⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
El éxito del negocio de baños de Luchiad se convirtió en el éxito del negocio de productos de baño de Eve.
Gracias a esto, se aseguró una enorme cantidad de fondos, lo que permitió que la residencia estuviera bien abastecida, y facilitó tanto las actividades sociales como las políticas.
Ahora soy una princesa rica.
Cuando uno tiene abundancia, es justo compartir con quienes están bajo su cuidado.
Eve entregó a los miembros de su residencia una pequeña bolsa de terciopelo llena de monedas de oro.
—Gracias por seguirme fielmente hasta ahora. Espero que continúen cumpliendo con sus responsabilidades como hasta ahora.
—¡Sí, Alteza!
Había preparado otro regalo más.
—Para conmemorar nuestro éxito, hoy pueden salir temprano, y mañana tendrán el día libre. Descansen bien y regresen pasado mañana.
Lian, Peony y Hugh se alegraron y regresaron a sus respectivas casas.
Sedella, en cambio, se quedó en la residencia, observando cálidamente a los demás partir. La familia Arpel, de la que provenía, apenas conservaba el título de Conde, lo que significaba que no tenían una casa en la capital.
—Hum, Sedella.
Eve aclaró su garganta y la llamó.
—Sí, Alteza.
—Quiero que vayas a esta dirección.
—¿Esta es… una de las casas de lujo que estaba considerando para inversión? Escuché que hace poco encontraron un nuevo dueño.
—Sí. Por eso quiero que vayas. Cuando llegues, las personas que te reciban te dirán qué hacer.
—Entendido, Alteza.
Aunque el encargo era un tanto ambiguo, Sedella respondió con una cortesía impecable.
Sedella, lo preparé para ti.
En realidad, Eve había comprado una lujosa casa en el distrito sur del río Ravelo unos días atrás y había contratado a dos criadas por un período de seis meses.
Todo el proceso se llevó a cabo con la ayuda de Alben, asegurándose de que todo estuviera perfectamente organizado.
La casa estaba lista para ser habitada de inmediato, ofreciendo todas las comodidades necesarias.
Le gustará, ¿verdad?
Solo imaginar la sorpresa y alegría de Sedella hacía que Eve se sintiera satisfecha.
—Entonces, iré ahora.
—Sí, descansa bien y tómate tu tiempo.
Eve despidió a Sedella agitando la mano.
Cuando todos los empleados se retiraron, solo quedaron Eve y Michael en la residencia.
A Michael no podía regalarle algo como una bolsa de monedas de oro.
Los homúnculos de la Guardia Imperial no tenían derecho a poseer bienes privados.
Cuando se establezca un dominio en la región fronteriza, naturalmente podrán poseer bienes personales.
Por ahora, era imposible entregarle a Michael algo con valor material, como monedas de oro o joyas.
Sin embargo, siempre había excepciones.
Si se trataba de un artefacto útil para un caballero, podía otorgarse independientemente de su valor monetario.
Era una forma ingeniosa de darle un regalo práctico mientras sorteaba las restricciones.
—Michael, ven a la oficina. Tengo algo para ti también.
Eve sacó un cofre de joyas del almacén mágico.
Dentro del cofre había dos piedras mágicas que brillaban intensamente, adquiridas en una subasta.
—¿Puedo ver tu espada, Night Ray?
—Aquí la tienes.
Una de las piedras mágicas, que alternaba entre un resplandor rojo y azul, fue colocada en la empuñadura. La otra, de una pureza cristalina que recordaba a un diamante, fue insertada en la vaina.
Eve le devolvió la espada mientras explicaba:
—Lo pensé mucho. Michael con una espada ya es increíblemente fuerte, así que no creí que necesitaras una piedra mágica en particular. Por eso elegí algo que pensé que te gustaría.
—¿Algo que me gustaría? Me intriga. ¿Qué tipo de piedra mágica es?
Eve respondió con una sonrisa juguetona:
—Es una piedra de magia térmica.
Era una piedra mágica que regulaba la temperatura del portador, liberando calor o frío según la situación.
—Interesante. Me gusta.
—¿En serio? Pensé que te decepcionaría porque es magia básica para la vida diaria.
—Es un obsequio de la princesa. ¿Cómo podría pensar algo así?
No era una broma ni palabras vacías; Michael realmente apreciaba el efecto de la piedra mágica.
Cada vez que empuñara la espada, le recordaría el calor que Eve le había transmitido en su primer encuentro.
Eve, un poco avergonzada por la reacción seria de Michael, volvió a explicar:
—En realidad, lo que realmente quería darte es la piedra mágica que está en la vaina.
—Es inusual que esté en la vaina y no en la espada.
—Sí, porque es una piedra de barrera mágica. Creí que funcionaría mejor en la vaina.
—Ah, ya veo.
Entonces Michael entendió la intención de Eve.
Ella quería prepararse para una situación como la última vez, en la que Michael no pudo desenvainar la espada durante el combate.
La piedra mágica que había elegido era de las mejores, conocida como ‘Aegis’, una piedra de barrera mágica de primera clase.
Era un regalo cuidadosamente seleccionado para alguien como Michael, quien tenía cierta vulnerabilidad contra ataques de barrera.
—Si activas la piedra mágica de la empuñadura, los miembros de la realeza podrían argumentar que estás usando la espada. Pero si usas la de la vaina, no podrán quejarse.
—Será útil en caso de emergencia.
—Espero que nunca tengas que usarla.
Como correspondía a una piedra mágica de alta calidad, la Aegis también tenía funciones adicionales.
—Si estás en un estado indefenso, la Aegis activará automáticamente una barrera para protegerte. No funcionará siempre, solo cuando la piedra esté cargada con maná.
—Debe ser un tesoro increíble. ¿Estás segura de que puedes darme algo tan valioso?
—Por supuesto. ¿A quién más se lo daría, si no a ti?
—Solo puedo estar agradecido por la generosidad de la princesa.
Ver a Michael expresar su gratitud con tanta formalidad llenó de orgullo a Eve.
Le alegraba poder darle un regalo tan valioso. Quería seguir dándole cosas buenas a quien había aceptado ser su caballero personal.
Michael, después de ajustar la espada Night Ray en su cintura, comentó:
—Parece que mi princesa está planeando algo especial para hoy o mañana, considerando que has dado vacaciones a todos los empleados.
—Tienes buen ojo, Michael.
—¿A dónde debo llevarte? ¿Al mercado negro como siempre?
—Hmm, me gustaría, pero lo dejaremos para otra ocasión. Hoy voy a visitar a alguien muy importante.
—¿Quién es esa persona?
Eve sonrió y respondió:
—El sabio del bosque de los abetos. Es mi maestro en alquimia.
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