⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Después de caminar un buen trecho por el pasillo recto del cuarto piso del Palacio Oriental, apareció una imponente puerta en forma de arco.
En el centro de la habitación, bajo un candelabro que colgaba majestuosamente, había una lujosa mesa capaz de acomodar a ocho personas. Eve entró sola.
Las demás princesas comenzaron a llegar una tras otra, y la última en entrar fue Brigitte, quien tomó asiento. Al hacerlo, las puertas se cerraron.
La Primera Princesa, Roxandra, asumió su papel como anfitriona de la reunión regular de té y la hermana mayor del grupo.
—Hace tiempo que no nos vemos. Me alegra que todas, excepto Stephania, hayan podido asistir pese al cambio repentino en la agenda. Al parecer, Stefania no pudo venir por un resfriado, así que cuídense todas.
La Sexta Princesa, Stephania, era conocida por ser una aliada cercana de Brigitte.
Las doncellas del palacio comenzaron a servir.
Con delicadas tazas de té, colocaron pequeñas cajas de regalo frente a cada una de las princesas.
—Oh, ¿qué es esto?
—Parece que Betty preparó regalos para todas.
Brigitte no era alguien que soliera tener este tipo de detalles, lo que hizo que las princesas se miraran con cierta sorpresa.
Ni siquiera Roxandra sabía qué contenían las cajas. Ella fue la primera en abrir el paquete.
—Vaya, esto es…
El regalo resultó ser popurrí de rosas envuelto en una delicada tela de encaje.
En cuanto se descubrió, un olor penetrante inundó la habitación.
Las princesas se cubrieron discretamente las narices para evitar inhalar el fuerte aroma. Incluso Roxandra, visiblemente sorprendida, se dirigió a Brigitte con cierta torpeza.
—E-es popurrí hecho con rosas secas, ¿verdad? El aroma… es bastante intenso. ¿Existen rosas como estas?
—Se prepararon añadiendo perfume de Apple rose —respondió Brigitte con tranquilidad.
—Ah, ya veo. Perfume… En cualquier caso, gracias por el regalo, Betty.
—No hay de qué —respondió Brigitte con una leve sonrisa.
Observando la escena, Eve bajó la mirada y reflexionó:
Parece que Betty está bastante estresada por el asunto de la migración de los pobres.
Gracias a sus recuerdos de vidas pasadas, Eve sabía sobre el peculiar pasatiempo de Brigitte.
Cortar las cabezas de rosas perfectas, empaparlas en un perfume fuerte para hacer popurrí, y luego regalarlas a otros era su forma secreta de aliviar el estrés.
Además, el uso de rosas Apple rose, reconocidas por sus bordes verdes únicos, no parecía una elección casual. Probablemente, había sido un gesto dirigido a Eve.
Roxandra rápidamente cerró la caja y la retiró. Las demás princesas trataron sus cajas como si contuvieran algo peligroso sellado en su interior.
Roxandra intentó suavizar el ambiente.
—Bueno, ahora tomemos nuestro té.
—Sí, hermana mayor.
En cuanto Eve probó el té, apenas logró evitar fruncir el ceño.
El té negro tenía un sabor tan amargo y áspero que casi adormecía su lengua.
—Hoy el té lo preparó Rosie. Por cierto, Eve, escuché que tienes un conocimiento profundo sobre el té. ¿Qué opinas? —preguntó Roxandra.
¿Acaso estaba tratando de enfrentarla abiertamente con Roseneit?
Eve vaciló por un momento antes de responder:
—Es un té que refleja perfectamente el criterio de Rosie.
—¡Oh, muchas gracias, hermana Eve! —respondió Roseneit con una risa alegre, interpretando el comentario como un cumplido absoluto.
Vaya, qué gran autoestima tiene.
Eve usó discretamente magia para purificar el té antes de beberlo.
Fue entonces cuando Brigitte, quien había estado observándola con frialdad, habló por primera vez.
—Parece que te gusta el té, Eve.
—Por supuesto, hermana.
—Qué alivio. Hoy podría decirse que esta reunión de té está dedicada a ti.
—¿Dedicada a mí?
Pocas cosas podían sonar más ominosas.
Eve se tensó al escuchar esas palabras.
Las hermanas mayores comenzaron a hablar, explicando el propósito de la reunión.
—Así es, Eve. Hemos estado preocupadas por ti últimamente, así que esperábamos esta reunión con ansias.
—Sí, hemos notado que tienes dificultades manejando a tu caballero personal. Pensamos que sería útil darte algunos consejos como tus hermanas mayores.
Era como si estuvieran preparando el terreno para criticarla de una manera tan inesperada que Eve casi lo encontraba entretenido.
Eve dirigió su mirada hacia Brigitte.
Cuando sus ojos se encontraron, Brigitte le dirigió una sonrisa fría.
