⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Afortunadamente, el resultado fue mejor de lo que Eve había calculado. Dos de ellos respondieron.
—Oh, así que es Su Alteza, la Séptima Princesa. ¿Le gusta el vino?
—Si es algo suave, sí, hijo del Conde Ryndell.
—Parece que este lugar está un poco estrecho. Por favor, siéntese a mi lado, Alteza.
—Gracias, hijo del Marqués Limetielo.
El hijo del Conde Ryndell ofreció una bebida de baja graduación, mientras que el hijo del Marqués Limetielo, Calix, le hizo espacio para sentarse a su lado.
Va a ser más complicado de lo que esperaba, pensó Eve, sorprendida de que quien le cediera el asiento fuera precisamente Calix, el hijo del Marqués Limetielo.
Era conocido por ser el líder del grupo y por su fama de tener muy malos modales con las mujeres.
Por las expresiones de sus amigos, parecía que ellos también estaban sorprendidos.
—¿Qué tanto miran?
—…Nada.
De cualquier manera, Eve había logrado su propósito inicial: usar el interés del sexo opuesto para integrarse al grupo. Ahora solo tenía que participar un poco en la conversación antes de retirarse con elegancia.
—Parece que estaban hablando sobre la Academia Gnosis. ¿Podrían contarme? Como recibí educación sola en el palacio, siempre he tenido curiosidad por saber cómo es estudiar con tantas personas.
—¿La academia? Ah, no sabría ni por dónde empezar…
Eve se limitó principalmente a escuchar, dejando que los jóvenes hablaran sobre la academia. La conversación fluía sola. Sin embargo, surgió un problema.
—Alteza, su copa está vacía.
—Por favor, tome la mía esta vez.
—Y después, la mía…
Los jóvenes empezaron a jugarle bromas. Continuaban ofreciéndole copas, como si estuvieran turnándose. A pesar de que Eve ya tenía una copa de cóctel de vino en la mano, le entregaron otra copa en la mano contraria.
Incluso hicieron una broma con las copas, pensó Eve.
Gracias a las experiencias de su vida pasada, podía distinguir fácilmente las diferencias en el vino.
Las tres copas que ya había bebido habían sido suavizadas con un toque de agua con gas. Pero las dos copas que ahora tenía en las manos habían sido mezcladas con brandy, aumentando considerablemente su graduación alcohólica.
Según la etiqueta de la corte, sería una falta de respeto dejar una copa recibida sin terminar. Podría pasar la copa a otro hombre, pero eso requería una petición explícita y una especie de compensación.
—¿Sucede algo, Alteza?
El hijo del Marqués Limetielo, Calix, se pasó una mano por su cabello rubio y preguntó con una expresión de inocencia. Eve encontró su rostro terriblemente insolente.
Vaya, definitivamente es tan despreciable como dicen’.
De repente, recordó experiencias de su vida pasada. En esa vida, también había sido atormentada de manera similar por los miembros de la familia real. Las princesas mayores le ofrecían continuamente alcohol, mientras que los príncipes se negaban a beber en su lugar.
En aquel entonces, Eve intentó aumentar su tolerancia al alcohol, pero su cuerpo simplemente no lo aceptaba.
—Alteza, si se siente incómoda, puedo tomar sus copas.
—¿Qué?
Eve se sorprendió al escuchar esas palabras de Calix. Asumió que era otra broma cruel y nunca había considerado la posibilidad de que existiera esa opción.
Los ojos de Eve se entrecerraron mientras miraba a Calix.
Ahora que lo pienso, él es el único que no me ofreció una copa. Eso significa que, según la etiqueta, solo puedo pasarle la copa a él. ¿Desde el principio planeó esto con algún propósito?
¿Debería caer en su juego o no? Eve lo miró fijamente a los ojos azules mientras reflexionaba.
Fue en ese momento que alguien intervino.
—Alteza.
Una voz grave y melodiosa, como un instrumento de cuerda, resonó cerca de su oído. Eve se giró para mirar y encontró a Michael.
—Yo me haré cargo.
Michael tomó suavemente las manos de Eve y le quitó las copas de vino. Luego, bebió las dos copas de licor fuerte de un solo trago.
Incluso bebiendo, Michael parecía extraordinario. Sus labios bien definidos se posaron en el borde de la copa, y su garganta, al moverse mientras tragaba, tenía un aire elegante y casi hipnótico.
Eve lo miró con preocupación.
—Sir Agnito, ¿está bien?
—No hay problema.
No lo decía por cortesía. Incluso después de beber el licor fuerte, Michael no mostró ningún cambio en su expresión.
Frustrado por el giro de los acontecimientos, Calix frunció el ceño.
—Así que es cierto. Los homúnculos reciben entrenamiento para ser inmunes al veneno. Supongo que tampoco les afecta el alcohol.
—Todo es para cumplir con nuestro deber de proteger a nuestros señores.
La tensión entre Calix y Michael era palpable. Eve sintió que era necesario intervenir para aliviar la situación.
—Ha sido un placer, jóvenes. El alcohol me ha afectado un poco, así que saldré a tomar un poco de aire. Con su permiso.
Con esas palabras, Eve dejó el lugar junto a Michael.
Subió al corredor del segundo piso, alejándose del bullicio.
