⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
—…Mi cabello no es exactamente verde. Es rubio lima. Es rubio, en realidad.
Eve reaccionó con cierta aspereza, pues esa misma mañana había sentido que su cabello era tratado como hojas al servicio de una rosa llamada Roseneit.
Michael, ajeno a los sentimientos de Eve, no pareció notar que sus palabras habían sido una queja. Más bien, asintió sin reservas, como alguien que acaba de recibir una explicación.
Entonces, añadió algo que no había dicho antes.
—Es muy hermoso.
El comentario, dicho en un tono despreocupado, tomó a Eve completamente por sorpresa.
Se sintió un poco aturdida, como si la hubieran tomado desprevenida. La ausencia de un sujeto en la frase la confundió.
Decidió aclarar el significado de inmediato para evitar cualquier malentendido.
—¿Te refieres al jardín del palacio? Hay veinticinco jardines entre el palacio principal y los secundarios. Podríamos recorrerlos juntos, uno por uno.
—Eso suena interesante. Pero no me refería solo al jardín. También hablaba de tu cabello.
—¿Por qué dices eso?
—¿Por qué lo digo? Esa es una pregunta que debería hacerte yo.
El carácter directo y honesto de Michael en esta época no era algo que Eve encontrara particularmente problemático.
Sin embargo, había otra cuestión que la inquietaba. Sabía que estaba a punto de entrar en terreno peligroso, pero no pudo evitar señalarlo.
—Michael, ¿no detestas a los miembros de la realeza?
—Sí, los detesto.
La respuesta salió de él casi como un reflejo. Evidentemente, no necesitó pensarlo.
Eve señaló un detalle obvio.
—Yo soy de la realeza.
Los ojos de Michael se agrandaron y luego volvieron a su tamaño habitual, como si acabara de recordar algo que había olvidado.
—…Ahora que lo pienso, sí, eso me molesta. ¿Por qué habría dicho algo así?
La mirada de Michael hacia Eve cambió ligeramente.
No era una expresión como si estuviera viendo un insecto desagradable, pero se parecía a alguien observando un insecto molesto volando cerca.
En otras circunstancias, Eve podría haberse sentido herida, pero en ese momento había asuntos más importantes en su mente.
—¿Necesitas pensarlo para que te moleste? ¿Si no lo piensas, no te afecta?
Michael reflexionó profundamente antes de responder.
—Si no soy consciente de ello, no siento ningún rencor hacia ti. ¿Podría ser esto un efecto del grabado?
—Creo que sí.
—Si tú también lo crees, entonces debe ser cierto. Es bueno, en cierto sentido, porque sería agotador albergar odio constante hacia la persona a la que estoy destinado a servir. Pero no me agrada que el grabado parezca manipular mis emociones. Me pregunto… ¿esto seguirá cambiándome sin que yo lo note? ¿Podría llegar el día en que, sin darme cuenta, sienta verdadera lealtad hacia la familia real?
—Eso nunca sucederá. No te preocupes.
Era una afirmación que solo alguien con conocimiento del futuro podía hacer.
—Es curioso que yo sea el que confiesa tener miedo de desarrollar lealtad hacia la familia real, y que tú, un miembro de la realeza, asegures que eso no pasará.
—¿De verdad te parece tan extraño?
—Lo que realmente me sorprende es que me permitas hablar de manera tan informal contigo, sin usar honoríficos. Pensé que tu actitud cambiaría cuando el grabado terminara.
Eve había permitido que Michael se dirigiera a ella de manera más relajada con una intención deliberada.
La relación maestro-sirviente ya era lo suficientemente extrema. Si ella le exigía formalidades en el lenguaje, pensaba que sería más difícil para Michael abrirse a ella.
En lugar de crear una atmósfera incómoda con una confesión seria, Eve optó por salir del momento con una broma ligera.
—Esto solo aplica para ti, Michael. Eres mi caballero personal.
—Supongo que entre los miembros de la realeza hay quienes tienen ese tipo de gustos.
—Ja, ja…
Con tantos casos extraños en su familia, las relaciones desafiando las jerarquías parecían incluso un fetiche. Eve rió nerviosamente.
—Pero que sea solo cuando estemos solos. En presencia de Sedella, está bien que uses honoríficos.
—Mientras no lo ordenes explícitamente, lo haré así.
Michael bajó la mirada, pensativo.
El impacto del control inconsciente del grabado lo tenía reflexionando profundamente.
Entonces, se dirigió nuevamente a Eve.
—Séptima princesa, tengo un experimento en mente, pero necesitaré tu ayuda. ¿Me lo permitirías?
—¿Qué tipo de experimento?
—Quiero comprobar si puedo sentir hostilidad hacia ti.
—Bueno… no tengo problema con eso. Pero como tu energía es bastante intensa y da miedo, déjame activar un hechizo de protección mental antes de que lo intentes.
—Entendido. Te agradezco que me lo permitas.
Eve conjuró rápidamente un hechizo y luego miró a Michael, lista para lo que estaba por venir.
Los ojos, que originalmente eran de un tono ámbar, brillaron como si se tratara de piedras preciosas, reflejando destellos de prismas. Este brillo era prueba de que la mente de Eve estaba ahora protegida.
