⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
El comienzo oficial del Torneo de Caza de Bestias estaba cerca.
Era costumbre que los participantes recibieran bendiciones de sus señores, amantes o familiares, deseándoles suerte y seguridad.
Eve, siguiendo esta tradición, buscó a Michael entre los participantes formados en fila.
—Cuídese mucho, Lord Agnito.
—No se preocupe, Su Alteza.
Eve desató el lazo azul que adornaba su cabello y lo ató a la vaina de la espada de Michael.
Michael agradeció el gesto con un beso en el dorso de su mano.
Ambos intercambiaron miradas cálidas por un instante, hasta que una sombra pasó junto a ellos, arrastrando las largas faldas de un vestido. Era Roseneit, que se acercaba a Silvestian.
—Lord Millard.
—A sus órdenes, Su Alteza.
El caballero de cabellos plateados besó la mano de la princesa, atrayendo la atención de quienes estaban alrededor.
—Eres el caballero de la Rosa Blanca del Imperio. Estoy segura de que me traerás el mayor de los honores.
—Así será, Su Alteza.
Era una declaración que no aceptaba menos que la victoria absoluta.
Roseneit, quien solía mostrarse amable y cariñosa, era notablemente estricta solo con su caballero personal.
Eve y Michael estaban justo al lado de ellos, y Roseneit, aunque claramente vio a Eve, fingió no notarla y se marchó.
Está tan nerviosa por la posibilidad de que Michael le arrebate la victoria.
La mezquindad de Roseneit no molestó a Eve, pero le preocupó Silvestian, quien fue dejado atrás sin siquiera escuchar palabras que desearan su regreso seguro.
Eve no pudo evitar dirigirse a él, quien parecía tratado solo como un instrumento para lograr la victoria.
—Lord Millard, le deseo también un regreso seguro.
—Estoy profundamente agradecido, Su Alteza.
Tras esto, Eve abandonó el área destinada a los participantes. Fue entonces cuando Michael habló con Silvestian.
—Qué suerte la tuya recibir la bendición de mi princesa.
Silvestian respondió con una sonrisa amarga.
Hoy, Michael, sintiendo cierta lástima por él, añadió:
—Sé que no caerás fácilmente, pero no te esfuerces demasiado innecesariamente.
—Eso no parece algo apropiado de escuchar de mi mayor rival.
Ambos se formaron nuevamente en sus lugares. A su alrededor, más de cien nobles participantes aguardaban, alineados en filas.
No había miembros de la realeza presentes. Por principio, los miembros de la familia real no participaban directamente en el torneo de caza.
Hadelamide era un imperio con una larga tradición de valorar la alquimia y la magia por encima de todo.
Actividades como los torneos de caza o los duelos, que implicaban el uso de espadas, se consideraban de menor importancia en comparación con las disciplinas académicas.
Por ello, los miembros de la realeza solían designar a homúnculos como sus representantes en las competencias.
Michael miró hacia adelante.
En su campo de visión estaba la entrada al bosque de Galapagon, donde las bestias mágicas se congregaban, emitiendo extraños y aterradores sonidos. El lugar, oscuro como la boca de un enorme monstruo, parecía aguardarlos.
¡Puuuuuuu!
El sonido de un cuerno gigantesco, hecho del asta del primer dragón maligno, resonó por toda la isla de Galapagón.
El torneo había comenzado.
Michael, junto con los demás participantes, cruzó la barrera y se adentró en el bosque, dispersándose en distintas direcciones.
Desde la zona de observación, Eve observaba la escena junto a Yulia y Anais.
Detrás de ellos, un grupo de jóvenes damas cuchicheaba entre sí.
—¿Quién ganará este año?
—Seguramente será uno de los caballeros personales, como siempre.
—Por supuesto, eso es evidente.
La fuerza de los homúnculos en combate era objeto de admiración por parte de todos.
El interés general estaba en quién sería el vencedor del torneo.
Anais y Yulia conversaban sobre el mismo tema.
—El año pasado fue Lord Halstein, pero muchos creen que este año el panorama cambiará con la participación de Lord Millard y Lord Agnito.
—Lord Millard es conocido por ser una figura destacada en el palacio imperial, y ahora que ha sido elegido por Su Alteza, la Octava Princesa, la atención sobre él es enorme. En cuanto a Lord Agnito, todos parecen tener altas expectativas debido a su apodo: el Monstruo de la Prisión Aérea.
Eve, en silencio, recordó los acontecimientos de su vida pasada.
En aquel entonces, este mismo día marcó el impresionante debut de Silvestian como caballero personal.
Había irrumpido en una guarida de Behemoths y capturado al líder, ganándose el reconocimiento de todos.
Desde ese momento, Silvestian trajo la gloria de la victoria a Roseneit en cada torneo, duelo y competencia celebrados en el palacio.
Sin embargo, dos años después, cuando Michael ingresó al palacio, Silvestian tuvo que ceder su lugar como el más fuerte.
Quizás Michael gane, ¿no?
La verdad, Eve estaba un poco desconcertada.
