⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Cuando Eve dejó la taza de té completamente vacía y enjuagó su boca con agua simple, Sedella, que estaba ordenando las tazas, rompió el silencio con un tono algo melancólico.
—Pero, ¿sabe algo, Alteza? En realidad, hay muchos homúnculos que quieren jurar lealtad a Su Alteza Evianrose.
—¿Dices que quieren ser los caballeros personales de una princesa sin apoyo como yo? Vamos, eso no tiene sentido. Deberías tomar lo que dice el Hadelun Times con pinzas, al menos la mitad de lo que publican.
—No es el Hadelun Times. Hablo de lo que he visto, oído y sentido. Su Alteza tiene una reputación excelente entre los homúnculos.
—Ah, claro, mi leal Sedella siempre tiene una buena opinión de mí.
—¡Es la verdad!
—Bueno, aunque no me crea todo, al menos debo tratar bien a mi Sedella. Cuando triunfe en el futuro, te compraré una casa en la ciudad, te conseguiré un alto puesto en el palacio y también un buen marido. ¿Confías en mí? Solo espera un poco.
—Alteza, por favor, tome esto en serio. No es una broma, de verdad lo digo.
—Yo también lo digo en serio.
Por alguna razón, ninguna lograba transmitir su sinceridad a la otra. Sedella, frustrada y sintiéndose impotente, terminó confesando algo que había estado guardando.
—Creo que sería bueno si Su Alteza tuviera un caballero personal.
—…
—¡Ah! ¡Lo siento mucho, Alteza! Sé que no le gusta este tema, pero yo…
—Está bien.
Eve negó con la cabeza suavemente. No era solo porque había decidido vivir de manera más flexible. Incluso antes de su regreso, Eve nunca se habría enojado con Sedella.
—Sé bien que siempre te preocupas por mí, Sedella. Lamento hacerte pasar tantas dificultades por mi terquedad.
—Alteza…
Para Eve, Sedella era especial. Sedella había sido la única que se mantuvo firme a su lado, soportando tanto estrés emocional como físico por su causa en el palacio.
La posición de Eve en la corte era realmente precaria.
El problema principal era su origen. La madre de Eve era una alquimista plebeya que no estaba afiliada a la Asociación de Alquimistas Reales. Vivía en un bosque, en reclusión, perfeccionando su arte alquímico.
Si se hubiera quedado en el bosque, probablemente habría alcanzado el rango de sabio. Pero, desafortunadamente, llamó la atención de Desmond II durante una inspección y se convirtió en su novena consorte.
En una sociedad noble, donde miraban con desprecio a alguien que no pertenecía a la Asociación de Alquimistas Reales ni provenía de una familia noble, la madre de Eve nunca fue bien recibida.
Al final, incapaz de soportar la sofocante vida en el palacio, murió joven, antes de que Eve cumpliera siete años.
Sin el apoyo de su madre, Eve quedó desamparada desde niña.
Si el problema hubiera sido solo mi nacimiento, me habrían ignorado y ya. Pero no fue solo eso.
La madre de Eve era una alquimista especializada en crear gólems, figuras de barro sin alma. Ella apreciaba profundamente todo lo que tenía conciencia y voluntad propia.
Bajo la influencia de su madre, Eve creció creyendo que los homúnculos no eran diferentes a las personas.
Pero en la corte, la justicia de Eve nunca fue considerada una virtud.
Aunque no era buena expresándose, cada vez que surgía un tema relacionado con los homúnculos, hablaba de mejorar sus condiciones. Además, se negó a nombrar un caballero personal, una tradición importante de la realeza. Esto hizo que Eve fuera vista como una pieza discordante en el palacio.
A tal punto llegó el desprecio que no solo los demás miembros de la realeza, sino también los funcionarios del palacio la subestimaban.
Cada vez que se asignaba presupuesto a los miembros de la familia real, a Eve le daban lo mínimo indispensable. Tenía que vivir de manera más modesta que muchas damas nobles para mantenerse en el palacio.
¡Ah, pensar en ello me hace sentir que hice sufrir demasiado a Sedella!
Para Sedella, debía haber sido frustrante ver cómo Eve complicaba su propio destino por su rigidez.
Si hubiera aceptado un caballero personal y se hubiera adaptado a las tradiciones reales, podría haber ganado el favor del Emperador Desmond II y disfrutado de los privilegios que correspondían a una princesa.
Muchos otros miembros de la realeza querían a Sedella.
Reconocida por su capacidad de manejar prácticamente sola los asuntos de la Séptima Princesa, Sedella recibió numerosas ofertas de otros príncipes y princesas. Pero nunca abandonó a Eve.
Gracias a Sedella, que siempre estuvo de su lado, Eve pudo soportar la vida en el palacio.
Aunque no pienso repetir los mismos errores.
Eve había aprendido, con gran dolor, que lo correcto y lo sensato no siempre son lo mismo. Repetir lo mismo haría que el alto costo de esa lección no tuviera sentido.
En su vida pasada, había terminado causando solo sufrimientos a Sedella. Después de que la familia real cayó en desgracia y Eve fue encarcelada en una prisión secreta, nunca volvió a ver a Sedella.
El carcelero le contó que Sedella no fue ejecutada, sino expulsada del palacio.
Aunque era un alivio que siguiera viva, pensar en Sedella vagando sin rumbo y sufriendo fuera del palacio le hacía doler el corazón.