Salió al balcón de mármol que daba al jardín de rosas y cerró las cortinas, creando así un espacio privado a su manera.
En ese momento, como si hubiera estado esperando, Michael abrió la boca.
—Me dijiste que esperara, pero parece que mi princesa olvidó la existencia de su caballero personal.
—Es que… hasta ahora nunca he tenido un compañero que pudiera ayudarme, así que ni siquiera lo pensé.
—Las dos últimas copas eran de vino intencionadamente más fuerte. ¿Lo sabías?
—Sí. Ya antes me jugaron bromas similares.
—Ya veo.
Los ojos violetas, ocultos bajo su venda, se suavizaron.
Quizá debido a la conexión marcada entre ambos, Michael no podía ignorar tan fácilmente las historias del pasado que Eve contaba con una sonrisa.
—Puedo manejar bien el alcohol. Si alguna vez te encuentras con bebidas fuertes que no deseas, pásamelas sin dudarlo.
—Sí, haré eso. De verdad, gracias por lo de antes.
Eve le agradeció sinceramente. Aunque no parecía haber mala intención por parte del joven de la familia Limetielo, no quería caer en trucos que replicaban las vejaciones que había sufrido en el pasado. La ayuda de Michael se sentía como un bálsamo que curaba las heridas de una vida anterior.
Para Eve, aquel gesto era profundamente significativo.
Tener a alguien de mi lado es una sensación realmente agradable.
Eve enrojeció ligeramente y apoyó los brazos sobre la barandilla de mármol, intentando enfriar su rostro.
La brisa nocturna, impregnada con los aromas de las flores y el césped del jardín, acariciaba su cabello rubio lima.
Michael la observó en silencio.
Mientras descansaba, Eve notó algo extraño de repente. Había pasado bastante tiempo desde que la música de ópera había terminado, pero la orquesta aún no había comenzado la siguiente pieza.
¿Habrá pasado algo en el salón de banquetes?
Justo cuando empezaba a oír murmullos, alguien alzó la voz desde el salón.
—¡Su Alteza Real, la Octava Princesa, Roseneit Nadia Hadelamide, y su caballero personal, Sir Silvestian Millard, hacen su entrada!
Una voz exaltada anunciaba la llegada tardía de los protagonistas de la velada.
Había una entrada especial reservada para los anfitriones del evento. Roseneit y Silvestian aparecieron en el segundo piso del salón y comenzaron a descender la escalera en espiral.
La imagen de Roseneit caminando elegantemente, escoltada con cortesía por Silvestian, era tan hermosa como una pintura.
La atención y las miradas de los nobles se centraron en ellos.
—¿Cómo puede ser que Su Alteza la Octava Princesa sea cada año más hermosa? ¿Es realmente humana?
—Desde que debutó en la sociedad a los 14 años, no ha dejado de embellecerse. ¿Cuántos corazones de jóvenes nobles habrá derretido ya?
—Miren a su caballero personal. ¡Cabello plateado! Es un homúnculo extraordinariamente especial.
—Claro, alguien así es digno de acompañar a Su Alteza.
—Por supuesto, estamos hablando de la Rosa Blanca del Imperio.
Roseneit tenía un oído agudo.
Mientras fingía concentrarse únicamente en su compañero, Silvestian, y le lanzaba miradas románticas, escuchaba atentamente los comentarios murmurados por los nobles.
—Muy bien, esto es excelente.
Los elogios dirigidos a ella eran más dulces que el aroma de una rosa en plena floración y más melódicos que la música de una orquesta.
Estaba plenamente satisfecha con los cumplidos hacia su caballero personal.
La singularidad de un homúnculo de cabello plateado era un adorno perfecto que realzaba el criterio y la elegancia de Roseneit.
Definitivamente fue una buena decisión elegir a Silvestian Millard como mi caballero personal.
Aunque recordar las dificultades durante la ceremonia de selección, cuando Silvestian no se sometió fácilmente al vínculo, aún le provocaba cierta molestia, el problema se resolvió gracias al fragmento de la Piedra Filosofal que el Emperador Desmond II le entregó en secreto.
Roseneit, demostrando la magnanimidad digna de la Rosa Blanca del Imperio, decidió dejar atrás esos inconvenientes.
Mirando los ojos azules de Silvestian, ocultos tras su venda de encaje, Roseneit le preguntó en voz baja:
—¿Qué se siente al ser el caballero personal de la Rosa Blanca del Imperio, Silvestian?
—Es un honor inmenso, Alteza.
—Sabía que responderías así.
Roseneit alzó un poco más la barbilla, mostrando un rostro lleno de orgullo.
—Como mi caballero personal, tendrás que acostumbrarte a esta clase de atención.
—Lo tendré en cuenta y me aseguraré de no deshonrar su honor, Alteza.
—No basta con no deshonrarme. Como el mejor caballero del Palacio Imperial, debes realzar mi brillo en la sociedad.
—No la decepcionaré, Alteza.
—Por supuesto que no. Eres mi elección especial, mi caballero único.
Aunque sus palabras podían interpretarse como una muestra de confianza y aliento, también contenían una advertencia implícita: no aceptaría menos que la excelencia.
A pesar de la presión, Silvestian escoltó a Roseneit con calma y en silencio.
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