⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
—Cuídese, Su Majestad. Cuídese también, hermanas mayores.
Finalmente, Desmond II, las cuatro princesas mayores y los caballeros de su guardia personal abandonaron la residencia.
El lugar, ahora libre de sus incómodos invitados, empezó a ser recogido por los sirvientes. Eve, visiblemente agotada, descansó en un sofá, con sus ojos de color ámbar reflejando un leve aturdimiento.
Al cabo de un rato, los sirvientes terminaron de organizar el salón y se retiraron. Cuando quedaron solos, Michael se acercó a Eve y le habló con preocupación.
—¿Está bien, Princesa?
—¿Eh?
—Parecía estar bastante nerviosa.
—Ah… ¿Se notó tanto?
—No, solo yo lo noté.
—Entonces es un alivio.
Eve suspiró suavemente. Sin duda, había sentido una gran presión al enfrentarse a Desmond II en presencia de Brigitte.
—Estaba preocupada por cómo abordar el tema de los homúnculos. Si decía algo incorrecto y causaba el efecto contrario, habría sido un desastre.
—Para alguien tan preocupada, parece que logró un resultado excelente.
Eve miró a Michael con curiosidad.
—¿Crees que fue un buen resultado? ¿Por qué lo dices?
—¿No obtuvo el derecho de residencia?
Michael, como siempre, parecía entenderlo todo. Sin duda, era un homúnculo destinado a ser rey. Aunque no había recibido una educación formal en gobernanza, parecía tener un talento innato para estas cuestiones. Eve no pudo evitar admirarlo un poco.
—Si te entiendo correctamente, ese era tu objetivo, ¿verdad?
—No me cabe duda de que eres mi mejor confidente, Michael.
Eve esbozó una sonrisa, pero pronto bajó la mirada, atrapada por pensamientos inquietantes.
—¿Cómo reaccionaron los caballeros de la guardia personal que estaban en la sala?
—Al principio, todos parecían sorprendidos. Después, sus reacciones fueron variadas.
—¿Cómo? Cuéntame.
—Uno no mostró ninguna emoción. Dos parecían resignados. Y uno se rio.
Un homúnculo con lealtad inculcada probablemente habría reprimido cualquier pensamiento, mientras que aquellos que consideraban que su orgullo como caballeros había sido pisoteado habrían caído en la resignación. Hasta ahí, Eve podía entenderlo.
—Pero reírse… eso es extraño. ¿Quién fue?
—Un caballero de la guardia personal de la tercera princesa.
—Ah, si fue el caballero Halstein, tiene sentido.
Eve recordó el momento en que cruzó miradas con Elijah Halstein y vio cómo él soltaba una sonrisa. Era un homúnculo peculiar, por lo que no le sorprendía del todo.
Eve le habló a Michael en tono juguetón.
—Michael, parece que pronto tendrás una casa. Espero que sea cómoda. Tendrás que invitarme algún día.
—¿También me tocará una casa?
—Por supuesto.
—Ya veo.
Michael parecía no poder imaginarlo del todo. Intrigada, Eve empezó a hacerle preguntas.
—¿Qué tal es el dormitorio que usas ahora en la Guardia Imperial?
—Uso el dormitorio de los caballeros personales.
—Ah, entonces hay una distinción entre los dos. ¿En qué se diferencian?
—Como fui designado caballero personal desde que entré al palacio, no conozco mucho los dormitorios generales de la Guardia Imperial. Pero he oído que la diferencia principal es que aquellos son de dos personas por habitación, mientras que los generales tienen seis por habitación.
—Entonces, Michael, ¿tienes un compañero de cuarto en tu dormitorio actual?
—Sí. Hasta hace poco…
El sonido de unos golpes interrumpió la conversación. Lian, el asistente, anunció la llegada de un visitante.
—Su Alteza, el caballero Halstein ha regresado.
—¿El caballero Halstein? ¿Por qué ha vuelto?
—Dice que ha venido a recoger una cinta que la tercera princesa dejó caer. Aunque le informamos que no había nada en el salón, insiste en verificarlo por sí mismo…
—Dile que entre.
Eve decidió que lo mejor era dejar pasar un pequeño inconveniente. Elijah fue invitado al salón.
El caballero, un hombre con un lunar cerca del ojo que realzaba su peculiar atractivo, se detuvo en la entrada y saludó con cortesía.
—Elijah Halstein saluda nuevamente a Su Alteza, la séptima princesa.
—Dicen que ha venido a confirmar que no hay ninguna cinta, ¿es así?
—Espero que comprenda, Su Alteza, que es para evitar cualquier duda innecesaria.
Elijah terminó de hablar, y sus ojos amarillos como limones se curvaron en una sonrisa juguetona.
Eve, que en su vida anterior apenas había interactuado con él, se dio cuenta de lo peculiar que era. Los homúnculos, entrenados para suprimir sus emociones, rara vez sonreían. Sin embargo, Elijah parecía manejar las expresiones como un noble vivaz y carismático en la sociedad.
Después de inspeccionar la mesa, Elijah se acercó al sofá donde estaba sentada Eve. Esto sorprendió a la princesa, ya que Brigitte ni siquiera había pasado cerca de ese lugar.
Eve lo miró con desconcierto. A pesar de notar su mirada, Elijah no detuvo su paso.
—Su Alteza, con su permiso.
Cuando Elijah estuvo a punto de colocar su mano en el hombro de Eve…
¡Tac!
Michael sujetó su muñeca, deteniéndolo. La fuerza con la que lo hizo era evidente, ya que las venas de la mano de Elijah se marcaron y su mano tembló levemente.