Michael alzó la vista, encontrándose de inmediato con la mirada de Eve. Durante el tiempo en que ella había estado recitando el conjuro, él también había estado concentrando su energía, claramente preparándose para algo.
En el instante en que sus ojos se encontraron, los de Michael adquirieron una intensidad escalofriante, como si se volvieran más afilados.
Sin embargo, eso fue todo. Eve no se sintió aterrorizada.
En cambio, lo único que sintió fue un poco de vergüenza al darse cuenta de que un hombre tan apuesto la miraba fijamente con una intensidad abrumadora, sin siquiera parpadear.
No era hostilidad lo que atravesaba la protección mágica de su mente, sino algo que se sentía más como una tentación.
Michael apartó la mirada poco después.
—Tal como esperaba.
—¿No puedes hacerlo?
—No. Parece que ya no puedo realizar ninguna acción que te cause daño.
Eve quiso aplaudir de la alegría, pero se contuvo.
En ese momento, el último grano de arena del reloj cayó, marcando el final del tiempo. Eve tomó la iniciativa y vertió el té en la taza de Michael. El líquido de color ámbar llenó la taza, liberando un aroma delicado y reconfortante.
—Espera un momento.
Eve decidió añadir un toque especial usando uno de sus ingredientes más preciados.
Sacó un pequeño capullo de flores semiseco, de un tono verde manzana. El capullo, a la vez llamativo y encantador en su tamaño, flotaba delicadamente en la superficie del té, añadiendo un deleite visual al ya delicioso aroma.
Para acompañar, lo único que podía preparar rápidamente eran unas galletas. Colocó un plato de biscotti en el centro de la mesa como toque final antes de sentarse.
—Bien, ahora prueba.
—…Es un té excelente. Gracias, séptima princesa.
La imagen de Michael bebiendo el té con elegancia era digna de un retrato.
Eve también bebió de su taza, disfrutando del momento con una sensación de satisfacción.
Era la primera vez, en ambas vidas, que compartía un auténtico momento de té con él.
Cuando habían degustado el té lo suficiente, Michael rompió el silencio.
—Ahora que lo pienso, parece que había algo que querías decirme.
—Ah, sí, la razón por la que quería que fueras mi caballero personal.
—Eso. Ahora que soy tuyo, creo que ya no hay razón para mantener secretos, ¿verdad?
—Es cierto.
Eve tomó un biscotti, le dio un mordisco y masticó lentamente mientras Michael, paciente, esperaba su respuesta.
Finalmente, tras tragar, habló.
—Quiero convertirme en Emperatriz.
—¿Qué…?
—Bueno, primero en heredera al trono. Pero, por supuesto, el objetivo final es el trono.
—Espera, un momento…
—El propósito es liberar a los homúnculos.
Los impactantes anuncios de Eve, uno tras otro, dejaron a Michael completamente paralizado.
El silencio llenó la sala de estar. Lo único que rompía el ambiente era el crujir de Eve mordiendo su biscotti.
Pasó un tiempo considerable antes de que Michael pudiera reaccionar.
—¿Hablas… en serio?
—Mira mis ojos. ¿Crees que estoy mintiendo?
—…Tu mirada está llena de determinación.
—Exactamente.
Terminando su biscotti, Eve limpió la punta de sus dedos con una servilleta.
Luego, entrelazó sus manos sobre la mesa, enderezó su postura y adoptó una expresión solemne.
Era la actitud perfecta para declarar su grandiosa ambición.
—Siempre me ha frustrado que la familia imperial perpetúe un sistema tan disfuncional en nombre de la tradición. Pero cuando vi que la tercera princesa, Brigitte, era considerada la candidata más fuerte para la sucesión al trono, perdí toda esperanza. Así que decidí tomar cartas en el asunto. Voy a proponer una ley especial para los homúnculos y poner fin a su explotación. El contenido de esta ley incluirá, en principio, la prohibición de crear bebés homúnculos cada año como si fueran meros objetos, el cierre de las instalaciones de entrenamiento inhumanas y la garantía de derechos ciudadanos para todos los homúnculos. Todavía estoy desarrollando los detalles, así que si tienes sugerencias, Michael, no dudes en expresarlas.
El rostro de Eve era serio, y sus ojos ámbar brillaban intensamente.
Por mucho que Michael mirara, era evidente que no estaba bromeando. Y precisamente por eso, se sentía aún más desconcertado.
—Eso… equivale prácticamente a derrocar el imperio. Los homúnculos han sido creados por el imperio durante cientos de años. Por mucho que seas una princesa, esa idea es más que una traición. Incluso un traidor no se atrevería a soñar algo así. ¿Y tú, la séptima princesa, planeas hacerlo?
—Sí.
Eve respondió sin un ápice de duda.
Y no se detuvo ahí.
Con el tono de alguien que ya había trazado su plan, agregó detalles sobre su calendario futuro.
—Mi objetivo es ser reconocida como heredera del trono antes de los veinte y ascender al trono antes de los treinta. Así que, para lograrlo, tengo que esforzarme mucho.
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