⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Residencia de la Tercera Princesa Brigitte, en la habitación Plateada.
Un dormitorio elegante y ordenado, como un templo, estaba actualmente convertido en un cúmulo de flores.
—Esta Evienrose… Qué cosa más odiosa…
¡Clic!
Con un hábil movimiento de tijeras, Brigitte cortó la cabeza de una rosa en plena floración.
La variedad de la rosa, llamada ‘Apple Rose’, fue modificada genéticamente por la familia imperial. Sus pétalos, de un verde suave que se intensificaba hacia los bordes, recordaban el tono de la melena rubia de Eve.
El gran recipiente de mármol estaba lleno hasta el borde con las flores de Apple Rosa. Pero Brigitte no se sentía satisfecha con simplemente cortar las flores; tomó todos los perfumes que pudo encontrar en su tocador y comenzó a verterlos en el recipiente.
El aire del dormitorio se llenó de una fragancia tan abrumadora que rozaba lo tóxico. Sin embargo, Brigitte, como si hubiera perdido el sentido del olfato, siguió sumergiendo las flores en los perfumes, ahogándolas deliberadamente.
El único espectador de esta escena era Elijah, quien no pudo evitar suspirar.
En fin, incluso cuando causa estragos, lo hace en completo silencio.
Elijah, que era el único presente, se acercó a una ventana para abrirla y ventilar el aire sofocante. Pero Brigitte, sin siquiera mirarlo, continuó con su extraño ritual.
—¿Cómo se atreve a humillarme de esa manera? Debería haberse quedado tranquila en su rincón jugando a ser sabia, sin saber cuál es su lugar.
Todo había comenzado con la reunión del Consejo Supremo. Este consejo, liderado por el Emperador, incluía al Primer Ministro, el Ministro de Finanzas, el Presidente del Consejo Privado, y los jefes de otros departamentos del imperio y del palacio imperial.
Brigitte había sido invitada a asistir a esta reunión por el Primer Ministro, alguien con quien tenía una relación tensa. A pesar de las miradas inquietas del Ministro de Finanzas, con quien tenía mejor relación, Brigitte no pudo evitar caer en la trampa.
El incidente estalló cuando el Marqués Limetielo, durante su informe sobre los resultados del Consejo Privado, comenzó a hablar sobre la fertilización agrícola con cadáveres de bestias mágicas. Brigitte expresó de inmediato su desagrado hacia esa idea.
El Marqués, como si esperara esa reacción, empezó a atacarla con comentarios astutos y maliciosos, provocando una discusión en pleno consejo.
Incluso para Brigitte, una de las principales candidatas a heredera, era difícil enfrentarse a alguien con tanta experiencia y lengua afilada como el Marqués.
—¿Quién propuso esa idea tan desagradable? —preguntó ella, perdiendo la paciencia—. Que venga aquí personalmente a defender su opinión, en lugar de esconderse detrás de usted, Marqués Limetielo.
El Marqués sonrió de manera enigmática antes de responder:
—La propuesta vino de la misma persona que presentó el proyecto de asentamiento pacífico.
Brigitte abrió los ojos de par en par mientras los murmullos llenaban la sala. El proyecto al que se refería involucraba la construcción de instalaciones militares y académicas en los distritos fronterizos, y Brigitte había hecho creer a todos que ella era la autora de esa iniciativa.
Pensaba que Eve, obsesionada con la alquimia, nunca reclamaría crédito político. Pero de alguna manera, todo se había descubierto.
—Fue Su Alteza la Séptima Princesa quien propuso esa idea —declaró el Marqués con una voz que sonaba casi como una sentencia.
Las expresiones en la sala cambiaron rápidamente. Algunos parecían disfrutar de la situación, mientras otros intentaban disimular su sorpresa.
—Vaya, yo estaba convencido de que era un logro de Su Alteza la Tercera Princesa —comentó alguien con una risa incómoda.
Brigitte intentó desesperadamente salvar la situación:
—Esa fue una idea en la que Eve y yo trabajamos juntas. Yo también hice contribuciones significativas, por lo que no sería incorrecto considerarlo un logro compartido.
Nadie se creyó su pobre excusa, y los murmullos de desaprobación comenzaron a escucharse en la sala.
El resto de la reunión fue un infierno para Brigitte, que sentía como si estuviera sentada en una silla de tortura.
Cuando finalmente terminó y pudo regresar a su habitación, se encerró con Elijah, despidiendo a todos los demás sirvientes.
¡Crash!
En un arrebato de furia, Brigitte arrojó una botella de perfume contra el recipiente de mármol.
—¡Ja! ¿Cómo se atreve esa insignificante a meterse en política?
—Por favor, cálmese, Alteza —intentó decir Elijah.
—Estoy completamente calmada.
—La calma no se mide solo por un tono de voz sereno…
¡Plaf!
—No me respondas.
—… Mis disculpas.
Elijah bajó la cabeza sumisamente, con una mejilla enrojecida por la bofetada de Brigitte.
Ojalá hubiera lanzado otra botella de perfume.
Si se tratara de un objeto, podría haberlo esquivado. Pero un golpe directo era algo que no podía evitar.
Como caballero juramentado, Elijah estaba obligado a soportar cualquier acto de violencia de su señor. Esta regla aplicaba especialmente para los homúnculos como él.
Sin embargo, aunque su actitud exterior era obediente, sus pensamientos eran de abierta rebelión.