Ganar la gloria en una competición de esta magnitud era algo que nunca se había imaginado.
Eve estaba más acostumbrada a observar y felicitar a alguien glorioso desde las sombras, en lugar de buscar ella misma la victoria.
Tampoco era del tipo que disfrutara competir o medir fuerzas con otros.
De repente, se dio cuenta de que esta actitud no era del todo ideal.
Después de todo, Michael es mi caballero personal. Debería tener más confianza en él y en mí misma.
Justo en ese momento, Yulia le lanzó una pregunta en tono juguetón:
—¿Qué opina Su Alteza? ¿Quién cree que ganará entre Lord Halstein, Lord Agnito y Lord Millard?
—Por supuesto, mi Lord Agnito.
De repente, Eve sintió una mirada que parecía perforarle las mejillas.
Cuando volteó, vio a Roseneit a la distancia, mirándola fijamente con ojos que brillaban como rubíes rosados.
—Oh, la Octava Princesa…
—Al parecer, los rumores de que tiene buen oído son ciertos.
Yulia y Anais susurraron mientras se cubrían la boca con las manos.
Todos los participantes ya se habían adentrado profundamente en el bosque, y no quedaba rastro de ellos a la vista.
El Torneo de Caza de Bestias generalmente duraba cinco horas.
Dado que era demasiado aburrido simplemente esperar, los espectadores que permanecían dentro de la barrera necesitaban algo para entretenerse.
—¿Qué tal si vamos a dar un paseo en el Arca Celestial?
El Arca Celestial era un barco flotante que surcaba los cielos.
Desde el Arca Celestial, se podía recorrer lentamente la isla de Galapagón, disfrutar del paisaje y observar la situación de los participantes.
Eve no dudó en estar de acuerdo con la idea.
Cuando ella, Yulia y Anais estaban a punto de dirigirse al muelle de piedra flotante para abordar el Arca Celestial, alguien las interrumpió.
—¿Podría unirme a ustedes?
—¿Lord Rimithiel?
Era Calix, el apuesto joven de cabello rubio ceniza.
Siempre iba acompañado de sus cinco amigos de la academia, pero, curiosamente, hoy estaba solo.
Mientras Eve lo miraba con extrañeza, Calix se inclinó cortésmente en señal de saludo.
—Me alegra volver a verla, Su Alteza.
—Sí, igualmente, Lord Calix.
De repente, Eve recordó que su última despedida con Calix había sido algo incómoda. Parecía que él también lo recordaba, porque mencionó el tema:
—Desde ese día en que nos separamos, no sabe cuánto lo he lamentado.
—Yo, en cambio, creo que fue afortunado despedirnos antes de que se emborrachara.
Sus palabras fueron suaves pero no carecían de intención, lo que hizo que Calix se quedara sin palabras por un momento.
—Quiero disculparme por lo que ocurrió. Solo espero que sepa que jamás tuve la intención de ofrecerle una bebida tan fuerte.
—Lo imagino. Aunque sé que buscaba algo de mí al ofrecerse a beberla en mi lugar.
Aunque en ese entonces estaba dispuesta a dejarse engañar un poco, Michael se encargó de que no fuera necesario.
—¿Qué es lo que deseaba?
—No es algo que pueda explicar fácilmente en un lugar como este.
Entonces, Anais y Yulia, quienes hasta ahora habían estado en silencio, intervinieron. Y sus palabras no eran precisamente amables.
—Vaya, creo que esas palabras generan aún más malentendidos.
—¿No sabía de la importancia del honor cuando cometió esa falta, pero ahora sí, al intentar admitir su error?
Con sus comentarios combinados, lograron poner a Calix en una posición incómoda.
Eve intervino para mediar.
—Parece que su solicitud era bastante personal. No quiero presionarlo más, así que lo escucharé en otra ocasión.
—Gracias por su generosidad.
—Sin embargo, lamento informarle que preferiría disfrutar del Arca Celestial únicamente con quienes me acompañan en este momento. Espero que comprenda mi negativa.
—No se preocupe. Con solo saber que habrá otra ocasión, ya me siento agradecido. Le deseo un tiempo agradable, Su Alteza.
Aunque la conversación no le dejó mucho provecho a Calix, parecía genuinamente emocionado al retirarse.
Eve, considerando la breve conversación como una anécdota trivial, continuó con Yulia y Anais hacia el muelle, donde abordaron el Arca Celestial.
El barco, protegido por una poderosa barrera de primer nivel, desplegó sus velas que parecían branquias.
Pronto, el Arca ascendió al cielo, ahuyentando a los wyverns y harpías mientras comenzaba su viaje.
Desde allí, se podía observar la vista panorámica de la isla de Galapagón, un lugar con un ecosistema único.
—No importa cuántas veces lo vea, siempre me resulta fascinante. Es como si estuviera en el mundo de hace tres siglos.
—Tal como dijo Lady Amelrose, en esos días este lugar estaría dominado por las bestias mágicas.
—Sí, incluso por dragones malignos.