El recuerdo era como una cicatriz que todavía ardía con amargo arrepentimiento.
Eve, intentando deshacerse de sus pensamientos, tomó una de las manos de Sedella con firmeza y le dijo:
—De verdad te haré vivir como una reina.
—Alteza…
—De verdad lo juro.
—Ah… gracias, pero, Alteza…
—¿Qué pasa, Sedella?
—Solo espero que entienda que su prosperidad es también mi prosperidad.
—…
Eve, que intentaba conmover a Sedella, se sintió como si hubiera recibido un contraataque.
Por alguna razón, sintió que estaba a punto de llorar, pero, forzando una sonrisa, respondió:
—¿Verdad? Prosperemos juntas, Sedella.
—¡Sí, Alteza!
La rutina matutina dio inicio.
Como en los aposentos de Eve no había un tocador separado, se lavó el rostro allí mismo.
Antes de pasar a elegir vestidos y accesorios, Eve decidió confirmar algo con Sedella.
—¿Quiénes son los que hoy visitarán a Su Majestad en la audiencia matutina?
En el Imperio de Hadelamide, se permitía tanto la poligamia* como la poliandria**.
*N/T: Poligamia se refiere a que una persona puede tener múltiples cónyuges, esposas, etc.
**N/T: Poliandria se refiere a que una mujer puede tener múltiples esposos.
El particularmente enérgico Desmond II ya tenía, en ese momento, 10 princesas y 8 príncipes, sumando un total de 18 hijos.
Reunir a todos al mismo tiempo para compartir momentos familiares era imposible, así que cada semana se organizaban grupos de 4 o 5 para decidir los turnos de las audiencias matutinas en los días laborables.
Eve tenía algo que pedirle hoy a Desmond II.
Sin embargo, incluso para una princesa, era difícil obtener una audiencia inmediata con el Emperador. Por ello, las visitas matutinas eran una oportunidad invaluable.
Sedella respondió:
—La Tercera Princesa, la Séptima Princesa, la Octava Princesa, el Cuarto Príncipe y el Quinto Príncipe están en la lista de hoy, y Su Alteza Evianrose también está incluida.
—Perfecto… espera un momento. ¿La Tercera Princesa y la Octava Princesa?
—Sí.
Aunque no le preocupaban los dos príncipes gemelos al final de la lista, los otros nombres no eran precisamente alentadores.
La Tercera Princesa, Brigitte, era conocida por haber arruinado el país al construir un harén tras ser nombrada heredera al trono.
La Octava Princesa, por su parte, era conocida como la ‘Belladona del Imperio’, la misma que había envenenado a Eve.
Ambas eran oponentes complicados.
No es común que esas dos coincidan… Ah, claro. Hoy debe ser ese día.
De repente, lo recordó.
Una semana antes del decimosexto cumpleaños de Roseneit, Eve había participado en una audiencia matutina que quedó grabada como uno de los peores momentos de su vida.
La Tercera Princesa, Brigitte, estaba desesperada por ganarse el favor de Desmond II para asegurar su nombramiento como heredera.
Aquel día, Brigitte utilizó a Eve, atrapándola en una trampa para mostrar su propia competencia.
En ese momento, Desmond II estaba lidiando con el problema de la disminución en la producción de piedras mágicas, lo que le causaba constantes dolores de cabeza.
Brigitte sacó a relucir el tema y propuso, como solución a corto plazo, aumentar la supervisión y las cuotas impuestas a los trabajadores de las minas.
Los encargados de las minas eran, en su mayoría, homúnculos de bajo rango, considerados ‘fallidos’.
Eve, incapaz de ignorar la explotación ya existente, no pudo quedarse callada ante las palabras de Brigitte.
Siempre directa y obstinada, Eve expresó su desacuerdo y destacó la necesidad urgente de mejorar las condiciones de los homúnculos.
Brigitte, astuta, tergiversó las palabras de Eve, presentándola como una princesa que despreciaba las tradiciones de la familia real.
Cuando Roseneit, cuyo nombramiento de caballero personal estaba a una semana de distancia, se unió al ataque y rompió a llorar diciendo: ‘¿Entonces dices que yo soy una mala persona que explota a los homúnculos?’, la situación se descontroló por completo.
Desmond II, ya agotado por sus propios dolores de cabeza, no quiso escuchar más debates. Las lágrimas de la ‘Rosa Blanca del Imperio’ fueron suficientes para que Eve quedara como la villana más infame en un instante.
Sin oportunidad de defenderse adecuadamente, Desmond II ordenó que Eve regresara a sus aposentos.
Había sido expulsada.
Ese incidente no solo fue humillante para Eve, sino que marcó el inicio de su exclusión por parte de Desmond II. Además, las políticas erróneas que Desmond implementó en un arrebato emocional contribuyeron a la decadencia del país.
Claro, ¿por qué habría vuelto si no para corregir errores cruciales? Sería extraño que este día no fuera un punto de inflexión importante.
No era solo una audiencia matutina; era un asunto de vida o muerte.
La expresión de Eve se endureció, como la de alguien que va a un campo de batalla.
—Haa… ¿qué debo hacer?
—¿Qué debe hacer, dice?
—¿Eh?
Como si la respuesta fuera obvia, Sedella sonrió ampliamente y sacó el vestido más deslumbrante.
—¡Vestirse impecablemente, por supuesto!
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