Elegí a la señora equivocada. Podía tolerar su comportamiento cuando era la favorita para el trono, pero ahora está claro que la Séptima Princesa es la preferida del Emperador.
Elijah era un homúnculo inusual. Una vez, cuando tenía nueve años, estuvo a punto de ser desechado, pero logró sobrevivir. Desde entonces, nunca pudo desarrollar una verdadera lealtad hacia la familia imperial.
Aunque Elijah había pasado por una ceremonia de juramento de lealtad que incluía cierto tipo de adoctrinamiento, no había tenido efecto alguno. Incluso después de completar el ritual de marcado, seguía siendo igual.
¿Habrá otros como yo?
Lo primero que le vino a la mente fue Michaelis Agnito, conocido como el monstruo de la prisión aérea. Sin embargo, Elijah encontraba desagradable cualquier comparación con él.
No podía tolerar ser equiparado con un idiota que rechazó el ritual y pasó tres años encarcelado en la prisión aérea, cuando él había actuado de forma astuta al fingir su lealtad.
Ahora que lo pienso, ese sujeto está al servicio de la séptima princesa.
Recordó a la persona cuya mano había besado recientemente. Al imaginarse su rostro sorprendido cuando hizo un leve ruido al besarla, Elijah sintió que su humor mejoraba un poco.
—Elijah.
—Sí, Alteza.
La suave voz de Brigitte lo devolvió a la realidad, cargada con el fuerte aroma del perfume que impregnaba el ambiente.
En algún momento, Brigitte había dejado de causar estragos y ahora estaba sentada en la cama, mirándolo con altivez mientras levantaba el mentón con arrogancia.
—¿Cuál es el papel de un caballero personal?
—Servir a su señor con cuerpo y alma.
—Tu señor está de muy mal humor en este momento. ¿Qué deberías hacer?
—… Consolar a mi señor.
—Sabes muy bien lo que haces.
Brigitte esbozó una sonrisa torcida, curvando los labios.
Al verla, Elijah supo de inmediato que la noche sería larga y agotadora.
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Esa noche, Eve tenía una tarea especialmente agotadora: visitar la casa urbana de la familia Amelrose y elegir, junto con Yulia, los vestidos y accesorios que llevarían para el próximo torneo de caza de monstruos.
Yulia instaló a Eve en el salón más grande de la mansión y organizó una procesión interminable de diseñadores de moda y joyería, entrando y saliendo para mostrar sus creaciones.
Para sorpresa de Eve, Yulia la trató con bastante hospitalidad. Su comportamiento habitual en los círculos sociales, que solía parecer malintencionado, resultó ser más cercano a meras críticas agudas y comentarios mordaces.
—Los adornos de plata no son adecuados para el tono de piel coral de Su Alteza. Debería dejarlos para el caballero Agnito, que tiene un tono más rosado. Aunque, lamentablemente, todas las piezas aquí son para resaltar la belleza femenina.
—Qué lástima.
—No es una lástima. No debería pensar en Agnito por ahora, Su Alteza. Primero debe convertirse en la flor del círculo social. ¿Por cuánto tiempo piensa permitir que la traten como una simple hoja?
—¿Una hoja…?
Eve entendió que el comentario hacía referencia a su cabello rubio con un ligero matiz verdoso, algo que a menudo era objeto de burla. Suspiró suavemente ante la imaginación repetitiva de sus críticos.
Yulia pareció darse cuenta de su error y trató de corregirse rápidamente.
—C-creo que el rubio lima es hermoso. Es más, la razón por la que no puedo apartar la vista de Su Alteza es precisamente por ese tono único de su cabello.
Eve, para aliviar la incomodidad de Yulia, cambió hábilmente de tema.
—Oh, claro, señorita Amelrose, sé que le gusta el verde. Por eso respondí su carta con tinta perlada de ese color. ¿Le gustó?
—Sí, sí. Me encantó. ¿De verdad se llama tinta perlada? Nunca la había visto antes. Incluso otras jóvenes nunca habían oído hablar de algo así y estaban fascinadas.
—¿Se jactó de mi carta frente a ellas?
Eve se sintió satisfecha al ver que su plan iba como había previsto, mientras Yulia, nerviosa, intentaba justificar su acción.
—¡Es-eso! Las otras jóvenes insistieron mucho, no pude evitarlo. Pero le prometo que no volveré a mostrar sus cartas a nadie. Las guardaré para mí y solo para mí.
Eso no sería ideal. Yulia debía ayudar a popularizar la tinta perlada bajo la dirección de Eve.
—Las cosas preciosas deben compartirse con los demás.
—P-pero…
—Si le preocupa el contenido privado de las cartas, no tiene por qué preocuparse. Le he traído un regalo: tinta perlada en tono esmeralda. Espero que la señorita Amelrose comparta la belleza de esta tinta con las demás.
—Si lo dice Su Alteza…
Dado que Yulia era activa en las actividades sociales y tenía una bonita caligrafía, resultaba ser la embajadora perfecta para esta tendencia.
Mientras charlaban, ambas lograron establecer una relación más cercana. Aunque Yulia era implacable al criticar el sentido de la moda de Eve, sus respuestas a otros temas solían ser inocentes. Incluso, a veces parecía dudar de lo que decía, mostrando una vulnerabilidad que a Eve le resultó entrañable.
—Bueno, volvamos a elegir los accesorios, Su Alteza.
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