La conversación de Yulia y Anais evocaba un tiempo muy lejano en la historia.
Cuando los dioses abandonaron este mundo, el poder divino se desvaneció, las bestias mágicas se propagaron, y los dragones malignos nacieron para sembrar el caos. Era la era oscura.
En ese entonces, el Reino de Hadelamide creó homúnculos utilizando el poder de la alquimia para enfrentar a los dragones malignos.
Gracias a la exitosa cacería de estos dragones, obtuvieron cristales mágicos, lo que impulsó enormemente el desarrollo de la magia.
El reino se elevó a la categoría de imperio y ha mantenido su poder hasta la actualidad.
De no haber sido por los homúnculos, los dragones malignos de rango ‘Lord’ seguirían causando estragos en la humanidad.
Especialmente el terrible y temido Galamut, cuya existencia sería inimaginablemente devastadora si aún estuviera vivo.
Aunque ahora Galamut es visto como un ‘dragón generoso’ que, gracias a su legado de cristales mágicos, ha sostenido al imperio durante más de cien años, en su tiempo era una criatura que hacía temblar de miedo con solo mencionar su nombre.
Eve se unió a la conversación de Yulia y Anais.
—Ahora que lo pienso, dicen que la isla de Galapagón es el lugar donde nació el dragón maligno Galamut.
—Es cierto, también lo he escuchado.
—Desde la caza de Galamut, la guarida siempre ha sido ocupada por el ser más fuerte de la isla. Aunque cada año el dueño cambia porque siempre son eliminados.
—Si alguien busca la victoria, debería dirigirse a la guarida, ¿no?
En ese momento, observaron cómo una nube negra se acercaba desde el cielo occidental, más allá de las montañas.
—¿Eh? ¿Acaso va a llover?
El cielo sombrío parecía anunciar una lluvia primaveral sobre la isla de las bestias mágicas.
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La marca.
Michael marcó con maná el cadáver de una planta carnívora mágica que acababa de cazar, colocando el emblema de la Séptima Princesa.
Las bestias cazadas se marcaban de esta manera para identificar al cazador al final del torneo, cuando se hacía el conteo total.
Aunque, por supuesto, acumular pequeñas victorias como esta apenas contribuía al resultado. Para ganar, se necesitaba algo mucho más impactante.
¿Dónde estará la guarida de Galamut?
La falta de conocimiento del terreno era una desventaja para Michael, ya que era su primera vez participando.
Sintió la presencia de otras bestias mágicas acercándose.
Las plantas carnívoras del pantano, conocidas como ‘Nepentes del Pantano’, eran famosas por vivir en grupo. Probablemente eran los compañeros de la que acababa de eliminar.
Los Nepentes del Pantano eran bestias mágicas con pétalos brillantes y una boca similar a la de un tiburón en el centro.
Sus raíces ocultas en el pantano se movían como tentáculos, envolviendo a sus presas para absorber su sangre como nutrientes. Por eso, había que tener cuidado con los pies durante la batalla.
Cinco más se aproximaron, pero uno de ellos era notablemente más grande.
Sin embargo, Michael los derrotó a todos con facilidad y rapidez.
Limpió el espeso líquido púrpura que cubría su espada Nightray y se acercó a los Nepentes aún retorciéndose.
Justo cuando estaba a punto de marcar uno de ellos, este cerró sus pétalos como un capullo y explotó con un fuerte ¡paf!
No hubo impacto, pero un humo púrpura desconocido se dispersó rápidamente. Michael, alarmado, se cubrió la nariz y la boca.
¡Whoosh!
En ese momento, un viento sopló, llevándose el humo púrpura hacia el cielo.
El viento formó un remolino púrpura en el aire antes de arder y desaparecer por completo.
Michael, sintiendo la presencia de magia, giró la cabeza hacia un lado.
—El polen de los Nepentes es altamente venenoso. Es mejor no inhalarlo.
—Eso ya lo sé, Sir Wind.
Era Snowret Wind, el caballero personal del Sexto Príncipe, Derick.
—Además, si el polen se dispersa, esta zona se convertirá en un bosque de Nepentes.
—No está mal. Al fin y al cabo, la isla de Galapagón no es más que un criadero de bestias mágicas.
Michael y Snowret intercambiaron palabras de manera casual mientras verificaban las rutas que tomarían.
—Sir Agnito, ¿qué camino planea tomar?
—Cruzaré el pantano. Si pensabas dirigirte al otro lado, te recomiendo buscar otra ruta. Ya he eliminado a todas las bestias en esa dirección.
—Entendido. Gracias por el aviso.
—De nada. Por cierto, ¿sabes dónde está la guarida de Galamut?
—Por supuesto.
Snowret, que llevaba tres años participando en el torneo, conocía muy bien la geografía de la isla de Galapagón.
—Sir Agnito, considerando tu fuerza, creo que puedo compartir esta información contigo.
Snowret dibujó un mapa en el aire utilizando luz mágica.
—Aquí está. Te deseo buena suerte.
—Gracias, Sir Wind.
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