Incluso en esa situación, Elijah seguía sonriendo con una tranquilidad pasmosa mientras hablaba:
—Solo intentaba quitar un pétalo de flor que se posó en su hombro, Su Alteza. Debió entrar por la ventana.
Los ojos de Michael se entrecerraron. No había ningún pétalo en el hombro de Eve.
Convencido de que era un intento descarado, Michael apretó aún más el agarre sobre la muñeca de Elijah, hasta el punto de que las venas en la mano del caballero se marcaron y empezaron a temblar.
—Sir Agnito, suelte la mano de Sir Halstein.
Elijah era el caballero personal de Brigitte. Eve, que no deseaba provocar un conflicto físico, intervino rápidamente para calmar a Michael. Sin embargo, no dejó pasar la excusa mediocre de Elijah.
—Sir Halstein, las flores de cerezo que podrían entrar por la ventana hace tiempo que cayeron.
—Debí haberme equivocado. Le pido disculpas por mi descortesía, Su Alteza.
Elijah se arrodilló sobre una rodilla en señal de disculpa, levantando la mirada hacia Eve mientras hablaba.
—Me retiraré ahora mismo.
Sin levantarse del suelo, extendió su mano derecha. La transición de disculpa a un gesto formal fue tan fluida que Eve no tuvo oportunidad de rechazarlo. A regañadientes, extendió el dorso de su mano según el protocolo.
El beso en el dorso de la mano de Elijah fue diferente. Presionó sus labios sobre la piel de Eve y, deliberadamente, hizo un sonido de beso fuerte. Eve se sobresaltó.
—¡Sir Halstein!
—Mis disculpas si le desagradó, Su Alteza. Me emocioné demasiado al tener el honor de besar su mano.
—Por favor, retírese de inmediato.
—Como desee, Su Alteza.
Elijah salió del salón con una sonrisa traviesa, pero los rostros de Eve y Michael reflejaban claramente su descontento. En particular, Michael emanaba un aura apenas contenida de hostilidad.
Mientras Eve limpiaba el dorso de su mano con una servilleta, Michael habló con un tono cargado de ira:
—Debí haberle torcido la muñeca.
—No es prudente meterse con el caballero personal de la tercera princesa.
—No parecía que estuviera actuando por órdenes de ella.
—¿De verdad?
Eve se sorprendió. Había asumido que Elijah estaba actuando bajo las órdenes de Brigitte para incomodarla.
Michael suspiró como si estuviera resignado.
—Antes, era Su Alteza quien ofrecía el dorso de su mano. Ahora es el caballero personal quien lo solicita.
—Sí, eso parece. Nosotros no hagamos lo mismo.
Aunque lo dijo en tono de broma, Eve se sintió algo inquieta. Otro fragmento de información sobre Elijah Halstein surgió en su mente.
Elijah era conocido por ser un homúnculo con un encanto peculiar que había permanecido mucho tiempo al lado de Brigitte. Según los rumores, incluso sabía sobre las aventuras románticas de la princesa y había hecho esfuerzos considerables por ganarse su favor.
La razón es obvia. La hermana Brigitte es una candidata muy fuerte para convertirse en la princesa heredera.
Eve llegó a la conclusión de que Elijah era un homúnculo oportunista. Ahora ese mismo homúnculo parecía estar coqueteando con ella.
No me agrada nada esto.
Si no tenía cuidado, podría acabar envuelta en una situación mucho más desagradable de lo que podía imaginar.
Como si leyera su mente, Michael comentó sobre las costumbres del palacio:
—Ahora que lo pienso, dicen que en el palacio a veces se realizan apuestas o juegos usando a los caballeros personales como premios.
Era una práctica vil que trataba a los caballeros personales como meras propiedades. Eve respondió con evidente desagrado:
—No tengo intención de participar en algo así.
La firmeza de Eve tranquilizó a Michael. Para no delatar sus pensamientos, bromeó ligeramente:
—¿Eres tú quien participaría? Pensé que sería obvio que eres quien recibiría solicitudes.
La respuesta de Eve, sin embargo, fue seria:
—Ah, tienes razón. Estaba tan centrada en Halstein que pasé por alto ese detalle. Es más probable que, teniendo a Michael como mi caballero personal, sea yo quien reciba solicitudes.
Esto hizo que Michael se tomara el asunto más en serio. Sabía que Eve no era alguien que bromeara sobre ese tipo de temas.
—Entiendo. Entonces debo estar preparado.
—No aceptaré ninguna.
—¿Qué harás si es una lucha inevitable?
—Por supuesto, ganaré.
Eve respondió sin dudar mientras miraba directamente a Michael. Esto lo sorprendió un poco. Para él, Eve siempre había sido alguien que prefería planear y ejecutar con cuidado, no alguien que confiara ciegamente en la victoria.
Sin embargo, lo que brillaba en los ojos de Eve no era una confianza temeraria, sino una resolución firme.
Entonces Eve sonrió y habló:
—No puedo dejar que alguien me quite a Michael. Nunca te daré a nadie más.
Por alguna razón, Michael sintió una ligera opresión en el pecho al escuchar esas palabras.
—…Entendido.
Las pupilas negras en el centro de sus ojos violetas se dilataron, como si estuvieran tratando de absorber todo lo que veían.
Para Michael, que había pasado 19 años atrapado en un oscuro recinto de entrenamiento, el mundo exterior siempre había sido deslumbrante. Pero en ese momento, nada había brillado más intensamente que Eve frente a él.
Ella era la persona que lo había sacado de aquella oscuridad. Sus ojos deseaban capturar cada detalle de ella.
Y fue en ese instante cuando Michael comprendió plenamente algo:
Había quedado marcado por ella.
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