convenciera.
Siguió insistiendo, planteando hipótesis mientras hablaba:
—Es normal que la idea de tener como caballero personal a un homúnculo desleal y peligroso te incomode. Aun así, sigues insistiendo en elegirme a mí. ¿Es posible que seas de ese tipo de personas?
—¿Eh? ¿De qué tipo?
—Ya sabes, los que disfrutan conquistando a quienes se resisten.
—Oye, no soy una pervertida.
—¿No lo eres?
—¡No!
A pesar de la rotunda negación de Eve, Michael seguía mirándola con una mirada llena de escepticismo.
Después de todo, había bastantes personas en la realeza con gustos y aficiones algo extrañas.
Aunque el malentendido se profundizara, si algo podía culparse, era a la historia familiar.
Eve suspiró antes de hablar nuevamente.
—Michael, responderé todas tus dudas cuando llegue el momento.
—¿Después de que me convierta en tu caballero personal?
—Sí. Así que, por favor, conviértete en mi caballero personal.
Esta vez, Eve no intentó guardar las formalidades. Extendió su mano de manera amigable, como lo haría con un amigo.
Michael observó su mano durante un largo rato.
Era blanca como la luz misma, y parecía cálida y suave.
Aunque estaban en un oscuro calabozo, Eve parecía iluminada por un rayo de luz.
Tal vez por eso, Michael sintió un impulso inexplicable de tomar su mano.
Sus ojos parecían ausentes.
Sintió una sed inexplicable, y cuando tragó saliva, el movimiento de su garganta lo sobresaltó.
No, esta mujer es de la realeza. Concéntrate.
Se obligó a no dejarse engañar por esa imagen casi divina.
Mientras Michael libraba una intensa lucha interna, las palabras de Eve terminaron por decidirlo todo.
—Salgamos de aquí juntos, Michael.
Por un instante, la respiración de Michael se detuvo.
Era como si el tiempo mismo hubiera sido hechizado y se hubiera congelado.
Durante un largo rato, Michael no se movió. Solo miraba la mano que Eve le había extendido.
—¿Michael?
Eve lo llamó con una mezcla de curiosidad y preocupación.
Fue entonces cuando el rostro apuesto de Michael se contrajo en una mueca de dolor.
—Servir a la realeza… Es algo que jamás querría hacer.
—Pero…
—Convertirme en tu caballero personal parece ser la única forma de salir de aquí, ¿verdad?
Michael levantó la cabeza y miró a Eve. Con una voz que parecía arrancada de su ser, añadió:
—Quiero salir. No me importa si es con un sello como grillete. Por favor, sácame de aquí.
Habían pasado tres años desde que estaba atrapado en esa prisión aérea.
Más que la ira o el odio hacia la realeza, la soledad había destrozado el espíritu de Michael.
Su anhelo de salir, de ver el mundo, era desesperado.
La mano de Michael, apoyada en el suelo, temblaba.
Era una mano marcada por el sufrimiento, como si hubiera arañado repetidamente el frío metal del suelo, buscando algo que aferrarse.
Eve no esperó más a que él aceptara su mano.
Se inclinó hasta quedar a su altura y, con delicadeza, tomó la mano de Michael, envolviéndola con la suya.
—Sí, salgamos juntos.
De las manos entrelazadas de Eve emanaba un cálido resplandor blanco, acompañado de una calidez que se filtraba suavemente en Michael.
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