—Muy bien, Eve. Ya que estamos entre mujeres, hablemos francamente.
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Mientras Eve intentaba mantener la armonía en la reunión de té y fortalecer los lazos entre hermanas, Michael observaba atentamente los entrenamientos en la arena, donde otros homúnculos estaban practicando.
Esperaba encontrar algo que pudiera serle útil.
Sin embargo, el resultado no cumplió sus expectativas.
En cambio, solo pudo notar un problema crítico en los caballeros de la guardia real compuestos por homúnculos.
Todos tienen habilidades excelentes en combate individual, pero no prestan atención a su entorno mientras luchan.
La arena era bastante amplia, pero al enfrentarse a los gólems de mithril, era común que invadieran el espacio de los demás.
Cada vez que ocurría una interferencia no intencionada durante los combates, había más de un homúnculo que no podía reaccionar adecuadamente.
Parecía que consideraban todo lo que no fueran ellos mismos como un obstáculo.
En ese momento, Silvestian, quien había pasado por la arena colosal por un asunto personal, notó a Michael y se acercó para hablar con él.
—Michaelis, parece que terminaste temprano tus tareas de hoy. Pero, ¿en qué estás pensando en lugar de entrenar?
Michael, sin apartar la mirada de los homúnculos que continuaban su entrenamiento, respondió:
—Estoy pensando en lo imposible que es para los homúnculos realizar un ataque coordinado.
—¿Un ataque coordinado?
—Sí.
—Eso sí que es algo inesperado.
—Es lógico que lo veas así.
Los caballeros personales de la realeza son entrenados para duelos individuales o para cazar bestias mágicas en competencias.
Y Michael, que es el más fuerte de todos, no tenía razones para considerar seriamente un trabajo en equipo.
Pero ahora Michael sentía que la coordinación era necesaria.
Explicó su razonamiento:
—Silvestian, sabes que la extracción de piedras mágicas está disminuyendo, ¿verdad?
—Por supuesto. Se dice que las reservas de la mina de Galamuth están casi agotadas.
—Las piedras mágicas se forman cuando los cuerpos de dragones mágicos derrotados y las áreas circundantes se cristalizan. A este ritmo, es evidente que pronto se planeará una cacería de dragones mágicos.
—Formarán un ejército con homúnculos. Seguramente reclutarán muchos de la guardia real también.
—Exacto. Al fin y al cabo, los homúnculos fueron creados para luchar contra los dragones mágicos en lugar de los humanos.
Michael frunció el ceño mientras observaba a los homúnculos en su entrenamiento.
—Si solo saben luchar de forma individual como ahora, morirán como moscas. En las dos cacerías de dragones mágicos anteriores, muchos homúnculos murieron por esa razón.
Silvestian no respondió.
Extrañado por su silencio, Michael finalmente miró hacia él.
Lo que vio fue a Silvestian mirándolo con una expresión aún más desconcertada.
—¿Qué sucede?
—Es curioso.
—¿Qué cosa?
—Michaelis, parece que te preocupas por los demás.
Fue solo después de escuchar esas palabras francas que Michael se dio cuenta de lo que acababa de decir.
¿Por qué me preocupo por ellos?
El sentido de hermandad o conexión no era algo típico de los homúnculos.
Michael se sintió confundido por su propio comportamiento.
En ese momento, Silvestian habló como si lamentara tener que interrumpir la conversación:
—Me gustaría seguir hablando, pero debo irme. Me he demorado demasiado.
—¿Qué prisa tienes? De todas formas, la Octava Princesa no estará en su residencia. Hoy tiene su reunión regular de té, ¿no?
—Mi señora no le gusta que me ausente demasiado tiempo. Debo regresar.
—Ya veo. Hasta luego, entonces.
Michael, ahora solo, decidió dejar de observar y entrenar él mismo.
Mientras estaba a punto de inyectar magia en el dispositivo de invocación de gólems, una voz lo llamó:
—Michaelis Agnito.
Dos homúnculos encargados de la seguridad en la entrada de la arena se acercaron a él.
—¿Qué sucede?
—Alguien te está buscando. Síguenos.
—¿Quién?
—Un miembro de la realeza. No podemos darte más información. La orden es llevarte sin responder preguntas.
Ante la autoridad de la realeza, Michael no tuvo más opción que obedecer en silencio.
—Entendido.
Los dos guardias homúnculos lo escoltaron, colocándose uno a cada lado, como si estuvieran escoltando a un prisionero.
Continuaron caminando, atravesando tres jardines y adentrándose en un denso bosque cortavientos, sin mostrar señales de detenerse.
Era evidente que lo que estaba por suceder no sería favorable para él.
Esperaron a que la princesa estuviera ocupada en su reunión de té para llevarme solo.
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